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Archive from agosto, 2023

Entrevista a Jon Arretxe

Ago 7, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Esto es novela negra, no rosa”
Jon Arretxe, escritor

Jon Arretxe: “Si me canso del detective Touré lo mato, pero noto que la  gente le ha cogido cariño”
Foto: Unai Beroiz

Hay un hombre en Arbizu (Navarra) que lo hace todo: viajero, cantante de ópera, fue también profesor de universidad…. pero, por encima de todas las cosas, Jon Arretxe es escritor. Touré, el detective africano protagonista de su saga literaria de novelas negras, cuya novena entrega, Tiempos para la Lyrica, acaba de publicar, salta a la pequeña pantalla en una serie que ha comenzado a rodarse recientemente en el barrio bilbaíno de San Francisco.

Un trabajo seguro, una jornada de ocho horas, un sueldo fijo… Al escritor basauritarra Jon Arretxe siempre le ha horrorizado la idea de acomodarse. Por eso se aferra a la literatura, que le proporciona la incertidumbre y la emoción de saber, o no saber, mejor dicho, qué sucederá con cada libro nuevo. Ha perdido la cuenta de cuántos lleva publicados −son más de treinta−, aunque sí recuerda algunos que fueron determinantes: el diario viajero Tubabu, con el que comenzó todo: Ostiralak, sus historias gamberras de estudiantes, que se convirtieron en un inesperado best-seller gracias al que, en el año 2000, pudo dejar su trabajo como profesor universitario y dedicarse exclusivamente a escribir (“Llevo un siglo viviendo de la literatura”, bromea); o 19 cámaras, el primero de la serie de Touré, el sui generis detective burkinés cuyas aventuras serán ahora llevadas a la pantalla, tras ocho entregas literarias, a las que suma ahora la novena novela de la saga, Tiempos para la Lyrica.

Detective Touré, la serie basada en sus libros, que Arretxe escribe y publica originalmente en euskera, comenzó a rodarse el pasado cinco de junio en el barrio de San Francisco de Bilbao, el territorio natural del investigador burkinés. Y su creador se encuentra “superfeliz” con esta adaptación de sus novelas, que le ha permitido estirar el chicle para poder seguir manteniéndose durante una temporada sobre el alambre de la literatura, gracias a lo que califica como una inyección económica, pero también de alegría y de moral.

Tiempos para la Lyrica - Jon Arretxe, Kristina Fernández Blanco -5% en  libros | FNAC

Un puto negro

Arretxe inventó el personaje de Touré siguiendo el consejo del algunos colegas escritores, que le animaron a crear una saga. “Yo ya había escrito novela negra, pero normalmente me cargaba a todo el mundo. Me planteé hacer algo original, distinto, un protagonista que durara más de una novela y no fuera el típico policía o expolicía blanco, con problemas con el alcohol… Y así surgió Touré, un inmigrante africano, no sé muy bien por qué… bueno, ahora sí lo sé”.

Durante mucho tiempo Arretxe creyó que el origen de Touré lo debía a sus viajes por África y la admiración y el amor que siente por el continente y sus gentes, pero una charla con su psicosomatólogo le hizo ver que en realidad la razón estaba más cerca, en su propia casa: “Mi hijo es negro”, dice. “Y ahora comprendo que fue por eso. Y me doy cuenta además de que en mis novelas, que comencé escribiendo con la idea de hacer algo divertido, con una trama que enganchara, el componente social ha ido ganando peso, y de que, en el fondo, lo que quería era denunciar, defender a gente que es como mi hijo, algo de lo que antes no era consciente. Mi hijo tiene ya diecisiete años y hasta ahora ha sido un chaval de Arbizu, euskaldun, uno más, pero ahora ya ha empezado a salir fuera a estudiar, y, desgraciadamente, para mucha gente va a convertirse en un puto negro”, se lamenta el escritor.

En bici por el desierto del Sáhara…

Los viajes, de todos modos, sí han tenido una importancia fundamental en la trayectoria literaria de Arretxe, que fue viajero antes que escritor. “Comencé a viajar antes de cumplir los veinte, cuando estudiaba Filología Vasca en Deusto, donde también empecé a trabajar como profesor de euskera y a ganar algo de dinero. En aquella época no escribía, sí que leía, claro, aunque tampoco era una gran afición, pero al final iba acumulando tantas historias en la cabeza que aquello tenía que salir por algún lado. El libro clave fue Tubabu. Cuando lo escribí llevaba ya viajando unos diez años, pero eran viajes no muy largos, de un mes, en vacaciones, y llegó un momento en que aquello no me llenaba, así que dejé aquel trabajo, cogí la bicicleta y decidí cruzar el desierto del Sáhara en bici, anduve por Marruecos, Mali, Senegal… Fueron tres meses en los que me pasó de todo y, como tenía la sensación de que debía contar aquello, escribí un diario de viajes. Lo presenté a un premio, que fue la primera beca Igartza, lo gané, y el libro tuvo mucho éxito, porque por entonces apenas había novela de viajes en euskera, a pesar de que los vascos hemos sido bastante viajeros. A partir de ahí, desde Tubabu, todos los años he escrito por lo menos un libro. Fue el momento clave, si no hubiera sido por aquel libro y por aquel premio seguramente ahora no sería escritor”, confiesa Arretxe.

Tubabu

…y la noche estudiantil de Gasteiz

Llegó un momento, sin embargo, en que el escritor se aburrió de la literatura viajera y decidió dar un giro que terminaría por afianzar su apuesta por la literatura. Fue la publicación de Ostiralak, un libro sobre la vida estudiantil en Vitoria, las noches de los jueves, etc. que escribió, no obstante, como un divertimento, sin demasiadas pretensiones. “No me parecía en absoluto mi mejor obra, hasta entonces mis libros de viajes se habían vendido bien, pero no como para vivir de ellos, y esto de repente se convirtió en un gran éxito, se dispararon las ventas, sobre todo como lecturas para institutos, algo que me sorprendía, porque no era ni literatura juvenil, ni educativa, ni nada, al contrario, era una apología del gamberrismo, pero, sin querer, parece ser que acerté con los gustos de los jóvenes. Se vendieron miles y miles de ejemplares, hasta el punto de que me planteé intentar vivir solo de la literatura. Por entonces yo trabajaba de profe en la universidad en la facultad de Educación Física de Vitoria y lo dejé para vivir del cuento”, ironiza.

ostiralak. Jon Arretxe. Elkar.eus

Revolución en San Francisco

Pero más allá de sus golpes de fortuna literaria, Jon Arretxe es un obrero de la narrativa: recorre incansable y omnipresente festivales, ferias del libro, centros educativos, mima a cada uno de sus lectores o potenciales lectores, considera a cada uno de ellos un pequeño tesoro… Y con la adaptación televisiva de Touré espera sumar más adeptos.

Aunque es consciente de que la literatura y el cine son lenguajes diferentes y la serie se tomará sus licencias le alivia saber que hay ciertas líneas rojas que no se han franqueado. Una de ellas es conservar el hábitat natural de Touré, el barrio de San Francisco, revolucionado estos días con el rodaje de Detective Touré, que inicialmente constará de seis capítulos.

Arretxe conoce bien San Francisco, donde ha escrito buena parte de las novelas de la saga: “En los últimos años he cogido la costumbre de escribir in situ, en el lugar en el que transcurren las novelas. La primera vez fue un libro de aventuras en el Amazonas: me fui a un pequeño poblado y me salió de un tirón, me pareció mucho más sencillo que escribir en Arbizu, donde llevo viviendo desde 2004. Yo en Arbizu miro por la ventana, veo San Donato, Urbasa, Aralar, y me digo “¡Es precioso!”, pero con eso no me salen novelas negras, igual podría escribir poesía, pero no es lo mío… Con Touré, la primera vez, me dejaron un piso en San Francisco, cuando empecé a husmear por allí, y así surgió 19 cámaras… San Francisco es un barrio supervivo, en el que siempre pasan cosas, basta con estar mirando con el balcón para que te broten historias y personajes… Y sigo con ese método. A Touré me lo he llevado a los barrios de París, a Barbier, Bellville, o a Madrid, a Lavapiés, Vallecas…”.

La muerte de Touré

En Tiempos para la Lyrica, la última entrega de Touré, este regresa a San Francisco, donde se encuentra con un panorama desolador. La alusión en el título a la conocida frase de Bertold Brecht, tiene un doble sentido, con la inclusión del nombre de ese medicamento, Lyrica, cuyos envoltorios de plástico no es raro ver últimamente tirados en las aceras del barrio bilbaino, donde estas pastillas se han convertido en moneda de cambio entre yonkis y sintechos.

Preguntamos al escritor si Touré tiene fecha de caducidad. “Si me canso de él, lo mato”, contesta, pero luego añade: “Pero igual entonces alguien me mata a mí, porque noto que la gente le ha cogido cariño, y yo también, aunque le hago sufrir mucho. A veces me echan la bronca, pero yo les digo que esto es novela negra, no rosa, y que para gente como Touré la vida es así, son supervivientes natos, para los que conseguir veinte euros es todo un logro, con ellos hacen maravillas… Yo muestro la realidad con toda su crudeza. De todos modos, espero que tarde mucho el momento en que me aburra del personaje, creo que todavía durará mucho”.

Hay pues Touré para largo, y además, ahora, por partida doble, en los libros, y, dentro de poco, en la pequeña pantalla.

Detective Touré', serie basada en las novelas de Jon Arretxe, se rodará  entre junio y septiembre en Bilbao

Jon Arretxe Pérez (Basauri, 1963). Es doctor en Filología Vasca, licenciado en Educación Física y ha completado, en los conservatorios de Bilbao y Vitoria, sus estudios de piano y canto. La ópera es otra de sus grandes pasiones y ha formado parte de los coros de las óperas de Bilbao (ABAO) e Iruñea (AGAO), en esta última también como solista. “Comencé de niño y cuando lo retomé, mi profesora no me dijo que cantara bien, pero sí que tenía una voz de bajo poco frecuente”. Como escritor ha firmado decenas de libros. Se inició con la literatura de viajes con libros como Tubabu o Griot; su serie de novelas de estudiantes Ostiralak, Ostegunak, Larunbatak, se convirtió en un fenómenos de ventas, al igual que sus novelas juveniles e infantiles (Harresi handirantz, Beti iparralderantz…). Autor de novela negra, su serie sobre el detective Touré, será llevada próximamente a la pequeña pantalla, una noticia que le hace feliz. Asegura estar en el mejor momento de su vida y haber disfrutado a lo largo de la misma de las oportunidades que esta le ha ofrecido: la música, el deporte, los viajes o la literatura.

CLUB DE LECTURA DE VERANO 2023

Ago 1, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA PELOTA VASCA, de Santiago Lesmes Zabalegui

Gerardo Lizarraga

Si empiezo diciendo que el libro que comentamos hoy es una enciclopedia de la pelota vasca, su autor, el pamplonés Santiago Lesmes Zabalegui, se me va a enfadar. Con razón. De la máxima horaciana “enseñar deleitando” las enciclopedias suelen por lo general olvidarse de la segunda parte, reduciéndose en la mayoría de los casos a aburridas y frías acumulaciones de fechas, datos y definiciones. Y no es el caso. En La increíble historia de la pelota vasca su autorhace una declaración de intenciones cuando, en la introducción del libro, afirma que aspira a ofrecer al lector “un relato apasionante y extraordinario, un viaje en el tiempo narrado de forma amena y aderezado de infinidad de historias, anécdotas, personajes y curiosidades”. Objetivo que cubre sobradamente. No obstante, no podemos obviar que la obra nos da cuenta también de los orígenes del juego, las diferentes modalidades y herramientas, la importancia del frontón como elemento arquitectónico y social (el ágora vasco), la presencia de la mujer en los frontones, el reflejo del mundo pelotazale en el arte, el carácter de la pelota como rasgo definitorio de la cultura vasca…

Si eso no es una enciclopedia que baje Txikito de Eibar del cielo y lo vea.

¡Patapún!
No, no se me ha aparecido Indalecio León Sarasqueta (Txikito de Eibar), el estruendo se debe a que, cuando consultaba el nombre de pila del célebre cestapuntista en La increíble historia de la pelota vasca, el libro se me ha caído al suelo, con sus casi cuatrocientas páginas y sus más de mil ilustraciones y fotos, incluso con sus dibujos animados (la pequeña figura de un pelotari aparece en la parte inferior de todas las páginas, de modo que si las pasamos rápidamente el dibujito cobra vida)… Todo lo cual, convierte, efectivamente, en un deleite la lectura de esta instructiva obra.

Indalecio Sarasqueta, Txikito de Eibar

Dada la exhaustividad de la misma nos vamos a ceñir a aquello que nos atañe, el capítulo dedicado a la literatura −los libros y autores que se han hecho eco del mundo de la pelota y los pelotaris−, pero antes no podemos pasar por alto otro tema recogido por Santiago Lesmes: las apuestas y los desafíos, que han estado unidos al deporte de la pelota desde sus inicios, generando multitud de lances y personajes novelescos.

Apuestas rocambolescas

Las apuestas hoy en día están regularizadas, así como el reglamento de las diferentes modalidades de pelota, pero hubo un tiempo en que los desafíos se hacían casi a la carta, y así podemos encontrarnos con partidos en los que un solo pelotari se medía a dos, tres o más contrincantes, o debía restar los tantos con una serie de condiciones (al aire, sentándose entre punto y punto en una silla, de revés, con el canto de la pala…), o −rozando ya lo esperpéntico− en los que uno de los deportistas tenía que competir con una arado romano al cuello (y lo que a priori parecía una clara desventaja también podía favorecerle, pues su adversario, si no quería ser descalabrado, tenía que agacharse con cada giro del arado). Se han llegado a conocer partidos en los que un pelotari competía atado por el pie a un ciego, o a un perro, o al perro del otro pelotari (que, por supuesto, no paraba de llamar al animal)… Y había auténticos profesionales de estas rocambolescas apuestas, que utilizaban todo tipo de pillerías, por ejemplo, fingirse débiles o enfermos durante el partido y, cuando les convenía, recuperar prodigiosamente la salud y dar la vuelta al resultado. Ganapanes que recorrían los frontones de feria en feria y que en ocasiones alcanzaron enorme celebridad, como el navarro de Espronceda Luis Zubielqui que, tras trabajar en su infancia como carbonero y pastor, decidió, cumplida la veintena, darse a la buena vida valiéndose de sus facultades físicas, tanto las buenas (su talento innato para la pelota) como las malas (un rostro que aparentaba cortedad de luces y que hacía, en un tocomocho pelotazale, confiarse a aquellos “listos” a quienes desafiaba en sus apuestas).

Luis Zubielqui

Pelota y literatura

La vida de Luis de Zubielqui daría para una novela picaresca, pero, a la espera de la misma, tal y como hemos adelantado, Santiago Lesmes recoge referencias a la pelota vasca en numerosas obras literarias, empezando por las Confesiones de San Agustín, que se lamenta del tiempo que su afición al juego le resta a la oración o la escritura, pasando por alusiones en obras clásicas como el Quijote, el Lazarillo de Tormes, el Libro de buen amor o el Gero, de Axular, y llegando a novelas, como la de Pierre Loti, Ramuntcho, en la que la pelota ya adquiere un mayor protagonismo, más allá de la cita aislada (Ramuntcho es “pescador y pelotari de día, contrabandista y aventurero de noche”). Y, además, varios cameos pelotazales en obras de grandes autores de la literatura universal como Shakespeare, Alexandre Dumas, Rousseau, Martín Lutero, Rabelais… Por citar solo a uno de ellos esto es lo que escribe Prosper Mérimée en Carmen: “Me gustaba demasiado el juego de la pelota y eso es lo que me ha perdido. Cuando jugamos a la pelota, nosotros, los navarros, nos olvidamos de todo”. Quien habla es el sargento protagonista de la novela, natural de Elizondo y euskaldun (su enamorada, la gitana Carmen, que ha venido a encarnar todos los tópicos raciales españoles, era por su parte oriunda de Etxalar e igualmente vascoparlante).

Capítulo aparte se dedica a Ernest Hemingway, de quien se ha destacado siempre su afición a los sanfermines y a los toros, pero no tanto su pasión por la pelota vasca, hasta tal punto que llegó a afirmar: “Entre los pelotaris vascos cuento con mis más y mejores amigos”. Y, en efecto, durante sus años en Cuba fue un asiduo del jai alai y compartió en su legendaria finca Vigía comilonas semanales con los cestapuntistas que formaban parte del cuadro del Palacio de los gritos, tal y como era conocido el frontón habanero.

A las obras citadas nos permitimos aquí añadir la radionovela Pelotari zaharraren ajeak, de Bernardo Atxaga, o mencionar que otro clásico de la literatura vasca como Jean Etchepare se doctoró en medicina en la Universidad de Burdeos con una tesis sobre los pelotaris y su salud: “Quelques remarques sur le jouer de pelote”.

El photocall de la pelota

En fin, La increíble historia de la pelota vasca está trufada de curiosidades e historias apasionantes. Por sus páginas desfilan Pancho Villa (que mandó construir un frontón en su hacienda comunal de Canutillo) o, fotografiados junto a pelotaris, Charlot, Walt Disney, Errol Flynn, Jayne Mansfield, Travolta, Ava Gadner…; nos enteramos de que siendo adolescente Simón Bolívar se enfrentó y venció en un partido premonitorio a Fernando VII, a quien años más tarde volvería a derrotar en el campo de batalla; que durante la primera guerra mundial Chiquito de Cambo arrojaba granadas contra las líneas enemigas propulsándolas con su cesta (algo que debió inspirar a un redactor de El Confidencial casi un siglo después, quien afirmó que durante unos disturbios en Barcelona en 2019 miembros de la kale borroka habían sido vistos utilizando la misma herramienta para lanzar piedras y rodamientos contra la policía); leemos también sorprendidos que durante algún tiempo, hacia 1940, hubo más mujeres pelotaris profesionales que hombres (eran los tiempos gloriosos de las raquetistas, a los que el general Moscardó intentó poner fin alegando que la pelota “no era una cosa bonita de mujeres”, cuando lo que quería decir en realidad era que no podía tolerarse que aquellas mujeres empoderadas y libres ganaran más que los hombres, alternaran de noche, viajaran solas, etc.).

Aramayo muesta una cesta al actor John Travolta en el Jai Alai de Miami, a finales de los setenta

Son, en fin, cientos las historias increíbles y, sin embargo, ciertas que vamos a encontrar en este libro que recomendamos esta semana encarecidamente a los pelotazales y a quienes no lo sean, también.

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