Yo ya no sabía, no discernía la realidad de los sueños, estaba en el puto séptimo cielo, y este era una fiesta de un pueblo de la Ribera de Navarra, lleno de chicas morenas, que se reían en voz muy alta, que se ponían brazos en jarras para cantar una jota y de la boca les salía un pajarico, mientras la falda blanca de tablas les hacía pinza justo en la raja del culo, un culo duro y respingón como un pan de pueblo, y en la blusa se les marcaban los pezones igual que nueces, aquellas chicas que te llevaban a lo oscuro y te daban besos con lengua que sabían a zurracapote, o te la cascaban, sin dejar nunca de reírse, mientras sus novios hacían recortes a las vacas, aquellas chicas que te hacían una mamada, sin sacarse la polla de la boca, y repitiendo despacito el nombre de su pueblo, Fustiñana, Cintruénigo, Ribaforada…
Mi polla era la polla de todos los muertos de hambre del mundo, de todos los enfermos y salidos, yo los alimentaba con fantasías, sanaba los carcinomas que habían hecho engordar la religión, la moral, el pudor, el rechazo, sí, mis películas interesaban a alguien, se convertían en objetos de culto, yo había nacido para eso, había nacido con ese don, aquella minga como una grúa, capaz de levantar todas la basura del mundo y arrojarla a la papelera –junto con unas cuantas servilletas de papel—.
En abril publicaré una novela de lo más gamberra -me parece a mí- en una nueva editorial madrileña, Eutelequia, al frente de la cual hay una editora extraña, que te mima, te cuida, te anima, te llama, cree en ti… Su proyecto, en el que además hay embarcados unos cuantos amigos, promete mucho y estoy muy contento de formar parte de la tripulación. Estas son las novedades en la sección de narrativa (además tiene otra de filosofía de lo más interesante, que ya lleva algún tiempo rodando y que podéis ver aquí: www.eutelequia.com).
Diario de un escritor delgado es la historia de un hombre ingenuo y primitivo que unos días contempla la vida desde el optimismo más beligerante y otros desde el más profundo desaliento. Sobre unas cosas parece tener las ideas muy claras, sobre otras no tanto, pero su peculiar sentido de la realidad siempre le está empujando a dejar testimonio de todo. Cualquier incidente cotidiano, por insignificante que pueda parecer, le sirve como excusa para ejercitar el lenguaje achulado y en ocasiones barriobajero que le caracteriza, y mientras se cuenta a sí mismo sus andanzas y chismes íntimos, aprovecha para hacer una crítica, a pequeña escala, del mundo mediocre y ruin que le rodea, disparando en todas direcciones sin pensar en las consecuencias. De modo que al final, entre introspección y autoexamen, nuestro escritor delgado consigue enhebrar sus anotaciones para que el anecdotario del día a día acabe cobrando forma de memoria imaginada.
Cuento kilómetros podría ser el diario de un navegante del S. XVI adaptado a nuestro tiempo, un cuaderno de bitácora contemporáneo, pero, en realidad, este compendio de relatos conectados entre sí por distintas voces narra la historia de una pareja que rompe la secuencia espacio-tiempo para fundir sus almas en una sola y viajar lejos, muy lejos. Mario Crespo construye una ficción con entidad de novela mediante relatos cortos que se articulan en torno a las aventuras del personaje de Claudio Rivera y donde el propio autor entra y sale de la narración en un inquietante juego entre la ficción y la realidad de sus vivencias.
Asco cuenta el periplo de una familia a bordo de un crucero por el Adriático, el mismo barco en el que una vez viajó el escritor David Foster Wallace para elaborar uno de sus más célebres reportajes. Durante la travesía, en la que atracan en las costas de Grecia, Croacia e Italia, el narrador empieza a sentir aversión hacia el comportamiento de muchos pasajeros, contaminados por la gula y la falta de respeto.
Asco es una diatriba visceral contra el consumismo y la mala educación, contra todo lo que hay de simple y de egoísta en el hombre. Relato inclasificable, novela que juega con el diario, el ensayo y el libro de viajes, es la última obra narrativa de José Ángel Barrueco.
Pascual se levanta de la cama y descubre que no puede apoyar el pie izquierdo. El médico le dice que sufre una calcificación del talón de Aquiles. Meses después, cuando lo del pie parece que se ha solucionado, el testículo empieza a darle problemas. Entonces cae en la cuenta de que una serie de lesiones y enfermedades que está sufriendo (infección de muelas, contracturas, roturas de huesos, pérdida de visión y de audición, trastornos en el estómago…) se localizan curiosamente en el lado izquierdo de su cuerpo. Analizando la situación llega a la conclusión de que ese lado izquierdo es el que más próximo está de su mujer a la hora de dormir, y que quizá todo se deba a su influencia maligna. Podrían pensar ustedes que eso es algo demencial, pero no conocen a su mujer, Norma, ni sus Leyes Fundamentales escritas en un cuaderno de hule azul.
Así comienza esta hilarante aventura de un hombre a la búsqueda de su destino.
Abriéndolo al azar, en La métrica del olvido escucharemos todo un coro de voces en cualquiera de sus páginas. Aquí resuena el dolor punzante que se provocan las parejas, los comienzos de un romance que nunca llega a consumarse, los enredos de un acusado, las confesiones de los anacoretas de hoy, las reflexiones filosóficas de un prisionero antes de ser ejecutado, los suspiros y anhelos de mujeres despechadas, la búsqueda de uno mismo en los otros, los aullidos hacia una posibilidad de amor siempre en el horizonte o las respuestas duras y certeras de un escritor ante las impertinencias del reportero. Al adentrarnos en sus relatos, sentiremos la obsesión que transmite un lenguaje afilado donde el estilo se convierte en contenido, todo ello bañado con la espuma del humor, enriquecido con un acondicionador de ironía, perfumado con los fluidos del sexo y, por fin, desinfectado de la trivialidad con litros de alcohol. Relatos que permanecerán siempre actuales en una espontaneidad expresada con la palabra digna y orgullosa de ser ella misma.
En los años 80, Dick Grande, un barrendero “heavy” de Pamplona se convierte accidentalmente en estrella internacional del porno. ¿El secreto de su éxito? Su privilegiada herramienta de trabajo (la “blakandeker”), sí, pero sobre todo su aspecto de hombre vulgar: tirillas y difícil de ver, cuando aparece en sus películas haciendo el amor con las mujeres más hermosas del mundo, los hombres solos, tristes y rotos creen que pueden ser como él. Dick Grande recorre los santuarios secretos del porno “amateur” —La Habana, París, Bangkok, Manila, México DF…—, funda un movimiento musical (el porno-rock radikal vasco), financia involuntariamente con sus películas una guerrilla maoísta… Pero él también es un hombre insatisfecho, que solo persigue desesperadamente el corazón de la mujer que le introdujo en el mundo del porno: la dulce y sucia Janis. Brutal y tierna, soez y poética, animal y, por ello, terriblemente humana, ¡Oh Janis, mi dulce y sucia Janis! se convierte, bajo la apariencia de una novela de género (erótico) en un pimpapúm social que no deja títere con cabeza y un artefacto infalible para hacer reír a mandíbula batiente mientras una pantera resopla en nuestra entrepierna. Por fin una novela atrevida (que antes fue novela-blog y recibió medio millón de visitas), escrito a tumba abierta por un autor valiente para lectores valientes cansados de leer solapas de libros que nunca cumplen lo que prometen.