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CHIQUITISTANÍS, SOIS IDIOTAS

Ene 19, 2011   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Ayer me llegó un email, de esos en plan pásalo, vamos a armar la de dios, con un texto que se titulaba «Españoles, ¿sois idiotas?» y que -decían- firmaba Arturo Pérez-Reverte. Yo que no soy lector de los libros de Reverte, precisamente porque de vez en cuando leo sus artículos de opinión, me di cuenta inmediatamente que él no había escrito eso ni por el forro de los cojones -esto es para que se vea que efectivamente leo sus artículos-. No sé quién ni por qué se ha hecho pasar el texto por revertiano, quizás buscando un mayor efecto viral o que el bravo articulista entre al trapo y se revuelva, como esta semana hizo uno de sus vecinos de papel, Carlos Herrera, a cuenta de otro texto atribuido falsamente a él. Lo que que me sorprendió fue que a uno de los autores más leídos o al menos más vendidos en España se lo confunda con una carta al director que en realidad escribió un tal Jesús Sanz Astigarraga, en Diario de Noticias (que entre eso y los de las lolitas japonesas de Sánchez Dragó se está convirtiendo en un suministrador de polémicas). La carta, por cierto, está, en mi modesta opinión, bastante bien y ha generado torrentes de comentarios en los diferentes blogs y foros en los que ha prendido. Pero es curioso también comprobar como estos cambian cuando es el autor original quien la firma o lo es Pérez-Reverte. Al escritor no le tose apenas nadie, plas, plas, sus palabras, aunque sean apócrifas, parecen venir revestidas con un magisterio irrebatible, tiene más razón que un santo, y además como es Pérez Reverte puede decir lo que le salga de los santos huevos. Pero cuando a quien se le atribuye es a su autor original, ah, amigos, la cosa cambia, los comentarios de apoyo y elogio se alternan con otros en los que se insulta, se amenaza, hay quien ha sentido herido su orgullo patrio (por eso de mezclar la idiotez con los españoles y que encima lo firme un vasco; aunque yo creo que en realidad el autor está usando un recurso retórico y se incluye a sí mismo en ambos conceptos -y además, ¿qué debía haber puesto? ¿Chiquitistanís sois idiotas?), y en definitiva se mira el dedo que apunta a la luna en lugar de la luna.
Yo no sé si somos idiotas o no, pero desde luego a menudo nos tratan como si lo fuéramos. Basta con escuchar cualquier telediario. Ayer mismo, en una tele local, apareció una noticia sobre sobre la remozadas murallas de Pamplona, en plan «ay, que chulas nos han quedado», y un chiringuito municipal que han montado con exposiciones, visitas guiadas y todo el monario, y casualidades de la vida, quien salía hablando de todo ello era el flamante y nuevo candidato a la alcaldía de Pamplona, unn señor que hasta ahora no tenía cara y que atiende al zumbón nombre de Maya, director del área de urbanismo de Pamplona (que es lo que nos faltaba, un urbanista en una ciudad en la que el cemento es moneda de cambio -entre las medallas del señor Maya, está por ejemplo, el parking de la Plaza del Castillo, que como de todos es sabido contó con el repaldo unánime de todos los pamploneses, y por eso no hizo falta someterlo a referendum, aunque lo pidieran, por pasar el rato, más que nada, 25.000 firmas). O cuando hablaban de las detenciones del aparato (aparato se le llama a algo cuando no se sabe muy bien qué es) Ekin, entre las que oh, casualidades de la vida, estaba el hijo del actual portavoz de la izquierda abertzale, pero no tiene nada que ver, no hay nada coyuntural , se detiene por que sí, porque hay cargos e indicios, no es una redada política, y -dice el otro, qué gracioso- que en España hay separación de poderes, así que cuando esta madrugada cincuenta guardiaciviles vinieron a Sarriguren a detener a una persona porque -creo que la acusación es esa- se ocupaba de una página web que de momento sigue activa, la televisión debía de estar por ahí no porque el juez o el delegado del gobierno o alguien les había avisado, sino porque pasaban por ahí, a las cinco de la mañana, para rodar un especial Callejeros ciudades-dormitorio, o algo parecido, qué idiota eres. Y así todo.

En fin, esta es la carta de Jesús Sanz Astigarraga.

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