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MÁS QUE ENSAYOS, VIDA: ISMAEL GRASA Y PATXI IRURZUN (Otra reseña, esta de ‘Dios nunca reza’, por Octavio Gómez-Milián en ‘Zaragota’)

Oct 13, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Leer es un analgésico, más si dos dos libros tan extraordinarios como los dos ensayos publicados recientemente por Ismael Grasa y Patxi Irurzun. Los llamo ensayos porque han aparecido bajo sendos epígrafes en sus respectivas editoriales, pero la realidad y su lectura me han dejado el sabor de boca de alguien que escribe sobre la vida. El primero, La flecha en el aire de Ismael Grasa, editado por Debate , es un dietario de las vivencias como profesor de filosofía del autor aragonés. Un empleo casual que termina desembocando en una pasión por la docencia llena de ternura y reflexión. Ismael habla de los grandes temas con la sencillez de un erudito, para unos alumnos que comienzan a dar muestras de lo que serán en el futuro: algunos personas con criterio y deseo de libertad individual y otros peces que se dejan arrastrar por la corriente. No hay deseos de salvación absoluta para ninguno de ellos, solo ganas de mostrar el camino, aún asumiendo que uno puede estar equivocado, pero siempre con el deseo de acompañar. Todos los que usamos la tiza con mayor o menor acierto deberíamos leer este libro, porque encierra claves suficientes como para mejorar nuestro día a día, sea en las matemáticas o en la geografía, porque la filosofía es el tronco, el sustento de todo lo demás (por mucho que los resabidos autores de libros de texto busquen arabescos para facilitar la digestión). Un libro, el de Ismael, que pide ser prestado y releído, algo que hoy en día, en el consumo y el fagocitado de los textos, es muy complicado. Sin más poesía que la propia vivida, La flecha en el aire ha llegado para quedarse. El segundo libro que he devorado estos días (y digo devorar, porque ambos me los he leído en una sola sentada) es Dios nunca reza de Patxi Irurzun, editado por Alberdania. El oficio de Patxi como escritor es tal que un diario de su verano del 2008 se lee como una novela, lleno de ritmo, de pequeñas emociones, de la hermosura que trae lo cotidiano. Hijos, pareja, literatura y rockandroll (ya cada vez con más frecuencia escuchado con cascos o en las filas de los carrozas), pero siempre con un poco del colmillo afilado que ha convertido a Irurzun en un outsider, colocado sobre el alambre que separa lo formal de lo alternativo. Kebabs de madrugada, la multiplicación de las cajas en las mudanzas, los Sanfermines, el amor familiar, algo que se ha convertido casi en una transgresión en estos tiempos de postmodernidad. Patxi picotea y no quiere sentar cátedra, solo ser uno más, pero con el respeto del individuo.

Os dejo aquí el texto que Daniel Gascón escribió para la presentación de la Flecha en el Aire
y el blog de Patxi Irurzun.

La foto de Lucas, Titán, Pinocho y un servidor se hizo la noche en que comienza el dietario de Patxi, en Logroño en el 2008. No sé quién la hizo, posiblemente el mismo Patxi. Hoteles de más de una estrella para escritores tirados…

http://leocamaleon.blogspot.com/2011/10/mas-que-ensayos-vida-ismael-grasa-y.html

ESCRIBIR COMO DESANGRARSE (Una reseña de ¡Oh, Janis! en ‘Estado crítico’, por Daniel Ruiz García)

Oct 13, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Por momentos, con este libro he tenido la sensación de estar leyendo un cómic antes que una novela. Ello es así, primero, por el corte de la historia, las aventuras y desventuras de un pobre currela navarro que de un día para otro se convierte en una especie de estrella del porno especializada en ambientes exóticos. Y segundo, y sobre todo, por el estilo literario de Patxi Irurzun, un tipo no sólo con buen pulso narrativo, sino dotado con gran talento para transformar la realidad en algo deforme, un dibujo grotesco donde no falta la caricatura, la hipérbole, la casquería, la sordidez y el exceso.

La apariencia excesiva del relato, el tono estilístico desmesurado, es lo que invita a pensar que Irurzun, antes que escribir, parece desangrarse con las frases. Abundan las digresiones, los comentarios impertinentes, las observaciones feístas o directamente zafias, pero la prosodia, el estilo del fraseo, hace que todo esté bien lubricado y parezca compacto, dando una unidad al libro que no acaba hasta el final de la novela.

En cierto modo, Irurzun emplea el recurso de su protagonista pornostar trotamundos para mostrarnos realidades nada agradables, en una especie de tour turístico por el Tercer Mundo empaquetado bajo la aparente pátina amable del humor. Con ese humor se permite trasladarnos a realidades miserables como algunos barrios de Manila, Bangkok o Cuba, poniendo siempre en todo una mirada supuestamente desentendida y cafre, pero bajo la que se deslizan los, a mi juicio, mejores momentos de la novela. Mostrar miserias sin que resulte forzado, o sin caer en el maniqueo o el ternurismo, es una de las habilidades más complicadas a la hora de abordar materiales literarios sensibles. Pero en esto Patxi Irurzun se mueve con gran solvencia. ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! es una novela que se sabe gamberra, que se pretende iconoclasta, y que está construida desde el desprejuicio. Pero creo que su principal aportación subyace en los pliegues escondidos de esta declaración de intenciones, mucho más ruidosa, y con capacidad para barrer a su paso todo lo demás. Irurzun es un escritor bien dotado, al que me gustaría leer en registros serios. Si bien es cierto que esta novela me ha hecho pasar más de un buen rato.

Daniel Ruiz García
http://criticoestado.blogspot.com/2011/10/escribir-como-desangrarse.html

AL OESTE DEL EDÉN

Oct 12, 2011   //   by admin   //   Blog  //  3 Comments

La banda del abuelo continúa su campaña de alfabetización entre las tribus del norte, a base de rocanrol y literatura. Esta vez estuvieron en la reserva piel roja de Bergara, repartiendo los últimos ejemplares de ´«Atrapados en el paraíso« en lugar de espejitos y licor de fuego. En la foto uno de los indígenas afortunados con mi libro.

ALZHEIMER

Oct 12, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Joseba Beramendi, Exprai, recuperó el pasado Día de la Salud Mental este cuento desmemoriado que ilustró en su día en Gazte AlGARA

ALZHEIMER Patxi Irurzun

Esto ¿qué le iba a decir, joven?, ah, si, pues eso, que últimamente se me olvidan las cosas, y estoy asustado, dicen que empieza así, con una tontería, de repente no te acuerdas cómo se llama el cacharro esa para comer la sopa, y al día siguiente te confundes de autobús, y al otro no recuerdas del nombre de alguno de tus nietos, ni cuantos tienes de parte de la mayor, y al otro ya ni siquiera sabes cómo se llama ella, ¡tu propia hija!, así hasta que un día se te olvida hasta respirar, y te ahogas, te apagas despacito, te mueres, joder, el otro día, por ejemplo, había quedado con uno que hizo la guerra conmigo, que, es curioso, de todo aquello me acuerdo como si habría pasado ayer, por ejemplo aquel fascista al que me cargué, casi siento todavía sus tripas resbalándome por la cara, como limacos, tuve que dispararle, era o él o yo, él, por cierto, a veces hasta se me aparece en sueños, mira que son cabrones, ni siquiera muertos te dejan vivir en paz, se te meten dentro y tienes que cargar toda la vida con el fiambre, bueno, el caso es que había quedado con mi amigo por eso de los pasos de cebra, para que los niños puedan pasar tranquilos cuando entran o salen del cole, no es que me hiciera mucha gracia, me preguntaba si eso serían todavía más trabajos forzados, como cuando nos metieron a levantar a mayor gloria de dios y del caudillo, que para el caso era lo mismo, el Valle de los Caídos, y si todavía teníamos que estar pagando por haber perdido la guerra, porque si la hubiéramos ganado igual los niños podrían ir al colegio solos, la gente sería más civilizada y los pasos de cebra no parecerían hileras de ataúdes blancos, no se, da igual, el caso es que primero me confundí de día en la cita con mi amigo, le llamé, quedamos otro día, y entonces resultó que yo me fui a otro centro de jubilados, algo parecido, dicho sea de paso, a lo que me pasó cuando era joven, que me cité con una chica en una café, una chica guapísima, tenía unos ojazos como sartenes, me freía el corazón con ellos cada vez que se reía, y se reía mucho, yo sabía hacerle reír, y ella cómo sacarme de dentro todo lo que todavía no me había podrido por dentro aquel maldito muerto, éramos eso que se dice almas gemelas, y si en aquel café no hubiera habido dos puertas y cada uno hubiésemos estado esperando como pánfilos en una de ellas, sin llegar nunca a encontrarnos, igual hasta hubiésemos sido felices, y ahora me acordaría del nombre de mis nietos, y de mis hijos, no vería en ellos sólo la prolongación de esta vida vulgar, echada a perder, de viejo cascarrabias, amargado, esta vida de viejo verde, igual por eso me acuerdo en realidad de aquella chica, ahora que no hay Viagra ni vaca loca que valga (¿no dicen que la ternera te deja el cerebro hecho una esponja, y no es el pito de uno un cuerpo cavernoso, y no tenemos la mayoría de los hombres el cerebro en el pito?), bien, el caso es que al principio pensé que lo de mi amigo, lo mismo que lo de aquella chica, podía haber sido un malentendido, un lapsus, todos los tenemos, hasta los presidentes de gobierno, hablando de fascistas, me estoy acordando el otro día que salió en la tele y en vez de utilizar la expresión “cortina de humo” dijo “bote de humo”, supongo que le habría traicionado el subconsciente, porque estaban hablando de lo siempre, el tema vasco, ya sabe, en fin, eso fue el otro día, pero ahora ya empiezo a preocuparme, me he perdido otra vez, buscando a mi amigo, ya ve, joven, ser viejo no es fácil, todo esa tontería de que la edad se lleva por dentro es un cuento, por dentro está también la próstata de uno, y por su culpa uno tiene que andar parándose en cada árbol, como si fuera un perro, y a veces hay hasta que soportar que te insulten, ¡guarro!, me decían, un día que me dio el apretón a la puerta de un colegio de monjitas, igual eso era lo que teníamos que haber hecho en la guerra, venga a mear a las puertas de los conventos, en vez de quemarlos, pero bueno, ya estoy desvariando, a ver si va a ser verdad que me he dado el Alzheimer ese, o como se llame, en fin, yo lo único que quería preguntarle era si iba bien para el dichoso centro de jubilados, y no le molesto más, tampoco hace falta que se impaciente, si usted no puede perder más tiempo que diré yo, joven, que mañana mismo cumplo mis primeros 102 añitos…

http://www.exprai.com/2011/02/alzheimer.html

Armadura

Oct 10, 2011   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Un mes antes de que Nirvana publicara Nevermind, de que yo ni siquiera supiera que ese grupo existía ni qué era el grunge, me compré por fin la camisa de leñador. Aquella camisa de leñador fucsia. Solía verla cada vez que pasaba por delante de Ortega, una tienda en la Calle Mayor de Pamplona en la que vendían ropa de trabajo. Me preguntaba quién llevaría aquellas camisas. Quizás alguna brigada nocturna de tala, en los arcenes de una autopista de montaña. Me daba lo mismo. A mí me encantaba. Pero me daba vergüenza entrar a pedirla, primero, y una vez que la compré, salir con ella a la calle. Todo me daba vergüenza y miedo en aquella época: las chicas, el trabajo, el paro, la policía, la gente, el teléfono, las drogas, yo mismo, yo sobre todo… A veces me pasaba semanas enteras sin salir de casa, encerrado en mi habitación, escribiendo cuentos y oyendo discos, con el pelo sucio y aquella camisa de leñador que ni siquiera me quitaba para dormir. La camisa era mi armadura. Con ella puesta podía hacer astillas todos mis problemas, mi timidez, convertir en leña todos mis complejos y levantar refugios de palabras, cabañas en el bosque bajo los que me resguardaba de la intemperie de la soledad.

En aquella época, comenzaron a verse los primeros canales de televisión de otros países. En casa solíamos poner la MTV en alemán. Había un presentador con el pelo largo y aros en las orejas que se llamaba Nino y que ponía videos de Aerosmith, Europe, Bon Jovi… Yo salía de vez en cuando de mi habitación para verlos y mis hermanas no me gritaban que bajara la voz. Ninguno de nosotros entendíamos nada de lo que decían, pero a ellas les gustaba Nino y a mí el AOR. Y el hard rock. Y el punk. El reggae. El heavy metal. El blues… Tenía más de quinientas cintas, la mayoría de ellas grabadas, de grupos como Eskorbuto, Leño, Iron Maiden, Led Zeppelin, Barricada, Meat Loaf, Hertzainak, Dire Straits, Bob Marley… Pensaba que lo había escuchado ya todo y que todo estaba inventado. Y de repente un día, Nino puso aquel video: un gimnasio lleno de humo, unas animadoras vestidas de negro, moviendo desganadamente los pompones, un barrendero viejo y rijoso cabeceando al ritmo de la música, aquella música, sobre todo aquella música, como una válvula de escape, la espoleta de una bomba de mano a punto de estallar, un mantra de guitarras sucias, como mi pelo, y atormentadas, como yo… No sé cuantas veces oí ese año aquella canción, aquel disco. Muchas. Como se escuchaban entonces los discos. Aprendiéndolos de memoria. Recitando cada estrofa, cada rasgueo de guitarra como una oración. Nosotros que no creíamos en nada… Recuerdo las navidades de aquel año, cuando Nino hizo un resumen de los mejores discos y volvió a poner Smells Like Teen Spirit. Mis hermanas y yo cabeceando en el cuarto de estar. La mente llenándose de niebla y sangre al compás de la canción, del mantra, de la oración de los descreídos… Yo con mi camisa de leñador, talando de cuajo los nudos que crecían en en mi corazón en piel de gallina, en mi estómago muerto de hambre de vida, cercenando las ramas podridas, arrancando las raíces, despejando la espesura que me separaba del mundo, al otro lado de la puerta de mi habitación y de casa, degollando los monstruos del miedo y la introversión.

No convertí, sin embargo, a Nirvana ni al grunge en mi religión… No lloré, ni sentí que mi corazón se abrasaba cuando Kurt Cobain se extinguió como una llama. No escuché todos sus discos. No me masturbé pensando en Courtney Love. Nunca tuve curiosidad por saber en qué o quién se convirtió el niño desnudo nadando detrás del billete. Nunca me compré vaqueros rotos, porque yo ya hacía años que los tenía rotos, de puro viejos, y remendados varias veces. Nirvana no salvó mi vida, pero siempre supe, cuando escuché por primera vez aquella canción, que jamás había escuchado nada parecido. Y que era la primera vez que me sucedía algo así. Y, sobre todo, a partir de entonces comencé a salir a la calle, alguna que otra vez, con mi camisa de leñador fucsia.

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