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Entrevista a Robe

May 30, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Versión extendida de la entrevista publicada en Gara/Naiz 30/05/24

La música me salva cada día”

La gira Ni santos ni inocentes, en la que el de Plasencia presenta su nuevo trabajo Se nos lleva el aire, recala este fin de semana en Irún (viernes 31 de mayo, FICOBA, 21:30h) e Iruña (sábado 1 de junio, Navarra Arena, 21:00h)

Patxi Irurzun

“Nada es impensable, nada es imposible, mientras suena esta canción”, dice parte de la letra de El poder del arte, uno de los temas más alabados del último trabajo de Robe -y la preferida del propio artista-; un tema que habla de la capacidad sanadora y redentora del arte y que ha generado numerosas reflexiones al respecto e incluso un vídeo creado por el Museo del Prado con una selección de cuadros de artistas como Tiziano, Velázquez o Brueghel el Viejo, que se sucede mientras escuchamos la canción. La música de Robe, ciertamente, tiene esa capacidad de emocionar, de prender la luz en el infierno, de provocar en quienes la escuchan buen rollo, y en el caso particular de Se nos lleva el aire, de celebrar el momento y la vida, de celebrarlos y asumirlos plenamente, con todos los errores y aciertos. Robe vuelve tras sus aclamados disco y gira del sinfónico Mayeútica, esta vez con un buen puñado de nuevas canciones en las que mantiene el momento de plenitud creativa y el estado de gracia de “Los Robe”, la inspirada banda de músicos que encabeza.

Arrancaron la gira el pasado día 11 de mayo y llegan a Irún e Iruña después de cuatro conciertos, algunos de ellos, como el de Rivas Vaciamadrid, multitudinarios. ¿Cuáles han sido las primeras sensaciones?

Muy buenas, con mucha gente, y con muchas ganas, con el público disfrutando, cantando mucho las canciones nuevas… Sí, hemos empezado bastante fuerte, con conciertos grandes, tal vez nos habría gustado ir más despacio, pero bueno, no nos quejamos, ha sido un comienzo por todo lo alto.

¿Qué es lo que se van a encontrar quienes vayan este fin de semana a verles a FICOBA o al Navarra Arena? Porque supongo que cada vez es más difícil elegir el repertorio.

Hay canciones de todo, de Extremoduro, antiguas, menos antiguas, canciones de los dos primeros discos de Robe… Mayéutica no lo podemos tocar del tirón otra vez, claro, pero hacemos partes. Y el último disco, que lo hacemos prácticamente entero. Pero cada concierto es distinto, no se van a repetir repertorios en ninguna parte, tenemos ya muchas canciones y las discusiones en los ensayos eran del tipo: “¡Pero cómo no vamos a tocar esta!¡Ni esta otra!”. Así que al final preparamos una lista larga y lo que hacemos es ir cambiando en cada concierto.

Vienen de un disco y una gira anteriores, Mayéutica, con una gran aceptación, muy buenas críticas… ¿Existe presión o miedo a no estar a la misma altura?

No puedes pensar mucho en eso, en que te han dicho que lo anterior es una obra de arte y que ahora lo que saques tiene que ser mejor, eso solo sirve para meterte presión y que no te salga nada bien. A mí Mayéutica me gusta mucho, pero el disco nuevo también.

Yo iré al concierto con mi hija de quince años, que ha escuchado mucho a Robe en el coche, o ha tocado canciones de Extremoduro en la escuela de música… “¿Que le preguntarías a Robe?”, le dije, y me contestó que a qué aspira usted (supongo que la pregunta tiene que ver con eso: a qué más puede aspirar un músico en plenitud creativa, con éxito, si todavía mantiene intacta la ilusión…).

Sin ilusión no se puede hacer nada, no me saldría, no haría música, las ganas son lo más importante, aunque te falte de todo, si no ya puedes tener a tu alrededor todo lo que quieras que no vale para nada. Y yo tengo ilusión, tengo ganas, y estoy siempre buscando, persiguiendo siempre ese momento de crear, de fabricar algo de donde no había nada, lo hago solo por esa satisfacción, no por la ambición de decir “quiero conseguir tantos oyentes, o tanto dinero”, no, no, la meta es hacer la canción.

¿Y ha habido momentos en su ya larga carrera en la que le faltaron esas ganas?

Bueno, yo ya me pegué una temporada larga sin componer, no sé si era por falta de ganas o por esa presión de la que hemos hablado, esa presión que yo mismo me metía, no lo sé, sigo sin saber dónde está el botón, no sé cómo hay que hacer para componer… No sé muy bien qué fue aquello, lo que está claro es que ahora sí que tengo ganas.

¿Existe el miedo a que pueda repetirse una situación como esa, a que lleguen las vacas flacas?

Claro, pero han pasado ya muchos años, y creo que la solución está siempre dentro de ti, que lo que hay que hacer es trabajar sin miedo, experimentar con mucha libertad, atreviéndote a hacer muchas cosas diferentes…

En ese sentido, me da la impresión de que tanto en Mayéutica como en algunas canciones de Se nos lleva el aire hay algunos temas, como El poder del arte, que son una especie de metacanciones, de declaraciones de amor al propio arte de hacer canciones.

Bueno, las canciones tienen muchas capas, y esa igual es una de ellas. Siempre digo que yo no soy el más idóneo para explicarlas, porque realmente las canciones hablan de lo que tú quieres que hablen, si tú oyes una canción y te sugiere algo, es perfectamente válido, no es más válido lo que yo diga, o de lo que yo creyera que hablaba cuando la compuse, no, eso es lo de menos…

Pero es evidente, o ha habido al menos unanimidad en que una canción tan alabada como El poder del arte habla de la capacidad de redención del arte, o de su capacidad de cambiar las cosas. ¿A usted la música le ha salvado de algunas cosas?

Me salva cada día

¿Y se imagina a sí mismo de otra manera que no sea haciendo canciones?

Muy malamente, no me lo imagino, me generaría pensamientos oscuros.

Por el contrario, sus canciones a menudo crean en quien las escucha buen rollo, emociones, una especie de mejor disposición hacia lo que le rodea. Aunque parezca pretencioso o idealista, ¿cree que la música puede cambiar el mundo?

Sí, sí, claro que lo creo, pero es eso que dices, no es la canción en sí la que va a cambiar el mundo, eres tú oyéndola, y según qué cosas te haga pensar, el arte tiene ese poder de cambiar el mundo y de cambiarnos a nosotros, que somos los que estamos en el mundo.

¿Cómo fue el proceso de composición de El poder del arte?

Pues el proceso fue muy cojonudo, la mayoría de las canciones estaban hechas cuando el confinamiento, que yo creo que, a pesar de ser un momento muy malo para muchas cosas, para quienes podemos trabajar en casa fue muy positivo desde el punto de vista creativo. Yo ya tenía el disco prácticamente hecho, y entonces acabó la otra gira y tuve como cuatro meses, antes de empezar a trabajar en el local, y en esos cuatro meses me dediqué a ir arreglando algunos trocitos, frases, porque cuando haces un tema tampoco todas las frases son la rehostia, tienes que ir rellenando algunas partes para que tenga sentido, y tuve tiempo para ir limando todo, estaba tranquilo, sin ninguna presión, y así fue saliendo todo. Fue un momento grande, y divertido, me encabezoné con la canción, no era capaz de dejar de tocarla, y me dio mucha alegría, fue un proceso como muy bonito, podía estar toda la tarde con la canción, a ver qué salía, dejarla, sin ninguna presión. El poder del arte fue la última canción que hice y es la que más me gusta, como debe ser.

Aunque el disco lo compuso, como dice, durante el confinamiento, las canciones son en general muy luminosas…

Sí, bueno, es que tampoco hay una conexión, es cierto que cuando compones los discos las canciones llevan como un hilo conductor, pero cómo interpretes tú lo que está pasando es algo difícil de entender, a mí mismo a veces me cuesta saber de qué estoy hablando, a veces pasan siete años y es entonces cuando entiendo qué quería decir en tal o cual canción. Tampoco es algo que me preocupe, a mí con que emocionen, me vale…

En Se nos lleva el aire la canción que se aparta más de ese hilo conductor es Esto no está pasando, una especie de contrapunto gamberro, con un toque punk, que recuerda quizás a algunos temas de Extremoduro…

Puede ser, no sé, yo mismo me decía “¡Madre mía que está saliendo aquí!”, pero yo no eso no mando, salió así y ya está…

Hay otros temas como Nada que perder o Ininteligible en los que habla del pasado, los errores cometidos… Alguien como usted, con una ya larga trayectoria vital y artística, hace ese ejercicio, mira hacia atrás, se plantea balances vitales?

No suelo hacer esos balances, intento preocuparme del presente, ¿ahora estoy bien, estoy feliz?, pues ya está. Ese tipo de balances no valen para nada, igual que arrepentirte. ¿Me arrepiento de haber cogido la moto aquel día que me pegue la hostia? ¡Claro, nos han jodido! Pero a lo mejor si no te hubiera dado ese día la hostia con la moto te la habrías dado con el coche y estarías muerto, a lo mejor la otra hostia te libró de la más gorda, no lo sabes. Al final somos los que somos, la suma de nuestros aciertos y nuestros errores.

¿Y mira hacia delante, se imagina a sí mismo con 75 años haciendo giras?

Me cuesta cada vez más trabajo, intento mirar más cerquita, porque parece que el tiempo que vivimos es una parte pasado y otra futuro, pero no, todo el tiempo es el presente… El título del disco, de hecho, Se nos lleva el aire, va en parte de eso, de aprovechar el momento, vivir el presente…

Volviendo a la gira, cuando le comentaba que iré al concierto con mi hija quinceañera, ¿han notado que su público es intergeneracional, que se junta gente que le seguía en los ochenta y sus hijos, incluso sus nietos?

Lo empecé a notar hace años. Y por eso dividimos la parte más pegada al escenario en dos zonas: mirando al escenario, la parte izquierda es la zona marchosa, y la otra la tranquila. Y esto lo hicimos porque esa parte había sido siempre un territorio de batalla, a donde la gente iba a bailar, a saltar, a hacer pogos, pero empezamos a notar que había también otra gente, incluso chavalitos jóvenes, que venían a ver el concierto de una manera mucho más estática, sin perderse detalle, con mucha atención, que hacían incluso cola para ponerse los primeros al entrar… Y había una mezcla rara. Ahora, por el contrario, ya sabe cada uno dónde tiene que ponerse, y parece que está funcionando bien. ¿Vosotros dónde os vais a poner?

Pues es un dilema, habrá que negociarlo, igual en el medio…

Hombre, no es una cosa obligatoria, ni hay una línea, pero ya sabes que si estás en el lado del desmadre no puedes estar quejándote, y que tienes al otro lado la parte más tranquilita. De todos modos eso es solo en la parte de adelante, la más cercana al escenario.

Cambiando de tercio, ¿piensa a veces en volver a escribir otra novela, o relatos, poesía…?

Poesía no lo veo, porque cuando hago las canciones no hago música y letra por separado, si hago solo música noto que me falta algo, y al revés, si tengo una frase y no tiene música, también me parece que está como sin acabar, por eso no me veo escribiendo poemas si no les acompaña la música. Y en cuanto a la prosa no es que esté o no en mis planes, es que nunca me lo he quitado de la cabeza, pero tienes que encontrar algo que tire con fuerza de ti, porque al final son muchas horas, meses con eso… Yo con Viaje íntimo a la locura me lo pasé muy bien porque escribir en prosa, a nivel creativo, es mucho más agradecido: a una canción le puedes dar todas las vueltas que quieras, pero no tardas mucho en hacerla, y con una novela estás todos los días, lo tienes siempre en la cabeza… Si al final encuentro esa chispa, ese germen que me ponga a ello, por supuesto que lo haré…

En el disco hay algunas referencias literarias, a la Odisea, el propio cartel de la gira y Los santos inocentes… Un lector avezado, especialmente de poesía, como usted nos recomendaría algún poeta?

Es difícil, lo que hay que hacer es leer no solo a los consagrados, yo lo que suelo hacer es leer de todo, y lo que me pasa también con la poesía es que te puedes leer un libro entero y que solo te guste un poema, y todo lo demás no te diga nada, no me parece algo fácil de recomendar, lo que a alguien le emociona a otro le puede dejar indiferente, no sé es algo muy personal, cada uno tiene que hacer su propia búsqueda.

¿Y en cuanto a la música, qué suele oír Robe, por ejemplo?

Oigo poquita música, bueno, depende de épocas, cuando estoy componiendo no quiero que se me pegue nada, porque al final si oyes algo, lo tienes en la cabeza, y yo lo que quiero es huir de lo que está ya hecho, dejar la cabeza vacía, o cuando estás grabando, o en las giras, es lo mismo, estás muy centrado en tus canciones… Luego llega un momento, antes de volver a ponerte tú a componer, que igual sí que oyes música, canciones que te metan ganas −mira, las ganas otra vez− para volver a hacer canciones…

Por último, tocar en Iruñea es tocar un poco en casa, porque El Dromedario es su casa de discos y su oficina de contratación. ¿Como se siente o que valora de ellos?

Me siento muy a gusto, son gente que piensa como yo, Alén ve la música como la veo yo, y son decentes, eso es difícil de encontrar en una multinacional, y que quieran lo mismo que tú, y no te metan prisa ni presión… Supongo que seguiremos juntos mucho tiempo.

En autobús a Robe

La organización del concierto en FICOBA ha habilitado un servicio especial de autobuses de ida y vuelta, con trayectos desde Errenteria, Lezo y Donostia, aunque si hay demanda de grupos se pueden añadir otras localidades. Se pueden solicitar en www.divertisenvivo.com/producto/viaje-robe-en-irun/. Asimismo, Navarra Arena pone a disposición del público el servicio Arena Bus, con seis rutas con salida o paradas en numerosas localidades, a un precio de cinco euros: https://www.navarrarena.com/es/arena-bus

Entrevista en Gara/Naiz (La mentira es la que manda)

May 27, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

“TODOS SOMOS IGUALES ANTE LA LEY… MENOS LOS AGENTES DE LA LEY”

Foto: Iñigo Uriz
Publicado en Gara/Naiz

Con La mentira es la que manda el escritor iruindarra publica el tercero de los diarios de una antigua estrella del Rock Radikal Vasco, a la deriva en la actualidad, entre problemas con sus hijos adolescentes, trabajos precarios y otras tragicómicas peripecias.

Miren Lacalle. Iruñea.

Tras la buena acogida de las anteriores entregas Chucherías Herodes (2021) y, sobre todo, la primera de la saga, Tratado de hortografía (2020), que ha tenido varias ediciones, algunas de ellas en México o Chile, llega esta tercera novela en la que nos encontramos al cantante de Los Tampones atrapado entre dos frentes: la detención de uno de sus dos hijos mellizos como consecuencia de un montaje policial y mediático, y la enfermedad de su madre. Él, busca consuelo haciendo de Oso Panda, la enorme mascota que irrumpe en los conciertos del grupo Lendakaris Muertos. La novela puede leerse de manera autónoma, pero mantiene en común con las anteriores algunas de los marcas de la casa: humor, punk, crítica social, todo ello envuelto en el ya característico tono del autor a caballo entre la fiereza y la ternura.

Un título muy eskorbutiano…

Sí, cualquiera con primero de punk sabrá que está extraído de la canción Cerebros destruidos, de Eskorbuto. También valoré llamarla La verdad es aburrida, pero no quise ponérselo fácil a algún detractor para que dejara caer una coma por medio: “La verdad, es aburrida”. Porque además sería injusto, la novela, como las otras dos y como la mayoría de lo que escribo, tiene un registro tragicómico, aborda temas serios, pero es a la vez bastante divertida, creo yo. “La mentira es la que manda” alude sobre todo a una de las dos tramas principales del libro, un montaje policial y mediático en el que se ve implicado Silvio, uno de los dos hijos del protagonista, y del que no puedo contar demasiado, porque la información se va dando al lector de una manera dosificada.

La mentira es la que manda es casi un lema de los tiempos que corren…

Sí, y podría ser un lema universal, podrían suscribirlo Pedro Sánchez, Isabel Díaz Ayuso o los terraplanistas, pero ellos ya tienen sus propias máquinas de fango, como decía Umberto Eco, para defenderse de las mentiras de los demás o para publicar las suyas propias, yo lo que planteo en esta novela es la indefesión de una persona o una familia normal cuando se ven metidos de lleno y sin esperarlo en un caso que podría asemejarse a otros como el caso Altsasu o los seis de Zaragoza, y cómo lo vive, en este caso el protagonista. Podríamos decir que es un caso de lawfare doméstico, en el que se tratan las repercusiones de todo ese rodillo, las mentiras policiales, judiciales, periodísticas, desde su dimensión más íntima, menos social. Habrá quien crea que no, pero algo así nos puede pasar a cualquiera, porque todos estamos desprotegidos ante leyes como la Ley Mordaza, que lo que viene a decir es que todos somos iguales ante la ley… menos los agentes de la ley, cuya palabra o testimonios, da igual si hay evidencias que los ponen en duda o contradicen, van a prevalecer sobre los tuyos.

Esa es una de las tramas principales, como dice, la otra es la de la superabuela. ¿De quién estamos hablando?

Es la madre del protagonista, que acaba de salir de un ingreso en la UCI, y a la cual tiene que cuidar durante su convalecencia, con lo que su relación familiar adquiere otro cariz. A menudo en la relación de los hijos con sus padres sucede eso, comienzan a descubrir quiénes son o qué les deben, qué han aprendido de ellos, cuando ya es tarde, cuando enferman o mueren, cuando les gustaría saber más sobre ellos. En este caso, además, el protagonista -es un poco engorroso referirme a él así todo el raro, pero sigo sin ponerle nombre-, a raíz de la enfermedad de su madre empieza a plantearse algunas cosas sobre sí mismo, la muerte, la fugacidad de la vida… Son preocupaciones y miedos que empiezan a asaltarte mediada la cincuentena, a mí al menos me pasa, voy viendo como algunos de mis libreros, periodistas, editores de confianza se jubilan, como algunos amigos incluso mueren, como el poeta David González, junto a quien he hecho buena parte de mi recorrido literario, y como ese mundo va desapareciendo poco a poco… En fin, el protagonista está en esa época en que todavía es padre de sus hijos, aunque estos sean ya casi adultos, como él, y padre de su madre, cuando él mismo ya se encamina también hacia el penúltimo tramo del camino.

La superabuela es un personaje muy potente, una mujer empoderada cuando aún ni siquiera existía esa palabra

Sí, en otras novelas era un personaje secundario, pero en esta se ha puesto al frente. Es una mujer que se queda viuda a inicios de los 70, con cuatro hijos, y que convierte esa desgracia personal en una manera de empoderarse, efectivamente, aprovecha ese “privilegio” que le da el status social de viuda para no depender de ningún hombre, vivir “ni casada ni sepultada”, como escribió Amaia Nausia en su ensayo sobre el papel de las viudas a lo largo de la historia, y como yo mismo he vivido con mi propia madre −aunque ella no es la superabuela, o lo es solo en parte− en algunos de mis recuerdos de niñez. Otra parte, la de la enfermedad, la he construído con experiencias hospitalarias de mi suegro.

Al respecto de eso, vuelve a jugar con ficción, realidad, autoficción… Incluso se incluye a sí mismo como personaje

Sí, eso es en parte para liar más la cosa. Y porque hay mucha gente que me ha confundido en las anteriores novelas con el personaje, pues tengo bastantes cosas en común con él: los dos somos escritores, tenemos hijos adolescentes… pero yo no soy músico, ni he perdido a mi pareja, como el personaje, a pesar de que mucha gente me da el pésame.

El tema del duelo, la perdida de Maider, la pareja del protagonista, sigue sobrevolando estas novelas

Sí, Maider, sigue siendo ese personaje ausente pero a la vez con gran presencia en la narración. Pero precisamente gracias a la superabuela, a eso que comparte con ella el protagonista, su viudedad, creo que en esta novela comienza a cerrar esa herida. En la cubierta del libro, de hecho, aparece en banco y negro, como desdibujándose… La cubierta, por cierto, es de Niko Vázquez, que además de ser el bajista y fundador de M.C.D. es un estupendo artista gráfico y que aquí utiliza un tratamiento parecido al de su libro de fotografías del Bilbao de los 80, en este caso reconstruyendo un garito de la época, con sus carteles de conciertos, procesiones ateas, la beatificación del mono Txarli…

Hablando de conciertos, en esta nueva entrega se van desgranando más temas del repertorio de Los Tampones, además de su famoso “Estamos contra las reglas”

Sí, están “A Bea le ha venido el periódico”, “”Con tu bandera me limpio el perineo”, “A polvos voy a matar a un concejal de Alianza Popular”, “Goma 2 en mi potorro”… Podían tocarlas todas seguidas en tres o cuatro minutos. Queda claro que era un grupo punk. Y un poco bruto.

Para acabar, ¿habrá nuevas entregas de la saga o se quedaré en una trilogía?

Uf, no lo sé aún. Tal y como acaba esta novela podría ser un buen cierre, pero tengo algunas ideas e igual dentro de dos o tres años si el personaje llama a mi puerta y si todavía me parece que no me repito o que su mundo no se ha agotado, podría retomarlo. O si le hacen una película, que todo puede ser… No lo sé, igual tendría que escribir alguna más solo para que no se quedara en una trilogía, que es algo como demasiado convencional, muy poco punk.

NUESTROS OTROS YOS

May 27, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
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Hay un cuento de Iban Zaldua recopilado en su última y fantástica colección de relatos, «A escondidas», en el que el protagonista adquiere el don de la ubicuidad tras plantearse el dilema de acudir a una manifestación con cuya reivindicación de fondo está de acuerdo pero en la que sabe que se van a corear lemas con los que difiere. Con su nuevo superpoder tiene la opción de dejar al yo al que esas consignas le incomodan en casa y enviar a la mani al que quiere solidarizarse con el meollo de la protesta.

No me digan que no sería todo un chollo. Si fuéramos capaces de desdoblar de ese modo todas las personalidades que nos componen podríamos, del mismo modo, teletransportar un domingo por la mañana al monte a nuestro yo más andarín mientras en la cama se queda el más remolón; o dejar en efigie en el cumpleaños de un amiguito de nuestros hijos a uno de nosotros y mandar a otro a un concierto, al cine, a un partido…

Me siento muy interpelado por ese cuento de Zaldua porque a menudo tengo esa sensación de extrañeza o de melancolía (“Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada”, define la RAE melancolía) que me hace desear casi siempre estar en otro sitio diferente al que me encuentro o considerarme a mí mismo en todos los lugares y situaciones un extranjero, un marciano. Lo cual se agrava por el hecho de que el lugar al que quiero huir siempre cuando eso sucede, el sitio donde me gustaría estar realmente, es en casa, leyendo o escribiendo. Es decir, atrapado en un bucle, pues cuando escribo o leo lo que estoy haciendo, en el fondo, es imaginar, a su vez, que estoy en otra parte o que soy otra persona…

Dejando ese pequeño lío o inconveniente al margen, a mí particularmente me resultaría muy útil este don de la ubicuidad para hacer la comida. Cocino casi todos los días y −esto que no lo lean mis hijos− casi todos los días el resultado es desastroso. Carezco no ya de talento culinario sino de la capacidad de aprender, o, mejor dicho, del interés por hacerlo. Y creo que eso se debe a que mientras estoy preparando unas lentejas mi cabeza está a menudo en otra parte, pensando ideas para algún relato, alguna novela… Así que, si pudiera desdoblarme, tal vez mi yo cocinillas podría centrarse un poco; o incluso si ni por esas pudiera arreglar los desaguisados, nunca mejor dicho, mi yo sufridor se quedaría en la cocina soportando las quejas de mis hijos −”Está salado”, “Está soso”, “Qué asco”, etc.− mientras otro de mis yos se lamería esa herida escuchando «Sinceridad no pedida» de Ojete Calor (“Nadie te ha preguntado/Te diría lo que pienso de tu sinceridad”) o ideando la manera de perpetrar, para mi desahogo personal, un «Rubio de bote», como este, por ejemplo.

Publicado en «Rubio de bote», colaboración semanal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 25/05/24

Feel Good!

May 13, 2024   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
James Brown – 10 of the best | James Brown | The Guardian
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias), 11/05/24

Mientras conduzco voy escuchando la radio. Llueve y después sale el sol y luego vuelve a llover otra vez. La primavera es siempre igual, voluble. A los dos lados de la carretera los sembrados resplandecen, con esa luz extraña y hermosa que arrojan las grietas del cielo. De vez en cuando, me ciega el destello amarillísimo de un campo de colza.

En el programa que sintonizo hay una sección titulada “La buena noticia del día”. Intentan conectar con la colaboradora que suele contar el descubrimiento de un nuevo medicamento para curar una enfermedad rara, la reaparición de una especie animal que se creía extinguida, la reconversión de una plaza de toros en una biblioteca…

Pero la colaboradora no responde. Seguramente se deba a algún problema técnico, falta de cobertura, algún cable desconectado, una caída de la red… O puede −pienso de manera retorcida− que se trate de una paradoja, que esa periodista que tiene que alegrar el día a los oyentes sufra el síndrome del payaso triste, esté pasando un mal día, no le queden fuerzas… Desde el borde de un abismo gritar “Feel good!” deja un eco que da muy mal rollo. Sea lo que sea, el silencio a la espera de la buena noticia del día resulta inquietante, una metáfora un poco triste. Lo mismo que esa norma del periodismo que sentencia que las buenas noticias no son noticia. Tal vez por eso durante años el diario más vendido en España fue El Caso, con sus escabrosas portadas: “Salvajamente apuñalados”, “El cura vicioso”, “Asesinados con la barriga llena”…

Para colmo, para llenar el horror vacui acústico que deja la borota de la colaboradora, ponen una de Bisbal.

Así que muevo el dial. Atrapo en otra emisora, cuando ya está casi acabando su sección, a otro colaborador que suele comentar etimologías de palabras curiosas. Hoy explica que “trabajar” deriva del latín vulgar tripaliare, que era un instrumento de tortura compuesto por tres palos de madera. Pero bueno −me digo− tampoco hay que ser Corominas para saber que el trabajo es una maldición divina. Hasta el mismísimo Jesucristo lo dijo: “Reparad en los lirios del campo, cómo crecen, no trabajan ni hilan. Mas os digo que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido como uno de ellos”.

Veo, por cierto, mientras el coche sigue avanzando entre campos de cultivo a través de la rectilínea carretera, algunas amapolas y algunas desobedientes flores amarillas de colza, que han desertado durante la siembra y han decidido crecer en las cunetas, o entre las zarzas, solitarias y azotadas por el viento y los tubos de escape, pero a salvo de las cuchillas de la segadora.

Vuelvo a sintonizar la primera emisora. David Bisbal ya ha tenido que ahogarse en sus gorgoritos. “Vamos a intentar recuperar la conexión con nuestra colaboradora”, dice, en efecto, la presentadora, y de nuevo se escucha un silencio tenso. Yo, ilusionado, me quedo a la espera de buenas noticias.

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