
Horacio Elizondo fue el árbitro que pitó la final del Mundial de Alemania 2006. La del cabezazo de
Zidane. En ella, Zizou, el jugador-bailarín, el que parecía que siempre hacía lo que debía, con el balón y sin él, pudo haber cerrado su trayectoria impecablemente. Su cabezazo, sin embargo, lo hizo humano y yo, al menos, lo prefiero así. Pero volviendo al árbitro, el otro día
Lander Santamaría contaba en
Diario de Noticias que el argentino Horacio Elizondo era un árbitro poeta, y dejaba esta dirección desde la que podía descargarse su biografía,
Un hombre justo. Curioso.
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