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EL HOMBRE GATO (o sobre el afterpop)

Dic 8, 2009   //   by admin   //   Blog  //  3 Comments

Este texto lo escribo con la cara pintada de gato. Podría ser una escena de un libro afterpop, pero yo más bien estoy pensando en Daniel Ruiz García, que se levanta cada día a las cinco de la mañana a escribir sus libros (libros con títulos como Perrera o Chatarra) antes de que sus niños y su mujer se despierten y él tenga que irse a trabajar. El otro día en su blog Daniel escribió una entrada sobre el afterpop, precisamente, con la que estoy bastante de acuerdo; estoy pensando en eso y también en un fragmento del último dietario de Sánchez-Ostiz, Sin tiempo que perder, que reproduzco:

«La autobiografía de Mark Twain es un libro estimulante, por el tono y el aire de la franqueza que respiran esas páginas sobre todo. Todo un modelo de cómo hablar de uno mismo con pocos tapujos y a la vez haciéndolo de asuntos esenciales que conciernen a los lectores y suscitan la complicidad de estos.

Hay un pasaje en el que Twain habla de la reputación literaria, pero no de la superficial, la que se debe al ruido de los críticos, sino de la que se sostiene en lectores de los que no cuentan demasiado en las estadísticas, los desfavorecidos, los sin voz, que han reconocido en esas páginas la voz que no tienen, los recuerdos dormidos, las emociones y pasiones que les son de verdad comunes: «abajo, en las aguas profundas; una vez favorito allí, siempre favorito; una vez amado, siempre amado; una vez respetado, siempre respetado, honrado y creído. Porque lo que el crítico dice nunca encuentra camino en esas plácidas profundidades, ni las befas de los periódicos, ni un solo soplo de los vientos de la calumnia que soplan arriba». ¿Hay algún escritor que se atreva hoy a buscar esos lectores?»

Es probable que sí, Daniel Ruiz García, por ejemplo, es uno de esos escritores. Lo que sí es cierto es que, por contra, muchos de los libros que se publican hoy parecen escritos para agradar a los críticos, antes que a los lectores; y que incomprensiblemente -o no tanto- son los libros de los que se habla, los que se venden… Que se lean ya es otro asunto. A mí el afterpop, la nocilla y la postpoesía, en general, me dejan más frío que un arenque, sus libros se me caen de las manos a las diez páginas, no entiendo muy bien de qué estan hablando, no soy capaz de comprender algunos conceptos, supongo que por mis propias limitaciones, conceptos como afterpop, ni siquiera sé a qué se refieren cuando hablan de cultura pop (¿cultura popular? ¿popular?)… No sé, a mí me gusta leer libros que, en lugar de hacerme sentir lo listo y lo intelectual que soy, me emocionen, o me hagan partirme la caja, que me corten la respiración, libros que me agarren por el cuello y me arrastren dentro de ellos … Y cada vez me cuesta más dar con esos libros (ahora que lo pienso, es algo que echo en falta no solo en el afterpop, sino en la mayoría de los libros que se publican).

De todos modos, igual que alguno de esos autores afterpop o nocillas no me desagradan del todo e incluso hay vínculos que me unen a alguno de ellos, tampoco me parece que levantarse a las cinco de la mañana o tener un puticlub debajo de la ventana, como le pasó a Daniel, sean condiciones necesarias para escribir libros apasionados. Solo son circunstancias que me hacen fiarme un poco más.

Por lo demás ¿que por qué llevo la cara pintada de gato? Pregúnteselo a mi hijo.

VIAJES (XII): ALGUNOS HOMBRES BUENOS (LA HABANA)

Dic 6, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Cuando estuve en La Habana escribiendo una guía turística sobre la ciudad, hubo una persona que me ayudó, desinteresadamente, de una manera que nunca sé cómo podré agradecer, y que además, me transmitió su buena estrella todavía mucho tiempo después, cuando escribí una columna con la que de algún modo reconocer ese apoyo. Tras presentar ese texto a un concurso literario conseguí que la rueda de galardones literarios y viajes siguiera girando: esta vez el premio fue una semana en Bangkok.

Esa persona, a la que conocí de un modo casual, tenía un nombre novelesco: Leonardo Depestre Catony, y además de ser el editor de la revista Mar y pesca, había publicado algunos libros, como este que me regaló, Cien famosos en La Habana, e innumerables artículos sobre La Habana y su historia, sus personajes, sus rincones…

Espero, algún día, volver a verle, saber de él… Le estoy muy agradecido y, sobre todo, es difícil encontrarse con hombres buenos como él.

Algunos hombres buenos

Existe una sociedad secreta internacional de hombres y mujeres buenos con los cuales yo a veces he tenido el privilegio de entrar en contacto. La última en La Habana. Fue en las escaleras del Capitolio, mientras esperaba a que escampara una tormenta tropical. Me encontraba enredando en la cámara digital cuando un tipo con aspecto de cobrador de seguros se me acercó. «¿Es usted fotógrafo?» me interrogó. «No, no», contesté, algo borde, pues en aquel momento, precisamente, me encontraba mandando a la papelera todas las fotos en las que le había cortado la cabeza a alguien. «Soy periodista» respondí, lo cual todavía sonó peor, porque en realidad yo solo soy un juntaletras. Pero lo cierto es que me encontraba allá, en La Habana, realizando un trabajo periodístico sobre la ciudad, y así se lo hice saber. «¡Cooooño, colegas!», exclamó Leonardo. Así se llamaba: Leonardo Depestre, y era el editor de «Mar y Pesca». Me temí lo peor, una charla terrible sobre las costumbres sexuales de los camarones, pero resultó que el hombre había escrito decenas de artículos sobre La Habana que generosamente, una vez en la redacción, fue echando a un disket para que hiciera uso de ellos como me diera la gana. También me dijo lo que le pagaban por cada uno de esos artículos. Al día siguiente yo regresé con algunos cuadernos y bolígrafos, y también con un sobre en el que había metido el fajo de pesos que no había conseguido que me admitieran en tiendas y bares. En realidad era una forma de aligerar equipaje. El caso es que Leonardo no solo no aceptó aquel dinero sino que me invitó a pizza y helado. El era un hombre bueno. Y yo… yo siempre he tenido la impresión, cuando los hombres y mujeres buenos, me han admitido entre ellos, de ser sólo un intruso.

NIEVE Y TONTOLABAS

Dic 1, 2009   //   by admin   //   Blog  //  6 Comments

Ayer fue un gran día. Un día de fiesta, pero –en mi casa- solo para mí, mi mujer trabajaba y los niños tenían cole y guardería, respectivamente, así que después de llevarlos en coche a cumplir con sus obligaciones, yo regresé a casa, volví a acostarme, bien abrigado bajo las mantas, puse algunos discos, leí un poco, repasé algunas notas de una novela atascada…Hacía siglos que no tenía un momento así, y por si todo eso fuera poco, de repente al levantar la vista hacia la ventana, vi que había empezado a nevar, los copos caían con fuerza recortados sobre esa luz especial que tienen los días de nieve, y esa fascinación que esta siempre ejerce: ¡Ah, era ciertamente un placer ver esa estampa tumbado en la cama, sin otra obligación que la de estar ahí mirando! Me quedé incluso adormecido y nada fue capaz de arrebatarme el buen sabor de boca que me dejó ese momento. Ni siquiera el tontolaba de Orange -bueno, tontolabas sus jefes, él es un mandado-que me despertó con su voz enlatada y pronunció mal mi apellido y me hizo una oferta que me pareció ridícula y fea y fuera de lugar en una mañana tan perfecta como aquella, una mañana tan rara, en este momento de mi vida, como un gorila albino.

De ‘El Muro’ (Pink Floyd) a ‘La tierra está sorda’ (Barricada)

Nov 25, 2009   //   by admin   //   Blog  //  4 Comments

Hace unos días el diario Público traía la película El muro, de Pink Floyd, dirigida por Alan Parker. Compré el periódico y su DVD en la estación de autobuses de Avenida América, en Madrid, recién llegado de Nueva York y me sentó bastante bien oír al kioskero decirme “¿Qué, recordando viejos tiempos?”, entre otras cosas porque en Manhattan no hay problemas si no sabes inglés, te dice todo el mundo, pero yo debí de tener muy mala suerte, todos los que me entraban me hablaban como si tuvieran una manzana en la boca, así que agradecí por fin entender a alguien, y no solo eso, sentirme además en su misma sintonía; pero sobre todo resultó que ese kioskero tenía mucha razón, al cabo de unos días me puse la película, y de repente vinieron a mí algunos de esos recuerdos agazapados, como si tú la pararas al escondite, pero de repente decidieras largarte, cansado a casa, sin decir nada a nadie, y un día, mucho tiempo después de repente te encontraras a tus compañeros de juego todavía escondidos detrás de un árbol, ya con toda la barba, pero la misma mirada inocente y expectante, intacta…

Bien, no nos despistemos, el caso es que me acordé de la primera vez que vi esa película, en el instituto Irubide de la Txantrea, en lo que llamaban “la semana cultural”. Éramos cuarenta o cincuenta adolescentes melenudos y de ceñido pantalón, en una aula, arremolinados alrededor de un televisor y un video, y mirábamos la pantalla boquiabiertos, aquella película extraña, los martillos desfilando, los niños arrojando pupitres (bueno, eso a veces también lo hacíamos nosotros en las huelgas), el rock sinfónico de Pink Floyd como una sesión de hipnosis… No sé si los chavales de ahora mantienen esa capacidad de sorpresa, o todo está ya descubierto –o eso creen ellos- . El caso es que me emocionó rememorar ese momento, y también escuchar la banda sonora, uno de esos discos que por aquel entonces nos aprendíamos de memoria (como el Made in Japan, de Deep Purple), sus solos de guitarra cincelados en el cortex cerebral, las canciones entonadas como oraciones u himnos…

Hacía mucho que no me aprendía ningún disco, ni siquiera ninguna canción como entonces.
Recuerdo que en esa misma semana cultural también vino a darnos una charla Enrique Villareal, El Drogas, de los por entonces algo bisoños Barricada (quizás tendrían publicados Noche de rocanrol y Barrio conflictivo), pero ya apuntando maneras de banda de leyenda, y como Enrique también nos encandiló a todos con su sencillez y su timidez engañosa –sobre el escenario se transformaba en una fiera, y sobre todo era, es, en realidad, un tipo extrovertido, con mucho que contar y ganas de hacerlo, y nosotros de escucharle.
Digo esto porque el último disco de Barricada lo he oído ya unas cuantas veces, como hacía tiempo que no escuchaba discos, como escuchaba El muro, o Eskizofrenia de Eskorbuto, o los cuatro de Leño, o Tokio tapes de Scorpions, y porque lleva todas las trazas de convertirse en uno de esos discos aprendidos de memoria cuando ya creía que eso no pasaba.
Tal vez porque de memoria, y de recuerdos, y olvidos, es precisamente de lo que habla La tierra está sorda. Yo no sé si ellos mismos se han dado cuenta de lo importante que es lo que han hecho y cómo lo han hecho. Da gusto explicar, con humildad, a El Drogas que él descubrió lo sucedido en el fuerte de san Cristóbal, a cuyos pies había vivido, como yo, muchos años, cuando él tenía ya 46; la fuga, los muertos, el frío, el hambre, la humillación, la impunidad… Yo tuve una sensación parecida cuando supe –también muchos años después- que el colegio en el que estudié, los Escolapios de Pamplona, fue centro de detención durante la guerra civil, que requetés y carlistas asesinaron y torturaron a mansalva bajo las mismas paredes en las que a mí me enseñaban a amar al prójimo.
Hoy mismo he oído a una compañera de trabajo decir que ella no tiene ni idea de quienes son los requetés, por cierto. El disco de Barricada, y el libro que lo acompaña, contribuye pues a resarcir todo ese silencio, ese ocultamiento, sin pretensiones eruditas o historicistas, pero hablando a quienes se dirige en el lenguaje que entienden. Ellos, Barricada, de alguna manera, también están derribando el muro.

«Beethoven, el músico sordo» en la ESO

Nov 23, 2009   //   by admin   //   Blog  //  10 Comments

«Hola, ni nombre es Celia y soy profesora de música en un instituto de Castilla la Mancha y el curso pasado descubrí­ este libro (Beethoven, el músico sordo), me resultó tan atractiva su lectura que ahora lo he puesto como libro de lectura obligatoria para mis alumnos de 1ºy 2º de ESO. La verdad es que siempre acaban su lectura encantados. ¡Enhorabuena!»

No sé si debería, si puedo añadir mucho más a esto. Por cosas así, es por lo que uno encuentra fuerzas para seguir adelante. Habrá a quien decir eso le suene a tópico, allá ellos, que se queden con sus mafias, con sus chanchullos, se escribe para esto, y se escribe por amor al arte, no a la subvención o la palmadita del poderoso en la espalda, a la foto en el periódico, a la tajada de un pastel, mientras a ti te estrellan la tuya en la cara (flipado, me quedo estos días, que ando armando un proyecto, una antología y algunas estrellitas, cuando les invitas a participar las primera palabras que te espetan son «quiero mi parte»)…

A mí, desde luego, esto, el mensaje de esta profesora, y que los chavales se queden encantados (a pesar de ser una lectura «obligatoria») me satisface mucho más que, por ejemplo, una reseña paniaguada en un suplemento (que por otra parte no ha habido, nunca las hay, lo que, a mi entender, le da más valor a que hayan dado con mi libro), o que el adelanto de 600 euros que recibí por «Beethoven» y que probablemente sea el único dinero que me reporte.

Muchas gracias, Celia, pues, por tu mensaje. De todo corazón.

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