Llevo unos días haciendo de escritor. No siempre es lo mismo hacer que ser. Quiero decir que yo soy siempre escritor, sobre todo cuando estoy en mi casa escribiendo, que es cuando más escritor soy, pero -que me estoy liando-, el caso es que llevo unos cuantos días haciendo vida literaria, vida pública, digamos, como si fuera un profesional, uno de los buenos, uno de esos escritores que un día están en la tele, otro en el chat de un periódico, al siguiente en la entrega de unos premios.. uno de esos que uno se pregunta cuándo escriben… Durante estos días he tenido un club de lectura, una presentación, he grabado un video … ¡Si hasta he ganado un premio! Ha sido el
Villa de Murchante, con un relato titulado
«Peaje». Estoy muy contento, por supuesto, hacía tiempo que no me ponía en plan cazarecompensas, pero todavía no he perdido facultades y me he llevado la bolsa, aunque esto suele ser a menudo un capricho del azar y uno no acaba de entender del todo cómo funciona. Esta vez, mi cuento ha resultado ganador entre 1255 relatos. Hace poco presenté otro cuento a un concurso de una revista de literatura muy moderna y muy festivalera y ni siquiera fue elegido entre la primera criba de doscientos cuentos. Y a mí me gustaba bastante más este cuento que el ahora afortunado. Si uno se para a pensar, ponerse a concursar en plan atleta con la literatura es ridículo, pero a veces hay que pagar este peaje. Nadie -bueno, yo al menos- se hace cazarecompensas por vocación, sino por necesidad.
El viernes que viene iré a Murchante a recoger el premio, a tartamudear mientras leo el cuento, y conoceré a Fernando Iwasaki, que ha ejercido como jurado del certamen.
Por lo demás, el viernes presenté en la FNAC de Zaragoza, ‘Dios nunca reza, con Dani Sancet y mi editor Jorge Giménez Bech, que vino a acompañarme desde Irún, y pude conocer al cantautor Joaquín Carbonell, toda una institución en Aragón (le paraba la gente por la calle para hacerse fotos con él), a quien yo también acompañaré dentro de unos días en Pamplona cuando venga a presentar «Pongamos que hablamos de Joaquín«, una biografía de Sabina, el que fuera su amigo, cualquier cosa menos hagiográfica. En la FNAC yo, entre otros, salía anunciado en un cartel debajo de una gran foto de Alberto Olmos, a quien últimamente parece que persigo o él sin saberlo a mí, igual porque le debo dos hostias, como el propio Olmos escribió en su odiado y admirado blog.
Al día siguiente, muy pronto (a eso de las cinco y media de la mañana) viajé con Dani Sancet y todo el grupo Insolenzia, hasta una masía en el Maestrazgo turolense para rodar un videoclip de en el que yo hago de Dick Grande, el protagonista de mi novela ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! pero cuando el personaje todavía es barrendero, no estrella del porno, y mejor, porque hacía un frío que todavía estoy entumecido (aunque a los del grupo sí que les tocó desnudarse, y esa fue la parte fácil del video). Ha sido toda una experiencia la del vidrioclip, casi 24 horas del tirón rodando (bueno, yo en realidad solo tenía unas tomas, y acabé de todos modos baldado), pero sobre todo compartir una vez más unas horas con los insolentes y ver desde dentro cuánto cuesta hacerse un hueco, también en el mundo del rocanrol, y cómo resisten y arriesgan y se dejan la piel algunos, como Dani Sancet y los suyos y encima sin perder nunca el buen humor. A su lado (sobre todo por esto último, yo que de natural soy más mustio) uno se siente intruso y fuera de lugar, a pesar de que tengamos muchas cosas en común. Mucha gente no sabe, no valora, no tiene ni idea, de cuánto trabajo hay detrás de un disco, o de un libro, cuánta ilusión y si esto no les vale cuánto tiempo invertido, desde luego mucho, muchísimo más que pinchar en descargar y esperar a tener ese disco, o ese libro entre tus manos.
Por fin, el domingo por la noche, volví a casa, que es donde yo de verdad estoy a gusto, todavía pude acostar a uno de los niños, la otra ya había caído roque, y después lo hice yo, como un tronco, y mientras dormía tuve pesadillas pensando en que la vida literaria continuaba, y yo ya no era escritor, ni siquiera cazarecompensas, tan solo escribía en mi blog, y contaba qué me había pasado en presentaciones, rodajes, entregas de premio, como si a alguien le importara algo todo eso.