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QUINCE AÑOS EN LA CALLE

May 16, 2022   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (diaruios Grupo Noticias) 14/05/22

Hace unas semanas mi amigo el fotógrafo mexicano Juan Lemus me envió una nota de voz comunicándome roto de dolor la muerte del pintor Miquel Fuster, del cual había sido la sombra durante años, desde que Fuster fue acogido por la Fundación Arrels de Barcelona, tras pasar tres lustros viviendo en ese infierno que es la calle en el que siempre hace frío y los demonios —la soledad, el alcoholismo, la locura— nunca cometen el pecado mortal de la pereza.

Conocí a ambos hace años en unos encuentros literarios organizados por el Foro Social de Segovia. A Fuster, en realidad, apenas llegué a saludarlo, pero con Juan establecí de inmediato una amistad gracias a la cual puedo sentirme amigo interpuesto de Fuster —los amigos de mis amigos son mis amigos, etc.—, más si cabe si, como he mencionado, Juan Lemus ha sido durante estos años un compañero inseparable del pintor.

Juan trabaja para la Fundación Arrels, que atiende a las personas sin hogar de Barcelona. A Segovia acudió acompañando a Miquel Fuster a presentar su novela gráfica Quince años en la calle, en la que el pintor retrata esa larga temporada en el infierno durante la cual malvivió en las calles, parques y montes de la Ciudad Condal, tras un pasado prometedor como ilustrador en editoriales y agencias como Bruguera, Selecciones ilustradas o Norma editorial.

Aquella misma noche, cerveza va, tequila viene, Juan me contó cómo Fuster había acabado en la calle después de varios golpes de mala suerte: un desengaño amoroso, la pérdida de su casa como consecuencia de un incendio… 

Lo que vino después, esos quince años en el infierno, está magníficamente retratado en el cómic de Fuster, en el que se recogen una serie de historietas y escritos que describen la vida de los sintecho de manera desgarrada, como desgarrado es el trazo de los dibujos de Fuster, una maraña de heridas asestadas a punta de lápiz que le confieren un estilo personalísimo, una caligrafía inconfundible del padecimiento.

En Quince años en la calle Fuster nos cuenta, por ejemplo,  lo dolorosa que resulta la invisibilidad (las personas que ni siquiera se dignan a mirarle o a devolverle el saludo cuando se dirige a ellas), las palizas de desalmados que se sienten fuertes golpeando a los más débiles, la soledad (a Fuster le parece hermosa la figura de un maniquí en un escaparate, añora en ella los cuerpos de las mujeres que amó, el sexo para el que se siente ya desahuciado), el fuego y la sed devastadora del alcohol…

Fue el propio Juan Lemus, que durante años — después de que Arrels facilitara a Fuster una habitación propia en la que poder dibujar todo ese horror y a la vez borrarlo— acompañó a su amigo en charlas, presentaciones, entrevistas en las que concienciar y denunciar el problema de las personas sin hogar, fue él, decimos, quien encontró a su compañero muerto, dormido para siempre en la cama de su pequeño apartamento, tal y como describe en una emotiva carta de despedida que se puede leer en la web del pintor (www.miquelfuster.com).

Juan, en realidad, no fue la sombra de Fuster, como antes he escrito, sino que compartió con él su luz, largas y caudalosas horas de conversaciones, su memoria prodigiosa, todo aquello que la vida en la calle y el alcohol no pudieron a pesar de todo arrebatarle. Y fue él quien, además, salvaguardó su talento artístico y a quien, entre otras almas generosas, debemos ese legado, esa obra que podemos considerar ya fundamental y de referencia sobre las personas sin hogar que es Quince años en la calle, de Miquel Fuster.   

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