Publicado en magazine ON (diarios Grupo Noticias) 12/07/25
La teoría de los seis grados de separación dice que podemos conectarnos con cualquier otra persona del Planeta Tierra a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. Aquí, además, hacemos el camino de vuelta.
Sobre
Pablo
Sarasate,
el universal violinista navarro, Pío
Baroja
escribió: “Era
uno
de los hombres más amadamados y grotescos del mundo. Lo estoy viendo
pasear, con sus melenas, su trasero redondo y unos zapatos con unos
taconcillos de a cuarta, que le daban el aire de una cocinera gorda,
de esas que se disfrazan de hombre en Carnaval”.
Sarasate, sin embargo, tuvo miles de admiradores en todo el mundo que no lo juzgaban por su aspecto, sino por su indiscutible talento.Uno de esos fans debió de ser el escritor Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, quien en una de sus novelas, La liga de los petirrojos, retrasa sus sagaces indagaciones para acudir a un concierto del virtuoso músico pamplonés. Y es que a Holmes, cuando no estaba resolviendo algún caso, le gustaba tocar el violín (bueno, cuando no estaba resolviendo algún caso ni boxeando ni dedicándose a la apicultura ni realizando algún experimento químico −y no incluiremos entre estos el consumo de cocaína, a la que era adicto, lo cual tampoco es de extrañar, con una vida tan ajetreada−).
Sherlock Holmes de pega
La intensidad del famoso detective acabó por cansar a su propio creador, que decidió finiquitarlo en uno de sus relatos, El problema final, en el que Holmes se precipita por una catarata durante una pelea con su archienemigo, el profesor Moriarty. Doyle, sin embargo mató mal a su criatura (o, mejor dicho, sus seguidores no se resignaron a que este desapareciera) y durante los años posteriores fueron numerosos los autores que resucitaron al personaje en historias apócrifas, hasta crear casi un género en sí mismo.
Uno de los Holmes de pega más llamativos y desternillantes es el que, de manera paródica, versiona Enrique Jardiel Poncela. El autor de cimas del humor surrealista como Amor se escribe con hache o La tournée de Dios nos presenta a un Sherlock Holmes que habla español con acento argentino, que ha llegado a Londres disfrazado de perro vagabundo (no pregunten, cosas de Jardiel) y que ofrece al escritor convertirse en su ayudante, propuesta que este acepta, sustituyendo al doctor Watson en los siete relatos que componen Novísimas aventuras de Sherlock Holmes y en la novela corta Los 38 asesinatos y medio del castillo de Hull, dos obras que les recomiendo encarecidamente si quieren reírse a mandíbula batiente.
Tony Leblanc se come una manzana
Jardiel Poncela forma parte de una estirpe de escritores humoristas (es arriesgado juntar estas dos palabras, porque suele tenderse a degradar, de manera injusta, las obras cómicas hasta una especie de categoría inferior de la literatura) en la que podríamos incluir a autores como Wenceslao Fernández Florez, Joaquín Belda, Miguel Mihura, Rafael Azcona… de quienes recogerían posteriormente el testigo artistas de otras disciplinas como Gila, Berlanga, o más recientemente José Luis Cuerda, Faemino y Cansado o La hora Chanante. El legado es incluso sanguíneo, pues el bisnieto de Jardiel Poncela es Darío Paso-Jardiel, actor al que muchos recordarán como el Bombilla, el “informático”del comando que Torrente, el rijoso personaje de Santiago Segura, recluta en la primera entrega de la saga.
En esa misma película también participaba otro actor, Tony Leblanc, que bebe de las mismas fuentes del humor absurdo (recordemos su número televisivo comiéndose una manzana) y que incluso llegó a figurar en el reparto de alguna película basada en una obra de Jardiel Poncela, como Fantasmas en la casa.
Un rey pornógrafo
El largo recorrido artístico de Leblanc, el “Tigre de Chamberí”, que antes de convertirse en actor intentó ser boxeador (fue campeón amateur de los pesos ligeros en Castilla), se inicia como bailarín de claqué y “boy” en una revista de Celia Gámez, la célebre vedete de origen argentino, una de las figuras más destacadas del género sicalíptico, que se caracterizaba por sus canciones y bailes salpicados de dobles sentidos, los cuales despertaban los bajos instintos de machos de todas las raleas, incluida la real: se dice que Celia Gámez fue amante del Alfonso XIII, monarca de sexualidad borbónica y alborotada, hasta tal punto que se convirtió en un pionero del mundo de la pornografía (mandó instalar una pequeña sala de cine en el Palacio Real, en la que se proyectaban las primeras películas eróticas filmadas en España, que a menudo él mismo producía, eligiendo de manera personal las protagonistas entre prostitutas del barrio chino de Barcelona).
Intento de regicidio
La fidelidad no era, pues, una de las virtudes de Alfonso XIII, acaso porque los augurios para su matrimonio en el día de su boda, el 31 de mayo de 1906, no fueron muy halagüeños: cuando la comitiva nupcial se dirigía desde la madrileña iglesia de los Jerónimos al Palacio Real, atravesando la calle Mayor, el anarquista Mateo Morral (a quien, por cierto, Pío Baroja, había frecuentado en el café Candelas de la calle Alcalá) arrojó un ramo de flores en cuyo interior se ocultaba una bomba, que desviada por un cable de la luz, acabó cayendo entre la multitud y matando a veinticinco personas, ninguna de ellas con sangre azul.
A pesar de que algunos dirigentes anarquistas, como Ángel Pestaña, secretario general del sindicato CNT, desautorizaron este tipo de atentados, es más que probable que Morral hubiera estado relacionado con él, bien de manera personal, bien a través de otros anarquistas como Salvador Seguí o Francisco Ferrer Guardia, creador en Barcelona de la Escuela Moderna, en la que el regicida Morral trabajó como bibliotecario.
Harry Houdini, espía
Tanto Morral como Pestaña viajaron con frecuencia por Europa, predicando el credo libertario. En el caso de Ángel Pestaña, pasó varios meses en Rusia en 1920, en compañía de correligionarios a los que probablemente había seguido los pasos un ilustre espía: ni más ni menos que el famosísimo mago y escapista Harry Houdini, quien, sorprendentemente, durante una temporada trabajó para los servicios secretos de Scotland Yard, vigilando a anarquistas rusos.Pues bien, ¿de quién fue amigo íntimo Houdini? ¡Efectivamente, de Sir Arthur Conan Doyle! Es decir, del creador de Sherlock Holmes, detective, boxeador, drogadicto, violinista y rendido admirador de Pablo Sarasate, con quien empezábamos esta primera entrega de “Seis grados” y con quien, como habíamos prometido al inicio de la misma, terminamos, cerrando el círculo.
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (Diarios Grupo Noticias) (19/07/25)
El verano
que fui barrendero me intentaron corromper, como si fuera un número dos del
PSOE cualquiera (o uno de sus guardaespaldas). Por cierto, tampoco había que
ser un sabueso o un Perro Xanxe para darse cuenta de que personajes como el tal
Koldo, trigo limpio no eran. En el caso de Koldo estaban, además, los
antecedentes penales: fue condenado en 1995 por romperle varias costillas a un
vecino del valle de Aranguren cuando trabajaba como segurata en las obras de un
controvertido vertedero; y en 2010 volvió a ejercer de matón, en este caso
apalizando a un menor que cometió el grave delito de entrar con una camiseta
con el lema Independentzia a un bar en el que se encontraban varios
aficionados de la selección española. Por lo que se ve, depende de qué
pecadillos se perdonan. De hecho, Koldo fue indultado de su primera condena (y
lo hizo, por cierto, Aznar). Dejamos para otro día cómo en España un violento
gorila de discoteca puede llegar a las cotas de poder que, al parecer, ejerció
el tal Koldo.
El caso
es que, volviendo a mi trabajo como barrendero, al contrario de lo que piensa
mucha gente, fue un buen trabajo. Realizaba mi ruta en solitario, lo cual me
permitía, por una parte, dejar que mis pensamientos revolotearan en mi cabeza
como si fueran hojas caídas de los árboles, que después recogía y echaba al
capazo, y, por otra, convertirme en una especie de espectador invisible de la
ciudad, que sabía por dónde se movía cada cual, de dónde salía, a dónde
entraba, con quién…
Una parte
de mi recorrido discurría por una zona de chalets, en la puerta de uno de los
cuales una vez me abordó una simpática ancianita que, tras un rato de
conversación, me alargó un billete de cinco euros. Al principio pensé que se
trataba de una de las muestras de solidaridad que algunas personas solían tener
con quienes trabajábamos en la calle, a pleno sol (en algunos bares nos
invitaban a refrescos o a algún pintxo, por ejemplo), pero después la ancianita
dijo: “Bueno, pues aquí −señalando la puerta de la que, deduje, era su casa− ¿ya limpiarás un poquico mejor,
eh, majo?”.
Yo ya
había rechazado su propina insistentemente, pero tras aquella frase lo hice con
una vehemencia tan evidente que de golpe los ojos de la simpática ancianita se
convirtieron en dos ametralladoras de odio y clasismo con las que me fusiló,
antes de darse muy digna la vuelta.
La
corrupción a gran escala supongo que funciona de una manera parecida: gente que
considera que puede comprar privilegios con dinero y gente que acepta este sin
sentirse mal por limpiar a cambio un “poquico” mejor la puerta de unas casas
que la de otras. Todo ello con una naturalidad −la naturalidad con la que la
anciana quiso ganarse mi favor− aterradora, que muestra, en definitiva, que la
corrupción no es un problema sino una costumbre.
El
fanzine HEIL! de Iruñea, impulsado por el colectivo de dibujantes
Kanpai-Jotze, rinde homenaje al TMEO rescatando un número histórico
de esta revista: el 11, que por un error de maquetación nunca llegó
a publicarse
Miren Lacalle
/Iruñea
El colectivo de
komikilaris de Iruñerria Kanpai-Jotze acaba de publicar el segundo
número de su fanzine HEIL!, que en realidad es el número uno,
porque el primero se publicó con el número cero… un lío, pero
que nos viene que ni pintado −nunca mejor dicho, hablando de
tebeos−, pues en este nuevo HEIL! se recupera el número 11 del
TMEO, nunca publicado por un despiste, un salto en la numeración
provocado por problemas similares, tal y como nos cuenta Ernesto
Murillo “Simonides”: “Si empiezas a contar desde el número uno
el que correspondía era el doce pero, claro, como habíamos
comenzado con un número cero…”. Simonides, miembro fundador del
TMEO, atribuye el lío −que no sé si hemos aclarado− y las
culpas al hachís, aunque también se confiesa ahora responsable de
aquel histórico error de maquetación, lo cual le honra, porque
algunos otros de sus compañeros, como Jokin, ni siquiera recordaban
la (in)existencia del número 11 del TMEO.
28 páginas
rescatadas
La cuestión es que,
décadas después, este activo colectivo de dibujantes navarros,
Kanpai-Jotze, que se reúne una vez al mes en el Bar Campana del
casco viejo de Iruñea y entre cañas y raciones de casquería trama
ideas para su fanzine, tuvo la feliz ocurrencia de rescatar aquel
número fantasma del TMEO y atribuir su aparición a un hallazgo
arqueológico de magnitud equiparable al de la mano de Irulegi:
“Gracias a los avances que se han dado en estos últimos años en
recomposición con tecnología punta 4D-2 se han podido rescatar
hasta 28 páginas originales a las que HEIL! ha tenido acceso”,
argumenta Jokin.
Y así, en este
remozado TMEO podemos encontrar, en efecto, historietas de algunos
clásicos del tebeo vasco, como los propios Simonides y Jokin, que
siguen en Kanpai-Jotze al pie del cañón, u otros como Mauro
Entrialgo, ATA, GOL, incluso reapariciones marianas como la de
Álvarez-Rabo, así como relatos de Patxi Irurzun o El Toni, junto a
colaboraciones de autores como Amaia Z, JJ Chas, Berto, Agustín
Ferrer, J. Murillo, Sumus, Jota, Martintxo, Berto, Gambarte,
Jota-Jota… Todo ello con una maquetación que recrea la época, con
páginas amarilleadas por el paso del tiempo o la nicotina, textos
escritos a máquina, anuncios de bares míticos del “txino” o
Navarrería −algunos ya tristemente desaparecidos−, etc.
El espíritu
original del TMEO
“Viendo ahora el
fanzine terminado creo que hemos mantenido el espíritu de aquel TMEO
de inicios de los 90”, nos cuenta Sergio Biurrun “Amplio”, que
también hace su aporte a la publicación y que es quien intenta
“coordinar” a este colectivo de dibujantes en permanente caos.
Respecto a la gestación del tebeo nos cuenta que para ellos este era
un homenaje obligado a una publicación histórica, el TMEO, nacida
en Iruñea, y que nunca se les pasó por la cabeza pedir permiso:
“Nos pusimos en contacto con dibujantes que colaboraban en la
revista en los 90 y que ahora ya no lo hacen y lo mantuvimos en
secreto a los del actual TMEO, aunque que me imagino que algo les
habría llegado”.
En este TMEO fake
se recuperan también algunos de los personajes de la época,
como Musgoman, al que resucitan Jokin y Aritz Irigoien, dibujante que
nació en 1987, es decir, el mismo año que el propio TMEO. “Conocí
la revista en la Azoka de Durango cuando fui de crío de excursión.
Me impactó bastante alguna portada. Después en los bares siempre lo
leía y cuando empecé a manejar algo de dinero, lo empecé a
comprar”.
Fentanilo gráfico
Por lo demás,
además de esta parte dedicada al TMEO, el fanzine HEIL! se completa
con otras historietas que abordan temas de actualidad dibujadas por
autores de diferentes generaciones como Pedro Osés, Ekain Strummer,
Exprai, Andrea Ganuza, Itziar Reparaz, Tasio, Berticio del Toro,
Fertxu Izquierdo, Raspa, Txema Esteban… hasta alcanzar las ochenta
páginas. “200 gramos de fentanilo gráfico”, como dice Jokin. La
revista se puede adquirir al precio de seis euros en bares y otros
locales de mala reputación de Iruñea y fue presentada durante las
recientes jornadas de Cómic e ilustración social KomikiBooM de
Antsoain, en una fiesta en la que estuvo presente uno de los
emblemáticos dibujantes del TMEO, Furillo, quien desconocía este
hallazgo arqueológico y que lo calificó como “una sorpresa y una
pasada”.
¿Cómo
se os ocurre ponerle de nombre HEIL! a un fanzine?
La
de arriba es una pregunta que −como
nosotros la esquivamos−
nos propone el propio y enredador Jokin, dibujante del colectivo
Kanpai-Jotze (y también histórico colaborador del TMEO, donde entre
otras, dibujó las historietas de los Huajolotes con guiones de
Gavilán/Eskroto, el recordado cantante del grupo de napar-mex). Él
mismo responde: “No fuimos nosotros, fueron las circunstancias.
HEIL! era el nombre del número cero, que subrayaba la denuncia del
genocidio que está cometiendo Israel en Gaza y el tremendo
paralelismo con el de los nazis contra el pueblo judío. Se mantiene
el nombre (HEIL! Solo
para élites/Eliteentzat soilik)
para mantener fresca en la memoria las consecuencias que traen
derivas a la ultraderecha de las clases medias y bajas, en las que
hacen suyas los valores de las clases elitistas, aceptando
autoengañados el pensamiento de pertenencia a una clase superior, al
equipo ganador y negando lo que realmente somos: despreciables putos
perdedores. Más vale no olvidarlo”, recuerda Jokin.
HEIL!,
un nombre provocador para un fanzine que, incluso sin querer, atrae
la polémica, pues hay que recordar que en el número cero saltó a
los titulares de prensa por una esperpéntica denuncia de UPN en la
que acusaba al ayuntamiento de Iruñea de difundir mensajes políticos
en vehículos oficiales, todo ello a cuenta de un HEIL! fotografiado
por un nervioso concejal regionalista en el salpicadero de una
furgoneta municipal (la historia da, ciertamente, para un cómic, y,
de hecho, Jokin y Aritz Irigoien se ocupan de ella en una de sus
colaboraciones para este nuevo número del fanzine que homenajea,
magistralmente, al TMEO).
Publicado en «Rubio de bote», colaboración para magazine ON (diarios Frupo Noticias) 01/09/2024
Retomamos por un día, a petición de algunos lectores, la subsección «Seis grados» y en esta ocasión vamos a intentar rizar el rizo, pues, además de hacer el recorrido circular, las personas que conectemos compartirán una característica: todos ellos son músicos con una zarza en la garganta.
Comenzamos con Lemmy Kilmister, el cantante de Motörhead, de quien versionó el tema Ace of spades el grupo salmantino 1945 con la colaboración de otro artista de voz aguardentosa: Kutxi Romero. “Quien no quiere a Barricada no quiere a su madre”, ha proclamado en alguna ocasión el cantante de Marea, y como buen vástago él regaló a sus progenitores artísticos la canción El trompo, interpretada por Boni, la voz más desgarradora del rock urbano, que nos dejaría huérfanos hace tres años al fallecer como consecuencia de un cáncer de laringe.
Otra Boni, Bonnie Tyler, la cantante galesa con una sima en la garganta, imprimió en nuestras meninges himnos como It’s a heartache, traducido al cancionero popular como “¡Qué se vayan, diles que se vayan!”. A Tyler la han comparado a menudo con Rod Stewart y de hecho los dos grabaron juntos una canción, Battle of the sexes, en la que resulta difícil distinguir sus voces… y sus peinados.
Rod Stewart, por su parte, es autor de una canción titulada Forever young, es decir, igual que la de Bob Dylan. Tan igual que Stewart tuvo que compartir los derechos del tema con el Premio Nobel de Literatura, a quien también versionó Joaquín Sabina en otro tema: El hombre puso nombre a los animales. Se dice que a Dylan no le gustó nada la versión de Sabina y que prohibió a este interpretarla. Cosa que no hizo el de Úbeda con Mikel Erentxun en el disco Tributo a Sabina, donde el donostiarra del diente mellado reinterpreta Lo niego todo.
Erentxun, me dirán ustedes, no pertenece al club de las gargantas arenosas, pero sí su compañero en Duncan Dhu,Diego Vasallo, y a ambos ha acompañado en alguna ocasión como músico durante sus giras el beratarra Joseba Irazoki, quien a su vez ha colaborado habitualmente con su paisano Petti, el cual grabó un disco compartido con Barrence Whitfield, músico que ha acompañado en alguna gira a Tina Turner, quien ha hecho más de un dueto con Joe Cocker. Cocker, a modo de curiosidad actuó en 1989 en Alsasua en un festival a favor de la ikastola local, donde seguramente incluyó en el repertorio su famosa versión del tema de los BeatlesWhit a little help from my friends.
Y de otro tema de los Beatles, precisamente, Back in the USSR −y con él terminamos, es decir, regresamos una vez más a nuestro punto de partida−, hizo igualmente una versión uno de sus fans más inesperados: el terrible cantante de Motörhead, Lemmy Kilmister.