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Los discos del verano 5: «CHEAP THRILLS» (Janis Joplin, 1968)

Ago 11, 2018   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
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Colaboración para la serie estival «Los discos del verano». Publicado en magazine ON (Diarios de Grupo Noticias), 11/08/2018

EL VERANO QUE MEÉ SANGRE

 

A Janis Joplin la nombraron una vez el chico más feo de su instituto. A mí, por el contrario, siempre me ha parecido una mujer muy hermosa. No hay ninguna voz que me haya enamorado como la suya, que me haya hecho temblar de igual modo. Ella decía que hacía el amor con miles de personas cada vez que salía a cantar. Después, en los camerinos, en las habitaciones de hotel, en las barras de bar venía el bajón, la insondable tristeza post-coito. Tras aquel orgasmo cósmico aparecía esa Janis de andar por casa, que se volvía vulgar al bajarse de cada escenario, insegura, frágil, desamparada, y a la que también, en realidad,  era posible vislumbrar a veces en los conciertos o en las grabaciones en directo, al escuchar las coletillas y las risitas nerviosas que acompañaban sus palabras para presentar cada canción.

No recuerdo cuándo escuché la voz de Janis por primera vez. Supongo que en algún hilo musical o alguna radio de estándares de rock. Pero entonces era solo una voz que se oía a lo lejos, pidiendo ayuda, o tal vez ofreciéndola, entre todo el ruido y el silencio ensordecedor del mundo: en la duermevela de los viajes en autobús a la fábrica, a las cinco de la mañana; en las salas de espera de las oficinas de empleo; en los bares en los que simulaba esperar a alguien y no me atrevía a hablar con nadie…

Sí recuerdo, sin embargo, la primera vez que hice el amor con ella. La primera vez que aquella música se me pegó a la piel y me estremeció.  Fue durante el verano que meé sangre. Por entonces trabajaba en una fábrica de porcelana. Tenía que descargar unas vagonetas, recubiertas con una manta de amianto, que salían de un horno tan caliente como el mismísimo infierno, cargadas de tazas, platos, soperas y de vez en cuando,  como un broma cruel, algún tirador de cerveza. Durante algunas semanas estuve haciendo turnos de doce horas. Eran los años 90, había cuatro millones de parados, pero nos obligaban a cubrir las vacaciones estivales de ese modo.

Un día, al ir al baño, una mariposa roja brotó de mi cuerpo y batió sus alas contra el urinario. “Es un carcinoma vesical”, dijeron los médicos, y también dijeron que aquel tumor en la vejiga se debía Resultado de imagen de Robert Crumb Janis Joplinal tabaco. Supongo que tenían razón, aunque yo fumaba solo cinco cigarrillos diarios pero trabajaba sesenta horas semanales pegado a una manta de amianto. Tenía por entonces 27 años, la edad a la que morían los mitos del rock (Jimi Hendrix, Jim Morrison, Kurt Cobain, Amy Winehouse, la propia Janis Joplin). Pero yo no era una estrella del rock, así que nunca pensé que algo pudiera salir mal.  Sabía que aquello solo era una señal, un gesto de rebeldía que enviaba mi cuerpo.

Para el ingreso en el hospital me compré un discman y algunos cedés, entre ellos Cheap Thrills, de Big Brother & The Holding Company, sin saber que Janis Joplis era la cantante de ese grupo. Elegí aquel disco por la portada, que había realizado el dibujante de comics  Robert Crumb, a quien en realidad todavía tampoco había leído. Me gustaron sus caricaturas voluptuosas y coloridas, tras las que también se adivinaba un mundo propio lleno de obsesiones.

La portada de Cheap Thrills, cuyo título original era Dope, sex and cheap thrills (Droga, sexo y emociones baratas), que Robert Crumb,  haciendo honor a ese título —al menos en cuanto a las drogas se refiere—, pintó durante una noche de speed, era en realidad su contraportada. La compañía discográfica desechó, junto con el título, la primera portada, en la que aparecían dibujados desnudos los miembros del grupo (y también el resto de sus cuerpos); Crumb diseñó entonces una segunda opción y esta vez fue el propio grupo quien la rechazó, pues les gustaron más los dibujos que hizo para los créditos del disco. De hecho, lo que se puede leer en los bocadillos de las diferentes viñetas que aparecen en la portada final de Cheap Thrills son los títulos de las canciones, los nombres de los músicos de la banda, incluso alguna que otra broma, como el sello que certifica que el trabajo cuenta con la aprobación de los Ángeles del infierno.

En el centro de esa portada hay un círculo del que emanan el resto de viñetas. En él aparece la caricatura de Janis Joplin, vestida de presidiaria y arrastrando una cadena y su bola, sobre la que flota la leyenda Big Mama Thorton, el nombre de la intérprete original de la canción Ball & Chain, incluida en el disco, a la que hace referencia el dibujo (esa bola de preso, por cierto, también recibe en inglés el nombre de Blackberry, como la marca de los primeros teléfonos móviles que comenzaron a condenarnos a la estulticia). No es, por supuesto, una casualidad que ese dibujo sea el núcleo irradiador no solo de la portada sino también de todo el disco, pues la música de Janis Joplin se encadena y es deudora sin ningún disimulo de las grandes y malogradas damas negras del blues, como la mencionada B.M. Thorton, Bilie Holliday o Bessi Smith.

Por esta última, Bessi Smith, además de compartir una inclinación a la dipsomanía, Janis Joplin sentía una especial devoción, hasta tal punto que pagó una lápida para la tumba sin nombre de aquella a la que llamaron la emperatriz del blues, pero que murió como una perra callejera. Los clubs en los que Bessie Smith solía cantar durante los años 20 y 30 del  siglo XX se abarrotaban para oír su voz limpia y enérgica (existe un cortometraje en el que se la ve interpretando Saint Louis Blues en uno de esos clubs, acodada sobre la barra, con una jarra de cerveza en la mano, tambaleándose… El video es probablemente una ficción pero desde luego Bessie Smith se sabía el papel muy bien). Sin embargo,  a pesar de su éxito,  cuando en 1937 su coche se salió de una carretera de Misisipi (probablemente porque Bessie Smith no tenía la necesidad de pararse en los cruces de caminos en los que el diablo compraba almas a cambio del don del blues, pues ella lo traía de serie), nadie quiso atenderla en ninguno de los dispensarios médicos para blancos a cuya puerta llamó y en los que, en lugar de una emperatriz del blues, los médicos solo veían a una negra enorme y borracha. Murió desangrada bajo una tormenta bíblica. Y, durante muchos años, estuvo enterrada en una tumba anónima. Hasta que Janis Joplin pagó su lápida.

Cheap Thrills es, pues,  un aullido, una colección de aullidos por la memoria de todas esas  damas malditas del blues. En el disco, además de Ball & Chain de Big Mama Thorton, aparecen varias de las canciones (algunas de ellas en directo) más emblemáticas de Janis Joplin, como Piece of my heart o Summertime, el clásico de George Gerwin. Publicado durante el verano de 1968, tras el éxito obtenido por la cantante durante el verano anterior (el famoso verano del amor) en el festival precursor de Wodstock, el de MonterreyCheap Thrills se convirtió en un éxito, llegando a vender un millón de copias. Fue el segundo disco de Janis Joplin, tras su debut en Big Brother & The Holding Company (1967). A él le seguirían I Got Dem Ol Kozmic Blues Again Mama! (1969), ya con una nueva banda, y el póstumo Pearl (1971), publicado tan solo tres meses después de su muerte, tras una sobredosis, cuando todo parecía indicar que la cantante se había desenganchado de la heroína.

Muchos años después de su muerte, el verano que meé sangre, Janis Joplin hizo el amor conmigo en la cama de un hospital y sus canciones me mantuvieron empalmado a la vida.

Todavía sigo escuchándolas de vez en cuando.

Todavía sigo vivo.

 

Los discos del verano. Todas las entregas

 

 

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