FINALISTA DEL III PREMIO DE LITERATURA NAÚGRAFO DIGITAL
Todo un honor, en definitiva, porque el espíritu de este premio es que Laporte reconozca el libro que más le ha molado durante este año, y viniendo de un lector y un escritor como él no es moco de pavo. Cuando venga por Pamplona, por lo demás, ya le sacaré un txikito en el Ulzama.
TELETIENDA
Bueno, el caso es que, insisto, para las navidades el libro que hay que regalar es DIOS NUNCA REZA, no sé si todavía no os habéis enterado; y si queréis hacer un poco el gamberro ¡OH, JANIS MI DULCE Y SUCIA JANIS! (que además se puede conseguir sin gastos de envío y contrareembolso pidiéndolo a la editorial: office@eutelequia.com), así que aquí os dejo un enlace con algunas de las librerías en donde podéis encontrarlos (estará en más y también se puede encargar al librero) y si no siempre tenéis internet, Elkar, Casa del libro, Iberlibro, etc.
DIOS NUNCA REZA
http://www.todostuslibros.com/libros/dios-nunca-reza_978-84-9868-319-6
OH, JANIS
http://www.todostuslibros.com/libros/oh-janis-mi-dulce-y-sucia-janis_978-84-938733-3-2
Y si alguien quiere su garabato o una rebaja (para el de Janis), no tiene más que escribirme y a ver qué se puede hacer.
Se cierra la teletienda.
MARTES Y TRECE
Mañana, martes 13 de diciembre, estaré en la cafetería Niza de Pamplona, a las 7 de la tarde, en una firma de libros autogestionada y prenavideña que igual os ayuda a solucionar vuestros olentzeros, amigos invisibles, etc. Si os pasais charlamos un rato. Es una cosa mía, me la organizó yo a mí mismo, a ver qué pasa, así que estaré en una mesa, si pillo libre, tomándome un café, sin llamar mucho la atención, sin clavel en la solapa, ni nada, el que quiera yo creo que ya me conocerá. Tengo algunos «Dios nunca reza», un par de «Atrapados en el paraíso», algunos «Cuentos sanfermineros», y unas Janis que están rebajadas, oiga.
CAMBIO CLIMÁTICO
Otra de mis colaboraciones en «Guía del niño»:
CAMBIO CLIMÁTICO
Hace frío, aquí fuera. Incluso cuando me abrazo a la secadora. Lo tenía todo pensado. Sabía que algún día llegaría este día. El día en que M alcanzaría las manillas de las puertas. Sabía que el tabaco me iba a matar. De frío. Sabía que algún día, mientras me fumaba un cigarrillo ella se acercaría y cerraría la puerta del balcón. Lo sabía, pero lo fui dejando pasar y no hice nada para solucionarlo. No dejé preparado el kit de supervivencia (una botella de agua, una manta, algo de comer, un teléfono móvil…), y ahora estoy aquí, pensando en que tarde o temprano deberé beberme el agua de la secadora y hacerme una ensalada con los geranios. Tampoco cambié el cristal esmerilado de la puerta por uno normal. Y eso es lo que más preocupa: al otro lado veo desfigurada a M, y no sé si el pánico le ha cortado la respiración o el habla… ¿Por qué no llora? ¿Por qué no llama a gritos a su papá? ¿Estará bien? Sí, parece que está bien, pero ¿y si ahora de repente le da por arrimar la banqueta a la cocina y poner la sartén y echar aceite y…? ¿Y si se va a la bañera y abre el grifo y entra dentro y el agua está demasiado caliente o demasiado fría? ¿Y si vuelve a meter otra onza de chocolate por la ranura de la Wii?… Esto es un sinvivir. ¿Cuánto tardarán en llegar Malen y H? Por favor, Malen, no le pruebes más camisetas al niño, esa de Phineas y Ferb le queda muy mona y a él le gustan tanto esos dibujos… Creo que estoy empezando a desvariar. Será cosa de la hipotermia. Y del cambio climático. ¿Es normal este frío una tarde-noche de junio? “Papá ¿quien hizo el mundo y a las personas?”, oigo la voz de H, pero no, aún no han llegado del Zara o el H&M o donde demonios estén. Es solo mi imaginación. ¡Ay, qué mayores se están haciendo! M ya llega a las manillas y H ya se hace preguntas raras. Dudas existenciales. Bueno, dudas lo que se dice dudas tampoco. Él tiene la certeza de que el mundo se creó a partir de un meteorito con forma de chistera del que “alguien”, un mago, fue sacando gente y animales. Y a Phineas y Ferb… ¡Un momento! M se acerca. Vamos, chiquitina, eso es, gira la manilla, muy bien, así, así ¡ASÍ!… ¡Ay, cómo te quiero!, le digo, espachurrándola por fin entre mis brazos. Y ella, sonriendo (todo parece que ha sido solo una broma –algo larga-), me contesta “Que su-to ¿eh?”. “Sí, que susto, bonita”, digo yo. Y también la prometo que a partir de mañana dejaré de fumar. “Por estas”, besos mis dedos cruzados. Parecen dos barritas de pescado congelado.