Con una camiseta de Luis Ciges Jorge Nagore venía algunos días al trabajo, y así ibamos tirando
Escribir un libro, Patxi. No tiene solución, Patxi, Irurzun, no la tiene, es como Rulfo pero al revés. El último se llama ‘Dios nunca reza’ y lo ha presentado hoy. He ido porque no tenía otra cosa que hacer, más importante. Bueno, aunque la hubiese tenido, hubiera ido. Es la primera presentación a la que voy en mi vida y espero que sea la última, aunque Patxi, como era de esperar, ha estado esplendido, porque pide perdón mientras habla, aunque no lo pida con la boca. Estuve en otra esta primavera pasada pero en aquella yo era el muerto en el entierro, así que aquella no cuenta. Esta vez lloraba por el finado –debería dejar de leer a ciertos columnistas- y el finado ha hablado muy bien, casi tan bien como escribe, que es muy aproximado a lo que siente. Patxi Irurzun no es mi amigo, pero no me importaría que lo fuera. Pero no tiene tiempo. Tiene que escribir. Y eso es genial. Le he preguntado -porque estábamos pocos y los silencios se expanden- a ver cuándo deja de escribir libros para escribir un libro y se ha reído y el editor, que también ha estado muy bien, me ha mirado con cara de ‘¿quién es ese payaso?’ pero en realidad lo preguntaba para que lo apuntara el único periodista que estaba en al acto. Porque la verdad es que no sé si debe dejar de escribir libros para escribir un libro y quizá sea al revés, que cuanto más escribe escribe mejor, pero yo se lo pregunto, que para eso soy periodista aunque solo sea de este blog. He ido a Auzolan y no había media alma, aunque al entrar Patxi ya ha cubierto el cupo necesario de almas. Hay alma en Auzolan hasta 2023, fácil.
Patxi –lo he ‘sufrido’ como compañero de trabajo- tiene el corazón de un ángel, la timidez de un niño y los dedos de un diablo. Te puede destrozar en una línea, pero no lo hace. Hacía folletos para hipotecas en una empresa-zoológico en la que coincidimos poco tiempo para la parte de la convivencia y demasiado para la parte de la arrogancia. Nos reíamos tanto como alucinábamos. No voy a recordar aquel año porque no me creería nadie y además no merece la pena, todos somos hijos de alguien y algunos incluso hasta padres, lo que no deja de ser asombroso. Llegamos a pensar Patxi y yo y otros compañeros que estaban grabando sin nuestro permiso algún documental para National Geographic pero sin cebras. Siempre tendremos la duda. Patxi ha escrito de eso –por dignidad- y también de sus dos hijos, de una mudanza, de esta Pamplona en la que te pueden dar por saco los habituales pero también y más los autocalificados como progres –aquel jefe nos sacó unas pastas el día que murió Pinochet, en fin- y de todas las cosas que le convierten en mi a escaso juicio en un escritor de primer orden con muchas cosas que decir y que decir bien. Patxi no es de esos escritores de los que puedes decir ‘no ha dicho nada pero qué bien lo ha dicho’. Podría serlo, claro, con la Blakandeker, pero pasa. Él dice cosas porque ha venido aquí a compartir lo que le pasa por la cabeza y ve y a que lo leamos y aprendamos y él de nosotros cuando le leemos. Por eso me jode que se le lea poco y por eso le pregunto que cuando va a escribir un libro y no tantos libros fantásticos, aunque me mire un simpático señor con bigote con cara de justificado espanto. Enhorabuena, señor tímido, cuando me lea su libro, le diré, pero no tengo duda ninguna de que me va a encantar. Joder, me gustaban hasta los textos para hipotecas que hacías en aquel puto frenopático, como para no gustarme esto.
Pd: el libro cuesta 17 euros, se llama ‘Dios nunca reza’. Un señor que pasaba por allá le ha preguntado que a qué Dios se refería y Patxi, pidiendo perdón por hablar, le ha contestado con su legendaria y la infinita educación del que ha sido barrendero –barrendero de verdad, de la mierda que dejamos los demás- que ‘no es un Dios concreto, de ninguna religión, podría ser el capitalismo, o el consumismo o el ecologismo o algo. Se refiere a que solo nos tenemos los unos a los otros para ayudarnos’. Patxi es un genio. Yo lo he visto. Lo ha vuelto a hacer.
Lean también ‘Janis, mi dulce y sucia Janis’ y ‘Atrapados en el paraíso’ y ‘Cuentos sanfermineros’ y ‘La polla más grande del mundo’ –Patxi escribe unos textos preciosos para niños en una web- y ‘Ciudad Retrete’ y unos cuantos más. Lean lo que les dé la gana, hombre, pero luego no digan que no se les avisó, jeje. A mi esta publicidad me da vergüenza y es la última vez que la hago, pero la hago porque es mi obligación como lector, no porque me lo haya pedido él. Patxi no haría eso en la vida, por eso lo hago yo.
No sé si en la convocatoria para la presentación del libro se entendió bien el mensaje. Ponía Convocatoria Dios, que, vale, asusta, un poco, pero no es lo mismo que Convocatoria ni Dios… Bueno, estoy exagerando un poco, la verdad es que han aparecido por ahí unos cuantos amigos y plumillas, y que la cosa ha estado muy bien. El más rápido de todos ha sido el gran Jorge Nagore, que ha debido de salir de ahí y ponerse a escribir como un meteorito y ya ha colgado una crónica en su blog, y yo me emociono, porque que ese monstruo me dedique unos minutos de su tiempo y de su salero no tiene precio. Como es tan grande, lo que ha escrito lo reproduzco en un post aparte ahí arriba. Después de la presentación a correr, fuera el traje de escritor y a enfundarse el mono de trabajo: a recoger a los niños al cole -he llegado por los pelos-, algo rápido para comer, unos macarrones, que nunca fallan, y ahora esperando como los actores que ya no están de moda, que suene el teléfono, o la campanita del email. Mañana creo que saldrá algo en los papeles. El libro está ya, que yo sepa, al menos en Auzolan y El Parnasillo, esperandoos.
Los primeros síntomas de la crisis económica; un embarazo y un príncipe destronado; un trabajo aniquilante y un despido liberador; el vértigo del paro; una mudanza; Sarriguren, mi barrio, por primera vez convertido en material literario; las peripecias y miedos de un escritor tímido, sus sueños (este diario fue Premio Nadal…hasta que se emitió el fallo); las noticias de los periódicos -el asesinato de Nagore Laffage, los abusos de las compañías de teléfonos…-, pasillos de hospitales, conversaciones escuchadas en autobuses urbanos, paseos y conversaciones de la mano de mi hijo hasta la puerta de la escuela…
De todo ello hablo en las páginas de este diario, escrito en el verano de 2008, que presentaré el próximo
Jueves 29 de septiembre a las 11:30 en la librería Auzolan (C/Tudela, 16) Pamplona
Y este linkde la editorial Alberdania podéis descargar la portada, leer la sinopsis y comprar el libro.
Ya sé que está muy mal contar el final de un libro, pero así, con esta canción de Sinatra, es como termina mi diario «Dios nunca reza», que presentaré el próximo día 29 de septiembre, a las 11:30, en la librería Auzolan de Pamplona.
BASKET-FICCIÓN El All Star de las obras literarias inspiradas en el mundo del baloncesto
Un balón rodando por al aire, trazando una parábola perfecta. Todos los ojos clavados en la canasta. El luminoso marcando una diferencia de un punto entre un equipo y otro. La respiración contenida de todo el pabellón, como un gran animal. El balón que toca el aro, gira dentro de él, una, dos veces, decidiendo caprichosamente cómo repartirá la suerte…
Podría ser un buen arranque para una novela, o el final de un cuento. El baloncesto reúne todas las condiciones para ser un deporte literario: las emociones llevadas al límite, su plasticidad (qué grandes poemas habrían escrito Marinetti o Apollinaire con un mate de Jordan, una asistencia de Magic Johnson, una bandeja de Julius Erving… o con una bomba de Navarro). Sin embargo, a diferencia de otros deportes como el fútbol o el ciclismo, que han inspirado cientos de novelas y relatos, o como el boxeo, que constituye casi un subgénero literario,apenas se conocenobras de ficción sobre baloncesto.
The basketball diariesparece la referencia obligada. Novela autobiográfica del poeta y músico punk neoyorkino Jim Carroll, narra el proceso autodestructivo de un estudiante católico y heroinómano, al que interpretó en la película Diario de un rebeldeun increíble (al menos como jugador de baloncesto) Leo Di Caprio.El baloncesto y las drogas o el alcohol como válvulas de escape adolescente, la misma combinación que aparece en algunos de los libros de Sherman Alexie, como El indio más fuerte del mundo o Diez pequeños indios. Alexie relata en ellos la vida cotidiana de los indios spokane, tribu a la que él mismo pertenece. En sus páginas Jesucristo nace y crece en una reserva india, hay grupos de blues formados por pieles rojas o estos sueñan con escapar a su destino, al racismo y al alcoholismo, convirtiéndose en estrellas de la NBA, mientras en las canchas, y en la vida real, los jugadores a los que se acercan los humillan con frases como “¿Por qué vienes detrás de mí? No tengo tu cheque de la seguridad social”.
El baloncesto, en la ficción literaria, va frecuentemente unido al fracaso, a perdedores como el caótico Conejo, de John Upidke, vieja gloria del baloncesto que ahora se gana la vida vendiendo la peladora de patatas MagiPeels; a jugadores que sienten amenazada su estrella, como Jayjay Johanssen (sí, casi como el músico sueco), el único blanco titular en el equipo de la Universidad de Dupont,en Soy Charlotte Simmons de Tom Wolfe; o a deportistas retirados por culpa de fatídicas lesiones, como Myron Bolitan, el detective de las novelas negras de Harlan Coben.
La novela negra y el baloncesto se cruzan también en La bicicleta de Leonardo, de Paco Ignacio Taibo II, en donde el protagonista investiga el secuestro y robo de un riñón de una aguerrida jugadora de baloncesto norteamericana; o en la novela juvenil Muerte a seis veinticinco, de Joan Cervera, Premio Edebé 2009, en cuyas páginas se investiga el asesinato de la mujer y el hijo de un jugador del Joventut de Badalona.
Son estos libros, no obstante, “rara avis” en nuestras letras, al igual que Quinta personal, de Montserrat Torrecilla, obra que ganara en su día (1985) el premio de literatura deportiva Don Balón. En la literatura en castellano cuesta tanto encontrarse con baloncestistas o aficionados al deporte de la canasta casi tanto como con barrenderos o dependientas. Sin embargo, si el baloncesto como materia literaria no es aparentemente muy fructífero, sí ha nutrido a la literatura desde sus filas de un buen puñado de autores: jugadores, entrenadores, periodistas, incluso árbitros han escrito libros de ficción, después de colgar las botas. Francisco Gallardo, médico sevillano especializado en medicina deportiva (fue médico en la selección absoluta con Antonio Díaz Miguel) es autor de El rock de la calle Feria, novela de carretera e iniciación (un viaje a Amsterdam para ver un concierto de Bob Marley); Gallardo, además, fue compañero en la selección juvenil de Epi, Romay o Iturriaga, y precisamente “Itu”, el hoy comentarista televisivo y otro viejo rockero del baloncesto ibérico, Corbalán, participaron con sendos cuentos en la antología Relatos del deporte; Aitor Zárate, ex de varios equipos ACB, publicó un thriller de abogados y representantes de deportistas en La trampa del oso (además es autor de varios best-seller de libros de autoayuda); Julián Sánchez Romero escribió una novela de intriga, El anticuario, en la primera de sus diez temporadas como árbitro; el periodista Paco Rengel, especializado en baloncesto, firmó ADN, una novela con tramas sobre la memoria histórica y el periodismo deportivo;Joan Plaza, actual entrenador del Cajasol, publicó siendo técnico del Real Madrid Las mantas de Angelina (y “obligó” en la presentación del libro a algunos de sus pupilos, como Felipe Reyes, a bloquearle el rebote ante la prensa)… Y Phil Jackson, el legendario entrenador de los Lakers, no escribe novelas, pero las “recomienda” como motivación a sus jugadores. A Pau Gasol le tocó 2666, de Bolaño. Y el propio Bolaño, narra en Los sinsabores del verdadero policía un onírico Barça-Real Madrid, con los jugadores de su equipo con las extremidades desdibujadas y Arvidas Sabonis, en el conjunto rival, como único baloncestista visible y reconocible, amo y señor de la pista. Parece ser que, respecto a ese apabullante dominio lituano, en esta ocasiónBolaño no fue un visionario.