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RETROBASKET (Rubio de bote)

Sep 1, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Nadie me cree cuando lo cuento, pero yo fui una estrella adolescente del baloncesto. Hubo un tiempo en el que incluso estaba convencido de que me convertiría en el relevo natural de Corbalán. Después, lo más cerca que estuve de alguien parecido a aquel legendario jugador del Madrid, fue una vez que me quedé a dormir en casa de un amigo y su padre vino a darnos las buenas noches en calzoncillos tipo meyba y camiseta interior blancos.

Pero yo, lo juro, fui un base habilidoso y escurridizo. Tengo incluso una foto del Marca que lo atestigua. Fue cuando tenía trece o catorce años y me llevaron con la selección navarra a jugar un campeonato a Madrid. Aquel se convirtió en un viaje iniciático, en el que me afeité por primera vez, frente a un espejo descascarillado en el hostal de la Gran Vía en el que nos alojaron. Recuerdo que el baño era compartido y que en la puerta siempre había más corbalanes esperando con una toalla entre las manos y silbando con disimulo.

—¡Pero si os han traído a una pensión de putas! —me dijo un tío mío que era viajante y que estaba de paso por la capital, una tarde que vino a visitarme.

A través de la ventana se oía elevarse desde la calle el ruido de las sirenas de la policía, y los gritos de los borrachos y el estruendo de botellas rompiéndose contra las aceras. Yo entonces entendí por qué por las noches temblaban las paredes de la habitación y crujían los somieres y supe también que los corbalanes hacían cola en la puerta del baño para lavarse el ciruelo, antes de entrar en materia.

No sé si fue porque mi tío hizo una reclamación al Gobierno de Navarra o porque, contra todo pronóstico, fuimos pasando eliminatorias, pero al cabo de algunos días en la pensión comenzaron a servirnos un menú especial, diferente al de los otros clientes, que nos miraban con cara de carpantas cuando los camareros dejaban en nuestros platos unos jarretes descomunales. A pesar de ello, los chavales de las otras selecciones nos sacaban todos varias cabezas. Eran monstruos de feria, anormalidades físicas. Nos daban miedo. A nosotros nos habían seleccionado porque sabíamos driblar, fintar… En lugar de centímetros teníamos talento. Y nos divertíamos jugando. Gracias a eso llegamos a semifinales. Pero los catalanes eran ya demasiado altos y nos metieron una buena paliza. Sin embargo, en aquel partido yo alcancé mi cénit como baloncestista. En un contrataque, entrando a canasta, me pasé primero el balón por la espalda y después di una asistencia también por la espalda a un compañero cuando uno de aquellos soldados de Catalunya salía a taponarme. La grada coreó primero un ¡oh! y después aplaudió enfervorizada. Un spiker gritó mi nombre. ¡Irurzun! Yo me sequé el sudor de mi bigote recién rasurado y saludé con timidez. Silbando con disimulo, como si estuviera en el pasillo de la pensión con una toalla en la mano. Luego, en la siguiente jugada me pusieron un gorro descomunal. Y en la otra un orangután me tumbó en el suelo en un bloqueo. El juego había terminado. Seguí jugando a baloncesto durante dos o tres años más, pero ya no me divertía. Aquello se había convertido en otra cosa. Hoy, me pongo melancólico cada vez que veo un partido. Algunas veces, incluso, me siento a hacerlo vestido de Corbalán.

Colaboración para mi sección Rubio de bote de ON, suplemento de los periódicos del Grupo Noticias.

REBELIÓN ELECTRODOMÉSTICA

Ago 19, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment
Los electrodomésticos que comparten techo tienden a ser solidarios (entre sí) y estropearse todos a la vez. En nuestra casa, por ejemplo, ahora mismo tenemos averiados, entre otros, el frigo, que fue el primero que se puso en huelga porque es de sangre caliente (lo cual no es un rasgo del carácter muy recomendable, sobre todo para una nevera); el aspirador, que tiene muy mal humor y en lugar de aspirar bufa; la secadora, que es una mimosa y le gusta que le acaricien la espalda (justo en su punto G: el botón de reseteo, que te enteras de que existe cuando viene un técnico con un destornillador raro, quita el panel trasero, aprieta el susodichoso botón y te extiende una factura de sesenta euros)… En fin, sale más corto contar que solo funciona la lavadora, pero no quiero decirlo muy alto porque es una apestadilla (eso tampoco es muy propio para una lavadora) y como vive separada del resto, en el balcón, yo creo que aún no se ha enterado de esta rebelión electrodoméstica.
Todo comenzó, como digo, con el frigo. Fue el verano pasado, en pleno y canicular agosto, una noche de tormenta. Hubo una subida de tensión y se murió, el aparatico. Al principio, tras leer la pegatina con el teléfono del servicio técnico que decía que te solucionaban cualquier problema en 24 horas, tuvimos fe en su resurrección, pero el cristo nos duró tres meses. ¡Tres meses sin frigo! Se hicieron largos, pero a todo se acostumbra uno.  Es largo también de explicar cómo se complicó la situación. Por resumir: la pieza que había que reparar nos salió mochilera, estuvo dando vueltas por almacenes de los cinco continentes, mientras la empresa a la que compramos el frigo quebraba y nosotros nos hacíamos preguntas tales como si existe un servicio de reclamación para el servicio de reclamación del consumidor, todo eso sin una triste cerveza fría que llevarse a la boca y con la que matar las penas por no matar a un burócrata. Total, que cuando finalmente la pieza llegó, el frigo había comenzado a perder gas, y al cabo de algún tiempo dejó de funcionar el congelador. Así hasta hoy. El lado positivo es que la nevera genera ahora una capa ártica de hielo en la pared trasera y cuando queremos congelar algo no tenemos más que echarlo hacia el fondo. Y es que a los aparatos eléctricos, cuando se ponen tontos, hay que saberles coger el aire. Yo, por ejemplo, tenía que encender los limpiaparabrisas de mi primer coche para que funcionara el caset. Del mismo modo, cuando quería poner los limpias tenía que escuchar la radio. Y así todo. A todo se acostumbra uno. Es bonita la música conduciendo bajo la lluvia.

El caso es que tras el frigo, vino todo lo demás: lavavajillas, secadora… y a ello se sumaron otros achaques propios de la casa: calderines que pierden agua, grietas, humedades… Se pusieron todos de un obsolescente programado que daba asco. Al parecer es algo que pasa impepinablemente a los cinco años, la edad del pavo electrodoméstico y de las VPO. Los electrodomésticos son, en definitiva, una especie de células durmientes al servicio de las multinacionales, pequeños terroristas suicidas domésticos,  hámsters de metal amaestrados para que la rueda del consumo nunca pare. Y luego que salen baratos, los electrodomésticos…

Publicado en la sección RUBIO DE BOTE del suplemento ON del Grupo Noticias (Deia, Diario de Noticias de Alava, de Gipuzkoa y de Navarra) Página 8

MUNDO SELFIE

Ago 4, 2014   //   by admin   //   Blog  //  4 Comments




La foto más famosa de los pasados sanfermines no la ha visto nadie, excepto su autor, y quizás ni siquiera este, quizás tuvo que eliminarla, tras convertirse en el hombre más buscado a este lado del Arga. Me refiero a la autofoto (o el selfie, si nos ponemos en plan guay) que se tiró un corredor del encierro en la entrada del callejón, con el morro de un jandilla de media tonelada detrás, soplándole en la nuca. Al día siguiente parece ser que andaba la policía municipal con retratos ampliados buscándolo para hacerle apoquinar la multa y supongo que para imponerle un castigo ejemplar y presentarlo ante los medios como una especie de asesino en serie. A mí, en realidad, el encierro me importa poco, cada vez menos, sobre todo viendo cómo muchos corredores empujan, apartan a otros a codazos, todo para pillar cacho, sin importarles si eso supone echar a los demás a los pies de los caballos, o encima de las astas de los toros en este caso, algo probablemente tan peligroso y reprobable como correr con un móvil o con un kalimotxo de más (por no hablar de que a fin de cuentas, el encierro no deja de ser —no solo eso, pero también— una colaboración necesaria para que corra la sangre sobre la arena al atardecer).
En realidad, a mí lo que realmente me parece preocupante y significativo es que cada vez haya menos gente que corre los encierros con periódicos. Los corredores ya no esperan a que den las ocho leyendo la prensa, ahora miran sus móviles, entran a su facebook, mandan guasaps, se hacen selfies… todo lo cual no solo es el triste signo de la decadencia de la prensa en papel, sino que nos demuestra que vivimos en un mundo cada vez más selfie, en el que cada vez nos importa más lo que nos pasa a nosotros, por insignificante que sea, y menos o nada lo que les sucede a los demás. Hoy en día la famosa sentencia de Terencio, “Humani nihil a me alienum puto”, que suena mucho mejor traducida, “Nada humano me es ajeno”, no vale ya ni para ponerla en el encabezado del perfil de twiter, mucho menos si tu intención es comunicar al mundo mensajes tan trascendentales como que llevas unos días estreñido o que te vas a la cama.
 Me pregunto, por lo demás, qué habría sido del misterioso autor de la autofoto (a quien, además, si se observa con detenimiento, debajo de la sudadera le abulta algo, un extraño armazón… igual era un marciano o del FBI o superdotado), qué habría hecho  después de ver cómo se iniciaba la caza humana. Me lo imagino atrincherado en el baño compartido de una pensión del casco viejo, rapándose la cabeza o tiñéndose la perilla; o, ya en su casa, a salvo, lejos, luchando contra sí mismo, conteniendo el impulso de pulsar el “compartir”  en su instagram, valorando qué le compensa más, ganar cientos de “me gusta” o perder un buen puñado de euros, convertirse en un trendig topico en un megavillano en una ciudad de provincias…  Quizás, quién sabe, la autofoto ya está circulando por el subsuelo de las redes sociales; o quizás, lo más probable, salió descuadrada, movida, borrosa… Es lo que tiene el mundo selfie, esa moderna versión del mito de Narciso intentando besar su reflejo en el agua y descubriendo sorprendido cómo este se enturbia y se desvanece.

COLABORACIÓN EN MI SECCIÓN RUBIO DE BOTE PARA EL SUPLEMENTO ON DE LOS DIARIOS DEL GRUPO NOTICIAS 
PÁGINA 7



UN OSO SINTECHO Y OTRO EN TANGA

Jul 21, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Artículo publicado en la sección ‘Rubio de bote’ de ON, suplemento de los diarios del Grupo Noticias (http://issuu.com/gruponoticias/docs/on190714/0 Página 17)


UN OSO SINTECHO Y OTRO EN TANGA

—Este oso ha debido de llevar una vida de perros—pensé cuando vi aquel enorme peluche abandonado junto a los contenedores de basura, debajo de casa.
Tenía buen aspecto, a pesar de todo. Parecía más bien que en lugar de haber sido desahuciado del cuarto de un niño con alma de banquero, acabara de regresar de una comida de empresa de osos, en la que se hubiera excedido con los chupitos de miel o quedado traspuesto de vuelta a su madriguera, de puro gustirrinín, mientras se rascaba la espalda en la farola contra la cual se apoyaba. Parecía que durmiera la mona, el oso. Pero su aliento no olía a alcohol ni a ceniza ni a trucha muerta. Había algo inquietante en aquel oso. Algo misterioso. Me acerqué a él  y olfateé. Tampoco olía a babas ni a cabezas de niños ni de poetas. Nadie había besado nunca a aquel peluche, nadie lo había abrazado antes de quedarse dulcemente dormido. Aquel oso olía a trastero, a pelusones, a goteras, al moho que exhalan los corazones solitarios que no eligen serlo. A mí se me partió el mío al verlo. En la habitación de mis hijos había, hay un oso exactamente igual a él, un oso al que hemos querido, sobre el que hemos babeado mucho. Putoso. Así lo llamamos, cariñosamente, pues es tan pesado y grande —en todos los sentidos—que siempre está en medio de todo. 
Se lo regaló mi cuñada a mi primer hijo, al nacer. Apareció en la maternidad detrás de él y al entrar en la habitación casi asfixia al niño, pues se tiró emocionada a abrazar a su hermana sin percatarse de que en su regazo estaba la criatura. Putoso lleva pegado a su piel el primer aliento de mi hijo y las lágrimas hermosas como pompas de jabón de su madre y de su tía. Putoso ha servido de almohada a algunos amigos que han hecho parada y fonda por la casa, con sus maletas llenas de libros de poemas y sus cabezas de pájaros. Putoso fue airbag cuando los niños comenzaron a andar. A Putoso lo hemos puteado también de lo lindo, lo hemos vestido de judoka, de romano, le hemos puesto tanga… Y él nunca se ha quejado. Siempre ha estado ahí. Queremos mucho a Putoso, y por eso me resultó incomprensible que alguien hubiera podido ser tan despiadado como para abandonar a uno de sus semejantes, junto al contenedor de basura.
—Quizás —imaginé — este oso desahuciado sea hermano gemelo de Putoso, uno de sus diezmilquinientillizos, alumbrado en una de esas siniestras fábricas asiáticas o en esas maquilas centroamericanas en las que las niñas esclavas cosen mensajes de auxilio en las etiquetas de lavado—. ¿Y si me lo llevo? —me pregunté, y luego subí a casa a tramitar los papeles de la adopción (es decir, a mandarle un guasap a mi mujer para ver qué decía). Y mientras esperaba la respuesta me pareció que la imagen de ese oso, tirado en la basura, era una metáfora de algo, un signo de los tiempos,  que no llegaba a descifrar del todo, y pensé que, cada vez más a menudo, en los contenedores no había peluches abandonados, sino gente hurgando con ganchos, gente que tampoco tiene la vida que se merece. Después, me asomé a la ventana y vi que el oso había desaparecido. Me pregunté si alguien —ojalá— lo habría adoptado o si se lo habría llevado el camión de la basura.

PORTEADORES Y PALANGANEROS

Jun 22, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Hace algún tiempo visité el Palacio Real de Aranjuez y en una de las salas en la que exponían los juguetes de los niños que nacen príncipes por voluntad divina y de la Constitución española había una de esas sillas para hacerse transportar a hombros por cuatro vasallos, una silla pequeñita, con su palio y todo. Me pareció una imagen muy elocuente de lo  que es la monarquía. Si nada lo ha remediado, hace dos días (yo escribo esto una semana antes) Felipe Sexto se habrá paseado rey por el centro de la villa y corte de Madrid ante los aplaudidores, porque solo habrá aplaudidores y siete mil policías para dar de hostias a los que no lo sean. Semejante despliegue, dicen los telediarios, pretende evitar atentados y abucheos, y lo dicen todo en la misma frase. Y también escriben titulares como este: “El Rey que sirve a todos los españoles y el Príncipe que ama a España son aclamados y vitoreados por la ciudadanía”. No, no es una broma, es la portada de un periódico. O quizás sí, quizás es una broma, colada por un becario cuatrocientoseurista e irónico al que le ha tocado el cierre.
El departamento de comunicación y propaganda de la Casa Real también parece estar infestado de gamberros, si no no se entiende como pueden poner a leer al campechano Juan Carlos en su discurso de abdicación frases como: “La larga y profunda crisis económica que padecemos ha dejado serias cicatrices en el tejido social, pero también nos está señalando un camino de futuro cargado de esperanza”. Eso, si no es una broma, es de bribones. Y de cobardes. Eso a ver si hay narices de decírselo a la cara a un desahuciado o a un parado de larga duración.  O quizás no sea una broma ni puro cinismo, quizás sea solo dejadez, un trabajo mal hecho, una campaña de marketing y una ducha apresurada de patriotismo, cuando el régimen se ha tambaleado. Las elecciones europeas han dejado al descubierto la trastienda de este chiringuito de la que han salido dando voces y vivas al rey los dos grandes partidos, monárquicos y republicanos, ja, ja,  cuando han notado que les movían las sillas, y agitando las palanganas periodistas, empresarios y algún cantante argentino del que ya no voy a ser más fan. Porque yo estoy a favor de la ilegalización y el aislamiento social de los monárquicos. Y en contra del referéndum. No se puede estar a favor de la monarquía. ¿Se puede estar a favor del cinturón de castidad, de la picota, de la edad media? ¿Se hacen referéndums sobre eso?…
En aquella visita al Palacio Real de Aranjuez me imaginé  qué pasaría si alguien le regalara a uno de mis hijos una de esas sillitas de mano. Fue mucho imaginar, claro, porque no veía yo a los niños en el parque aupados en hombros por cuatro de sus amiguitos. Menuda lacha. En realidad, nunca saldría de casa con un juguete como ese, no se me pasaría por la cabeza (no sé si a los reyes, les sucederá eso, si pensaran a veces en lo antidemocrático de sus privilegios; o si seguirán siendo niños príncipes, pequeños tiranos toda la vida), pero si mis hijos, que son los únicos reyes ante los que agacho la cabeza, insistieran mucho y yo accediera, lo que realmente me preocuparía no sería verlos subidos en ese trono, sino que fueran uno de los que llevaran a hombros la sillita, con su palio y todo.

Patxi Irurzun
Colaboración para la sección Rubio de bote del semanario ON (periódicos Grupo Noticias)

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