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CIEN RUBIOS DE BOTE

Nov 19, 2017   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

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Esta mañana, cuando volvía a casa después dejar a la niña en el cole, otro padre me ha adelantado por la derecha con una maniobra que casi me hace chocar contra un árbol y después de reprochárselo con un diplomático “¡A ver si miras por dónde vas”!, porque a mí lo que me pedía el cuerpo era un buen ¡microrrelatista!, nos hemos enzarzado en un encendido debate, en el que entre otras lindezas, él me ha afeado mi querencia por el realismo sucio, todo ello mientras los dos seguíamos conduciendo nuestros respectivos patinetes.

En nuestro barrio es auténtica devoción la que hay —aparte de por el género literario del cuento— por los patinetes. Cada mañana cientos de niñas y niños se dirigen a la escuela subidos en sus scooters y después son los padres y madres  quienes regresan a casa en ellos, dejando que el viento les desmadeje el pelo y el aire fresco de la mañana rejuvenezca sus rostros y los bordillos de las aceras rompan sus caderas.

La discusión me ha puesto tan nervioso que hasta me han entrado ganas de fumar, después de más de veinte años de abstinencia, así que antes de entrar a la panadería a comprar una chapata y el periódico, con el que regalaban una antología de cuentistas crudiveganos uzbekos, le he pedido un piti a un tipo que había en la terraza.

—¿Tienes un cigarrico? —le he dicho.

Y, aunque sobre la mesa, junto a El rockanroll es un martillo (el último disco-libro de La banda del abuelo, que incluye seis relatos de Josu Arteaga), había un flamante paquete de tabaco rubio, él me ha contestado tajante:

—No.

Y además me ha escupido un aro de humo a la cara.

Se han perdido las buenas costumbres. Hace veinte años existía una especie de solidaridad entre fumadores. Uno podía ir por la calle y, si se le había acabado el tabaco, le pedía un cigarro a un compadre fumanchú y este se lo daba amablemente, porque al día siguiente le podía suceder lo mismo a él y si se cruzaba contigo eras tú quien le invitabas a fumar (todo eso dentro de unas normas no escritas, por ejemplo, si veías que a quien le pedías un cigarro solo le quedaban dos o tres decías “Ah, no, no, entonces no”, y parecía además que eras tú quien le hacías el favor). También se compartían las pavas de los cigarrillos. Se fumaba, en definitiva, en auzolan y nadie se quedaba sin fumar.  Fumaban incluso los que no fumaban, porque se fumaba en los bares, en los autobuses, en el médico…

A pesar de todo, he comprendido que el tipo de la puerta en realidad me estaba haciendo un favor, puesto que con su desplante se me han quitado las ganas de nicotinarme.  He entrado entonces a por el pan y el disco-libro, pero justo entonces ha llegado un abuelo, con un cochecito de niños, al que amablemente he sostenido la puerta y le he dejado pasar. Craso error. El señor no solo no me ha dado las gracias, sino que una vez dentro de la panadería se ha colocado en la fila delante de mí, dándome la espalda. Podía haber caído antes en la cuenta de qué clase de persona era si me hubiera fijado que bajo el brazo llevaba un libro de Alfonso Ussía.

Luego he entrado en el portal, me he encontrado en el ascensor con el cartero, que era clavadito a Buskowski, y con un vecino que es un fanático de Edgar Allan Poe y va siempre disfrazado de orangután,  he subido a casa, he encendido el ordenador y he empezado a escribir esta columna, con la que  cumplo cien colaboraciones, cien rubios de bote, y en la que pretendía escribir algo especial para la ocasión, algo original, pero no ha podido ser, porque a mí nunca me pasa nada extraordinario, ya me disculparán ustedes.

 

 

EL HOMBRE INVISIBLE

Nov 6, 2017   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
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Colaboración para «Rubio de bote», en magazine ON (diarios de Grupo Noticias). 4/11/17

 

Yo soy invisible desde que era muy pequeño, pero tardé años en descubrir mis superpoderes. Entonces, siendo un niño, no me daba cuenta. Es más, como todos los niños del mundo soñaba con que me fuera concedido el don. Me imaginaba a mí mismo colándome en las tiendas de chuches, en los vestuarios de las chicas, en el despacho donde el profesor de matemáticas preparaba los exámenes…

No me daba cuenta de que YA era invisible —o intermitentemente invisible—, a pesar de algunos indicios. Por ejemplo, cuando mi madre me mandaba a comprar el pan y todos los mayores se me colaban. “Uy, ¿estabas ahí, bonito?, no te había visto”, decían, cuando después de armarme de valor reclamaba mi turno. O en el colegio, cuando elegían a pies los equipos de fútbol y yo me quedaba siempre el último. Más tarde, cuando me cansé de eso y me pasé al baloncesto junto con otros niños invisibles, los demás seguían sin vernos, y teníamos que jugar nuestros partidos esquivando los balonazos de los futbolistas, que disputaban los suyos invadiendo nuestra pista sin ningún complejo.

Más tarde, llegó la adolescencia, y yo pensaba que las chicas no me veían solo porque era un chico tímido, con aparato, gafas y la nariz torcida. Y los chicos porque no me gustaba el fútbol, ni los coches, ni el patxarán… Sin embargo, a veces  tenía la curiosa y equivocada impresión de que me sucedía justo lo contrario, que todos me miraban, me señalaban, se reían de mí. Incluso comencé a caminar de otra manera, como si sus miradas me obligaran a encogerme. Luego descubriría que ese era uno de los primeros síntomas de la invisibilidad, uno va retrayendo su cuerpo hasta que consigue ocultarlo a los demás por completo.

Aunque cuando de verdad empecé a sospechar que realmente era invisible fue ya entrada la edad adulta. Fue por pequeños detalles.  Por ejemplo, cuando leía algún libro, en el autobús o en la playa, me daba cuenta de que la gente pasaba a mi lado y me llenaba las páginas de arena o se sentaba junto a mí y empezaba a hablar en voz alta sobre cosas insustanciales como el tiempo o sus dolores de cabeza. Era invisible también en las colas, o cuando iba a manifestaciones de invisibles, que, si uno atendía a las noticias de periódicos y telediarios, nunca se había celebrado.

Por el contrario, cuando se trataba de pagar las letras del banco o del coche, no había invisibilidad que valiera, así que como el resto de los mortales tuve que buscarme un trabajo (por eso y porque por aquella época yo era una persona honrada). Casi siempre eran trabajos “sencillos”. Como camarero, limpiando oficinas, de mensajero… Conocí a todo tipo de gente y escuché todo tipo de conversaciones: entre políticos y jueces, entre jueces y periodistas, entre periodistas y políticos, entre todos ellos y delincuentes de todo tipo, constructores, pirómanos, agentes del CNI… Siempre me impresionaba la manera tan impúdica en que hablaban de sus chanchullos ante mí, como si no estuviera presente, como si fuera solo una parte más del mobiliario. Su falta de escrúpulos me hizo abandonar aquellos trabajos honrados y dedicarme por completo a la invisibilidad, a los pequeños hurtos, el escaqueo… Descubrí alborozado que, al contrario que en las películas, en donde las ropas de los hombres invisibles flotaban en el aire, en la realidad estas desaparecían también contigo. Pero aquello no era vida, yo no era como ellos, yo tenía remordimientos, así que empecé a tirar de la manta, a hablar, por fin, a contar todas las cosas que había oído… Fue entonces cuando descubrí que en realidad no era invisible sino que hasta entonces los otros habían hecho como que no me veían.

 

 

 

ANTIPATRIARCAL

Oct 23, 2017   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

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El mayor problema que existe hoy en día el mundo es la violencia contra las mujeres. Se hace evidente de manera sangrante cada día, en cada nuevo asesinato, en cada agresión sexual, pero hay además detalles que a menudo pasan desapercibidos y que hacen posible o al menos ayudan a que eso suceda. Por ejemplo, durante las últimas semanas, tal vez por el aluvión de andanadas y enormidades escupidas a cuenta del procés catalán, pasó sorprendentemente inadvertida, en mi opinión, la manera en que el portavoz del gobierno español, Íñigo Méndez de Vigo trató de descalificar el referéndum del 1 de octubre. Un referedum antisistema, anticapitalista y antipatriarcal, soltó.

Y se quedó tan ancho.

La frase, por supuesto, pretendía ser una mofa (o un chistecito, que por lo que se ve es la nueva manera de hacer política) de los postulados del nuevo enemigo público número uno, la CUP, más enemigo, o enemiga aún que nunca porque viene con rostro de mujer, sobre todo si tomamos en cuenta que por otra parte esa frase trae implícita que lo que Méndez de Vigo y los suyos representan y defienden es, por tanto y por contraposición,  un sistema capitalista y patriarcal (es decir, en lo referido a esto último y atendiendo a los diccionarios “el predominio o mayor autoridad del varón en un grupo o sistema social”)

Eso, o que Méndez de Vigo se explicó mal; o que yo lo entendí mal; o que lo soñé, pues todo puede ser en estos tiempos en los cuales tus ojos ven cosas que no han pasado, como las cargas policiales y los heridos el día de ese mismo referéndum;  la proliferación de aguiluchos e individuos con los brazos en alto que ya no se llaman fascistas sino grupos de manifestantes (por cierto, la ultraderecha es también patriarcal, o ultrapatriarcal, pues rara vez se ve entre sus manadas a mujeres); las denuncias de agresiones sexuales en la intervención policial en las que a quien se investiga es a la denunciante; o  los sorprendentes alegatos “antinacionalistas” aplaudidos por multitudes que ondean banderas o se envuelven en ellas.

Uno de los que lo hacía con más brío era precisamente el líder del PP en Cataluña, Xabier García Albiol, quien días antes quiso hacer otro chiste a cuenta de las urnas empleadas en el referéndum y le salió el tiro por la culata, o la patita por debajo de la puerta. “Mi mujer tiene una igual para la ropa sucia”, dijo. Es decir, que el cubo de la ropa sucia en casa del señor Albiol no es el cubo de la ropa sucia de la casa sino el cubo de la ropa sucia de su mujer; a no ser que él tenga otro para él (y en cualquier caso nunca con forma de urna), que todo puede ser.

Por no hablar, porque ya se ha hablado mucho y se ha repetido hasta la náusea la gracia —que no la tiene— de los ataques a Anna Gabriel y algunas de sus compañeras de la CUP, no rebatiendo sus ideas independentistas o republicanas sino su corte de pelo, su manera de vestirse o su supuesta falta de higiene, entre otras lindezas.

Es solo un ejemplo, en este caso referido al monotema de estas últimas semanas, pero que podría trasladarse a cualquier otro e incluso, o sobre todo, al ámbito de lo privado, a las conversaciones, los detalles o los comportamientos machistas en que a menudo incurrimos, sobre todo los hombres, y que no debemos pasar por alto si de verdad queremos combatir la violencia contra las mujeres, que es repito, a mi juicio, el mayor de nuestros problemas, aunque a menudo lo olvidemos o sea, paradójicamente,  la propia y sangrante realidad la que lo convierta en algo asumido como inevitable y cotidiano.

Patxi Irurzun. Rubio de bote, colaboración para ON, magazine de los diarios de Grupo Noticias (21/10/2017)

 

 

 

UN HILO DE FACEBOOK

Oct 9, 2017   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
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Publicado en magazine ON ((08/10/2017)

 

Patxi Naski: Estoy pensando que aquí en el Facebook puede pasar una cosa curiosa, y peligrosa, sobre todo para vosotros, como es que yo publique un estado y vosotros lo petéis de megustas y de comentarios y después al día siguiente yo lo cambie y escriba justo lo contrario y os deje con el culo al aire.

Benigno Conejo: Vaya, no lo acabo de entender, soy nuevo aquí.

Patxi Naski: Sí, hay un botón de Facebook que es “Editar”, con el que puedes corregir tus entradas, cambiar las fotos… Imagínate que hoy pongo una foto de gatitos y vosotros empezáis a escribir comentarios del tipo “Uy, qué mono” o “Anda, como se parece a mi Pelusa” y al día siguiente yo cambio esa foto y pongo otra con uno de esos gatos que aparecen despanzurrados en las carreteras, y vuestros megustas y comentarios siguen siendo los mismos del día anterior.

Adolfo Gil: Tú lo que eres es un hijodeputa.

Elsa Capuntas: No sé qué te extraña, eso es lo mismo que hacen los partidos políticos con sus programas y la gente sigue votándoles.

Benigno Conejo: Ah, ahora lo entiendo, pero ahora mismo no estarás haciéndonos eso ¿no?

Juantxo Ramírez: Uy, fotos de gatitos, qué peligroso, cuidado que igual te llevan a la Audiencia Nacional.

Elsa Capuntas: Lo que Patxi Naski ha puesto es solo un ejemplo, en vez de gatitos podría tratarse de otro tema, por ejemplo, podría publicar un estado con el que todos más o menos estemos de acuerdo, algo en plan demagógico, que por otra parte es lo que suele hacer, notas facilonas a favor de los refugiados, o en contra de los toros, y al día siguiente borrarlo y escribir “Los borbones a los tiburones” o un chiste sobre Carrero Blanco o “Visca la terra!” y, tal y como están las cosas, podrían denunciarle por ultraje o sedición o por injurias al rey o por un delito de odio y a todos los que le hemos dado al me gusta también.

Adolfo Gil: Un hijodeputa y un rojo separatista y un puto maricón y un proetarra de mierda, eso es lo que eres, tú y todos los que publicáis en este muro.

Elsa Capuntas: A este sin embargo, probablemente, no le pasaría nada.

Altsasukoak aske: Y mientras los jóvenes de Alsasua ya un año en la cárcel.

Patxi Naski: No, Benigno Conejo, no voy a editar esta entrada, solo era una reflexión, una reflexión facilona y demagógica. Adolfo Gil y Elsa Capuntas bloqueados.

Miren Amiano: El Facebook y las redes sociales en general están llenas de riesgos, carencias y peligros. Bajo la apariencia de un instrumento que está a nuestro servicio o que democratiza las opiniones en realidad es un agente de control al servicio del capital. Es facilón hacer una entrada en contra de los toros o a favor de los refugiados o apoyarla con un me gusta porque de ese modo no sales a expresar esa opinión a la calle, que es el espacio que al poder le preocupa que ocupemos. Como decía la experta en redes sociales… Ver más

Juantxo Ramírez: Pues yo creo que me voy a sacar la chorra. Y es que escribir en Facebook es como masturbarse en público delante de decenas de desconocidos a los que en realidad les da lo mismo lo que hagas y que no te están mirando, no te están leyendo, porque ellos también se están masturbando y eso es lo único que les importa, no sé si me explico.

Benigno Conejo: No veo la foto de los gatitos…

 

 

 

 

 

GOOD MORNING!

Sep 24, 2017   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments


 

Publicado en ON, suplemento de diarios de Grupo Noticias (23/09/2017)

 

Qué día más raro. Primero me he levantado, he desayunado y al bajar al portal me he encontrado con una foto de mí mismo en el buzón. Bueno, eso tampoco es tan raro, desde que mi novela Potra se convirtió en un best-seller, me llaman como abajofirmante y para defender todo tipo de causas nobles, y la última ha sido esta campaña a favor de la castellanización de adultos. Pero, vaya, tenía que haber sido precisamente hoy, que tengo el examen del EPA. Me ha dado mucha vergüenza ir por la calle y verme a mí mismo en marquesinas animando a la gente a estudiar castellano (“Con el castellano ligarás”, reza el lema que acompaña mi careto) y después tener que presentarme en la escuela de idiomas a ver si de una vez me saco el título. Por si eso fuera poco, era el penúltimo más viejo en el examen. La mayoría eran jóvenes, recién salidos del instituto, escolarizados desde la guardería en el modelo E. Les pasa lo contrario que a mí, hablan español con soltura, pero son incapaces de escribir dos líneas seguidas sin que el diccionario les ponga una denuncia por trato vejatorio. Yo, por el contrario y como veis, me defiendo bien escribiendo, pero a la hora de hablar se me cruzan los claves y me sale el inglés: es lo que he mamado desde baby,  lo que he escuchado en casa, en el cole, en la calle, en la tele, en todos los lados.

En fin, confío en que ahora que soy famoso, me den un EPA honorífico o algo. Me lo merezco. Han sido muchos años de academias, pasándole la pelotita a un desconocido, “Me llamo Juancho”, haciendo teatrillos, cantando canciones de los Hermanos Cubero o de Extremoduro, leyendo a Patxi Irurzun, veraneando en internados… Pero no me quejo, al castellano le debo muchas cosas. Por ejemplo, conocí a mi mujer  en uno de esos internados. Me enamoré en castellano. Luego a los ocho meses nos pasamos otra vez al inglés porque así nos gritábamos mejor. Ahora estamos recuperando lo nuestro y nos escribimos whatsapps en español e intentamos no dirigirnos a los niños con engendros como “Common pa’casa”.

El caso es que después del examen me he dado una vuelta por el casco viejo y todo seguía siendo raro, era uno de esos días en que hay de todo a la vez, mercado medieval, maratones, batukadas, manifestaciones a favor y en contra del referéndum… En el mercado medieval me he comprado unas gominolas con sabor a Sol y Sombra y una piedra que dicen que corta el sudor (y como hacía calor y tenía la camiseta con corronchos me la he frotado en las axilas) y luego me he arrimado a una de las manis.

Yo estoy a favor del referéndum, espero que no me pase nada por decirlo, que no me llegue una citación o me lleve detenido la Europolice. Parece como si votar fuera solo un derecho para nosotros, para quienes queremos independizarnos de Europa, y no para los que desean seguir en la Unión. Y luego están los que dicen que en la Constitución Europea no hay nada que nos impida expresar democráticamente nuestras ideas soberanistas. No, claro, lo que nos impide es ejercerlas. Es como si tú quieres ser músico y tus padres te dicen que vale, pero que prohibido cantar o tocar un instrumento. Así que la única solución que veo yo es comprarte una guitarra (española) e irte de casa. También me hacen mucha gracia los que dicen que estamos vulnerando los derechos de casi la mitad (que en realidad es menos) de los españoles, los que se sienten europeos. Pues a todos esos demócratas equidistantes (ahora es guay ser equidistante, antes era lo peor que podían decirte) les pregunto yo si alguna vez les ha preocupado que durante décadas la voluntad de la otra mitad (que en realidad es más) haya estado sometida. Por no hablar de todos esos compañeros de profesión y de todo esos progres y de toda esa gente tan revolucionaria y de todos esos indignados permanentes de las redes sociales que estos días, cuando por primera vez tienen delante de sus morros una revolución (pacífica y serena, además) y un acto de desobediencia civil masiva, callan o si hablan es para ponerse en evidencia.

En fin, que se me calienta el morro.  Para acabar, he decidido volver a casa, entre otras cosas porque me han empezado a picar los sobacos una barbaridad, he puesto la tele, he visto en la tele a Mariano Rajoy haciéndose la picha un lío con uno de sus trabalenguas (él era el otro más viejo en el examen, creo que lo tiene aún peor que yo en el oral) y eso es todo,  así ha transcurrido este día tan raro, buenos días,  good morning!

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