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ODIO A FELIX ROMEO

Ene 18, 2010   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments
Foto: Jesús Caso
Lo odio porque en sus dos últimas colaboraciones de la nueva sección de ABCD me ha pisado. Primero, el pasado sábado, dijo que nunca había leído u oído decir a ningún autor que se buscaba a sí mismo en Internet. ¡Ay! En esta entrada ya vieja de este mismo blog hablo de esas egobúsquedas. Y ¡ayyyy! (esta duele más), hace dos semanas Felix escribió sobre La Pinturitas de Arguedas (la foto de arriba es de mi compañero de trabajo el fotógrafo Jesús Caso, que fue gracias a quien la conocí). Tenía muchas ganas de escribir algún día un reportaje sobre La Pinturitas, conducir hasta Arguedas y hablar con ella… Incluso estuve pensando en proponerla a los de Sra. Rushmore como protagonista para una campaña de Aquarius, “el ser humano es extraordinario”, y entonces aparecerían todos esos coloridos dibujos que La Pinturitas hace y deshace en una de las naves abandonadas junto a la carretera.

(Bueno, lo cierto es que si Romeo me ha pisado ha sido porque yo me he quedado quieto, por pereza, por falta de iniciativa, porque, total, escribir reportajes para qué…)

Odio, por lo demás, también a Felix Romeo porque le he escrito en alguna ocasión por algún asunto de la cosa literaria y nunca me ha contestado, no sé si porque el correo al que me dirijo es uno de esos que se encuentran en el limbo de internet, el de los buzones que nunca se abren, o quedan desactualizados, o a los que tus email llegan apellidándose spam; o porque ha actuado con prudencia, por un lógico temor –tratándose de alguien que escribe sobre libros en periódicos o los reseña en la radio- a encontrarse con un escritor psicópata, un perseguidor, un pelma…; o no sé si, simplemente, porque a Felix Romeo se la ha sudado lo que yo le he contado en esos emails, que puede ser y está en su derecho.

Y lo odio porque estuvo en la presentación mundial de Resaca / Hank over, en Zaragoza, hace ya casi dos años, yo lo ví, es difícil no verlo, y, que yo sepa, puede que me equivoque, nunca dijo ni escribió nada sobre ese libro, Felix estaba allá al fondo, recostado sobre una pila de libros, y miraba o eso me parecía a mí con cierta desgana y aburrimiento, como si todo eso, Bukowski, fuera algo ya superado, jugar a hacerse los malditos, algo ya visto y falso (aunque Resaca no va de eso). Todo esto, claro, es una impresión personal, quizás errónea.

Pero odio, sobre todo a Félix Romeo, por envidia cochina, por lo ya dicho, porque se dedica a leer libros –no solo por placer, digo, además profesionalmente- y a escribir sobre ellos, y también porque he leído algunos de sus libros y me han gustado, qué cabrón, he pensado, y he sentido esa sensación malsana que sentimos –yo al menos- los escritores, cuando leemos libros que nos gustaría haber escrito a nosotros (o incluso cuando vemos cómo elogian libros -o más bien a autores- que nosotros nunca escribiríamos, cuando otros triunfan, aparecen en los papeles, ves a chicas guapas leyendo sus mierdas de libros en el autobús…); de eso, como de las egobúsquedas, tampoco habla nadie, de las envidias entre escritores, incluso de la envidia como inspiración, o génesis de obras literarias. Escribiría un reportaje también sobre eso, pero total para qué, ya escribí uno sobre las venganzas literarias, y nadie quiso publicarlo.

En fin, solo me queda despedirme con un saludo a Félix Romeo, que si es verdad que hace egobúsquedas, leerá esto. Yo a él lo leeré el próximo sábado, a ver si vuelve, ¡ay!, a pisarme.

ESE TOCHO (CAPÍTULO 1)

Ene 17, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Ilustración: Tasio. Portada de Cuentos sanfermineros, en donde aparece este relato

Aunque en todos los equipos por los que he pasado mis compañeros me han apodado con alias nada ingeniosos, como «El Trípode», «Barrapán» o, mayormente, «Tocho», el secreto de mi éxito con las mujeres no tiene nada que ver con el descomunal tamaño de mi miembro viril. Tampoco está relacionado con la fama que me precede allá donde vaya, ni con mi personalidad dicharachera y jovial, ni siquiera con la cuenta corriente en la que se me desbordan los ceros por la derecha de la libreta. Quienes lo crean así no saben absolutamente nada sobre mujeres. A las mujeres lo que realmente las vuelve locas es un tipo que sepa acariciarlas y yo siempre he tenido unas manos superdotadas. Es por eso mismo por lo que soy portero de fútbol. Probablemente el mejor portero del mundo. He militado en los clubs más laureados, he ganado varias ligas y un Mundial y he compartido habitación con Dios, que entonces se llamaba Diego Armando Maradona… Y que me disculpen si a alguien le parezco sacrílego. Al contrario, conozco la Biblia lo suficiente como para saber que el Dios del que hablan en ella es un boludo, un tipo vengador, vanidoso y cruel al que sólo pueden haber inventado los hombres. Para mí Dios no es alguien que me haga avergonzarme de ser un hombre sino que convierto a Dios en todo aquello que me hace reír, gozar o tener esperanza. Dios es para mí la mujer con la que hago el amor —y como soy un tipo muy religioso y politeísta procuro hacerlo a menudo y con muchas mujeres—; Dios es cada disco nuevo de Andrés Calamaro; y Dios es Osasuna, el club que me ha fichado y que ha confiado en mí cuando ya todos me habían desahuciado.

El fútbol es así. Un mínimo error y pasas de ser el rey del mundo a un condón anudado en un descampado. En mi caso se trató de un regate mal calculado en un Barça-Madrid y automáticamente todas aquellas características de mi personalidad con las que siempre se había identificado la afición se convirtieron en pecados imperdonables: vividor, borracho, mujeriego… Me lo decían los mismos que aplaudían a rabiar cada vez que me adelantaba con el balón entre los pies y lograba dejar sentado a Raúl o a Figo. Me gustaba hacerlo así, driblar al delantero de moda, escuchar primero el murmullo en las gradas, y después los aplausos de alivio y mofa. Sentía que al hacerlo era capaz de poseerlos, de poseer no sólo lo que eran —se identificaban conmigo porque era un tipo algo golfo y de procedencia humilde— sino lo que añoraban, envidiaban y nunca llegarían a ser ellos, que nunca se arriesgarían a salirse del área y regatear a su destino —como mucho, ocultos y a salvo entre la masa, a desahogarse insultando al árbitro; o a mí mismo—. «¡Muerto de hambre, indio de mierda!», me gritaron entonces, de hecho, cuando erré el dribling. Y eso sí que me dolió. Me dolió tanto que, a pesar de que ahora una nueva afición, allá abajo, en la plaza, volviera a corear mi nombre (“¡Ese Tocho, ese Tocho, eh¡”, alternaban los gritos con otros como “¡San Fermín, San Fermín!” o “¡Alcaldesa dimisión!”) no pude evitar despreciarlos, por arrastrados, por diluirse, como una aspirina contra la estupidez de sus vidas, en la multitud; la misma multitud que pediría mi cabeza en cuanto palmáramos tres partidos seguidos; la misma multitud que cuando pasaran los sanfermines y con ellos toda la polémica, volvería a votar a la alcaldesa; la misma multitud, en suma, que nunca comprendería por qué apenas hube estrechado su mano, la mano de la alcaldesa, allá arriba en el balcón del ayuntamiento el día del chupinazo, supe que acabaría acostándome con ella.

Continuará

Más sobre Ese Tocho

EN LA REVISTA MEXICANA MOHO (o «¿Soy un ególatra, un torpe o un mamón -o las tres-?»)

Ene 15, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

No recuerdo con qué texto colaboré en esta mítica revista contracultural mexicana que dirige Guillermo Fadanelli, cuya portada he encontrado navegando a la deriva por internet, durante una inquietante y prolongada calma chicha en el trabajo. Me hace gracia ver que en el número en que aparecí, además de escritores de la talla de Dennis Cooper o Jesús Pacheco, está Heriberto Yépez, a quien he citado a veces en presentaciones de mis libros, con una frase de uno de sus cuentos (que aparecía en una recopilación de Lolita Bosch sobre autores mexicanos, tampoco recuerdo el título, lo siento):
«Los escritores, salvo contadísimas excepciones, son antipáticos. Observarlos en vivo decepciona a sus lectores. Y desalienta a los que pudieron haberlo sido. Se de muchas personas que asisten a las presentaciones de libros para confirmar que el escritor es un ególatra, un torpe o un mamón»

ESE TOCHO

Ene 14, 2010   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment
Ilustración: Javier Etayo (Tasio)

La aventura erótico festiva entre un portero argentino de Osasuna y la alcaldesa de Pamplona
PRÓXIMAMENTE

ASEL LUZARRAGA

Ene 13, 2010   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments

No lo conozco, ni he leído ninguno de sus libros, solo se lo que estos días he podido ver en blogs, periódicos y a través de otros escritores que sí lo conocen. Asel Luzarraga, escritor y músico vasco, fue detenido el pasado 31 de diciembre en Chile, acusado de colocar artefactos explosivos. En esa acusación y la detención hay, cuando menos, varias irregularidades que son ya más que suficientes para mostrar preocupación por el caso o apoyo a alguien en situación de indefensión: por ejemplo, uno de los artefactos que supuestamente colocó Asel explotó cuando él estaba a miles de kilómetros, en Bermeo (y de ellos dan fe algunos de sus amigos, como el también escritor Edorta Jiménez en una entrevista radiofónica, que se puede escuchar en www.aselaskatu.org, página habilitada para saber más sobre este asunto).

Asel ha apoyado la causa mapuche en Chile, un pequeño grano en el culo de la democracia de ese país, lo cual lo convierte automáticamente en un tipo sospechoso, en un terrorista internacional (y además ¡es vasco! Bombas, vasco, euskaldún, todo cuadra…).

El otro día, por cierto, colgué una nota informativa parecida a esta en Hank over, un blog que recibe muchas más visitas y comentarios, y me da la impresión de que pasó totalmente desapercibida. Lo cual, lo deja a uno perplejo y desilusionado, pues en ese mismo blog son frecuentes los mensajes de apoyo, la piña entre escritores…

Me temo que hay siempre ese recelo, ese halo de sospecha, cuando se trata de todo lo relacionado con “los vascos”. Lo veo también en el caso Egunkaria, un auténtico atropello judicial, frente al que la respuesta, fuera del País Vasco, es tibia, casi nula. Nadie se moja, por si acaso, y porque lo peor de lo peor es que alguien pueda acusarte, aunque sea infundadamente, de terrorista, de pro-etarra; nadie pone la mano el fuego por nadie. Y así pasa precisamente lo que pasa, que es a otros a los que se les acusa, aunque sea infundadamente, de terrorista o de proetarra.

A mí no me gustaría estar en la piel de Asel, y si lo estuviera no me gustaría desde luego sentirme solo, ver que muchas de las personas de las que podía esperar algo tienen miedo, desconfían, no ponen la mano en el fuego, tragan con lo que leen en algunos medios que en lugar de noticias publican notas de prensa de ministerios de interior o versiones policiales.

De momento, a Asel le esperan tres meses de prisión preventiva, mientras se lleva a cabo la “investigación”. Después, ya veremos.

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