“La izquierda oficial de hoy en día me parece vomitiva”
Haritz Artola “Cántaro Garrafa”, cantante y compositor de Unidad Alavesa
Publicado en Igandea Plus, suplemento dominical de los diarios de Grupo Noticias (10/03/24)
El
grupo de Ataun publica nuevo trabajo, Motoki,
Zakurreki, Egurreki,
diez canciones nuevas con esa mezcla, marca de la casa, cruda y
delicada, bruta y poética, de la que podemos empezar ya a disfrutar
estos días con los primeros conciertos de presentación
Se
llaman Unidad Alavesa pero viven en Ataun (Gipuzkoa). Nacieron en
2016, una década después de que el partido político de cuyo nombre
se han apropiado desapareciera. Todos ellos han formado parte de
diferentes aventuras musicales: Bizardunak, Benito Lertxundi, Ancha
es Castilla, Brigada Criminal, Zopilotes Txirriaos… Con Unidad
Alavesa parecen haber encontrado estabilidad y una personalidad
propia, que, sin demasiados aspavientos −son
ellos quienes autogestionan, felizmente, su viaje−
atrae cada vez a más
seguidores, en un boca-oreja que alcanza por igual a los viejos
rockeros que a la chavalería,
la cual corea sus temas con entusiasmo espirituoso. La mezcla que
Haritz Artola, alias “Cántaro Garrafa” (guitarra y voz), Eneko
Dorronsoro “San Pete” (triki y banjo), Iker Artza “Papas Aja”
(bajo), Unai Munduate “Nabosin Origen” (batería) y Gurutz Bikuña
“Bartolo Pichi” (guitarra) ofrecen a sus seguidores es de alta
graduación, un aguardiente de rock, folk, americana, punk, que
entra, en algunos tragos, con la suavidad y el peligro de los medios
tiempos y deja en la garganta la amargura chispeante y meláncolica
de unas letras que hablan sin filtros ni pedantería sobre
perdedores, carlismo, posmodernismo… Acaban de publicar su cuarto
trabajo, Motoki,
Zakurreki, Egurreki. Sobre
él y sobre la trayectoria de Unidad Alavesa charlamos con Haritz
Artola, voz, autor de las letras y compositor principal del grupo.
Me
imagino que se lo habrán preguntado mil veces, pero ¿por qué
decidieron usurparle el nombre a aquella formación política
alavesa, con la que aparentemente tampoco tienen mucho que ver?
Pues
no lo sé exactamente, pero fue una mezcla entre las prisas porque le
hacía falta el nombre a un colega para meternos en un concierto y
todavía no lo teníamos, y cierta fascinación por lo looser,
más “si la caída es desde muy arriba, tipo Unidad Alavesa o Paul
Gascoigne, lo mismo me da”.
El
grupo lo componen músicos que han formado parte de diferentes
aventuras musicales, de diferente signo, y lo que tienen en común es
Ataun, donde creo que todos viven…
Todos
vivimos en Ataun menos Nabosin, aunque Papas y yo seamos de Lazkao,
un pueblo más feo pero de mayor población que nos ha permitido una
mayor mezcolanza sanguínea y mayor distanciamiento al coqueteo
endogámico, que al otro trío lo persigue como Putin a Navalny. Todo
es más cómodo al vivir todos aquí, pero en cuanto a referentes y
gustos cada uno es de una madre.
En
este nuevo trabajo volvemos a encontrarnos en las letras buena parte
del imaginario del grupo: historias de perdedores, referencias
históricas también a un mundo perdido, el carlismo…… ¿Qué le
atrae de ese mundo de la derrota?
Yo no es que sepa mucho de historia, pero siempre he tenido la sensación de que todo aquello por lo que siento cierta simpatía acaba siendo derrotado, bien sea política, personal o deportivamente, y, ya que la historia siempre la escriben los vencedores, yo trato de pensar por mí mismo e insertar mis ideas en canciones sin mucho pudor ni complejo. Intento plasmar sensaciones.
Respecto
a lo primero, esas historias de perdedores, por ejemplo en canciones
anteriores como “Cansado y derrotado”, ha dicho en alguna
ocasión que es una historia que no tiene nada que ver con usted, que
está felizmente casado, y en el disco nuevo volvemos a encontrarnos
con temas como el del padre de fin de semana ¿De qué se nutren esas
historias?
Lo
de los padres de fin de semana clama al cielo. Suelo pasar mucha
vergüenza ajena bastantes veces con los hooligans
de sus hijos, y siempre llego a la misma conclusión: les quieren dar
en un día lo de cinco, tipo zumo concentrado, y esa sobreactuación
suele ser ridícula. Está bien que quieras medrar en tu curro de
mierda o mejorar tiempos en tus deportes extremos a costa de que los
abuelos cuiden a tus hijos, pero ¡deja de sobreactuar el finde que
pareces medio mongolo!
También
están esas referencias al carlismo, ¿eso va también un poco por
ahí, una especie de épica o estética del fracaso?
Es un poco lo que te comentaba antes, un poco como elegir lo menos malo. Está claro que el carlismo no era la panacea, pero para mí que no soy cristiano era algo cien veces mejor que el liberalismo, y a los hechos me remito. No es que admires a Putin o a Lukashenko, sino que ves a los oponentes liberalotes y dices… ¡a por ellos, hombre! La izquierda oficial de hoy en día, me parece vomitiva, tan políticamente correcta, tan modosita, tan sistémica… no sé si pensar que no se enteran de nada o realmente actúan tal y como piensan. Prefiero pensar lo primero.
El
primer tema que lanzaron de este nuevo disco fue Morir en
Argentina, un país con el que los vascos tenemos muchos
vínculos… ¿De donde viene ese amor por un país en el que, como
dice la canción, usted nunca ha estado?
Los
primeros recuerdos nítidos vienen del Mundial de México 86, y era
que escuchaba apellidos vascos en aquel equipo en el que El Pelusa
hacía maravillas, y si con diez años mitificas algo es muy difícil
desmitificarlo después. Luego hay más cosas, por supuesto, pero
comparado con los mundiales 86 y 90 están en segundo plano. No voy a
ir aquí de intelectual guay porque no lo soy. De hecho, tuve que
buscar en internet los nombres de los pueblos para la canción
¡ja,ja!
En
ese mismo tema hay un sonido de bandoneón, a cargo de Eneko
Dorronsoro, ese es−junto
con su inconfundible voz y el tono electroacústico de la banda−
uno de los signos distintivos de Unidad Alavesa: la triki, el banjo,
el saxo en alguna canción… ¿qué peso tienen en este nuevo
trabajo?
Eneko
es nuestro Jordan. De hecho el resto somos casi unos analfabetos
musicales y le queríamos comprar un bandoneón pensando que valdría
unos cien euros y él nos hizo ver la inopia musical en la que
vivíamos: ¡¡valen un pastón!! Te acostumbras muy mal teniendo a
alguien como él en el grupo, pues tiene la capacidad de sacrificar
su virtuosismo por el bien de la canción. Muy enemigo de la
pedantería aun tocando de la hostia. Aunque, claro, sabe que si
fuese pedante no estaría tocando con nosotros, sino que estaría en
las sesiones chungas esas de Movistar, dándose jabón unos a otros
con bigotes y peinados malasañeros del nuevo milenio.
Y junto con ello, su característica voz, personalmente cada vez que la escucho me parece que es la de alguien que disfruta cantando, inflando el pecho, una voz como de ochote o de sobremesa tras una buena comida con café, copa y puro, una voz muy natural, sin imposturas, no sé si me estoy flipando…
Estás flipando bastante sí. No soy de los que cantan en la sobremesa, y aunque me encantan las canciones zuberotarras a capela los ochotes me dan asco. Los primeros me llegan al alma y los segundos acrecentan mi odio al PNV y a su entorno de monaguillos enfermos de modernitis.
Volvemos a encontrarnos también con una mezcla de estilos, medios tiempos, folk, americana, canciones más rabiosas, incluso un tango … ¿Qué nos puede contar sobre eso?
No
suele ser preconcebido, lo de la variedad. Está claro que no puedes
ser un “Pistol”Maravich de la música todo el tiempo, pero
permanecer anclado en un estilo como un poste telefónico te condena
a muerte tal vez lejana pero indigna. Yo escucho desde Niko Etxart
hasta Darkthrone, pasando por los Tatxers, Víctimas Club o Sega
Sound Killers.
Ahora
toca presentar el disco en directo, pero antes de entrar en eso creo
que es destacable que en sus conciertos hay una mezcla de gente de
diferentes generaciones, es decir, que, además de a la vieja
guardia rockera, han tocado la fibra a los chavales y chavalas
jóvenes…
Eso la verdad es que mola y mucho. Al final lo último que querríamos sería tocar para una especie de secta, me da igual de qué tipo, en la que todo el mundo tenga los mismos gustos y piense y actúe igual. Y eso que somos unos sosos en el escenario. Imagínate si diésemos saltos simiescos como algunos grupos sistemizados.
Y,
por último, sobre lo de los directos ¿Qué expectativas tienen?
¿Irán a Argentina?
Nos
suelen llamar mogollón y obviamente no podemos tocar ni la cuarta
parte de lo que nos ofrecen, pues curramos todos. Lo llevamos todo
nosotros y eso es un honor pero un coñazo a la vez. Tenemos todo
cerrado hasta octubre sin mucha saturación veraniega. En marzo
tocamos en Ondarru, Mondra, Bilbo, Gasteiz, Igorre e Iruña, y luego
bajamos el ritmo por el bien de nuestras próstatas. Respecto a lo de
Argentina, la línea entre un terrorista y un premio nobel de la paz
es muy fina en mi mente como para que el Gobierno Vasco nos
subvencione un tour por las euskaletxeas de allá. Por lo demás yo
iría encantado, ¡no olvides que quiero morir allí!
Motoki,
Zakurreki, Egurreki
Ese
es el título (un guiño al euskera de la Sakana) del cuarto trabajo
de la banda, tras sus dos primeros discos autoproducidos (Unidad
Alavesa
y Martin Martin,
los
cuales
posteriormente recopilaría Gor en San
Denatio)
y Made in Germany,
publicado
por Artza records, el sello familiar de Lazkao, con quien repiten con
Motoki, Zakurreki, Egurreki.
Las canciones de esta nueva entrega han sido grabadas en Pottoko
Studios de Beasain, por Fredi Peláez, quien vuelve a incluir en
algunas de ellas teclas y coros. Diez temas, siete en euskera y tres
en castellano, por los que −además
del ya comentado homenaje a la herencia vasca de Argentina−
desfilan desde Stoichkov o Borja Semper, pasando por las carlistadas,
hasta un tema dedicado a Gaza u otro con letra de Jon Mirande, el
Nabokov vasco.
Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diario Grupo Noticias) 04/03/24.
En Budapest no hay rascacielos. Los
puntos más altos de la ciudad son las torres del parlamento y de la
basílica de San Esteban. Nada por encima del imperio de la ley y de
Dios. Pero los cuervos, de ese modo, vuelan a sus anchas y pueden
cagarse más a gusto sobre las estatuas de los héroes y los santos.
En las afueras de la capital húngara hay, por cierto, un museo con
las estatuas retiradas tras la caída del comunismo. Para llegar
hasta él hay que tomar dos o tres metros o autobuses que conducen
hasta el desangelado museo, que se ubica en un solar, entre otras
parcelas con chatarra o material de construcción. Las estatuas de
Béla Kun o las dedicadas a la amistad húngaro-soviética,
construidas a escala gigante para convertir a quienes las
contemplaran en hormigas, se desparraman al aire libre y pierden así
toda su majestuosidad. En un almacén medio oculto y lúgubre se
amontonan sobre palets viejos varios bustos de Lenin y Stalin. El
museo se llama Memento Park y el folleto que venden a la entrada
explica que su creación se debatió entre la idea de rememorar los
horrores de la dictadura o la de ridiculizarla. El resultado es una
mezcla de ambas cosas (y podría ser una pista para el destino de
algunos de nuestros mamotretos fascistas, como el Valle de
Cuelgamuros o el Monumento a los Caídos de Iruña: desmontarlos
pieza a pieza o, para el caso, volarlos por los aires, y exponer sus
escombros en un solar de extrarradio).
No hay apenas visitantes, de todos modos, en Memento Park, los
turistas, puestos a fotografiar estatuas, prefieren la del inspector
Colombo o las miniaturas de Drácula, el osito de Mr.Bean o la rana
Gustavo que se distribuyen por varios puntos estratégicos de la
ciudad. Por ejemplo, en la barandilla de uno de los puentes que
separan y unen a la vez Buda y Pest, representado en una de esas
miniestatuas, Francisco José I, el marido de Sissí Emperatriz, se
balancea sobre el Danubio azul, que en realidad es marrón. La
leyenda dice que quienes ven el agua del río de color azul están
enamorados. Y deben de ser unos cuantos, a juzgar por los candados
con los que está cubierta dicha barandilla. Aunque para mí que lo
único que significan esos candados es que quienes los han amarrado
son o bien unos gilipollas incivilizados o bien daltónicos.
Algo más allá, en la plaza Deák Ferenc, una anciana, escoltada por dos enormes San Bernardos sucios, toca en el acordeón una canción que se parece sospechosamente a Baldorba, de Benito Lertxundi, mientras a su alrededor los peatones deambulan entre starbucks y burrikins. El mundo es cada vez más global, y más frío, pero en Budapest, a pesar de todo, todavía uno puede tomarse una cerveza en el Kakas bar, visitar un museo de máquinas de petaco o darse un baño en una piscina termal mientras fuera de ella el termómetro hace una muesca debajo del cero.
Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 17-02-2024
¿Por
qué en las películas siempre que llega un alumno nuevo al colegio
lo hace en mitad de una clase? Me imagino que por el mismo motivo por
el que, cuando hay una escena dentro de un coche, quien conduce mira
al copiloto en lugar de a la carretera o que cuando dos de los
protagonistas orinan en un baño público deben de haberse bebido
previamente una kupela de sidra, a juzgar por el tiempo que dura su
evacuación.
Son
códigos, convenciones aceptadas por el espectador y que, además,
tienen su lógica: durante la matusalénica meada alguien revelará,
mientras mira de reojo el aparato urinario de su interlocutor, algún
dato clave en una investigación; el conductor despistado nunca se va
a estrellar porque lo que se ve por la ventanilla es a todas luces un
paisaje falso; y si el nuevo alumno llega en mitad de la clase es
porque se subraya de ese modo su protagonismo o su diferencia frente
al resto de los alumnos que esa mañana han tenido que madrugar como
pobres pringados.
En la
vida real a algunas cosas resulta más difícil encontrarles sentido:
el otro día, por ejemplo, en una tienda de ropa vi unas chanclas con
piel de borrego. ¿Cuándo se supone que vas a usarlas? En verano tus
pies se van a convertir en chuletillas al horno, y en invierno la
parte que quede en ellos al descubierto se te va a congelar (y
tampoco puedes ir a la moda, esa horrible moda actual de los
calcetines con chanclas, porque estas de la tienda en cuestión eran
de las que se enganchan entre el dedo gordo y el siguiente, que no sé
cómo se llama).
¿Los
dedos de los pies tienen nombre, por cierto? Si extrapolamos la
nomenclatura de los de las manos, ese segundo dedo debería ser el
índice, pero, ya que hablamos de lógica, yo no conozco a nadie que
señale en una dirección o que escriba “Lávalo, guarro” en la
ventana trasera de un coche sucio con el pie (esto último está un
poco forzado, sí, pero es que he empezado este artículo con la idea
de introducir en algún momento del mismo la siguiente frase: “Los
días de lluvia son mi túnel de lavado”, a la que ya me he
acercado con este discurso, pero a la que ahora tampoco le veo ningún
sentido; y, además, la frase en cuestión ya la había escrito en el
título).
Hablando
de cosas sin sentido, y de cine, todavía me pregunto qué pintaba
Quique en Verano
Azul
o por qué todavía hay a quien la monarquía le parece defendible
cuando esto no es una película de época sino la vida real −nunca
mejor dicho−
del siglo XXI. No sé, yo no le veo utilidad alguna, es como tener
una puerta con ventana y mirilla a la vez, es decir, una bobada.
Por lo
demás, he consultado en internet y el nombre del segundo dedo del
pie es “digitus secundus pedis”, o sea, segundo dedo del pie.
“ALGUNOS QUE ANTES NOS
TIRABAN PIEDRAS AHORA SON FANS”
Aitor “Ibarretxe”, cantante de Lendakaris Muertos
Publicado en Igandea Plus, suplemento dominical Grupo Noticias (04/02/24) Fotos: Galder Izagirre
Su nombre, Lendakaris Muertos, es
un homenaje a uno de los grupos pioneros del punk, Dead Kennedys.
Comenzaron su andadura hace veinte años, y lo celebran en 2024 con
nuevo disco, Mucho asco
(casi) todo, y gira,
Dándolo (casi) todo.En
realidad, desde que empezaron a tocar nunca han parado. Aunque en
sus inicios su humor no se entendiera del todo y los apedrearan en
más de una ocasión. Ahora, son ya parte de la cultura popular, a la
que han aportado canciones y lemas como “ETA, deja alguna
discoteca” o la iconografía que los representa, el Oso Panda, una
enorme mascota de dos metros que los acompaña sobre el escenario.
Sus conciertos se convierten en una fiesta, en la que toma parte un
entusiasta público de todas las edades. El nuevo disco es puro
lendakarismo, velocidad y gamberrada, y llega con dos novedades: la
canción más corta de la historia (menos de un segundo) y el regreso
de Asier “Agirre”, uno de los miembros fundadores. De (casi) todo
ello, hablamos con Aitor “Ibarretxe”, el cantante de la banda
pamplonesa.
Su nuevo disco se titula Mucho asco (casi) todo,
¿qué es lo que se salva en ese paréntesis?
Buena pregunta, pero yo creo que lo hemos puesto solo para quedar
bien. Realmente no teníamos título para el disco y hemos cogido el
de una de las canciones, la que queríamos que fuera la del récord,
la más corta de la historia.
Esa canción no dura ni un segundo, ¿cómo se les ocurrió la
idea?
La hizo Asier, que es muy fan de
Napalm Death, quienes tenían hasta ahora el récord, con un tema de
1,3 segundos. La nuestra dura algo menos, pero tiene su
instrumentación, su letra…
Otra de las novedades es, precisamente, la vuelta al grupo de su
hermano Asier, después de diez años…
Yo se lo propuse hace un par de años y él al principio dudaba. Le
dije que se lo pensara y finalmente aceptó, fue todo muy natural. Al
final, la música es nuestra pasión. Nos quedan quince años para la
jubilación (bueno, seguro que son más) así que la idea es
disfrutarlos. El grupo está consolidado, nos gusta tocar en directo
y grabar discos, y mejor eso que ir a la obra.
¿Hay más novedades?
Después de grabarlo me di cuenta de que era la primera vez que no
hablamos de drogas, al menos explícitamente. Lo demás es lo de
siempre: política, violencia, temas sociales… Es lo mismo, con
veinte años más.
¿Se siente más cómodo, más protegido, de nuevo con su hermano
gemelo en el grupo?
Sí, además, en el grupo somos dos parejas de hermanos, Potxeta y Jokin también son hermanos. Para lo bueno y para lo malo.
¿Y como queda el quinto lendakari, Iván, en esa situación?
Iván podría ser nuestro hijo.
En ese sentido, Lendakaris Muertos es un grupo intergeneracional,
está la vieja guardia, con Jokin “Garaikoetxea” y Potxeta
“Ardanza”, ustedes dos, que son como una generación de
transición, y una nueva hornada del punk , en el caso de Iván…
Sí, está muy bien, porque Jokin y Potxeta le dan la autenticidad de
los ochenta, que ellos vivieron, y que en cierto modo homenajeamos en
el grupo; luego estamos nosotros, Asier y yo, que podemos aportar
otro punto de vista, en cuanto a letras, sobre todo; e Iban, que
tiene la mitad de edad que nosotros…
En sus concierto también se ve gente de todas las edades… Al principio cuando empezamos a tocar iban a vernos solo cabezones, todo tíos superjóvenes, después se empezaron a ver más chicas, más tarde gente de todas las edades. Muchos de esos cabezones del principio ahora tienen hijos y vienen con ellos. Yo creo que somos afortunados y privilegiados, por tener una base de fans que se va renovando. También hemos notado que nuestro público es cada vez más multiétnico…
Han hecho, por cierto, giras por Colombia, Ecuador, Argentina…
¿Se entienden allí algunos de los guiños y referencias locales que
suelen usar?
A veces nos preguntan. En Bogotá
una vez vino un chaval con un montón de dudas apuntadas en un
cuaderno: qué es ikastola, qué es amatxo…
Al final el sentido del humor es universal… Esa ha sido siempre
una seña de identidad de los Lendakaris, a veces incluso parece una
parodia del punk.
Sí, el grupo de hecho empezó con bromas que solíamos hacer en la cuadrilla, sobre todo con el tema de la política, que hay mucha gente que se lo tomaba demasiado en serio, más en aquella época, hace veinte años. Por eso y porque nos gustaba el punk. Juntamos las dos cosas. Sí que es cierto que a un grupo de rock o de música en general, si haces humor, no te toman tan en serio. Por ejemplo, un grupo como Ojete Calor, que a mí me gusta mucho, y que seguro que mucha gente conoce sus canciones… pues seguramente dentro de veinte años, cuando hablen de los grupos de estos años, nadie los citará, porque si te dedicas al humor se le quita importancia a lo que haces.
Pero al final, al menos al nivel que estamos nosotros, todo lo que
hay detrás del grupo tienes que manejarlo con seriedad, con
compromiso, porque, si no, no funciona bien. En ese aspecto los
Lendakaris somos muy serios.
A ustedes les costó mucho que les entendieran, algunos no
captaban la ironía de algunas canciones como Gora
España!...
Sí, luego la gente ya fue entrando, pero sí, al principio tuvimos
problemas, nos tiraron piedras varias veces. Pero como todavía no
había redes sociales eso no se sabe o se olvida. Seguramente muchos
de los que estaban apedreándonos entonces son fans ahora. De hecho,
yo conozco a alguno que hasta nos ha pedido perdón…
¿Se puede decir que Lendakaris siguen la estela de un tipo de
grupos como Tijuana in blue, con un humor gamberro, algo brutote,
muy navarro?
Un conocido solía decirme que Tijuana in blue era como el fútbol,
que la gente iba a sus conciertos a desahogarse. En nuestros
conciertos pasa algo parecido.
Además, Jokin y Potxeta tocaron en el grupo. Y usted y su hermano
son familia del difunto y añorado Eskroto o Gavilán, el cantante de
Tijuana in blue y de los Huajolotes
Sí, somos primos. Eskroto era mi héroe, era un tío muy especial,
todo el mundo lo sabe, de los que hay pocos. Y un artista. La parte
pública que se conocía de él era solo una parte muy pequeña de lo
que era como persona. Y sí, me gustaba mucho todo lo que hacía.
Las perfomances en directo, el espectáculo
sobre el escenario, con el oso, usted interactuando con el público…
¿también viene de ahí?
Sí. Cuando cuando hicimos el grupo metimos todo eso porque yo
recuerdo que iba a muchos conciertos de rock y me aburría, a no ser
que fuera muy fan, y echaba de menos algo de interacción, un poco de
peligro, también, y creo que nosotros ofrecemos todo eso.
Y luego está el oso, que es como el sexto lendakari…
Por supuesto.
¿Tiene nombre ese oso?
Sí, Edu. Como el monstruo de Iron Maiden se llamaba Eddi nosotros al
nuestro le pusimos Edu.
¿Edu está con ustedes desde el principio?
No, no, el oso lo tenemos hace solo siete años, parece que lleva
todo la vida, pero no. La canción del Oso panda es del
segundo disco, es decir, de hace 18 años, pero Edu solo lleva siete
años. Es curioso porque esa canción la gente la empezó a pedir
tiempo después de publicarla, cinco o seis años después. Ahora la
tocamos la última, como los Rolling Stones con Satisfaction,
pero antes era una más, estaba por la mitad del repertorio…
Hablando del repertorio ¿la gira de celebración de estos veinte
años de carrera va a tener también novedades?
Sí, tocaremos canciones de los primeros discos que no tocamos hace tiempo… En realidad siempre hemos metido canciones de todos los discos, pero cada vez va siendo más difícil hacer el repertorio porque tenemos ciento y pico temas… También habrá una escenografía un poco más cuidada, con más elementos… Pero bueno, iremos viendo, lo que la gente pida. Será un “Grandes Éxitos”.
CULTURA POPULAR
La portada de Mucho
asco (casi) todo es obra
del ilustrador madrileño Mario Riviere. En ella vemos a otro
Lendakari, Pedro Sánchez, al que la banda reconoce como un
superviviente, capaz de salir vivo, haciendo malabarismos, de
cualquier situación, y al cual homenajean y atizan al mismo tiempo
en uno de los temas, Sanchista
y jujano. Creen
más que probable que este tema, o la portada, llegue a oídos del
presidente. No sería la primera vez que algunas de las dianas de
Lendakaris Muertos reaccionan ante sus zarandeos, la mayoría de las
veces con deportividad, como Pablo Echenique, a quien también
dedican otro tema en su nuevo trabajo. Pablo Iglesias, por ejemplo,
suele citarlos a menudo. Lendakaris Muertos forman parte ya del
acervo popular, al que han contribuido con algunos de los estribillos
de sus canciones, como “ETA, deja alguna discoteca” u
expresiones que aparecen en otras, como las ojeras farloperas de “Oso
Panda”.
Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias), 03/02/24
A medianoche, justo cuando
arrancaba el lunes más triste del año, Gorka Urbizu nos alegró el
día, nos convirtió en cenicientas al revés, poniendo a nuestros
pies esas zapatillas de cristal que son las canciones de su nuevo
disco, Hasiera bat,
el primero en solitario tras su largo y exitoso periplo en grupos
como Berri Txarrak o Peiremans.
Lo publicó por sorpresa, sin
meter ruido, sin adelantar exploradores o batiscafos en busca de
likes
en
el proceloso mar de internet o a nadie con un bombo para aporrearlo
ante
las
puertas de las revistas, las radios y las redes sociales. A pesar de
lo cual los más devotos, los que algo habíamos husmeado como
sabuesos hambrientos en
las
últimas e intrigantes pistas dejadas en el aire, allí estábamos,
con los párpados cargados por
el
plomo de la madrugada, desafiando al madrugón.
Y
mereció la pena.
El
músico de Lekunberri ha contado en algunas de las entrevistas
concedidas tras el estreno de Hasiera
bat
que
una de las razones por las que publicó su trabajo de esa manera fue
para defenderlo de la dictadura de los singles,
de
las canciones que se desguazan de la nave antes incluso de que esta
esté en órbita y caen como meteoritos en nuestros oídos,
convirtiendo los discos, en esta época en la que siempre andamos con
prisas (la mayoría de las veces para perder el tiempo mirando una
pantalla), en chatarra espacial. “Si
crees que no puedes dedicarle 34 minutos, igual no es tu disco”,
ha dicho Gorka. Y es cierto, hay que escuchar el disco completo para
comprender toda su sutileza, para disfrutar de hallazgos como esa
teoría de una simpleza tan maravillosamente esclarecedora: “Gauzak
ez dira horrela, gauzak horrelaxe daude” (Las cosas no son así,
las cosas están así); pero también es cierto −al
menos en mi caso lo es, y creo que no soy el único−
que
resulta difícil no caer rendido ante la belleza elemental de uno de
los temas en particular: Etxe
bat.
En
estos tiempos en que algunos artistas jóvenes nos hablan de sus
ambiciones desmedidas o alardean de sus sold
outs, el
rockero al que no se le cayeron los anillos al tocar frente a un solo
espectador en una sala de Nantes nos dibuja en la letra de Etxe
bat
una escena doméstica y familiar: su aita leyendo las esquelas en el
cuarto de estar, su ama pidiéndole que ponga la mesa, el perro
demandando sus caricias, y el artista, entre todos ellos, componiendo
ya, sin saberlo todavía, esta hermosa canción sobre las cosas
pequeñas e importantes y el temor a perderlas…
Gorka
Urbizu ha tenido, además, el acierto de contar y cantar todo eso con
una desnudez que redobla la emoción transmitida por este trozo de su
vida, al que nos permite asomarnos a través de una ventana que es,
en realidad, un espejo. Un espejo en el que apreciamos, gracias a la
magia de la música, el reflejo, como un cristal precioso, de
nuestras zapatillas de casa, o sea, de nuestras vidas y nuestros
días.