
Una columna de autobombo -sobre mi propia columna, Día D hora H, de hace años en Gazte Algara- ilustrada por Exprai en esta ocasión en jumelage con Kalvellido.
TABLÓN DE ANUNCIOS
La primera vez que escribí un cuento   tenía cinco o seis años –hay que ver, tan pequeñito y ya tan   desgraciado, contagiado por esa terrible enfermedad–. Fue en el campo.   Me había destripado un dedo trepando a un árbol, cuando uno de aquellos   anillos con sello se enganchó en uno de sus nudos, y ya no pude, ya no   me dejaron seguir jugando con mis hermanos y mis primos, continuar   taponando los hormigueros, meándome en las brasas de las fogatas   domingueras… Fue entonces cuando, ¡voila! mi madre sacó de la chistera   que es el bolso de todas las mamás un lápiz y un cuaderno, que todavía   conservo y en la cual aparece garabateado aquel primer cuento. Cuenta la   historia de unas mariposas a las que les gustaba oler las flores en  vez  de ir al cole, y cuando fueron mayores, se hicieron pelotaris, como  mi  abuelito, y restaban todos los tantos desplazándose rápidamente por  el  aire y recogiendo suavemente con sus alas la pelota… Cosas por el   estilo, no importaba. Lo que de verdad importaba era que de esa manera   podía seguir trepando a los árboles, y hasta encaramándome a sus ramas   más altas, aquellas a las que sólo podía llegar con mi imaginación.
 
Todavía hoy, muchos años después, mientras el resto de los  niños de mi  edad se casan, tienen niños preciosos (un beso muy fuerte  para la  recién llegada, mi sobrinica Amaia), sacan sus oposiciones,  sientan, en  definitiva, sus cabezas, yo sigo, lápiz –ahora ordenador–,  en ristre,  dándole vueltas a la mía, mi cabezota, incapaz de bajarme de  las  frondosas copas de esos árboles imaginarios, donde se encuentran  mundos  maravillosos o extraños pero muy pocas peras, melocotones o higos  que  llevarse a la boca. Escribir, sñif, continua siendo llorar, pero tranquis, que no transcribiré a  continuación  la consabida lista de lamentos : las impersonalmente  amables cartas de  rechazo de las editoriales, los editores que juegan  con tus  sentimientos, prometiendo libros que nunca llegan a publicarse,  los que  te reciben calculadora en mano, los “encargos” de los “colegas”  (otro  saludo, éste a escritores, dibujantes, rockeros… gremios  “altruistas”  donde los haya; ellos entenderán de qué hablo–, las  correcciones,  recortes y errores como amputaciones en los textos …). A  todo termina  resignándose uno, incluso a esta enfermedad incurable que  es lo del  lápiz, o sea el ordenador, y el papel y que tantos sarpullidos  provoca  en la piel de la autoestima y en la de la cartera. A todo,  excepto a  que aquí al lado, junto a esta columnita, no aparezca mi  careto. ¿Soy  acaso más feo que los demás? Sí, lo soy; planteémoslo de  otra manera:  ¿soy acaso un monstruo?… Bueno, dejémoslo.
El caso es que, tantos años  después, sigo escribiendo por  lo mismo que cuando tenía cinco o seis  años, en busca de un poco de  diversión, de comunicación, y que de vez  en cuando, muy de vez en  cuando, o al menos más de vez en cuando de lo  que yo quisiera y para lo  que quisiera (para ligar, para ser sinceros,  que es para lo que uno  escribe –para que le quieran, en definitiva, y  así ¿cómo?, si nadie sabe  quien soy o nadie me cree cuando intento  pegarme el moco–), pues eso  que, muy de vez en cuando, a pesar de todo  algún despistado o despistada  me comenta que le ha gustado alguna de  estas mis colaboraciones. Dicho  lo cual, para todos esos perturbados  que quieran respescar cualquiera de  estos DIA D HORA H que el  cruel género que es la colaboración  periodística el columnismo, o como  quiera Umbral que se llame, anuncio  que he colgado, modestamente, todas  ellas en la siguiente dirección web:  http://salman.ws/diadhorah*
Y puesto que lo que comenzaba  siendo un  tierno y nostálgico relato infantil ha terminado  convirtiéndose en un  descarado tablón de anuncios  publicidad, saludos a  tutiplén –ahí va  otro, este para mi socio y sin embargo amigo el  dibujante malagueño 
Kalvellido,  que es  el que me retratado de tan impresentable guisa en el dibujico  que  acompaña, excepcionalmente estas líneas…), recuerdo también que a  través  de esa página se puede acceder a, ejem, ejem, mi vida, obra y  milagros,  enviarme vuestras apasionadas declaraciones de amor,  propuestas  indecentes o insultos –siempre que sean originales–, además  de echarle  un vistazo al ciberfanzine literario que edito, Borraska, de  momento yo  solito, pero que está deseperadamente abierto a todo tipo  de ayuda y  colaboraciones que le permitan supermineralizarse, como  diría  Super-ratón, antes de esfumarse, dejando una estela de humo y   estrellitas, hasta la siguiente semana; hasta el siguiente 
Dia d Hora  h,  en este caso.
*El link no funciona desde hace años.
 
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