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CLUB DE LECTURA DE VERANO 2022

Jul 29, 2022   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

ESPERA A LA PRIMAVERA, BANDINI, DE JOHN FANTE

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PUBLICADO EN MAGAZINE ON (DIARIOS GRUPO NOTICIAS) 06/08/22

No sé si el nombre artístico de Rigoberta Bandini, la vencedora moral de la preselección para Eurovisión, debe algo al alter ego del escritor estadounidense John Fante, autor de la memorable saga protagonizada por Arturo Bandini y compuesta por las novelas Espera a la primavera, Bandini (1938),  Pregúntale al polvo (1939), Sueños de Bunker Hill (1982) y Camino de Los Ángeles (1985), y a la que podría sumarse La hermandad de la uva (1977) si el escritor no hubiera cambiado el nombre a sus protagonistas, aunque estos podrían ser perfectamente Arturo y su padre, Svevo Bandini.

Imagino que sí, que lo de Rigoberta es un homenaje, puesto que este escritor que en ocasiones ha sido calificado, no sé si con mucho tino, como padre o abuelo del realismo sucio, tiene una cofradía de rendidos admiradores que lo convierten en eso que se llama un escritor de culto (un término confuso, porque  hay cultos casi secretos y otros que tienen millones de fieles). No es, en todo caso, la cantante catalana la única artista que rinde tributo con su alias a los libros de Fante, algo más cerca tenemos también a Xabi Bandini, del grupo navarro de rock Kerobia.

¿Brillan las estrellas bajo tierra?
Aunque el primer fan y quien consiguió rescatar del olvido a Fante, tal y como señalábamos en la pasada entrega de este club de lectura, fue Charles Bukowski, que prologó la reedición en 1980 de una de sus dos mejores novelas —junto a esta que comentamos hoy—: Pregúntale al polvo. Bukowski se había convertido por entonces en una rutilante estrella de la literatura underground  (si es que eso es posible: ¿brillan las estrellas bajo tierra?) y todo cuanto tocaban sus dedos, ya fuera poesía, relatos o prólogos se transformaba en mandanga de la buena.

Esto es lo que escribe el viejo Buk sobre John Fante: “Las líneas se encadenaban con soltura  a lo largo de las páginas, allí había fluidez. Cada renglón poseía energía propia (…). La esencia misma de los renglones daba entidad formal  a las páginas, la sensación de que allí se había esculpido algo. He ahí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer aquel libro fue para mí un milagro tan fenomenal como imprevisto”.

Una historia de macarronis
Esas palabras pueden aplicarse de la misma manera a la novela inmediatamente anterior de Fante, Espera a la primavera, Bandini. En ella se nos narran las vicisitudes de una humilde familia italo-norteamericana (macarronis, como se refiere a ellos el autor, que puede hacerlo porque él también es de origen italiano) durante los años de la depresión y en el espacio temporal concreto de un invierno de nieves perpetuas en Colorado, que impiden a Svevo, el padre, trabajar como albañil. A lo largo de las deliciosas —que no ñoñas, están en realidad muy lejos de ser ñoñas— páginas de la novela seguiremos los pasos a los diferentes miembros de la familia, en particular a Svevo y a Arturo, su hijo mayor, un muchacho preadolescente fantasioso y enamoradizo, atormentado unas veces por la religión católica y otras consciente de lo ridículo de algunos aspectos de la misma (cada vez que se confiesa Arturo se quita de encima setenta u ochenta pecados mortales: blasfema constantemente, tiene pensamientos sucios con las chicas, se pelea con sus hermanos, deshonra a menudo a sus padres, a los que odia y culpa por su pobreza e incluso por su origen… Y todo ello porque puede hacerlo, porque puede conmutar esas penas de muerte por dos padrenuestros y un avemaría una vez que el cura borre con su absolución el historial delictivo, como si fuera un palimpsesto).

Svevo, por su parte, el padre, es un albañil borrachín y jugador, asustado por sus responsabilidades familiares y por sus propios sentimientos, los cuales como buen macho italiano debe reprimir (a pesar de lo cual en la novela, tal y como señala Kiko Amat en el prólogo para la compilación de la saga que editó en 2016 Anagrama, los personajes masculinos de Fante lloran mucho, de manera inusual para la época). Un hombre, Svevo, derrotado por la vida que se ve repentinamente deslumbrado por las atenciones de todo tipo que le dedica una viuda ricachona, a cuya mansión él acude a repararle la chimenea.

Dinero quemado
Pero están también los hermanos de Arturo, el pequeño Federico y el santurrón August. Y, por supuesto, María, la madre de la familia, la mujer sufriente y rota que sin embargo es la que saca fuerzas de flaqueza para plantarse en la tienda en la que los Bandini acumulan deudas desde hace tiempo o para arañar los ojos a su marido cuando este le es infiel con la viuda Hildegarde, en una traición que no solo lo es a su matrimonio sino también a su propia dignidad y a su clase social (María reaccionará arrojando los billetes que Svevo lleva a casa al fogón de la cocina).

Espera a la primavera, Bandini utiliza un narrador en tercera persona, pero en las otras novelas de la saga será el pequeño Arturo quien alce el vuelo y narre sus andanzas y sueños de convertirse en escritor en la soleada California, mientras malvive en pensiones de mala muerte, algo que nos recuerda inevitablemente el universo bukowskiano y por lo que se le ha comparado a menudo con él o se le ha colgado esa etiqueta de abuelo o padre del realismo sucio. Bukowski es desde luego deudor de Fante, pero este último arma a sus personajes con una compasión de la que carece el primero. Fante, además, no necesita recurrir a la fanfarronería, a la sobreactuación (con Bukowski el lector debe asumir que el alter ego del autor, Henry Chinaski, es un personaje, casi una caricatura, mientras que Fante consigue que veamos a los suyos como personas de carne y hueso), por no hablar del estilo del escritor macarroni, en el que incluso las palabras malsonantes y las blasfemias están escritas con elegancia, se emplean cuando corresponden, no buscan epatar, o en el que el humor, la ternura y la poesía laten siempre como un corazón bajo la tinta.

De estas otras novelas de la saga es sin duda Pregúntale al polvo la que habría que leer obligatoriamente. Sueños de Bunker Hill, por su parte,fue dictada por un Fante ya octogenario y ciego a su mujer; Camino de Los Ángeles se publicó de manera póstuma;  y ambas, en realidad,  están algo alejadas de la brillantez de los otras dos obras protagonizadas por Arturo Bandini que hemos comentado aquí.  Fante, de hecho, no conoció en vida el éxito como novelista (al contrario que su hijo, Dan Fante, tras una azarosa vida, eso sí), aunque sí fue un reconocido y bien pagado guionista de Hollywood, donde trabajó en películas como La gata negra (Walk on the wild side), la adaptación de la novela de  Nelson Algren.

Fante y Tarzán
Por lo demás, Pregúntale al polvo fue llevada al cine en una película de 2006 titulada Pregúntale al viento (el inexplicable cambio en el título ya vaticinaba que se trataba de una adaptación fallida), con Salma Hayek y Colin Farrell como protagonistas; y Espera a la primavera, Bandini, tuvo también su versión cinematográfica en un film de 1989 en el que Ornella Muti se pone en la piel de María, Joe Mantegna en la de Svevo y Faye Dunaway en la de la viuda Hildegarde.

John Fante moriría en 1983, tras agonizar en un hospital de California al que Bukowski acudió en alguna ocasión a visitarle y rendirle tributo y en cuyos pasillos se escuchaban los alaridos que el actor y campeón olímpico de natación Johnny Weissmüller, ya moribundo, profería creyéndose Tarzán, a quien tantas veces había interpretado en el cine. Una mezcla de realidad y ficción, de confusión entre el personaje y la realidad, que podría haber sido perfectamente un relato de Bukowski o de su maestro John Fante.

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