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LITERATURA PALESTINA

Nov 13, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Puede ser una imagen de texto


Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 11/11/23

En la novela “Hombres al sol” el escritor palestino Gassan Kanafani nos cuenta el éxodo y la odisea de tres compatriotas suyos que, en una huida desesperada de su país en busca de una vida que les ofrezca un respiro −¡atención, spoiler!−, encontrarán la muerte asfixiados dentro de la cisterna del camión en el que intentan atravesar la frontera hacia Kuwait. Cada uno de los tres personajes, a los que se suma el del conductor del vehículo, representan a una generación de palestinos y los diferentes padecimientos de su pueblo, desde que Palestina fuera ocupada en 1948. Los tres polizones han sufrido hambre y miseria, exilio, heridas de guerra y cargan a sus espaldas con la melancolía y la impotencia de las naciones sin estado, sometidas por la fuerza en su propia tierra.

“Hombres al sol”, publicada entre nosotros en 1991 por la editorial navarra Pamiela, con portada e ilustraciones de Pedro Osés, es una de las obras de referencia de la literatura palestina, una novelita de apenas cien páginas, con un claro carácter simbólico. La cisterna en la que los tres protagonistas se ocultan, dentro de la cual la temperatura resulta mortal de necesidad, representa el infierno en el que vive desde hace décadas el pueblo palestino, y el trágico final de los tres hombres, una metáfora que cobra estos días un sentido literal y sangrante: los polizones morirán asfixiados en esa ratonera (en la que no nos resulta difícil identificar la Gaza de hoy en día) como consecuencia de un contratiempo en la aduana que obliga al conductor a detenerse más tiempo del previsto.

La novela, pues, aunque escrita en 1963, renueva y actualiza su lectura gracias a ese carácter simbólico. En el desgarrador final de la misma, el conductor del camión, atormentado por la muerte de sus compatriotas, se pregunta por qué estos no pidieron auxilio golpeando con sus manos la cisterna. Kanafani lamenta de esa manera la resignación de sus compatriotas. Una reinterpretación actual de ese final nos lleva a cuestionarnos por qué calla hoy la comunidad internacional, por qué nadie escucha el clamor desesperado del pueblo palestino, por qué nadie se precipita sobre el techo del infierno y abre su escotilla, por qué nadie saca de esa cisterna letal a los palestinos de Gaza.

Gassan Kanafani es uno de los más destacados escritores palestinos, junto con otros como Mahmoud Darwish o, más recientemente, Adania Shibli, a quien se le ha “pospuesto” la entrega de un premio en la pasada Feria de Frankfort, a cuenta de su novela “Un detalle menor”, en la que narra el caso de una joven violada y asesinada por soldados israelíes en 1949.

Además de escritor, el autor de “Hombres al sol” fue fundador y portavoz del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Murió en 1972, en un atentado en Beirut detrás del cual estaba la mano del Mossad, los servicios secretos de Israel. Tenía treinta y seis años.

SUPERHÉROES DE PUEBLO

Nov 12, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en «Rubio de bote» (magazine ON, Grupo Noticias), 28/10/21

Lo cuento de oídas y no he encontrado información en la red que lo corrobore, así que lo mismo me lo he inventado o lo he soñado, la cuestión es que en algún pequeño lugar de Europa mantienen la costumbre de pesar en una báscula a su alcalde o alcaldesa al principio y al final de su legislatura. No lo hacen porque pretendan presentarlos a un concurso de belleza, sino porque esa era en siglos pasados la manera de controlar si el alcalde en cuestión se había beneficiado de su cargo. Lo había hecho si había acabado su mandato convertido en una morsa, aprovechándose de su posición para desviar hacia su despensa perniles y otras viandas (bueno, eso en el caso de que las morsas coman jamón); si, por el contrario, el alcalde había mantenido su figura, eso quería decir que había dirigido el Ayuntamiento de una manera austera y ecuánime, es decir, que había pasado el mismo hambre que el resto de sus vecinos.

Lo más parecido que tenemos hoy en día es la declaración de bienes y rentas de los cargos políticos, un supuesto ejercicio de transparencia que a menudo resulta bastante turbio, pues no existen sanciones en el caso de no presentarlas o de mentir u ocultar datos. De hecho, algunas de las que se hacen públicas resultan bastante sospechosas, dan ganas incluso de comprar un bocadillo o pagar una pensión Manoli a estos carpantas de la política, de la que sin embargo acaban a menudo saliendo a lo grande por una puerta giratoria.

Ser diputado o alcaldesa, pues, puede resultar, aparentemente, muy jugoso, una buena manera de ganar kilos. Sin embargo, existen medio centenar de localidades (la gran mayoría de ellas en Navarra, por cierto), donde nadie quiere el bastón de mando. Y es que hay alcaldes y alcaldes, lugares en los que ese trabajo resulta ingrato y en los que la única recompensa que se obtiene es que la mitad del pueblo deje de hablarte o en los que el cargo supone un sacrificio de la vida familiar y laboral o un perjuicio de la salud e incluso la propia economía. Pequeñas localidades en las que ese alcalde o alcaldesa tienen que arreglar una ventana, abrir la ermita a domingueros o viajar a la capital para reunirse con alguna morsa. Superhéroes de pueblo, a los que no hace falta poner en la báscula para comprobar que pierden peso y se dejan el pellejo por sus vecinos o su comunidad. Y no son los únicos, pues a ellos podemos sumar juntas de APYMAS, entrenadores de deporte base, bomberos voluntarios, periodistas de revistas de barrio o radios libres y un largo etcétera de personas que sin esperar nada a cambio ni obtener a menudo reconocimiento consiguen que el pequeño mundo que los rodea funcione o sea mejor y a los que desde aquí dedicamos hoy un gran aplauso, ¡plas, plas, plas!

ANALFABRUTOS

Oct 16, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Simónides

Hace algunos días en una entrevista cierto influencer, en una de esas baterías de preguntas rápidas (una canción, una película, etc.), al preguntarle por su libro preferido se jactaba de no haber leído ninguno desde el instituto. No quiero imaginarme qué tipo de influencia puede tener ese tipo entre sus seguidores (en mí desde luego la tuvo, influyó en mi ánimo de tal modo que me dieron ganas de estrangularlo, aunque me conformé con pintarle con un boli negro uno de los radiantes dientes −radientes, podríamos llamarlos− con los que sonreía, regodeándose feliz en su ignorancia).

Ese es el problema, en realidad: a uno no tiene por qué gustarle leer ni estoy muy seguro de que resulte muy pedagógico obligar a nadie a hacerlo (aunque, bueno, nadie se plantea que no sea pedagógico ni saludable, qué se yo, obligar a aprender inglés o hacer deporte en los institutos), pero alardear de tu analfabrutismo te convierte directamente en un paleto, iba a decir, si no fuera porque ahora los paletos se han apropiado de este adjetivo calificativo y lo usan como un boomerang. Un paleto puede ser hoy en día alguien que no conozca a nuestro influencer, quien además se autodefine como creador de contenidos. Yo diría, por ejemplo, que probablemente sea más bien un creador de contenedores (de los marrones, los de basura orgánica), pero me tengo que callar porque soy solo un paleto. Y un pitufo gruñón.

El mundo al revés. Y así, es probable incluso que Radientes, que aborrece la lectura, lleve tatuado en un costado una cita literaria de algún intelectual como, qué sé yo, Paulo Coelho o Paquirrín. Del mismo modo, hace unos días veía otra entrevista, en la tele, con algunos de los fans que durante el Zinemaldia esperan horas y horas a la caza del autógrafo de alguna actriz o actor famosos y me preguntaba intrigado si esas personas entran también a ver las películas en las que salen esos artistas. No lo sé, lo cierto es que desde hace algún tiempo muchos de los quioscos callejeros de prensa de las grandes ciudades se han reconvertido en tiendas de souvenirs.

Menos mal que para solucionar todo esto el Ministerio de Culturismo ha impulsado una campaña con la que ha llenado las marquesinas y vallas publicitarias de carteles con el lema “Hambre de cultura”. Yo es que es verlo y me entran unas ganas irrefrenables de leer a Dostoievski. Si de verdad se quisiera arrancar a la juventud de las garras de los analfabrutos a mí me parece que resultaría mucho más efectivo que en esos anuncios apareciera, qué se yo, un cuadro de Pieter Brueghel, el Viejo, o de Simónides, o un párrafo de alguna novela, por ejemplo, este de Solo quería bailar de Greta García: “En mi vida he tenío tres grandes aspiraciones: ser bailarina, matar a gente y tener un ano enorme donde metérmelo to”, con el que si a algún que otro joven no se le despierta la curiosidad y el hambre de lectura es que entonces ya está todo perdido.

Publicado en «Rubio de bote», colaboración semanal para magazine ON (diarios Grupo Noticias) 14/10/23

EL MEDIO-RUNNER

Oct 4, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Puede ser una imagen de cerveza
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias) 30/09/23

Ahora frecuento menos los bares y no sé si el imán sigue funcionando, pero hace unos años yo tenía la cuestionable capacidad de atraer a los tipos más extraños, a los más locos y alucinados, que solían ser además igualmente los más pelmas (una vez, por ejemplo, tuve que aguantar durante horas a un tipo con una enorme mochila a la espalda que pretendía convencerme de que llevaba dentro de ella a su abuela disecada). Hasta hace poco pensaba que eso tenía que ver con mi debilidad de carácter, con la falta de coraje para quitármelos de encima sin que se molestaran o se sintieran menospreciados, pero desde hace algún tiempo veo desde la ventana de mi casa que en el banco que hay bajo ella viene con frecuencia a sentarse gente rara. Así que quizás exista realmente ese imán de frikis, algún tipo de fuerza electromagnética que los arrastra hacia mí, o al menos hacia el lugar en que estoy. La ventaja ahora es que, con un poco de disimulo, puedo observarlos sin que se den cuenta, o sea, sin que me den la chapa.

En las últimas semanas aparece cada mediodía el medio-runner. Lo he bautizado así porque, aunque algunos días se presenta vestido de arriba abajo con ropa de correr, la mayoría lo hace solo de cintura para arriba, con una camiseta Quechua, mientras de cintura para abajo lleva puestos pantalones de pinzas y zapatos. Por eso y porque durante la media hora que se queda en el banco se pimpla dos latas de cerveza, al tiempo que enciende un cigarrillo con la chusta del anterior o contempla cachazudamente a la gente que pasa.

Es un hombre de unos sesenta y cinco años. Mientras lo espío me hago pajas (mentales, quiero decir), me acuerdo por ejemplo de El adversario, de Emmanuel Carrère, la crónica de un caso real cuyo protagonista se hacía pasar ante su familia por un importante médico de la OMS cuando su ocupación real, que desempeñaba paseando cada mañana por parques o conduciendo sin rumbo por carreteras secundarias, consistía precisamente en eso: hacer creer a su familia que era un importante médico de la OMS, es decir, inventarse historias, jornadas laborales, compañeros de trabajo, etc. Me pregunto si el medio-runner también tendrá una doble vida. Si es un prejubilado al que los médicos han recomendado vida sana y que se despide cada mañana de sus hijos y su mujer con un “Me voy a andar” más falso que un billete con la cara del mono Txarli…

Me paso, pues, las mañanas observándolo. Observando cómo observa a los demás. Tal vez, a su vez, haya alguien que desde otra ventana observa cómo observo al medio-runner, y así en bucle. No lo sé, todo es un misterio. A veces, siento el impulso de bajar a la calle y dejar que el imán funcione, que el hombre se acerque a mí y me cuente su vida. Pero luego me acuerdo de que el protagonista de El adversario asesinó a sus padres, sus hijos y su mujer cuando descubrieron la farsa y se me quitan las ganas.

¡CAMPEONES, CAMPEONES, OÉ, OÉ, OÉ!

Sep 21, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

“Al filo de la medianoche, procedente de Madrid (“Madrid se quema, se quema Madrid”, cantaba la multitud), hizo su entrada triunfal en la Plaza del Castillo el autobús con el flamante y merecido nuevo campeón de la Copa del Rey de Narrativa, Patxi Irurzun. No cabía un alfiler en el cuarto de estar de Pamplona, donde desde primeras horas de la tarde los lectores del escritor txantreano se habían agolpado para seguir en directo la votación del premio, en la que Irurzun competía con su novela «La mentira es la que manda» contra Arturo Pérez-Reverte y su testicular «Mis cojones 33», una recopilación de artículos publicados en prensa. No parecía sencilla la empresa, ni eran aparentemente muchas las opciones frente a un autor con los laureles esculpidos en la frente, pero finalmente al jurado no le quedó otra opción que rendirse al ingenio desbordante y al estado de gracia del navarro, y cuando, pasadas las seis de la tarde, el presidente de la Academia anunció el veredicto, la plaza estallaba en un txupinazo sietemesino, adelantado dos meses, pero festejado por los pamploneses con la misma pasión y vitalidad que el de julio. No era para menos. Hacía ya más de veinte años que ningún autor navarro disputaba el preciado galardón, a pesar de lo cual los aficionados se encargaron de recordar durante la espera al campeón a sus predecesores, coreando canciones como “No podrán parar a Miguel Sánchez-Ostiz” o enfundados en camisetas con los nombres de María Luisa Elío o Ramón Irigoyen”.

¿Se imaginan una noticia así? Parece más propia de algunas gestas deportivas como las que hemos vivido recientemente. Sin embargo, hace algunas décadas no resultaba tan descabellado leer en la prensa notas que daban cuenta de multitudinarios recibimientos a orfeones como el pamplonés, el donostiarra o el bilbaíno, tras vencer certámenes corales, o que, tras perderlos, nos informaban de tumultuosas y apasionadas protestas, tal y como recordaba hace unas semanas en Euskalerria Irratia el historiador Mikel Berraondo.

Por ejemplo −contaba Berraondo−, en 1902 el Orfeón Pamplonés ganaba en San Sebastián un certamen en el que se medía con donostiarras, bordeleses y bilbaínos, los últimos de los cuales no aceptaron de buen grado la derrota y la emprendieron a boinazos −literalmente− contra el jurado, además de exigir una revancha en los meses siguientes, que fue alentada con encendidas líneas en periódicos como El Eco de Navarra o El Pensamiento Navarro (“¿Pensamiento y navarro? Imposible”, se le atribuye a Pío Baroja la maliciosa frase).

La rivalidad entre navarros y vizcaínos, parece venir, pues, de largo. En 1904, en Burdeos, tendría lugar un nuevo enfrentamiento entre los dos orfeones, en el que participaría también en esta ocasión el prestigioso orfeón de Lille, a la postre ganador del concurso, el cual acabaría como el rosario de la aurora, con el Orfeón Pamplonés −a la cabeza del cual estaba Don Remigio Múgica, una especie de Jagoba Arrasate musical de la época− retirándose entre acusaciones de tongo, a pesar de lo cual el recibimiento en Iruña fue en olor de multitudes, tal y como recordaba Berraondo y atestiguó la prensa de la época con una florida prosa en la que se describía la llegada a la ciudad en omnibuses de los agraviados orfeonistas, la presencia de gaiteros o el entusiasmo y al tiempo la indignación de los pamploneses, que dedicaron a los héroes vítores o protestaron airadamente con gritos como “¡Abajo el jurado!”, “¡Abajo los farsantes de Burdeos! o incluso “¡Abajo el vino de Burdeos!”.

Eran otros tiempos. Tan diferentes y, en el fondo, tan parecidos a los nuestros.

Publicado en magazine ON (diarios de Grupo Noticias) 13/05/23

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