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DE DUNCAN DHU A DUNCAN DHU pasando por Mark Twain, Bukowski o Sid Vicious

Jul 30, 2017   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog, seis grados  //  No Comments

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SEIS GRADOS (tercera entrega del serial veraniego para semanario ON, diarios del Grupo Noticias 29/07/2017)

La teoría de los seis grados de separación dice que podemos conectarnos con  cualquier otra persona del planeta Tierra a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. Aquí, además, hacemos el camino de vuelta.

Patxi Irurzun

DE DUNCAN DHU A DUNCAN DHU
pasando por Mark Twain, Bukowski o Sid Vicious

Resultado de imagen de secuestrado stevenson¿Cómo eligen los grupos de música sus nombres? Tarzán y su puta madre okupando piso en Alcobendas, Me voy ke me estoy kagando, Mari Cruz Soriano y los que afinan su piano… Son algunos de los poéticos nombres con los que algunos conjuntos han tenido a bien llamarse, pero otros menos audaces han preferido recurrir a la inspiración ajena y existe un buen número de músicos que se han bautizado tomando sus nombres de  títulos o personajes literarios. Es el caso de los donostiarras Duncan Dhu, que comparten nombre con uno de los personajes de Secuestrado, una novela de aventuras de Robert Louis Stevenson que daría a imprenta el mismo año que El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde y tres antes que La isla del tesoro, sus obras más conocidas. El Duncan Dhu de Stevenson, escocés, amante de la música y enemigo de la violencia, propone en un pasaje del libro solucionar una disputa entre dos huéspedes que aloja en su casa con un duelo de gaitas, duelo que se salda alegremente entre tragos de whisky y baladas, mientras fuera la niebla cae y los clanes de las tierras altas afilan sus cuchillos.

Una elección, pues, a contrapelo, la de Mikel Erentxun, Diego VasalloJuan Ramón Viles (el tercer miembro original del grupo, que años más tarde acabaría siendo concejal del PNV en el ayuntamiento de Donostia), habida cuenta de que por aquella época se estilaban más nombres de grupos más belicosos o que dieran un poco de asco: Eskorbuto, Vómito, Cicatriz, Basura, Kagando duro (lo de cagar con k era, y es, como vemos, recurrente: además de los ya mencionados, tenemos a Kagando entre dos coches, Kaka de Lux, Hemorroides Band, Ojete calor…).

Después se pondrían de moda nombres más largos como Ella baila sola, El sueño de Morfeo o La oreja de Van Gogh que no se sabía si pretendían dar gracia o pegarse el moco y que en esa indefinición acababan por resultar ridículos.

Pero esa es una opinión personal y además un servidor también publicó un libro de cuentos titulado La tristeza de las tiendas de pelucas, así que volvamos a los grupos con nombres inspirados por obras literarias.

Resultado de imagen de vetusta morla tortugaVetusta Morla, por ejemplo, que homenajea a la gigantesca y vieja tortuga sumida en un pantano de tristeza de La historia interminable (un pequeño paréntesis sobre esta obra: su autor,  Michael Ende, que como el protagonista del libro se vio atrapado dentro de la historia sin poder salir de ella, excepto para pedir a su editor más tiempo para escribirla, tal y como se merecía su fantástico hallazgo literario, consiguió que este accediera a publicarla con sus famosas dos tintas, verde y roja,  lanzándole un órdago a la grande: la novela, reclamó inicialmente, debía editarse con tapas de cuero e incrustaciones de madreperla).

Sigamos: Patrullero Mancuso toma su nombre de uno de los personajes secundarios de la genial novela de John Kennedy Toole La conjura de los necios, el incompetente policía a quien su jefe tóxico obliga a disfrazarse de las maneras más humillantes y estrafalarias, incluso para una ciudad como Nueva Orleans. The Velvet underground debe su nombre a un libro sobre masoquismo. Moby, a Moby Dick… La lista es larga, pero para cortarla de una vez e ir al grano (es decir, los seis grados de separación que nos llevarán de Duncan Dhu a Duncan Dhu, pasando por Mark Twain, Sid Vicious o Bukowski, entre otros), volvamos a tierras escocesas y añadamos por último a My chemichal romance, quienes se inspiraron en el libro del escritor de Edimburgo Irvine Wehls, Éxtasis: Tres relatos de amor químico (Ecstasy: Three Tales of Chemical Romance).

Resultado de imagen de iggy pop atolladeroWehls es también el autor de la novela Trainspotting, cuya adaptación cinematográfica todos recordamos, así como su banda sonora, en la que participaban, entre otros Iggy Pop (y ahora, una pequeña pirueta, de Iggy Pop a Iggy Pop, pasando por, entre otros, Antonio Alcántara): Iggy Pop,  además de en los escenarios, ha exhibido su anatomía nervuda de iguana humana en varias
películas, como El color del dinero, un anuncio de tónica  o Sid y Nancy (adaptación de la estupenda novela de Gerard Cole), en la que se narra la historia de amor de Sid Vicious,  el bajista de los Sex Pistols, y Nancy Spungen, que aparecería muerta en una habitación del Chelsey Hotel, el legendario hotel neoyorkino, por cuyas habitaciones han pasado escritores como Mark Twain o  Dylan Thomas (de quien cuenta la leyenda que murió tras atizarse 18 whiskys, no sabemos si escoceses o no, y quien, por cierto, también inspiró a Bob Dylan su nombre artístico), o músicos como Leonard Cohen y Janis Joplin, e incluso Janis Joplin y Leonard Cohen muy juntos, como atestigua la canción de este último, Chelsey hotel, en la que hasta un caballero como Cohen tiene un desliz y da indiscreta cuenta de la felación que le practicó el chico más feo del instituto, como llamaban a Janis Joplin en su juventud (a mí, sin embargo, siempre me ha parecido una de las mujeres más bellas del mundo).

En el Chelsey Hotel se alojó también el rey de los escritores malditos, Charles Bukowski, a quien en el año 2008 más de treinta escritores españoles homenajearían en un libro titulado Resaca / Hankover. Un homenaje a Charles Bukowski (Caballo de Troya, 2008)Resaca/Hank Over. Uno de los coordinadores de ese libro, Vicente Muñoz Alvárez, había publicado años atrás otra antología de relatos titulada Golpes, entre cuyos participantes se encontraba el cineasta Oscar Aibar, que ha dirigido numerosos capítulos de la serie Cuéntame (yo rezo todos los días para que no me toquen de vecinos una familia como la de Antonio Alcántara, que atraen todas las desgracias), y que a mediados de los 90 rodó en las Bardenas un western futurista titulado Atolladero que… ¿a quién tenía por protagonista? A Iggy Pop, en efecto.

Y tras la pirueta, recojamos a la iguana de Detroit y recorramos ya el último tramo del camino. En el año 2008 Iggy Pop sorprendió a propios y extraños franqueando la entrada al salón de la fama a Madonna e interpretando dos versiones de canciones de esta artista, quien también ha participado como actriz en numerosas películas. Entre ellas,  Dick Tracy, la adaptación al cine de las aventuras del famoso personaje de comic estadounidense, estrenada en el año 1990 y en cuya banda sonora de la versión hispana, tachán, encontramos la canción Herida de miel de… ¡Duncan Dhu!

 

YO TAMBIÉN BUSCO TÍTULO

Jul 30, 2017   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  2 Comments

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Artículo publicado en «Rubio de bote», colaboración para semanario ON, diarios de Grupo Noticias (29/07/17)

 

A veces suelo parar a desayunar en una cafetería en la que los cruasanes me saben a gloria. Es un sitio algo apartado, para llegar a él hay que desviarse por una carretera estrechita y, como lo de los cruasanes es un secreto a voces, casi siempre está llena de coches aparcados de mala manera en los arcenes. Para solucionar todo ese caos, la cafetería habilitó un parking en su parte trasera. Es una explanada bien señalizada y espaciosa, algunos festivales de música tienen menos plazas disponibles, pero a pesar de todo, por no andar los cincuenta metros que la separan de la cafetería, la mayoría de los coches siguen aparcando en la carretera, junto a la puerta del local.

He observado conductas similares en otros lugares, en los parkings de supermercados o en calles en las que no hay dificultades para encontrar sitio, pero en las que algunos conductores optan por la doble fila (o incluso a veces por la doble fila delante de una plaza vacía).

Los coches sacan a menudo nuestros comportamientos más rastreros. Y retratan a quienes los manejan. Los hombres con la imaginación pequeña se compran coches grandes. Quienes no tienen gran cosa que decir conducen coches ruidosos. Aquellos que…

(¡CAS-CA-RRA-BIAS, CAS-CA-RRA-BIAS!, escucho de repente voces dentro de mi cabeza, y veo también a un coro de niños que me señalan con el dedo)

Vaya, pues es verdad, disculpen la interrupción. ¿Un columnista debe estar necesariamente siempre enfadado? ¿Firma con hiel una cláusula en la que se le obliga a refunfuñar en cada una de sus colaboraciones? ¿Se siente más guay juzgando siempre las conductas de los demás? ¿Y ese tonito de superioridad moral? ¿Se aplica él el cuento, es un ciudadano, un padre, un votante ejemplar? ¿Para correctamente en todos los STOP?

Es más,  ¿para qué servimos en realidad los columnistas? En la mayoría de los caso, una de dos, o el columnista tiene su parroquia de lectores, con lo cual leerlo viene a ser lo mismo que ir a un mitin del partido al que ya sabe que va a votar; o, dos,  lo leen de manera morbosa aquellos que no lo pueden ni ver, que sienten repugnancia por lo que escribe y piensa, solo para reafirmarse en ese asco intelectual (a mí me pasa mucho con Pérez Reverte, y otros más próximos que no voy a nombrar para que no se exciten y por si me los cruzo un día por la calle —encima cobarde—).

Por no hablar de que en realidad un columnista en realidad está atado de manos, pies y lengua.  Ninguno lo admitirá, pues todos nos vemos a nosotros mismos como espíritus libres y enfants terribles, pero si el columnista fuera sincero y coherente consigo mismo, si escribiera realmente lo que quiere o como quiere, acabaría en un juzgado o en la calle (lo sé porque esto último me ha pasado varias veces y lo primero casi una).

Escribir columnas es una cosa de señores mayores enfadados o de escritores fracasados que mueven patéticamente el sonajero de su pluma. Las columnas, en fin, las deberían escribir jóvenes de veinte años y hablarnos de la última vez que hicieron el amor o contarnos a quién le meterían una buena yoya. Por lo demás, la cafetería en cuestión tampoco es para tanto, sus cruasanes saben a gloria celestial pero sus cafés convierten mi estómago en un infierno, como en casi todos los demás sitios.

(Samplers empleados para escribir esta columna: Señor mayor enfadado/Javier Marías (en cualquiera de sus columnas semanales); El hombre más airado de Holloway/ Nick Hornby, en Cómo ser buenos;  Busco título/ Cabezafuego, en Somos droga: toda esta columna ha sido en realidad una burda imitación de esa genial canción en la que el músico se aburre de la misma a mitad del tema y la mata cortándole el cuello con un histriónico rap).

 

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