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CLUB DE LECTURA DE VERANO 2023

Jul 24, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

NOVELA DE AJEDREZ, de Stefan Zweig

¿Stefan Suaij, Svaij, Esveij? El primer problema con el que uno se enfrenta ante este autor es la pronunciación de su apellido. Personalmente tengo la teoría de que la mayor o menor dificultad que supone memorizar y vocalizar el nombre de un escritor influye en cierta medida en el éxito de su obra o determina este; eso, o el interés o los prejuicios con que el lector se enfrente a ese nombre, pues en ocasiones, tal y como denuncia la escritora canaria de origen marroquí Meryem El Mehdati en su reciente y estupenda novela Supersaurio de la que también hablaremos en alguna de las próximas entregas de este Club de lectura de verano−, en su caso dichas dificultades se solventan sencillamente leyendo lo que pone: Meryem; algo que −si me disculpan este egomaníaco inciso− he sufrido en carnes propias, escuchando cómo mi apellido, que, al menos en castellano, no debería presentar ninguna traba fonética, es a menudo maltratado y desfigurado: Izurzun, Irurzum, Uzurun… (el récord está en una ocasión en un telediario −la única vez que he salido en un telediario, para más inri− en la que apareció en los rótulos o fue pronunciado por la presentadora de tres maneras distintas).

Un autor rehabilitado

Es esta una teoría que no tiene ninguna base científica o estadística, al contrario que otra (un estudio de investigadores de las universidades de Edimburgo, Manchester y Sheffield) que revela que a alguien cuya procedencia social es la clase trabajadora le cuesta cuatro veces más abrirse camino en el mundo de la cultura y la creatividad que a una persona de clase acomodada.

En el caso de Stefan ¿Sveij, Suaig, Chuei?, hijo de una acaudalada familia judía austriaca, este último factor no debería haberle afectado, pero lo cierto es que, quien fuera un reconocido escritor e intelectual en su época, cayó tras su suicidio en un largo olvido, sin que lleguemos a comprender muy bien por qué (de ahí las especulaciones sobre el éxito y el fracaso con las que nos estamos despistando en este largo preámbulo); olvido del que afortunada y justamente parece haber sido rescatado en los últimos años, con antologías y reediciones de sus relatos y novelas entre las que, quizás, esta de la que hoy nos ocupamos sea la más destacada.

El título de la novela, Novela de ajedrez, tampoco parece mejorar la atracción que pueda suscitarnos este autor de nombre impronunciable, excepto para los aficionados a dicho juego, pero lo cierto es que en esta breve obra, de apenas cien páginas, encontramos todas las virtudes de la escritura del autor austríaco −la perfección y la elegancia de su sintaxis, la concisa precisión de la trama, el tratamiento psicológico de los personajes, la tensión narrativa−, todo lo cual hace que cualquier persona que no sepa distinguir un alfil de un satisfyer disfrute igualmente de ella.

Bendita impaciencia

La bibliografía de Stefan Zweig es extensa, biografías, novelas, obras de teatro, pero es tal vez en la media distancia, en sus novelas cortas o cuentos largos, en las nouvelles, donde demuestra su maestría, con títulos como Veinticuatro horas en la vida de una mujer o Carta de una desconocida. Enellas todo parece, y lo está, medido y sopesado por el autor −la eliminación de todo lo adiposo, la renuncia a la adjetivación innecesaria, el uso de la palabra y la frase precisa en cada momento−, pero, paradójicamente, el motor de ese equilibrio y esa perfección tiene que ver con la impaciencia, tal y como el propio Zweig confesara: “En definitiva, creo que proviene de un defecto mío, a saber: que soy un lector impaciente y temperamental. En una novela, una biografía o un debate intelectual me irrita lo prolijo, lo ampuloso y todo lo vago y exaltado, poco claro e indefinido, todo lo que es superficial y retarda la lectura. Sólo un libro que no cese de mantener su nivel página tras página y me arrastre hasta el final de un tirón y sin dejarme tomar aliento me produce un placer completo. Nueve de cada diez libros que caen en mis manos los encuentro llenos de descripciones superfluas, de diálogos plagados de cháchara y de personajes secundarios innecesarios; resultan demasiado extensos y, por lo tanto, demasiado poco interesantes, demasiado poco dinámicos».

Ajedrez y psicología

En el caso de Novela de ajedrez, la estructura de la obra es aparentemente sencilla: un peculiar campeón mundial de ajedrez, un auténtico zoquete en toda otra actividad intelectual o social que no tenga que ver con el tablero, es desafiado por otro espontáneo y desconocido jugador durante un viaje transatlántico. Eso es todo cuanto sucede en la novela, pero esa trama sirve para que Zweig haga un profundo retrato psicológico de los dos jugadores y nos vaya revelando las circunstancias vitales que los han conducido hasta allí, todo ello recurriendo a algunos procedimientos tradicionales o clásicos de la novela que a menudo el escritor austriaco utiliza en sus obras, como el narrador en primera persona sin apenas peso en la acción y cuya única tarea es la de convertirse en un interlocutor pasivo al que los protagonistas van revelando sus historias.

En el retrato psicológico que Zweig hace del genio del ajedrez Czentovic y sobre todo de su contrincante, el señor B., el autor deja entrever alguna de sus preocupaciones más profundas, como la sospecha de que ni siquiera las pasiones y vocaciones más decididas −el ajedrez, en el caso de los personajes de la novela, la literatura en el suyo propio− consiguen amainar las tormentas interiores de cada cual ni sirven para modificar los fenómenos atmosféricos exteriores que las desencadenan.

Stefan Zweig, tal y como hemos adelantado anteriormente, se quitaría la vida, junto con su segunda esposa, en 1942 en la ciudad brasileña de Petrópolis, después de un periplo como exiliados por diversos países −Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Argentina…−. Antes, en su condición de “no ario”, sus obras fueron prohibidas por el régimen nazi (el músico Richard Strauss se negó a eliminar del cartel de una de sus óperas el nombre de Zweig, autor del libreto, desatando la furia de Hitler, que declinó acudir al estreno y prohibió finalmente las representaciones de la obra).

La última jugada de Zweig

Pese a todo ello, a Zweig se le atribuyó en ocasiones una postura tibia o acobardada frente al régimen nacional-socialista, tanto en sus intervenciones públicas como en sus obras de ficción, en las que apenas existen referencias o críticas al mismo… a excepción de esta Novela de ajedrez, en la que el señor B. es una víctima de la Gestapo sometida a una prolongada tortura psicológica, a la cual consigue sobrevivir gracias a la lectura obsesiva de un libro sobre ajedrez. Algo −la supuesta pasividad de Zweig frente al nazismo−, que parece contraponerse a una de las motivaciones que se suelen argüir cuando se trata de encontrar una explicación al suicidio del autor: la incapacidad para soportar el avance del III Reich, que Zweig creyó que acabaría dominando el mundo y destruyendo la civilización, la democracia y los ideales europeístas (“el mundo de mi propio idioma se derrumbó y mi hogar espiritual, Europa, se autodestruyó”, escribe en una de sus notas de despedida).

Nunca sabremos, en realidad, −nunca se sabe, solo la persona que toma esa decisión lo sabe− cuáles fueron los motivos reales que llevaron a Stefan Zweig a acabar con su vida, si se trató, tal vez, de la misma impaciencia que le llevaba a escribir novelas meticulosas, pero lo cierto es que también en esa última escena de su vida todo parecía cuidadosamente premeditado: los cuerpos de su compañera, Charlotte Altmann, y de Stefan Zweig fueron encontrados tendidos sobre su cama de matrimonio, abrazados y elegantemente vestidos − Zweig con corbata y Charlotte con kimono−. En la mesilla de noche reposaban los restos de dos vasos con veneno y cuatro cartas de despedida, en una de las cuales explicaban incluso cómo ocuparse de su fox terrier.

Solo unos meses después, Novela de ajedrez, la última novela que Zweig escribió, fue publicada en Argentina, en una pequeña edición de trescientos ejemplares, y más tarde en Suecia, Reino Unido o Alemania y su Austria natal, hasta convertirse finalmente en la obra maestra, el jaque mate del gran escritor austríaco.

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