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IMBÉCIL

Jul 21, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Que nadie se dé por aludido. Con lo de imbécil me refiero a un servidor. Una de las leyes no escritas del humor es que para reírse de los demás antes hay que empezar por uno mismo. Imbécil es el título de un cómic de Camille Vannier, publicado por Astiberri, en el que la autora francesa-barcelonesa recopila una serie de escenas patéticas de su vida. O de la vida de cualquiera. Pasajes de nuestra biografía que a menudo quedan a resguardo en una caja blindada de la memoria y que, por vergüenza, no solemos compartir con nadie.

Vannier, por ejemplo, nos relata la ocasión en que encargó por correo una estantería para su apartamento y cuando llegó no era la que ella esperaba. Llamó al servicio de Atención al cliente, los puso a caldo y de repente, por las explicaciones que iba recibiendo, se dio cuenta de que la que había errado al elegir en el catálogo era ella. Pero ya era demasiado tarde para recular, después del pollo que había montado, así que se mantuvo en su papel de clienta agraviada, hasta que consiguió que le dieran la razón y le pidieran amablemente disculpas, lo cual la hizo sentir en su fuero interno como una miserable.

En otra de las historietas nos cuenta la vez que tenía que coger un vuelo a primera hora de la mañana, salió la noche anterior a tomar un par de cervezas, que luego fueron cuatro, y luego seis… total, que al volver a casa ya de madrugada y completamente borracha, para poder apurar un poco más la cama al día siguiente, decidió preparar la maleta en lugar de levantarse temprano, como tenía pensado. Una idea que le pareció brillante hasta que al llegar a su destino y abrir el equipaje descubrió que lo único que había dentro era un bañador (en un lugar en el que además no había playa).

Todos tenemos alguno de esos pasajes lamentables en nuestras vidas. Yo los tengo a diario. Tengo tantos que me resulta difícil elegir solo uno. Recuerdo una vez que en un Nafarroa Oinez, en uno de los primeros en que empezaron a usar ese engorroso sistema en el que cambias el dinero por vales para consumir en las barras, entregué en una caseta todo lo que llevaba en el bolsillo, y cuando fui a pedir el primer katxi me hicieron saber que lo que yo había comprado eran en realidad pegatinas. Por supuesto, me dio tanta lacha que no volví a la caseta a explicar que me había equivocado. ¡Hay que ser imbécil! (por contra para quienes me vendieron las pegatinas debí de quedar como un tipo de lo más espléndido y solidario).

He empatizado, pues, mucho con ese cómic de Vannier, la cual se ríe de sí misma de tal modo que en las solapas del libro −dibujado con trazos intencionadamente descuidados y feistas, imperfectos como las historias que cuenta− incluye algunos “halagos” que han dejado en sus redes sociales varios lectores, del tipo “Si me pongo un lápiz en el culo dibujo mejor”.

Todos somos, en fin, imbéciles. Aunque, sin duda, lo más imbéciles de todos son aquellos que no se dan cuenta.

Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 19/07/24

https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/opinion/2024/07/21/imbecil-8505796.html

NUESTROS OTROS YOS

May 27, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
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Hay un cuento de Iban Zaldua recopilado en su última y fantástica colección de relatos, «A escondidas», en el que el protagonista adquiere el don de la ubicuidad tras plantearse el dilema de acudir a una manifestación con cuya reivindicación de fondo está de acuerdo pero en la que sabe que se van a corear lemas con los que difiere. Con su nuevo superpoder tiene la opción de dejar al yo al que esas consignas le incomodan en casa y enviar a la mani al que quiere solidarizarse con el meollo de la protesta.

No me digan que no sería todo un chollo. Si fuéramos capaces de desdoblar de ese modo todas las personalidades que nos componen podríamos, del mismo modo, teletransportar un domingo por la mañana al monte a nuestro yo más andarín mientras en la cama se queda el más remolón; o dejar en efigie en el cumpleaños de un amiguito de nuestros hijos a uno de nosotros y mandar a otro a un concierto, al cine, a un partido…

Me siento muy interpelado por ese cuento de Zaldua porque a menudo tengo esa sensación de extrañeza o de melancolía (“Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada”, define la RAE melancolía) que me hace desear casi siempre estar en otro sitio diferente al que me encuentro o considerarme a mí mismo en todos los lugares y situaciones un extranjero, un marciano. Lo cual se agrava por el hecho de que el lugar al que quiero huir siempre cuando eso sucede, el sitio donde me gustaría estar realmente, es en casa, leyendo o escribiendo. Es decir, atrapado en un bucle, pues cuando escribo o leo lo que estoy haciendo, en el fondo, es imaginar, a su vez, que estoy en otra parte o que soy otra persona…

Dejando ese pequeño lío o inconveniente al margen, a mí particularmente me resultaría muy útil este don de la ubicuidad para hacer la comida. Cocino casi todos los días y −esto que no lo lean mis hijos− casi todos los días el resultado es desastroso. Carezco no ya de talento culinario sino de la capacidad de aprender, o, mejor dicho, del interés por hacerlo. Y creo que eso se debe a que mientras estoy preparando unas lentejas mi cabeza está a menudo en otra parte, pensando ideas para algún relato, alguna novela… Así que, si pudiera desdoblarme, tal vez mi yo cocinillas podría centrarse un poco; o incluso si ni por esas pudiera arreglar los desaguisados, nunca mejor dicho, mi yo sufridor se quedaría en la cocina soportando las quejas de mis hijos −”Está salado”, “Está soso”, “Qué asco”, etc.− mientras otro de mis yos se lamería esa herida escuchando «Sinceridad no pedida» de Ojete Calor (“Nadie te ha preguntado/Te diría lo que pienso de tu sinceridad”) o ideando la manera de perpetrar, para mi desahogo personal, un «Rubio de bote», como este, por ejemplo.

Publicado en «Rubio de bote», colaboración semanal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 25/05/24

Feel Good!

May 13, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
James Brown – 10 of the best | James Brown | The Guardian
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias), 11/05/24

Mientras conduzco voy escuchando la radio. Llueve y después sale el sol y luego vuelve a llover otra vez. La primavera es siempre igual, voluble. A los dos lados de la carretera los sembrados resplandecen, con esa luz extraña y hermosa que arrojan las grietas del cielo. De vez en cuando, me ciega el destello amarillísimo de un campo de colza.

En el programa que sintonizo hay una sección titulada “La buena noticia del día”. Intentan conectar con la colaboradora que suele contar el descubrimiento de un nuevo medicamento para curar una enfermedad rara, la reaparición de una especie animal que se creía extinguida, la reconversión de una plaza de toros en una biblioteca…

Pero la colaboradora no responde. Seguramente se deba a algún problema técnico, falta de cobertura, algún cable desconectado, una caída de la red… O puede −pienso de manera retorcida− que se trate de una paradoja, que esa periodista que tiene que alegrar el día a los oyentes sufra el síndrome del payaso triste, esté pasando un mal día, no le queden fuerzas… Desde el borde de un abismo gritar “Feel good!” deja un eco que da muy mal rollo. Sea lo que sea, el silencio a la espera de la buena noticia del día resulta inquietante, una metáfora un poco triste. Lo mismo que esa norma del periodismo que sentencia que las buenas noticias no son noticia. Tal vez por eso durante años el diario más vendido en España fue El Caso, con sus escabrosas portadas: “Salvajamente apuñalados”, “El cura vicioso”, “Asesinados con la barriga llena”…

Para colmo, para llenar el horror vacui acústico que deja la borota de la colaboradora, ponen una de Bisbal.

Así que muevo el dial. Atrapo en otra emisora, cuando ya está casi acabando su sección, a otro colaborador que suele comentar etimologías de palabras curiosas. Hoy explica que “trabajar” deriva del latín vulgar tripaliare, que era un instrumento de tortura compuesto por tres palos de madera. Pero bueno −me digo− tampoco hay que ser Corominas para saber que el trabajo es una maldición divina. Hasta el mismísimo Jesucristo lo dijo: “Reparad en los lirios del campo, cómo crecen, no trabajan ni hilan. Mas os digo que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido como uno de ellos”.

Veo, por cierto, mientras el coche sigue avanzando entre campos de cultivo a través de la rectilínea carretera, algunas amapolas y algunas desobedientes flores amarillas de colza, que han desertado durante la siembra y han decidido crecer en las cunetas, o entre las zarzas, solitarias y azotadas por el viento y los tubos de escape, pero a salvo de las cuchillas de la segadora.

Vuelvo a sintonizar la primera emisora. David Bisbal ya ha tenido que ahogarse en sus gorgoritos. “Vamos a intentar recuperar la conexión con nuestra colaboradora”, dice, en efecto, la presentadora, y de nuevo se escucha un silencio tenso. Yo, ilusionado, me quedo a la espera de buenas noticias.

LA FILOSOFÍA ES LA POLLA

May 2, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

La filosofía es La Polla… Records. Eso es, al menos, lo que defiende Tomás García Azkonobieta, que acaba de publicar un ensayo en el que relaciona las letras de las canciones del grupo de Agurain con diferentes corrientes filosóficas. La idea fue en principio una maniobra pedagógica para poner cresta a la filosofía y acercarla de esa manera más pizpireta a sus alumnos de secundaria; una idea que este profesor acabó convirtiendo en libro tras romperse una pierna (los hospitales son, ciertamente, un buen sitio para reflexionar sobre la fugacidad de la vida, el acecho constante e inevitable de la muerte, etc; o como diría Evaristo: «No somos nada»).

En La filosofía es La Polla, Tomás García establece una comparación, por ejemplo, entre los filosófos cínicos (con Diógenes de Sinope a la cabeza) y los piesnegros, aquella tribu urbana que solía deambular por txoznas y conciertos −muchos de ellos de La Polla Records− acompañados por perros.

A Diógenes, que, por cierto, era también conocido como Diógenes el Perro (y de ahí viene etimológicamente la palabra cínico, que en griego vendría a significar algo así como perruno) le sudaba la polla todo (con perdón, es por seguir con la misma terminología). Solía masturbarse en público y si alguien se lo reprochaba contestaba que ojalá pudiera también aplacar su hambre frotándose la barriga. En cierta ocasión, Alejandro Magno, el hombre más poderoso sobre la faz de la tierra, le preguntó qué podía hacer por él y Diógenes le contestó que apartarse, porque le quitaba el sol; Diógenes, que tenía por casa una tinaja y vivía desprendido de cualquier bien material (aunque, paradójicamente, el síndrome de Diógenes se use para referirse a las personas que acumulan objetos), también escupió en otra ocasión en la cara de un hombre rico porque, dijo, no encontraba otro lugar más sucio donde hacerlo…

Evaristo, del mismo modo, escupe en sus canciones contra banqueros, militares, políticos, gurús… y en muchos de los casos el centro de la diana es una democracia raquítica, a la que las papeletas alimentan solo cada cuatro años. De un modo intuitivo, en las letras de La Polla hay reminiscencias de El contrato social de Rousseau, quien también ve en esa exigua representación democrática una afrenta a la soberanía personal (“Mi representación soy solo yo”, canta Evaristo en El congreso de los ratones); del anticapitalismo marxista, en Delincuencia o Venganza; de Thoreau y su desobediencia civil o su cabaña en el bosque, en La Llorona (“Voy al campo, abandonaré la ciudad”)…

La filosofía, en fin, es La Polla porque −como sucede con las canciones del filosófo patatero Evaristo− nos pone frente al espejo y nos hace conscientes de nuestro desconocimiento, nos invita a cuestionarnos todo, nos libera de ese modo de prejuicios o nos mantiene en guardia ante la estupidez y el alelamiento cada vez más rampantes.

(Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON, diarios Grupo Noticias. 27/04/24)

MARCELA Y RAFA

Abr 14, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Rubio de bote, magazine ON (diarios Grupo Noticias). 13/04/24. Foto de Patxi Cascante, en el homenaje que hicierona Marcela y Rafa los corredores del encierro.

Cuando entras a la librería de Marcela y Rafa, a la izquierda, junto a los periódicos del día, no te encuentras en ese lugar preferente libros de Pérez-Reverte o de Paz Padilla, sino de autores de la tierra: noveles, glorias locales, autoeditados… Y también libros sobre Navarra, los sanfermines, sobre etnografía, lengua, cartografía de Euskal Herria… Si a Marcela le ha gustado el libro (porque Marcela no es una vendedora de libros, sino una librera a la antigua usanza, o sea, una librera que lee) puede incluso que lo coloque en el mostrador, y que lo recomiende entusiasmadamente a sus clientes, o que lo haga en alguna de sus colaboraciones en la radio, o cuando le pregunten en la Feria del libro cuál ha sido el más vendido (aunque sea una mentirijilla y puede que el más vendido haya sido uno de algún influencer).

El párrafo anterior, sin embargo, tiene fecha de caducidad. El próximo 16 de mayo será un día muy triste. Marcela y Rafa echan la persiana de la pequeña librería que desde hace tres décadas regentan en la cuesta de Santo Domingo de Iruña, en el conocido primer tramo del encierro (durante los encierros, por cierto, la tienda se transforma en improvisada consigna en la que los corredores dejan en custodia sus carteras o sus móviles).

Rafa y Marcela se jubilan, merecidamente, después de años trabajando de luna a luna, como licántropos de los libros: preparando, a deshoras, pedidos, cuadrando facturas y albaranes, rastreando como sabuesos libros descatalogados, avisando a los clientes cuando llegan, fotocopiando carnets, desempaquetando cajas con gomas Milan, lapiceros Alpino, colocando con mimo en el escaparate olentzeros o kilikis de goma…

No han conseguido, a pesar de buscar con ahínco, que nadie tome el relevo para que su negocio, sacrificado pero rentable, continúe siendo un pequeño oasis para lectores empedernidos, euskaldunes, nostálgicos del trato personal y humano… y la tienda reabrirá, sí, con otros dueños, pero reduciendo su oferta a lo concerniente a los souvenirs. ¿Quién nos hará saber ahora que un autor del barrio ha escrito un libro sobre el mono Txarli? ¿Quién preparará con la misma diligencia los pedidos para las bibliotecas? ¿Quién nos prestará las mesas para comer en la calle el día 6 de julio o nos invitará al aperitivo después del txupinazo?…

Cuando la persiana de Abarzuza se cierre definitivamente, tras ella se derrumbará todo un mundo. Es el signo de los tiempos. Estos tiempos en los que en todas las librerías el libro más vendido es el de una folclórica y en los que los lectores de periódicos se convierten en exploradores urbanos. Pero no tenemos ningún derecho, por supuesto, a que Marcela y Rafa sientan ni siquiera una pizca de culpabilidad, al contrario. El próximo martes, 23 de abril, es el Día del libro y ellos sacarán por última vez sus libros a la calle. Será un buen momento para darles un gran abrazo, agradecerles todos estos años de felicidad lectora y desearles un gozoso retiro.

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