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LA FILOSOFÍA ES LA POLLA

May 2, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

La filosofía es La Polla… Records. Eso es, al menos, lo que defiende Tomás García Azkonobieta, que acaba de publicar un ensayo en el que relaciona las letras de las canciones del grupo de Agurain con diferentes corrientes filosóficas. La idea fue en principio una maniobra pedagógica para poner cresta a la filosofía y acercarla de esa manera más pizpireta a sus alumnos de secundaria; una idea que este profesor acabó convirtiendo en libro tras romperse una pierna (los hospitales son, ciertamente, un buen sitio para reflexionar sobre la fugacidad de la vida, el acecho constante e inevitable de la muerte, etc; o como diría Evaristo: «No somos nada»).

En La filosofía es La Polla, Tomás García establece una comparación, por ejemplo, entre los filosófos cínicos (con Diógenes de Sinope a la cabeza) y los piesnegros, aquella tribu urbana que solía deambular por txoznas y conciertos −muchos de ellos de La Polla Records− acompañados por perros.

A Diógenes, que, por cierto, era también conocido como Diógenes el Perro (y de ahí viene etimológicamente la palabra cínico, que en griego vendría a significar algo así como perruno) le sudaba la polla todo (con perdón, es por seguir con la misma terminología). Solía masturbarse en público y si alguien se lo reprochaba contestaba que ojalá pudiera también aplacar su hambre frotándose la barriga. En cierta ocasión, Alejandro Magno, el hombre más poderoso sobre la faz de la tierra, le preguntó qué podía hacer por él y Diógenes le contestó que apartarse, porque le quitaba el sol; Diógenes, que tenía por casa una tinaja y vivía desprendido de cualquier bien material (aunque, paradójicamente, el síndrome de Diógenes se use para referirse a las personas que acumulan objetos), también escupió en otra ocasión en la cara de un hombre rico porque, dijo, no encontraba otro lugar más sucio donde hacerlo…

Evaristo, del mismo modo, escupe en sus canciones contra banqueros, militares, políticos, gurús… y en muchos de los casos el centro de la diana es una democracia raquítica, a la que las papeletas alimentan solo cada cuatro años. De un modo intuitivo, en las letras de La Polla hay reminiscencias de El contrato social de Rousseau, quien también ve en esa exigua representación democrática una afrenta a la soberanía personal (“Mi representación soy solo yo”, canta Evaristo en El congreso de los ratones); del anticapitalismo marxista, en Delincuencia o Venganza; de Thoreau y su desobediencia civil o su cabaña en el bosque, en La Llorona (“Voy al campo, abandonaré la ciudad”)…

La filosofía, en fin, es La Polla porque −como sucede con las canciones del filosófo patatero Evaristo− nos pone frente al espejo y nos hace conscientes de nuestro desconocimiento, nos invita a cuestionarnos todo, nos libera de ese modo de prejuicios o nos mantiene en guardia ante la estupidez y el alelamiento cada vez más rampantes.

(Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON, diarios Grupo Noticias. 27/04/24)

MARCELA Y RAFA

Abr 14, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Rubio de bote, magazine ON (diarios Grupo Noticias). 13/04/24. Foto de Patxi Cascante, en el homenaje que hicierona Marcela y Rafa los corredores del encierro.

Cuando entras a la librería de Marcela y Rafa, a la izquierda, junto a los periódicos del día, no te encuentras en ese lugar preferente libros de Pérez-Reverte o de Paz Padilla, sino de autores de la tierra: noveles, glorias locales, autoeditados… Y también libros sobre Navarra, los sanfermines, sobre etnografía, lengua, cartografía de Euskal Herria… Si a Marcela le ha gustado el libro (porque Marcela no es una vendedora de libros, sino una librera a la antigua usanza, o sea, una librera que lee) puede incluso que lo coloque en el mostrador, y que lo recomiende entusiasmadamente a sus clientes, o que lo haga en alguna de sus colaboraciones en la radio, o cuando le pregunten en la Feria del libro cuál ha sido el más vendido (aunque sea una mentirijilla y puede que el más vendido haya sido uno de algún influencer).

El párrafo anterior, sin embargo, tiene fecha de caducidad. El próximo 16 de mayo será un día muy triste. Marcela y Rafa echan la persiana de la pequeña librería que desde hace tres décadas regentan en la cuesta de Santo Domingo de Iruña, en el conocido primer tramo del encierro (durante los encierros, por cierto, la tienda se transforma en improvisada consigna en la que los corredores dejan en custodia sus carteras o sus móviles).

Rafa y Marcela se jubilan, merecidamente, después de años trabajando de luna a luna, como licántropos de los libros: preparando, a deshoras, pedidos, cuadrando facturas y albaranes, rastreando como sabuesos libros descatalogados, avisando a los clientes cuando llegan, fotocopiando carnets, desempaquetando cajas con gomas Milan, lapiceros Alpino, colocando con mimo en el escaparate olentzeros o kilikis de goma…

No han conseguido, a pesar de buscar con ahínco, que nadie tome el relevo para que su negocio, sacrificado pero rentable, continúe siendo un pequeño oasis para lectores empedernidos, euskaldunes, nostálgicos del trato personal y humano… y la tienda reabrirá, sí, con otros dueños, pero reduciendo su oferta a lo concerniente a los souvenirs. ¿Quién nos hará saber ahora que un autor del barrio ha escrito un libro sobre el mono Txarli? ¿Quién preparará con la misma diligencia los pedidos para las bibliotecas? ¿Quién nos prestará las mesas para comer en la calle el día 6 de julio o nos invitará al aperitivo después del txupinazo?…

Cuando la persiana de Abarzuza se cierre definitivamente, tras ella se derrumbará todo un mundo. Es el signo de los tiempos. Estos tiempos en los que en todas las librerías el libro más vendido es el de una folclórica y en los que los lectores de periódicos se convierten en exploradores urbanos. Pero no tenemos ningún derecho, por supuesto, a que Marcela y Rafa sientan ni siquiera una pizca de culpabilidad, al contrario. El próximo martes, 23 de abril, es el Día del libro y ellos sacarán por última vez sus libros a la calle. Será un buen momento para darles un gran abrazo, agradecerles todos estos años de felicidad lectora y desearles un gozoso retiro.

SIEMPRE LUZ

Mar 30, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON, diarios Grupo Noticias. 29/03/24

El otro día iba conduciendo y me topé con un accidente. Era un coche de autoescuela, al que había arrollado un camión. El aspirante a conductor estaba en el arcén, con una brecha en la frente y un gesto entre Steve Urkel − “¿He sido yo?” − y el de un condenado a muerte. Me pareció una escena muy triste. Pensé que quizás esa fuera la última clase de ese alumno de autoescuela, que quizás el “shock” −nunca mejor dicho− le impidiera volver a ponerse nunca al volante. Una especie de sueño abollado.

Al rato, llegó una ambulancia. Las sirenas de las ambulancias también me parecen muy tristes, son como los aullidos de dolor de la ciudad. Y cuanto más grande es la ciudad menor es la sensibilidad hacia esos aullidos. En las grandes ciudades las sirenas son solo un elemento más del paisaje acústico. Un taladro neumático, el camión de la basura, el silencio del vagón del metro, la sirena de una ambulancia.

Me deprimió un poco pensar en todo eso y, por si fuera poco, mientras esperaba en el atasco, sintonicé las noticias en la radio. El locutor dijo que los palés de víveres que el Ejército de Estados Unidos lanzaba sobre la franja de Gaza habían descalabrado ya a varias personas. Era un buen resumen de la situación. Los americanos, los principales valedores de Israel, quienes habían vetado una y otra vez en el Consejo de Seguridad de la ONU las peticiones de tregua, se presentaban ahora como supermanes de la asistencia humanitaria. Por un lado lanzaban paracaídas con alimentos y medicinas y por otro abastecían con armas a quienes bombardeaban y asediaban a los gazatíes.

Quité, asqueado, las noticias y puse música. Desde hacía algunos días oía en bucle Palabras mágicas, una canción de Koma incluida en su último disco. Es una canción de reconocimiento hacia esas personas que nos salvan cada día, que siempre están a nuestro lado, cuando nada puede ir peor, aquellas que nos arrojan siempre luz, y a las que rara vez se lo agradecemos o a las que, por el contrario, reprochamos solo sus errores. La canción supongo que va dirigida a alguien en concreto, pero cada vez que la oigo siento que a mí también me salva de mis pequeñas tragedias cotidianas, que me llena de esperanza, a pesar de todo, en el género humano. Siempre luz. El mundo es un barrizal, con todo su fango de noticias deprimentes, pero en los atascos de tráfico siempre se abre un hueco para que pasen las ambulancias. Y, quién sabe, quizás el profesor de autoescuela también encuentre las palabras mágicas para que su alumno accidentado regrese a la siguiente clase, cuando se recupere del susto y las heridas. Siempre luz, aunque sea la de una sirena.

HELADOS

Mar 18, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Puede ser una imagen de 2 personas y helado

¡Estaban comiéndose un helado! Macron y Biden. Delante de un enjambre de cámaras y micrófonos, mientras hablaban sobre Gaza. ¡Sobre Gaza y sus miles de muertos asesinados en hospitales, convoyes humanitarios o escuelas! Comiéndose un helado, sonrientes, casuals, mundanos. En realidad, ni siquieran se comían el helado, solo lo sostenían entre sus manos, temerosos de que en alguno de los lametones les cayera un plastón en la corbata, o, sin que lo advirtieran, se quedara pegado a la punta de su nariz o en la comisura de los labios, convirtiéndolos en carne de meme. Puede incluso que lo de dentro del cucurucho ni siquiera fuera helado, sino puré de colores, como el que usan en publicidad para que no lo derritan los focos.

Supongo que estaba todo programado por alguno de sus asesores. ¿Con qué objetivo? No lo sé muy bien, resulta difícil encontrar una salida en el laberinto de hielo que debe de ser la mente de uno de esos genios majaretas de la macropolítica y el márquetin. Los marquetinianos no son humanos, son unos máquinas. Son gente, por ejemplo, capaz de convencer a otra gente de que es una buena idea cortarte la reproducción de una canción para insertar publicidad. A mí, personalmente, me meten una cuña de Securitas en mitad de, no sé, el Wish you were here de Pink Floyd y me entran unas ganas locas de poner alarmas y cámaras por toda la casa. Hasta en la jaula del conejo (y eso que hace meses que está vacía).

Es ironía, por supuesto. Pero me imagino que esas técnicas publicitarias estarán fríamente estudiadas y darán sus resultados. En lo de Biden y Macron el fin tiene que ser humanizar a esos dos Masters del Universo. Míralos, qué majos, ahí, comiéndose un helado, como cualquier ciudadano de a pie, charlando de sus cosas, Ucrania, la industria armamentística, Netanyahu, qué sobrado el tío, n’ est pas?, está que se sale, ouh, yeah, pero ya sabes qué carácter tiene, y además, ponte en su lugar…

La imagen del presidente de Estados Unidos y del de Francia hablando sobre Gaza con un helado entre los dedos, esos dedos que lo mismo pueden sostener un cucurucho que apretar un botón rojo, es en realidad de una desolación y una deshumanización aterradoras, piensen lo que piensen los máquinas de los marquetinianos. Lo que expresa en el fondo ese gesto es el valor −ninguno− que dan a todas esas vidas que cada día se pierden de manera brutal e injusta en Palestina.

En la desvergonzada comparecencia de los dos mandatarios, Biden vaticinó un alto el fuego en Gaza para el 4 de marzo. Dos días después de la escena del helado el ejército israelí bombardeaba y tiroteaba una cola de reparto de alimentos, asesinando a más de cien personas.

Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias). 16/03/24

ESTAMPA DE BUDAPEST

Mar 4, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diario Grupo Noticias) 04/03/24.

En Budapest no hay rascacielos. Los puntos más altos de la ciudad son las torres del parlamento y de la basílica de San Esteban. Nada por encima del imperio de la ley y de Dios. Pero los cuervos, de ese modo, vuelan a sus anchas y pueden cagarse más a gusto sobre las estatuas de los héroes y los santos. En las afueras de la capital húngara hay, por cierto, un museo con las estatuas retiradas tras la caída del comunismo. Para llegar hasta él hay que tomar dos o tres metros o autobuses que conducen hasta el desangelado museo, que se ubica en un solar, entre otras parcelas con chatarra o material de construcción. Las estatuas de Béla Kun o las dedicadas a la amistad húngaro-soviética, construidas a escala gigante para convertir a quienes las contemplaran en hormigas, se desparraman al aire libre y pierden así toda su majestuosidad. En un almacén medio oculto y lúgubre se amontonan sobre palets viejos varios bustos de Lenin y Stalin. El museo se llama Memento Park y el folleto que venden a la entrada explica que su creación se debatió entre la idea de rememorar los horrores de la dictadura o la de ridiculizarla. El resultado es una mezcla de ambas cosas (y podría ser una pista para el destino de algunos de nuestros mamotretos fascistas, como el Valle de Cuelgamuros o el Monumento a los Caídos de Iruña: desmontarlos pieza a pieza o, para el caso, volarlos por los aires, y exponer sus escombros en un solar de extrarradio).

No hay apenas visitantes, de todos modos, en Memento Park, los turistas, puestos a fotografiar estatuas, prefieren la del inspector Colombo o las miniaturas de Drácula, el osito de Mr.Bean o la rana Gustavo que se distribuyen por varios puntos estratégicos de la ciudad. Por ejemplo, en la barandilla de uno de los puentes que separan y unen a la vez Buda y Pest, representado en una de esas miniestatuas, Francisco José I, el marido de Sissí Emperatriz, se balancea sobre el Danubio azul, que en realidad es marrón. La leyenda dice que quienes ven el agua del río de color azul están enamorados. Y deben de ser unos cuantos, a juzgar por los candados con los que está cubierta dicha barandilla. Aunque para mí que lo único que significan esos candados es que quienes los han amarrado son o bien unos gilipollas incivilizados o bien daltónicos.

Algo más allá, en la plaza Deák Ferenc, una anciana, escoltada por dos enormes San Bernardos sucios, toca en el acordeón una canción que se parece sospechosamente a Baldorba, de Benito Lertxundi, mientras a su alrededor los peatones deambulan entre starbucks y burrikins. El mundo es cada vez más global, y más frío, pero en Budapest, a pesar de todo, todavía uno puede tomarse una cerveza en el Kakas bar, visitar un museo de máquinas de petaco o darse un baño en una piscina termal mientras fuera de ella el termómetro hace una muesca debajo del cero.

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