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SUPERHÉROES DE PUEBLO

Nov 12, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en «Rubio de bote» (magazine ON, Grupo Noticias), 28/10/21

Lo cuento de oídas y no he encontrado información en la red que lo corrobore, así que lo mismo me lo he inventado o lo he soñado, la cuestión es que en algún pequeño lugar de Europa mantienen la costumbre de pesar en una báscula a su alcalde o alcaldesa al principio y al final de su legislatura. No lo hacen porque pretendan presentarlos a un concurso de belleza, sino porque esa era en siglos pasados la manera de controlar si el alcalde en cuestión se había beneficiado de su cargo. Lo había hecho si había acabado su mandato convertido en una morsa, aprovechándose de su posición para desviar hacia su despensa perniles y otras viandas (bueno, eso en el caso de que las morsas coman jamón); si, por el contrario, el alcalde había mantenido su figura, eso quería decir que había dirigido el Ayuntamiento de una manera austera y ecuánime, es decir, que había pasado el mismo hambre que el resto de sus vecinos.

Lo más parecido que tenemos hoy en día es la declaración de bienes y rentas de los cargos políticos, un supuesto ejercicio de transparencia que a menudo resulta bastante turbio, pues no existen sanciones en el caso de no presentarlas o de mentir u ocultar datos. De hecho, algunas de las que se hacen públicas resultan bastante sospechosas, dan ganas incluso de comprar un bocadillo o pagar una pensión Manoli a estos carpantas de la política, de la que sin embargo acaban a menudo saliendo a lo grande por una puerta giratoria.

Ser diputado o alcaldesa, pues, puede resultar, aparentemente, muy jugoso, una buena manera de ganar kilos. Sin embargo, existen medio centenar de localidades (la gran mayoría de ellas en Navarra, por cierto), donde nadie quiere el bastón de mando. Y es que hay alcaldes y alcaldes, lugares en los que ese trabajo resulta ingrato y en los que la única recompensa que se obtiene es que la mitad del pueblo deje de hablarte o en los que el cargo supone un sacrificio de la vida familiar y laboral o un perjuicio de la salud e incluso la propia economía. Pequeñas localidades en las que ese alcalde o alcaldesa tienen que arreglar una ventana, abrir la ermita a domingueros o viajar a la capital para reunirse con alguna morsa. Superhéroes de pueblo, a los que no hace falta poner en la báscula para comprobar que pierden peso y se dejan el pellejo por sus vecinos o su comunidad. Y no son los únicos, pues a ellos podemos sumar juntas de APYMAS, entrenadores de deporte base, bomberos voluntarios, periodistas de revistas de barrio o radios libres y un largo etcétera de personas que sin esperar nada a cambio ni obtener a menudo reconocimiento consiguen que el pequeño mundo que los rodea funcione o sea mejor y a los que desde aquí dedicamos hoy un gran aplauso, ¡plas, plas, plas!

ANALFABRUTOS

Oct 16, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Simónides

Hace algunos días en una entrevista cierto influencer, en una de esas baterías de preguntas rápidas (una canción, una película, etc.), al preguntarle por su libro preferido se jactaba de no haber leído ninguno desde el instituto. No quiero imaginarme qué tipo de influencia puede tener ese tipo entre sus seguidores (en mí desde luego la tuvo, influyó en mi ánimo de tal modo que me dieron ganas de estrangularlo, aunque me conformé con pintarle con un boli negro uno de los radiantes dientes −radientes, podríamos llamarlos− con los que sonreía, regodeándose feliz en su ignorancia).

Ese es el problema, en realidad: a uno no tiene por qué gustarle leer ni estoy muy seguro de que resulte muy pedagógico obligar a nadie a hacerlo (aunque, bueno, nadie se plantea que no sea pedagógico ni saludable, qué se yo, obligar a aprender inglés o hacer deporte en los institutos), pero alardear de tu analfabrutismo te convierte directamente en un paleto, iba a decir, si no fuera porque ahora los paletos se han apropiado de este adjetivo calificativo y lo usan como un boomerang. Un paleto puede ser hoy en día alguien que no conozca a nuestro influencer, quien además se autodefine como creador de contenidos. Yo diría, por ejemplo, que probablemente sea más bien un creador de contenedores (de los marrones, los de basura orgánica), pero me tengo que callar porque soy solo un paleto. Y un pitufo gruñón.

El mundo al revés. Y así, es probable incluso que Radientes, que aborrece la lectura, lleve tatuado en un costado una cita literaria de algún intelectual como, qué sé yo, Paulo Coelho o Paquirrín. Del mismo modo, hace unos días veía otra entrevista, en la tele, con algunos de los fans que durante el Zinemaldia esperan horas y horas a la caza del autógrafo de alguna actriz o actor famosos y me preguntaba intrigado si esas personas entran también a ver las películas en las que salen esos artistas. No lo sé, lo cierto es que desde hace algún tiempo muchos de los quioscos callejeros de prensa de las grandes ciudades se han reconvertido en tiendas de souvenirs.

Menos mal que para solucionar todo esto el Ministerio de Culturismo ha impulsado una campaña con la que ha llenado las marquesinas y vallas publicitarias de carteles con el lema “Hambre de cultura”. Yo es que es verlo y me entran unas ganas irrefrenables de leer a Dostoievski. Si de verdad se quisiera arrancar a la juventud de las garras de los analfabrutos a mí me parece que resultaría mucho más efectivo que en esos anuncios apareciera, qué se yo, un cuadro de Pieter Brueghel, el Viejo, o de Simónides, o un párrafo de alguna novela, por ejemplo, este de Solo quería bailar de Greta García: “En mi vida he tenío tres grandes aspiraciones: ser bailarina, matar a gente y tener un ano enorme donde metérmelo to”, con el que si a algún que otro joven no se le despierta la curiosidad y el hambre de lectura es que entonces ya está todo perdido.

Publicado en «Rubio de bote», colaboración semanal para magazine ON (diarios Grupo Noticias) 14/10/23

Entrevista a Satxa Soriazu

Oct 8, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Según a quién preguntes te dirá que mi versión de Rust in peace de Megadeth no es jazz”

Satxa Soriazu - Apple Music

Satxa Soriazu versiona en The Megadeth project: Rust in peace, uno de los discos referenciales del heavy-metal, al que le dio miles de vueltas siendo adolescente. Una propuesta singular y rompedora que, pone a cabecear a los más fieles devotos del thrahs-metal y puede defenderse a la vez en cualquier festival de jazz.

¿Megadeth a ritmo de jazz? ¡Sacrilegio!, pensarán los más puristas, tanto de un bando, el heavy metal, como del otro, el jazz, un género este último que, sin embargo, enarbola como esencia la libertad creativa y desde el que ya hemos asistido a fusiones de todo tipo. Miles Davis versionó el concierto de Aranjuez, por ejemplo, o ha habido aproximaciones a temas y artistas más próximos al pop y al rock: Beatles, Michael Jackson, Radiohead, Oasis… Pero resulta más complicado encontrarse con un disco que haga transitar el thrash metal por el territorio del jazz. El pianista hernaniarra establecido en Sarriguren, Satxa Soriazu, se ha atrevido y además lo ha hecho con un disco completo, un clásico del género, Rust in peace (1990) de Megadeth, que le voló la cabeza cuando tenía doce años y ha seguido girando dentro de ella hasta hoy. Le acompañan en su aventura Alejandro Mingot a la guitarra, Kike Arza, al contrabajo y Dani Lizarraga a la batería, en un trabajo editado por Aztarna (donde Soriazu publicó hace diez años su anterior trabajo, Zuri, junto con Jorge Abadías) y grabado el pasado mayo en el estudio Ona Etxea de Areatza.

¿De dónde surge la idea de grabar este disco?

El disco original, Rust in peace, es uno de mis discos de cabecera. Aunque ya estoy muy desconectado del heavy metal, en mi adolescencia sí escuché bastante este trabajo de Megadeth, que salió en el 90, me pilló con doce años y me explotó la cabeza. De hecho, hoy es el día en todavía lo sigo oyendo de vez en cuando, y no por nostalgia, como quien oye, yo qué sé, Parchís, sino porque realmente es un disco muy bueno. Por todo eso, desde hacía tiempo me andaba rondando la idea de llevar Rust in peace a mi terreno, aunque lo iba dejando, porque a la vez era un trabajo complicado, que exigía mucho tiempo y esfuerzo. Pero hace cuatro años hice un máster de interpretación y el trabajo de fin de curso consistía en un proyecto que tenía dos partes, una de investigación, y otra un proyecto musical personal. ¿Y qué había más personal para mí que ese disco? Fue así cómo arreglé cinco de los nueve temas del disco. Luego eso quedó aparcado porque el máster fue en la pandemia, pero el año pasado me decidí a terminar los cuatro temas que faltaban y a grabarlo todo.

¿Cómo se concilian o se fusionan dos estilos tan aparentemente diferentes como el jazz y el thrash-metal?

Bueno, según a quien le preguntes te dirá que mi disco no es jazz… Pero el jazz por definición es una música bastante abierta, ecléctica, de hecho hay fusiones del jazz con todo tipo de música, flamenco, música electrónica, música clásica… Lo que tiene este disco de particular es que se trata thrash metal, la parte más dura del heavy metal, aunque tampoco es Slayer, ni Anthrax o Sepultura. Rust in peace es bastante melódico, en la parte de la guitarra, hay mucho fraseo, aunque no lo parezca… es decir, y esa era mi idea, se pueden coger riffs y frases, y usarlos como ingredientes para hacer tus propios temas. Lo que yo hago es llevar la esencia de esa guitarra a mi terreno. En el thrash-metal se usa mucha semicorchea, mucha nota repetida en la misma cuerda y eso aparentemente no es muy pianístico. Pero esas figuras yo las simplifico y las llevo a un terreno más “tocable”.

¿Cuáles han sido las principales dificultades con que se han encontrado? Por ejemplo, su disco es instrumental, pero el original tiene una parte vocal.

Para mí -es una opinión muy personal-, aunque las letras tienen su importancia, su carga melódica es lo menos interesante y la verdadera carga melódica está en las guitarras. Yo me he basado en eso. En el caso de la voz, las melodías eran mucho más simples, y en algunos casos lo que he hecho ha sido inventarme una melodía, lo que en jazz se llama un contrafact, que es coger una estructura que ya existe e inventarte, por tu cara bonita, una melodía por encima. En otros caso, en otras melodías vocales más planas, casi recitadas, las he sustituido por juegos de ecos entre guitarra y piano, por darle un interés instrumental, igual eso ha sido lo más complicado.

¿Cómo se da otro aire a un disco que se ha oído cientos de veces?

En el disco hay mucha libertad, hay mucho mío, pero me ha salido más literal de lo que yo pensaba originalmente, porque es un disco que tengo muy interiorizado. Mi idea original del máster era coger de cada tema una parte, un riff, y desarrollarlo, pero es un disco que llevo treinta años escuchando, un disco, además, complejo, casi de rock progresivo, con muchas partes en cada tema. Al final, estructuralmente lo he respetado, es decir, digamos que cada parte está donde tiene que estar, aunque luego en cada una de ellas me he tomado esas libertades.

La aportación de los músicos que le acompañan supongo que también ha sido importante…

Por supuesto. Dani, cuando le comenté que para el máster iba a hacer este disco, me dijo que le flipaba Rust in peace. Y al final, claro, la implicación personal de alguien que vive como tú este disco es importante. Y lo mismo la de Kike y Alejandro, que son superprofesionales, y que se implican también al cien por cien. Y además con unos musicazos como ellos tienes la ventaja de que aparte de tocar lo que tú les dices, cuando los dejas sueltos, uf, sube el pan. Su aportación es vital, evidentemente.

¿A quién puede gustar esta disco o los conciertos que ofrezcan? Lo pregunto también porque con clásicos como Rust in peace a la gente más purista le puede parecer un sacrilegio.

Al final este un disco de una estética jazzística, pero también es cañero −salvo una balada, aunque también tiene su lado oscuro− y a cualquiera que le guste el heavy le puede gustar. De hecho, hicimos un concierto en Gasteiz, en el Dazz, y como allí los graban, al fondo de la sala había una pareja de amigos y a ella se la ve entusiasmada, cabeceando, como si fuera un concierto de thrash metal.

¿Cuál es el recorrido que puede tener ahora el trabajo?

Estoy llamando a todas las puertas que puedo, el 30 de noviembre, tenemos un concierto en Bilbao, en La Bilbaina Jazz Club. Los festivales de jazz ya han recibido la información, pero, claro, es difícil, son festivales que reciben un montón de propuestas…

Pero tampoco recibirán muchas como esta… ¿Tiene constancia de algún disco parecido?

No, no tengo constancia. La otra parte de mi trabajo del máster, la de investigación, era precisamente un trabajo comparativo sobre diferentes formas de llevar el pop o o el rock al jazz, cuánta fidelidad había al original, etc. Una parte de ese trabajo fue buscar que se había hecho, y, sí, hay muchas versiones de los Beatles, de Michael Jackson, de Pink Floyd, Abba… Pero algo tan complejo como esto… Bueno, en el jazz hay muchas ramificaciones y también hay un jazz que es complejo, pero la esencia del jazz son canciones con una estructura más o menos sencilla sobre la que los solistas interpreten libremente. En un caso como el de Rust in peace, de Megadeth, da mucha pereza, porque es un disco complejo y hay que ponerse a sacar las diferentes partes de cada tema, ver cómo se liga una con otra… No, no, yo no he encontrado nada parecido. Hay algunas versiones de Iron Man de Black Sabbath, que son una genialidad, ojo, pero Iron Man, aunque es un temazo, estructuralmente es muy simple.

¿Tiene algún otro proyecto entre manos?

Ahora mismo no, no tengo muchas ganas, se me ocurren cosas, pero en este trabajo he tenido muchos conflictos internos sobre hasta qué punto estaba respetando el original, le he dado muchas vueltas a todas las variables que se me ocurrían, que eran muchas…Ha sido un trabajo arduo y he sudado lo mío, la verdad, pero creo que ha merecido la pena.

EL MEDIO-RUNNER

Oct 4, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Puede ser una imagen de cerveza
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal en magazine ON (diarios Grupo Noticias) 30/09/23

Ahora frecuento menos los bares y no sé si el imán sigue funcionando, pero hace unos años yo tenía la cuestionable capacidad de atraer a los tipos más extraños, a los más locos y alucinados, que solían ser además igualmente los más pelmas (una vez, por ejemplo, tuve que aguantar durante horas a un tipo con una enorme mochila a la espalda que pretendía convencerme de que llevaba dentro de ella a su abuela disecada). Hasta hace poco pensaba que eso tenía que ver con mi debilidad de carácter, con la falta de coraje para quitármelos de encima sin que se molestaran o se sintieran menospreciados, pero desde hace algún tiempo veo desde la ventana de mi casa que en el banco que hay bajo ella viene con frecuencia a sentarse gente rara. Así que quizás exista realmente ese imán de frikis, algún tipo de fuerza electromagnética que los arrastra hacia mí, o al menos hacia el lugar en que estoy. La ventaja ahora es que, con un poco de disimulo, puedo observarlos sin que se den cuenta, o sea, sin que me den la chapa.

En las últimas semanas aparece cada mediodía el medio-runner. Lo he bautizado así porque, aunque algunos días se presenta vestido de arriba abajo con ropa de correr, la mayoría lo hace solo de cintura para arriba, con una camiseta Quechua, mientras de cintura para abajo lleva puestos pantalones de pinzas y zapatos. Por eso y porque durante la media hora que se queda en el banco se pimpla dos latas de cerveza, al tiempo que enciende un cigarrillo con la chusta del anterior o contempla cachazudamente a la gente que pasa.

Es un hombre de unos sesenta y cinco años. Mientras lo espío me hago pajas (mentales, quiero decir), me acuerdo por ejemplo de El adversario, de Emmanuel Carrère, la crónica de un caso real cuyo protagonista se hacía pasar ante su familia por un importante médico de la OMS cuando su ocupación real, que desempeñaba paseando cada mañana por parques o conduciendo sin rumbo por carreteras secundarias, consistía precisamente en eso: hacer creer a su familia que era un importante médico de la OMS, es decir, inventarse historias, jornadas laborales, compañeros de trabajo, etc. Me pregunto si el medio-runner también tendrá una doble vida. Si es un prejubilado al que los médicos han recomendado vida sana y que se despide cada mañana de sus hijos y su mujer con un “Me voy a andar” más falso que un billete con la cara del mono Txarli…

Me paso, pues, las mañanas observándolo. Observando cómo observa a los demás. Tal vez, a su vez, haya alguien que desde otra ventana observa cómo observo al medio-runner, y así en bucle. No lo sé, todo es un misterio. A veces, siento el impulso de bajar a la calle y dejar que el imán funcione, que el hombre se acerque a mí y me cuente su vida. Pero luego me acuerdo de que el protagonista de El adversario asesinó a sus padres, sus hijos y su mujer cuando descubrieron la farsa y se me quitan las ganas.

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