“Es muy fácil cantar proclamas, pero menos llevarlas a cabo”
Santi
Escribano (periodista)
Foto: Montse García
Santi
Escribano reúne en “La hoguera” varias historias de canciones
que usan la música como herramienta de combate o hablan de luchas
políticas y sociales
Patxi
Irurzun/ Iruñea
La
hoguera, editado por Ovejas Negrax, forma parte de una trilogía que
se inició con “La Mecha” y culminará con una tercera parte en
la que sumará nuevas “Historias de política y rock”, ese es el
subtítulo de esta serie de libros. El periodista madrileño desglosa
en esta segunda entrega qué relato se esconde o cuál fue el
chispazo que hizo prender temas como “Solidarity”, de Angelic up
stars o “Bahía de Pasaia”, de Barricada, entre otros… En la
selección, por cierto, hay canciones de varios grupos vascos: La
Polla, Negu Gorriak, Piperrak… o se hace alusión a otros como los
estadounidenses Body Count, con el conocido rapero Ice T al frente,
quienes decidieron ofrecer su único concierto en Europa en 1994 en
el Gazte Topagune de Zaldibia.
Cuéntenos
cómo surge este proyecto y con qué objetivo.
Lo que busco es reivindicar cómo el rock – y variantes – han sido una parte fundamental en la formación política, cultura, social, personal… de mucha gente. En mi caso, vería el mundo de un modo distinto de no haberme topado en mi adolescencia con Reincidentes, Negu Gorriak o algo después Sin Dios. Desde entonces me divierte buscar, ampliar, qué nos contaban esas canciones en tres minutos, qué referencias tenían explícitas u ocultas. Y para no darle la barrila a mis colegas, desde 2016 lo hago en “100Fuegos, política y rock” programa que ahora emitimos en Radio XATA, emisora comunitaria de Pinto, y quise llevarlo al formato libro porque lo impreso luce mucho más y creo que escribo mejor que hablo.
El
rock, o una parte del rock ha sido a menudo una herramienta política,
o una manera de denunciar, mostrar disconformidad… ¿Cree que eso
se sigue manteniendo?
Creo
que sí, aunque también haya un rock conservador, reaccionario,
comercial e individualista. Cada generación de gente protestona ha
tenido su banda sonora: coplas antifascistas en los años 30,
cantautores y folk en los 70… y el punk rock ha sido en buena parte
la de quienes nacimos en los 70 u 80. Sigue habiendo rock de
denuncia, aunque (salvo quizá en el streetpunk) la media de edad es
alta. Ahora la chavalería con ganas de mostrar esa disconformidad lo
hacen con la música urbana o el indie. Y bien que hacen.
Además
de hablar de diferentes luchas, también hay un componente
sentimental o biográfico en muchas de las historias que cuenta.
¿Cómo ha sido la selección de las diferentes canciones?
Hay
canciones que te ponen la historia en bandeja: “Ustelkeria” de
Negu Gorriak, “Bahía de Pasaia” de Barricada, “Reggae fi
Peach” de Linton Kwesi Johnson o “Solidarity” de Angelic
Upstarts… Otras veces es menos obvio: Agua Bendita contando cómo
“Billy Joe” se engancha a la heroína me lleva a narrar cómo lo
hizo el que era mi mejor amigo de adolescente; Extremoduro
mencionando “Cáceres II, Alcalá Meco, Puerto de Santa María”
me sirve para hablar del sistema penitenciario español; o descubrir
que “Canto” de El Último Ke Zierre era el último poema de
Víctor Jara fue la excusa perfecta para recordar su nada rockera
pero muy política figura.
En
esa selección llama la atención que haya varias historias
relacionadas con grupos vascos, ¿el Rock Radikal Vasco, por ejemplo,
ha sido un referente para mucha gente, también fuera de Euskal
Herria?
Desde
luego, el rock vasco, y mucho más allá de la etiqueta del RRV, es
un referente imprescindible. Por hablar de mi entorno, Madrid, somos
muchas las personas que en un momento dado hemos sufrido de
“vasquitis”, viendo con envidia sana esa combinación de “jaia
ta borroka”, esa fuerza para dotar de contenido social lo musical y
lo lúdico, que hay en EH.
¿Piensa
que el rock, o cierto tipo de rock, puede estar ligado a una clase
social, a la clase obrera, en concreto?
En
su momento el punk, el rock, el heavy… eran cosas de barrio obrero,
aunque siempre hubiera pijos disfrazados. Ahora es todo muy raro, ves
precios de festivales, las zonas VIP acotadas para Metallica ¡o a La
Raíz! y piensas en qué momento esto se nos fue de las manos.
Imagino que en el mismo en que alguien por tener una hipoteca a
treinta años para un pisito pasó a creerse clase media y más
cercano al patrón que a quien friega las escaleras.
¿Y
cree que las canciones pueden ser una herramienta de transformación,
que pueden llegar a cambiar algunas cosas?
A
veces nos flipamos, porque es muy fácil cantar proclamas, pero menos
llevarlas a cabo, y llega la decepción al ser tres mil en el
concierto y treinta en la manifestación. Pero, cuando me puede el
pesimismo, recuerdo que el enemigo sí tiene claro que lo cultural es
una herramienta política de primerísimo orden: el rock como arma
contra el bloque soviético con “Wind of change” de los Scorpions
acompañando la caída del muro de Berlín, Israel haciendo
“pinkwashing” en Eurovisión… Si a ellos les sirve, ¿por qué
no a nosotras?
¿Hay
alguna historia de las que recoge por la que sientas especial
predilección?
Del
volumen 1, “La Mecha”, mi favorita es la del peluquero Vidal
Sassoon pateando fascistas en el Londres de posguerra, a la que metí
con calzador la canción “Antinazis” de KOP. En este volumen 2 me
gusta cómo hilo lo personal y lo local con una causa mucho mayor, la
de los deportados de Pinto, Pego y Guiamets a campos de concentración
nazis, con banda sonora de La Gossa Sorda. También la fascinante
historia de la anarquista vizcaína Julia Hermosilla, que “casi nos
libra de Franco en dos ocasiones” y sale en el himno feminista “Las
que faltaron” de Mafalda. Y “Bahía de Pasaia”, porque es un
buen ejemplo de cómo, a través del rock, se ha conseguido que no se
olvide un caso gravísimo de guerra sucia y represión.
¿Y
alguna que se haya quedado fuera?
Quise dedicar un capítulo al 3 de marzo de Vitoria-Gasteiz, con Betagarri, S.A. o Mossin Nagant como gancho; y uno a Comandos Autónomos con Hertzainak, pero como finalmente hay un capítulo dedicado a los crímenes de la Transición con los leoneses Hachazo de percha, me pareció redundante. Quizá vayan al tercer volumen, como otras historias que tengo en mente como Banda Bassotti y los años de plomo italianos, los Rolling Stones y Angela Davis, Estopa como héroes de la clase obrera o la revolución que supuso la fecundación in vitro cantada por Toy Dolls.
Publicado en Rubio de bote, magazine ON diarios Grupo Noticias (14/09/24)
Hace unos días, en una entretenida y divertida conferencia sobre la
relación de la pelota vasca con la Iglesia, el ponente, Santiago
Lesmes, iniciaba su intervención botando una pelota contra el suelo
(que era además el del refectorio de la Catedral de Pamplona) y
hablando del poder evocador de los sonidos, capaz de retrotraernos a
otras épocas de nuestra vida, de remover recuerdos, de unirnos
incluso de una manera atávica con la tierra o con nuestros
ancestros… Hay algo de todo eso en el repique y el eco, como un
disparo, de una pelota contra el frontón: la piedra, el cuero, el
impacto contra la chapa cuando se yerra el golpe (los errores siempre
resultan más estruendosos).
Al escuchar a Lesmes comencé a pensar en mis propias magdalenas
acústicas de Proust y me acordé, por ejemplo, del bote de un balón
de baloncesto. Durante muchos años de mi infancia y adolescencia el
baloncesto fue mi vida, todo giraba alrededor de él, y ese sonido lo
percibía como el latido de un corazón. Años más tarde viví
durante algún tiempo en un piso cuyas ventanas daban a unas pistas
con canastas en las que a todas horas había grupos de chavales
jugando. A algunos de mis vecinos aquel ruido les molestaba. A mí,
por el contrario, me gustaba, me tranquilizaba, era una especie de
cordón umbilical que me conectaba con mi juventud. A nadie le
molesta el sonido de su propio corazón.
Las evocaciones acústicas, no obstante, no siempre o no solo traen
buenos recuerdos, a menudo dejan en la memoria un regusto agridulce.
El ruido de una llave en la cerradura puede suponer un alivio para
quien espera con los ojos abiertos y el alma en vilo el regreso de
una hija o un hijo desde los abismos de la noche, pero también puede
ser angustioso para quien ha vivido algún infierno doméstico.
El inventario de sonidos terroríficos o inquietantes podría ser
interminable: el tic-tac de un reloj de pared en una noche blanca de
insomnio, el murmullo peligroso de las muchedumbres, la canica o la
moneda rodando en el piso superior, el rumor del viento despeinando
los árboles antes de la tormenta, el rugido de los estómagos en los
exámenes, las toses recorriendo los pasillos en las noches de
hospital, el ulular de las ambulancias atravesando la ciudad, la
llamada telefónica en mitad de la madrugada…
Aunque puestos a evocar, ¿por qué no quedarnos -volviendo al
baloncesto- con el suspiro de la red tras una canasta limpia? ¿O por
qué no con el aplauso fervoroso y unánime al artista talentoso, con
la carcajada contagiosa como un virus, con el chorro vigoroso de la
orina largamente contenida? ¿Y por qué no, en fin, con algunos
sonidos en peligro de extinción: el crujido de la aguja sobre el
vinilo, el chiflo del afilador, el remache de la tecla de la máquina
de escribir poniendo el punto final de un artículo?
Entre el 6 y el 28 de septiembre se celebra en Iruñea el Salón del Cómic de Nafarroa. Es ya la decimoquinta edición y en esta ocasión han bordado, literalmente, el cartel, con la presencia de invitados como la autora de dicho cartel, Bea Lema, una docena de exposiciones o algunos descubrimientos sorprendentes, como el de la joven promesa local Josefina Altuna, de 91 años.
Mientras a solo unas horas del inicio del Salón del Cómic de
Nafarroa, su director Javier Pérez de Zabalza, atiende alguna
llamada o da los últimos toques a alguna de la exposiciones que
ocupan las tres plantas del Palacio de Condestable de Iruñea, su
cabeza está ya puesta en la edición del próximo año. Esta es la
decimoquinta cita del que es ya un evento cultural asentado en la
ciudad y también en el mundillo del cómic estatal, pero que a pesar
de su veteranía mantiene toda la efervescencia, frescura e ímpetu
propios de los quinceañeros. Pérez de Zabalza no cree que sea él
quien deba decir que el Salón es un festival de referencia para los
autores y aficionados al noveno arte pero sí reconoce que a los
artistas no les cuesta demasiado acercarse a una capital de
provincias, pequeña y apañada, como Iruñea. “Creo que en parte
tiene que ver con que los tratamos muy bien. Como el festival es
largo, dura casi un mes, podemos recibirlos por separado, llevarlos
de un lado a otro, incluso a veces emborracharnos con ellos.
Nosotros, en el fondo, somos fans y estamos encantados de conocerlos,
esa es de hecho una de las principales motivaciones para invitarlos”.
El kiliki Demonio y los bordados de Bea Lema
Por el Salón del Cómic, organizado por la Asociación de ilustradores navarros TIZA, además de la nutrida y talentosa escena local, han desfilado a lo largo de sus diferentes ediciones lo más granado del cómic estatal (Paco Roca, Alfonso Zapico, Flavita Banana…) y también estrellas internacionales como Edmond Baudoin. Y este año la programación no le va a la zaga. La gallega Bea Lema, autora de la premiadísima El cuerpo de Cristo, una novela grafica publicada por Astiberri en la que aborda una dura historia familiar utilizando de manera brillante recursos gráficos como el bordado a mano, ha recurrido también a esa técnica artesanal para elaborar el cartel anunciador, en el que ha elegido como protagonista al kiliki Demonio de Irurtzun. “Ha sido una sorpresa, nosotros esperábamos una ilustración y nos hemos encontrado con este bordado, que ella misma ha hecho, al igual que en su cómic. En el Salón vamos a aprovechar ese recurso y a Bea Lema la tendremos impartiendo un taller de arpilleras en Condestable el 14 de septiembre, y el día anterior en el Museo del Carlismo de Lizarra dialogando con Esther Vital, directora de cine navarra que también está utilizando bordados en sus obras de animación”.
El increíble Hulk en el balcón de Condestable
Talleres, charlas, firmas y encuentros con autores… La lista de eventos es larga. En lo que se refiere a las exposiciones, este año son diez, “doce si tenemos en cuenta los escaparates que algunos ilustradores locales están pintando en comercios de la ciudad o la expo virtual que recogerá las crónicas gráficas que van a realizar alumnos de la Escuela de Artes de las diferentes charlas”, aclara Pérez de Zabalza. El Palacio de Condestable, en la Calle Mayor de Iruña, a uno de cuyos balcones se asoma durante estos días una figura fallera del Increible Hulk, será la sede que acogerá todas estas expos, como por ejemplo la del humorista gráfico e ilustrador Riki Blanco, “un autor brillante, muy versátil y superocurrente, con una mente muy loca”, quien junto con Candela Sierra ofrecerá además una performance sorpresa -ni siquiera los propios organizadores saben en qué consistirá- titulada Nanoespectáculo el día 18 a las 19:00h.
Los tatoos de Josefina Altuna Otra de las exposiciones, la dedicada a la artista local Josefina Altuna, es una de las más sorprendentes y entrañables de este año. Iruindarra de 91 años, Josefina ha dibujado desde que era una niña. Su obra fue redescubierta por su propio nieto, Mikel Edorta López de Vicuña, quien se recordaba a sí mismo de txiki compartiendo lápices con su amatxi y que, ya adulto, se sorprendió al comprobar que Josefina no había abandonado nunca su pasión y quiso compartir las ilustraciones de su abuela -pequeñas y coloridas ilustraciones de carácter naif, cercanas al arte bruto u outsider– en redes sociales. Mikel Edorta regenta un estudio de tatuaje, Aizkora, en el barrio de la Navarrería de Iruñea, y de inmediato comenzó a recibir encargos de clientes que querían tatuarse los dibujos de Josefina. Recientemente, sin ir más lejos, uno de los artistas más destacados de la pujante escena de música urbana de la capital navarra, Hofe, ha estampado en su piel un diseño de Josefina Altuna. Una bonita historia que podremos conocer de primera mano con el propio Mikel Edorta el día 17 a las 19:30h en Condestable, y cuyo carácter intergeneracional se suma el taller que otro ilustrador iruindarra, Belatz, impartirá en la Casa de Misericordia, en la que residentes de la tercera edad compartirán sus experiencias con menores tuteladas por la asociación Haziak.
Haciéndose el sueco por Iruñea
Pero si la historia de Josefina Altuna resulta increíble, no lo es menos la del dibujante sueco Charlie Christensen. Autor de éxito en su país, donde su personaje Arne Anka, una parodia del Pato Donald, es toda una institución, lleva viviendo, convertido en un auténtico desconocido, en Iruñea desde 1988 (ha vivido, de hecho, más tiempo aquí que en su país natal). “Para que te hagas una idea -nos cuenta el director del Salón- hay una película que fue candidata a los Oscar, La peor persona del mundo, en la que el protagonista es un dibujante, y en la que los dibujos que salen son suyos, por ejemplo, con un guiño a su obra que los suecos reconocen inmediatamente. Por aquí Christensen no es conocido, porque no está traducido, pero en la expo que le hemos dedicado sí hay algunas páginas en castellano y además unos pequeños textos que ha hecho y que explica el origen de algunas de sus historias y en algunas de las cuales hay cosas que tienen que ver con Pamplona”. Además de la exposición, Christensen mantendrá una entrevista con público moderada por el propio Javier Pérez de Zabalza el día 20 a las 18:30h, también en Condestable.
El reloj de la estación de autobuses
A Charlie Christiansen se le puede considerar, en cierto modo, un autor local, y una de las características del Salón es reconocer y reivindicar el talento autóctono (el propio Christiansen fue autor del cartel de una de las primeras ediciones del festival). Las vías para ello, además de las exposiciones, charlas, talleres, es la edición del fanzine Zart!, con historietas e ilustraciones de dibujantes navarros y que en este número, el sexto ya, está dedicado a las calles y barrios de Iruñea. Pero en esta edición, además, podemos encontrar otra publicación, Las lámparas llegaron sin novedad, que ha visto la luz con la ayuda del Instituto Navarro de la Memoria, y en la que colaboran en una obra colectiva diecisiete artistas navarros. “La idea parte de algo que hicimos el año pasado en Geltoki, la antigua estación de autobuses”, explica Pérez de Zabalza. Sergio Biurrun “Amplio” escribió un guion a partir de una historia real que sucedió allí, la del militante de izquierdas y republicano Enrique Cayuela, quien tras el golpe militar del 36 se ocultó en el hueco del reloj de la estación, donde permaneció tres meses, antes de poder huir a Iparralde. Cada autor dibujó una página del guion “in situ”, sobre unas planchas, y como nos pareció que quedó una cosa chula lo propusimos al Instituto de la Memoria, que ha editado 2000 ejemplares”. Ambas publicaciones, que se distribuirán de manera gratuita, se presentarán el día 11 de septiembre.
Como colofón el día 28, también
en Geltoki, donde se gestó Las
lámparas llegaron si novedad,
se celebrará Komikitoki, una feria de autoedición y de segunda mano
-con caricaturas, Djs, murales participativos, un podcast sobre
fanzines y otras sorpresas-, que supondrá el finde fiesta de este XV
Salón del Cómic de Nafarroa, cuya programación completa se puede
consultar en www.salondelcomicdenavarra.com
Publicado en Igandea+ (diarios Grupo Noticias) 18/08/24
“El capitalismo y la creación artística son una nefasta combinación”
La rapera navarra se encuentra metida de lleno en el proceso creativo de su nuevo disco, que verá la luz a final de año, y del que ya ha adelantado algún tema, como Promenade.
Patxi
Irurzun
La
Furia, el nombre artístico (o en su caso podríamos llamar de
combate) con el que es conocida Nerea Lorón Díaz deja claro qué
significa para esta rapera de Cascante afincada en Arrasate la
música: una herramienta con la que se otorga a sí misma la
posibilidad de gritar, expresar su rabia, plantar cara al capitalismo
y el heteropatriarcado, pero también de indagar en sus dudas y
contradicciones. Tras varios discos como No
hay clemencia, Vendaval o Pecadora La
Furia trabaja sin prisas ni presiones en un nuevo proyecto en el que
a sus canciones las moverán otros motores, como el deseo, o en las
que abordará temas que le preocupan, como los sentimientos
identitarios y sus encrucijadas.
En
sus redes sociales avisaba hace unos días de un verano en el que le
esperaban varios conciertos, un nuevo disco… ¿En qué momento
creativo se encuentra?
Metida
de lleno en el disco, en un lugar lejos de casa donde he venido sola
con mi tarjeta de sonido y cuatro cosas para grabar y componer y
tirarme en el suelo a esperar con paciencia al estado necesario para
crear. Nos pasamos la vida haciendo cosas productivas (yo por lo
menos) sin darnos tiempo a mucho más. El trabajo creativo requiere
de otros tiempos y de un estado más libre. Si pretendo hacer
canciones sin salir de la cotidianeidad (que también lo hago porque
no tengo otras opciones) estoy abocada a la frustración… El
capitalismo y la creación artística son una nefasta combinación.
Ya
ha dado algún adelanto de ese nuevo trabajo y también ha comentado
que ahora le mueven más motores además de la furia o la ira, que
está dejando entrar en las canciones a otros sentimientos como la
tristeza, el deseo… ¿Cómo ha sido ese proceso?
Me
voy moviendo, voy viviendo y lo que hago se mueve conmigo.
Lógicamente lo que sale de una tiene que ver con los lugares vitales
que atraviesa. El proceso en el que sientes que, de alguna forma, tus
movimientos se trasladan a las canciones, está plagado de
inseguridad y duda. Puedes pensar, que si les gustaste por furiosa
quizás no les interese otra de tus capas. También en momentos se me
antoja complicado abandonar la percepción que yo misma he tenido de
mi como creadora y dejarme ir a otros sitios. Yo sé enfadarme y
mostrarlo, eso lo manejo, pero escribir desde otros sentimientos o
estados ha sido algo novedoso para mí y en ocasiones difícil de
abordar. Lo hago y lo seguiré haciendo porque pretendo acercarme a
la creación de forma honesta y comprometida conmigo y con el resto.
Y porque me gusta un reto. Y también porque si no sería
aburridísimo.
En
todo caso, su nombre artístico, La Furia, deja claro desde donde
parte…
Entiendo
el arte como la posibilidad, y yo decidí hace tiempo darme la
posibilidad. En mí la música tiene ese lugar… a través de ella
me doy la posibilidad, me lo permito, lo digo, lo disfruto, lo grito,
subo el volumen, lo bailo, lo encarno, me libero, lo vomito, lo
siento y cuando quiero, lo apago y sigo. Pero hay transformación
siempre.
Y
al otro lado, en quién recibe sus canciones, ¿le parece que la
música puede tener la capacidad de cambiar a las personas, de
disponerlas a plantearse cosas sobre su vida, o a despertar
conciencias?
La
música, como el arte en general, tiene la capacidad de relatar
realidades y también de crearlas. ¡Vaya dos cosas! Furia primero,
para protestar, denunciar, quemar demonios y encontrarnos en la rabia
compartida. Y fantasía después, para imaginar vidas, horizontes,
lugares… y encontrarnos ahí también. Esta es una idea que rescato
de conversaciones que he tenido con Elisa Coll al hilo de charlas que
hemos facilitado juntas sobre procesos creativos feministas y queer
y su capacidad de resignificación y transformación.
Supongo
que en ese sentido en un género como el rap, que tan basado en el
mensaje, es difícil establecer un límite entre lo que es la
expresión personal de una idea, un pensamiento, la rabia personal…
y la arenga, o incluso una especie de superioridad moral, no sé si
eso es algo en lo que se piensa al escribir canciones…
No
debemos obviar el contexto del que parte nada, en este caso el rap.
El rap está basado en un tipo de sonidos más o menos reconocibles y
en una forma, una métrica, unos tipos de rimas… El rap es un
estilo de música, punto. Si queremos ser rigurosas y justas nos
iremos a entender al rap dentro de la cultura Hip Hop y sobre todo a
mirarlo desde su origen. O desde quién parte en cada caso. Nos
daremos cuenta de que cuando un sistema capitalista colonial te ha
arrebatado todo y te ha abocado a la miseria, escribir de una forma
que muches entienden como “ególatra”, quizá sea mucho mas
político y necesario que otras formas de hacerlo que la mayoría
acepta como transgresoras. Dicho lo cual, niño pijo, blanco,
heterosexual rapero o viene a decir algo que ponga en cuestión sus
privilegios o por mí podría callarse para siempre. De ese ego que
solo perpetúa ese mismo sistema capitalista colonial y
heteropatriarcal no necesitamos más.
¿Cómo
empieza usted a escribir canciones, tenía relación con la
escritura, la música, desde niña?
Mi
madre trajo la poesía y mi padre la música. Toda la vida pensando
que no respondía a sus expectativas y me acabo de dar cuenta de que
encarno una bonita combinación de ambos, ja, ja.
Nació
en Cascante, un pueblo que es una cantera de rebeldes (Sanchicorrota,
Lucio Urtubia…), ¿Eso marca de algún modo su camino, su estilo
combativo?
Supongo,
no lo sé… Lucio, ya que lo nombras, forma parte del mapa humano de
mi infancia. Por aquella casa familiar pasaba mucha gente y a mi me
interesaban siempre mucho las conversaciones de las mayores. De todas
formas creo que mi “estilo combativo” está mas impregnado de las
mujeres feministas y los maricas de mi vida, (desde recién nacida)
que por los señores importantes. Quizás porque un referente es
alguien a quien puedes aspirar a parecerte. A esos señores
importantes empecé a cuestionarles ciertas cosas desde bien pequeña,
porque de sobra sabemos que lo izquierdoso no te quita lo machista.
La primera rebelde de Cascante que marcó mi vida y ha sido crucial
en mi forma de ser feminista es mi bisabuela Emilia (con permiso de
mi madre), a la que solo conozco por los relatos que he oído de
ella. Imagínate si hubiera podido sentarme en sus rodillas…
En
sus canciones y entrevistas alude a menudo a un tema como es el de la
identidad. Parece que tener una identidad consiste en sentir algunas
convicciones muy arraigadas dentro de una misma, pero me da la
impresión de que usted plantea que quizás lo interesante es poner
en cuestión todas esas convicciones.
Me
gusta que lo abordes… sobre todo porque estoy absolutamente
atravesada por este tema en este momento y eso va a reflejarse de
forma rotunda en el disco. No es que plantee que es mejor una cosa
que la otra, ni siquiera tiene ese mérito. Es sencillamente que yo
me encuentro en encrucijadas identitarias y he decidido atenderlas,
asumirlas. Hay una especia de culpa y mucho deseo de pertenencia en
mi recorrido. Esto me ha hecho adoptar lugares ajenos como propios y
poner picas como un caballero que llega al destino después de la
batalla. ¡A la mierda los caballeros y sus picas en Flandes, paso de
la idea de llegar al destino! Y de clavar nada en ningún sitio para
quedarte para siempre. Aunque la falta de definición identitaria es
a menudo un lugar solitario y farragoso prefiero transitar ese camino
que quedarme donde no es del todo. Rechazo también a estas alturas
la idea de quedarme. Creo en el movimiento y en el descubrimiento y
sobre todo he aprendido a darme el permiso de dudar. Se me antoja que
quizás seamos mas cómodas como habitantes cuando estamos situadas,
identificadas totalmente con algo, inamovibles de nuestras
identidades. Todo eso nos coloca en un lugar mucho mas fácil para
quienes nos quieren gobernar (en el peor sentido de la palabra). En
cualquier caso no es un afán de rebeldía lo mío, sino de búsqueda
de cordura y paz que contrariamente a lo que pensaba también son
posibles en los lugares frontera de la identidad. Por dar una
pincelada a lo concreto, estoy escribiendo en euskera sobre esto y lo
podréis oír dentro de poco.
Sus
letras me parecen muy cuidadas, con metáforas y frases muy
potentes, huyendo de las rimas facilonas, ¿qué hay detrás de todo
eso, es lectora, hay otras disciplinas que le influyen además de la
propia música?
Ojala
fuera un poco mas empollona… A veces (cada vez menos) me doy unos
pocos latigazos por leer poco y no hacer cosas de chica lista. Creo
que he aprendido más en los bares que en las bibliotecas y he sido
mas de barro y noche que de conferencias. No me parece reseñable
esto, es lo que soy. También es cierto que cuando dejé de odiar
todo lo académico (por traumas que tiene una que no vienen al caso)
empecé a abrir libros que sí me hacían devorarlos y encontré mis
tótems donde me quedo a vivir algunas temporadas. Pero sobre todo
tengo buen ojo para la gente, me rodeo de sabias y sabios y les
escucho embelesada y les quiero y nos compartimos. Me inspiro y
aprendo mucho de las otras en lo cotidiano y tengo la humildad
suficiente para no creerme más que nadie, eso me ha traído grandes
saberes.
Y
aparte esta su propia experiencia personal o vital, que también
vuelca en tus temas, en canciones como Ama,
en la que hablas de un tema no muy frecuente en el rap, como la
maternidad…. ¿Su carrera es una especie de trabajo en construcción
con su propia biografía detrás?
Claramente.
Aunque casi inconscientemente siempre he plasmado lo que me parecía
político plasmar. Hay cosas que considero que pertenecen a la
intimidad y no interesan a nadie, que no transforman nada, que no
aportan. Pero lo cierto es que esto es a veces es difuso… Me
interesa pensar sobre ello y sus límites.
Para
acabar, ¿cómo se plantea su carrera musical en el futuro, mira a
largo plazo, tienes proyectos en la cabeza, o va poco a poco,
haciendo canciones de una manera natural?
El
futuro es el final de este año en el que sacaré un disco. Luego me
gustaría presentarlo en directo, si se dan las condiciones para
hacerlo. Después de una época difícil para mí (las que nos
dedicamos a esto estamos regular de la cabeza) de mucho desencanto
con esta industria por capitalista, por patriarcal y por caníbal,
creo que estoy en un bueno momento. Reconectada. A pesar de todo. A
pesar de ellos y de sus lógicas de mucha mierda y poca música. Me
merezco lo bueno y vosotras también.
Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine On (diarios Grupo Noticias) 17/08/24
Hoy los he contado y tengo en casa treinta y siete vasos
reutilizables, de esos que tienes que pedir en fiestas en bares,
conciertos, txoznas (si es que dejan que haya txoznas o no las mandan
al quinto pino). Con los vasos reutilizables me pasa ahora los mismo
que con los mecheros antes, hace siglos, cuando era joven y fumaba
(menos mal que dejé de hacerlo, porque cada cigarrillo te quitaba
diez minutos de vida, decían, que no sé yo si era verdad, porque a
ese ritmo al cabo de unos cuantos de aquellos fines de semana
destroyers, en los que además del humo de los Fortuna −que
encima llevaban plomo−,
los cuales encendías cada uno con la pava del anterior, te
tragabas también la mitad del de todos los demás fumadores del bar
−y la otra mitad te la
llevabas de propina a casa pegada en la ropa−,
total, que, a ese ritmo, con veinticinco años tenías que
parecer ya el abuelo de Makinavaja).
La cuestión es que, al igual que ahora con los vasos, entonces salía
de casa con un mechero, por ejemplo de Talleres Ceferino, y regresaba
a casa con tres, ninguno de los cuales era el mío, por ejemplo uno
de Mili KK, otro con un dibujo del Zruspa, el malo de Naranjito, y el
tercero con la bandera española y el logo de Alianza Popular
raspados con la uña. El mundo-mechero, por cierto, daría para otro
“Rubio de bote”, con todas sus derivadas, por ejemplo las
cerillas, que usabas si tenías vocación de Humphrey Bogart y que
dejabas de usar si tenías mal pulso, sobre todo los días de viento;
o los chisqueros −el
mejor remedio contra el viento, precisamente−
aquellas cuerdas naranjas que prendías haciendo girar una ruedita;
después amorrabas el cigarro a la yesca y vete a saber qué
inhalabas, además del plomo del Fortuna.
Pero centrémonos en los vasos. Con ellos uno nunca sabe cómo acertar. Si decides llevártelo de casa para ahorrarte el euro de la fianza (que luego nunca recuperas, por no quedar como un rata), resulta que ese día de repente en todos los sitios se han puesto exquisitos y sirven cristal o ha habido un cambio exprés en la normativa y los vasos desechables están otra vez permitidos… Al final te pegas toda la noche paseando de la mano tu vaso (porque además tienes treinta y siete en casa, pero ninguno con un agujerico para colgártelo del cuello con un cordel).
Y al contrario, la noche que sales de casa a lo loco, sin vaso,
resulta que este es obligatorio en todos los garitos, y, una vez que
lo compras, te lo olvidas en una barra, coges en otra uno que no es
el tuyo, se te raja bailando la Bomba de King África…
En fin, los veranos del bebedor social en las sociedades
turbocapitalistas son de lo más ajetreados y están llenos de
incertidumbre. Un horror.