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GORILOMAQUIA

Ago 31, 2025   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Copito de nieve dio fama a Sabater Pi, pero le arruinó la vida

Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 02/08/2025

El gorila, de nombre Pechotoro, era un magnífico ejemplar albino, con el pelaje plateado y lustroso y un cuerpo cincelado por el ejercicio al aire libre y una crianza a cuerpo de rey en los bosques de la ganadería de Dolores Fuertes, cuyo hierro llevaba marcado a fuego en uno de sus poderosos glúteos.

El combate contra Pechotoro le correspondió al gorilero de moda, Macaquito, el Niño de la Sabana (sin tilde, a pesar de que últimamente han sido muy sonadas sus correrías entre las sábanas, con tilde, de una famosa mocatriz).

Compareció con chistera de terciopelo azul purísima, un elegante traje a juego, diseñado por el famoso diseñador Golondrino Spagna, y unas resplandecientes Adidas-Cartier, atuendo que en su conjunto componía una auténtica y refinada obra de arte, a la que no tardó en sumarse la magistral faena del matador.

El gorila, por su parte, saltó al ruedo empoderado y rugiente, golpeándose el pecho con furia y adornado con una descomunal erección, que mermó, no obstante, en un santiamén El Niño de la Sabana con el primero de sus antológicos estacazos, propinado de manera certera en las partes pudendas del súbitamente apaciguado primate. Macaquito, como ustedes saben, es un maestro manejando el bate de béisbol, como demostró en los siguientes lances del combate, en los que golpeó con destreza a Pechotoro en la cabeza, los riñones y de nuevo en las criadillas. Tuvo, no obstante, un ligero traspiés en mitad de la faena que a punto estuvo de costarle un disgusto serio, porque el gorila aprovechó el descuido para zarandearlo brutalmente e intentar morderle una oreja. Macaquito, de hecho, sería a estas horas un hombre desmochado, de no ser por la rápida intervención de sus subalternos, que acuchillaron con habilidad al animal, debilitándolo y tiñendo su argentina pelambrera de sangre, cuyos rutilantes reflejos vinieron a confundirse con los últimos rayos de un sol igualmente moribundo.

Salvado este pequeño traspiés, el combate continuó con la delicadeza que caracteriza al maestro, el cual remató su impecable trabajo partiendo de un solo golpe la cabeza a Pechotoro con un machetazo que hundió el filo hasta el mismísimo encéfalo del gran simio. Pechotoro cayó desplomado entre los entusiastas aplausos del respetable, que pidió para el diestro las dos garras del gorila, premio que fue concedido y al que el presidente del combate sumó, con buen criterio, el de su badajo (el de Pechotoro, queremos decir). El gorilero, por último, brindó el trofeo a la ministra de Cultura, presente en el palco, a la cual agradeció su decidido apoyo a la gorilomaquia, sobre todo en estos momentos en que, de manera incomprensible, la Unión Europea ha señalado nuestra Fiesta Nacional como un espectáculo bárbaro y vergonzante, impropio de una sociedad civilizada.

EL EXILIO INTERIOR

Ago 31, 2025   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
el exilio interior-miguel salabert-9791387554040


Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 16/08/2025

Ojos barrenderos. La expresión la utiliza el escritor Miguel Salabert en su novela El exilio interior para referirse a alguien cabizbajo, con una mirada humillada. Y la utiliza de una manera tan natural que al leerla pensé que se trataba de un término de uso común, más o menos habitual en algunos lugares.

El exilio interior refleja los años, lúgubres, terribles, de la posguerra española, en los que millones de personas tuvieron que vivir de esa manera, con los ojos barrenderos, enterrados en vida por una losa de silencio durante los cuarenta años de paz franquista −la paz de los cementerios−, habitando ese exilio interior al que Salabert alude en el título. Escrita en la década de los 50 del pasado siglo, la novela fue traducida y publicada por primera vez en francés en 1961. Después vendrían otras ediciones en inglés, húngaro o griego. Y solo en 1988 llegaría a las librerías de España, en su idioma original.

Curiosamente, si bien la novela fue silenciada durante todo ese tiempo, el título de la misma, El exilio interior, se socializó hasta convertirse en un concepto recurrente para referirse a ese último reducto de libertad, ese búnker que son la mente y las ideas y principios de cada persona, que el totalitarismo, la injusticia, las circunstancias adversas, no pueden asaltar. El propio Adolfo Suárez utilizó el término, ante lo cual Miguel Salabert replicó: “Cuando un Adolfo Suárez u otro cualquiera de sus congéneres emplea una expresión de cuño literario, ya puede decirse que esta se ha convertido en un lugar tan común como un urinario público, aunque de mucha menos utilidad”.

Por lo demás, la novela nos regala hallazgos literarios maravillosos, esos ojos barrenderos que el autor deja caer, sin darle importancia, en una frase corriente de la misma; pinceladas de humor (la primera parte es casi una novela picaresca, ubicada en la infancia del personaje durante la guerra y los primeros años de posguerra, los años inhabitables, como los llama él); o un demoledor retrato de la universidad franquista y la desesperada autodestrucción de sus mentes más brillantes, con algunos descensos a los infiernos que anteceden a los que describiera Luis Martín-Santos en Tiempo de silencio.

Reeditada por Hoja de lata, con prólogo de Isabelle Touton y Germán Labrador, y con epílogo de la hija del autor, la escritora Juana Salabert, la lectura de El exilio interior nos hace recordar, por otra parte, que también hoy en día hay millones de personas exiliadas dentro de sí mismas (por ejemplo, aquellas a quienes no se reconoce su talento, usurpado por oportunistas o por otros con menos escrúpulos y más dotados para la sociedad del espectáculo) u obligadas a sobrevivir −sin papeles, acechadas por la violencia machista, la pobreza, el desahucio, el racismo…− con ojos barrenderos.

PICADURA DE ESCORPIÓN

Ago 31, 2025   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Tokyo Tapes: Scorpions, Scorpions: Amazon.es: CD y vinilos}

Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 02/08/2025

Hace unas semanas me acredité como periodista para escribir una crónica del concierto que Scorpions ofreció en Iruña el pasado 15 de julio. No todos los días se ve la gira de sesenta aniversario de un grupo. A lo largo de esas seis décadas los alemanes han ofrecido más de cinco mil conciertos. De hecho, Scorpions ya tocó en Pamplona en 1997. Como cantaba Pablo Milanés, “el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos” y la imagen que yo guardaba de Klaus Meine, el cantante de Scorpions, que se movía por aquella época como un huracán, distaba lógicamente bastante del ancianito heavy de setenta y siete años que el pasado día 15 se mantenía a duras penas −aunque con una envidiable dignidad− sobre el escenario del Navarra Arena (yo, por mi parte, regresé a casa con la espalda convertida en un acordeón tras tres horas de pie sobre la pista -un lugar, amigos promotores, terrible para que los periodistas veteranos tomen notas en los conciertos−).

Sobre eso, el tempus fugit, o sobre la transformación radical que sufrió la ciudad en apenas unas horas (del blanco sanferminero al negro con el que se vestían las huestes metaleras) podía haber hablado en mi crónica, en esta crónica, de no ser porque la acreditación tardó en llegar y cuando llegó parecía una broma de mal gusto.

“Al recoger su entrada deberá abonar en taquilla veinte euros para charity”, decía el mensaje que me enviaron. Respondí indignado que no pensaba pagar por trabajar y que qué demonios era eso de charity. Tardaron, pero me respondieron que esa aportación era algo que pedían a todos los periodistas e invitados y especificaron que el “donativo” era para un refugio de gatos, a los cuales no pude evitar imaginarme gordos y lustrosos y maullando el Still loving you con un collar de diamantes al cuello.

Contesté de nuevo, explicando que mis aportaciones solidarias ya las hacía en mi vida privada y para los fines que yo decidía y preguntando si esa mordida (o ese clavada −de aguijón, en este caso−) también la aplicaban a quienes montaban el escenario, probaban el sonido, o a los propios músicos…

Finalmente, la promotora, ante las quejas, decidió que la aportación fuera voluntaria. Yo, por supuesto, no pagué. El periodismo ya es una profesión bastante precarizada para encima tener que soportar estos pequeños impuestos revolucionarios y este menosprecio por nuestro trabajo (a ello se suman últimamente otras pretensiones igualmente lamentables, como que sean las propias promotoras las que decidan qué fotos deben publicar los medios). El concierto, por lo demás, muy bonito.

PICADURA DE ESCORPIÓN

Ago 18, 2025   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Tokyo Tapes - CD

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine On (diarios Grupo Noticias), 02/08/25

Hace unas semanas me acredité como periodista para escribir una crónica del concierto que Scorpions ofreció en Iruña el pasado 15 de julio. No todos los días se ve la gira de sesenta aniversario de un grupo. A lo largo de esas seis décadas los alemanes han ofrecido más de cinco mil conciertos. De hecho, Scorpions ya tocó en Pamplona en 1997. Como cantaba Pablo Milanés, “el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos” y la imagen que yo guardaba de Klaus Meine, el cantante de Scorpions, que se movía por aquella época como un huracán, distaba lógicamente bastante del ancianito heavy de setenta y siete años que el pasado día 15 se mantenía a duras penas −aunque con una envidiable dignidad− sobre el escenario del Navarra Arena (yo, por mi parte, regresé a casa con la espalda convertida en un acordeón tras tres horas de pie sobre la pista -un lugar, amigos promotores, terrible para que los periodistas veteranos tomen notas en los conciertos−).

Sobre eso, el tempus fugit, o sobre la transformación radical que sufrió la ciudad en apenas unas horas (del blanco sanferminero al negro con el que se vestían las huestes metaleras) podía haber hablado en mi crónica, en esta crónica, de no ser porque la acreditación tardó en llegar y cuando llegó parecía una broma de mal gusto.

“Al recoger su entrada deberá abonar en taquilla veinte euros para charity”, decía el mensaje que me enviaron. Respondí indignado que no pensaba pagar por trabajar y que qué demonios era eso de charity. Tardaron, pero me respondieron que esa aportación era algo que pedían a todos los periodistas e invitados y especificaron que el “donativo” era para un refugio de gatos, a los cuales no pude evitar imaginarme gordos y lustrosos y maullando el Still loving you con un collar de diamantes al cuello.

Contesté de nuevo, explicando que mis aportaciones solidarias ya las hacía en mi vida privada y para los fines que yo decidía y preguntando si esa mordida (o ese clavada −de aguijón, en este caso−) también la aplicaban a quienes montaban el escenario, probaban el sonido, o a los propios músicos…

Finalmente, la promotora, ante las quejas, decidió que la aportación fuera voluntaria. Yo, por supuesto, no pagué. El periodismo ya es una profesión bastante precarizada para encima tener que soportar estos pequeños impuestos revolucionarios y este menosprecio por nuestro trabajo (a ello se suman últimamente otras pretensiones igualmente lamentables, como que sean las propias promotoras las que decidan qué fotos deben publicar los medios). El concierto, por lo demás, muy bonito.

EL EXILIO INTERIOR

Ago 18, 2025   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
el exilio interior-miguel salabert-9791387554040

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine On (diarios Grupo Noticias), 16/08/25

Ojos barrenderos. La expresión la utiliza el escritor Miguel Salabert en su novela El exilio interior para referirse a alguien cabizbajo, con una mirada humillada. Y la utiliza de una manera tan natural que al leerla pensé que se trataba de un término de uso común, más o menos habitual en algunos lugares.

El exilio interior refleja los años, lúgubres, terribles, de la posguerra española, en los que millones de personas tuvieron que vivir de esa manera, con los ojos barrenderos, enterrados en vida por una losa de silencio durante los cuarenta años de paz franquista −la paz de los cementerios−, habitando ese exilio interior al que Salabert alude en el título. Escrita en la década de los 50 del pasado siglo, la novela fue traducida y publicada por primera vez en francés en 1961. Después vendrían otras ediciones en inglés, húngaro o griego. Y solo en 1988 llegaría a las librerías de España, en su idioma original.

Curiosamente, si bien la novela fue silenciada durante todo ese tiempo, el título de la misma, El exilio interior, se socializó hasta convertirse en un concepto recurrente para referirse a ese último reducto de libertad, ese búnker que son la mente y las ideas y principios de cada persona, que el totalitarismo, la injusticia, las circunstancias adversas, no pueden asaltar. El propio Adolfo Suárez utilizó el término, ante lo cual Miguel Salabert replicó: “Cuando un Adolfo Suárez u otro cualquiera de sus congéneres emplea una expresión de cuño literario, ya puede decirse que esta se ha convertido en un lugar tan común como un urinario público, aunque de mucha menos utilidad”.

Por lo demás, la novela nos regala hallazgos literarios maravillosos, esos ojos barrenderos que el autor deja caer, sin darle importancia, en una frase corriente de la misma; pinceladas de humor (la primera parte es casi una novela picaresca, ubicada en la infancia del personaje durante la guerra y los primeros años de posguerra, los años inhabitables, como los llama él); o un demoledor retrato de la universidad franquista y la desesperada autodestrucción de sus mentes más brillantes, con algunos descensos a los infiernos que anteceden a los que describiera Luis Martín-Santos en Tiempo de silencio.

Reeditada por Hoja de lata, con prólogo de Isabelle Touton y Germán Labrador, y con epílogo de la hija del autor, la escritora Juana Salabert, la lectura de El exilio interior nos hace recordar, por otra parte, que también hoy en día hay millones de personas exiliadas dentro de sí mismas (por ejemplo, aquellas a quienes no se reconoce su talento, usurpado por oportunistas o por otros con menos escrúpulos y más dotados para la sociedad del espectáculo) u obligadas a sobrevivir −sin papeles, acechadas por la violencia machista, la pobreza, el desahucio, el racismo…− con ojos barrenderos.

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