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Archive from julio, 2021

Entrevista a Maite Sota

Jul 30, 2021   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Con frecuencia las crisis verdaderas son mucho más perturbadoras que las  que yo describo» | Kultura | Naiz

“Con frecuencia las crisis verdaderas son mucho más perturbadoras que las que yo describo”

Patxi Irurzun /Gara

En su última novela, Desnudas, la escritora navarra hila a través de la investigación de un caso de abuso sexual, varios temas -las relaciones de pareja, o laborales, la solidaridad internacional, la corrupción institucional- protagonizadas por mujeres en plena crisis vital.

En Desnudas, como ya hiciera en sus dos novelas anteriores, El informe Ulises y La soledad de la higuera, publicadas todas ellas por Pamiela, Maite Sota recurre al formato del thriller (la investigación de un caso de acoso sexual en el seno de la Policía Municipal de Iruñea) como hilo conductor para engarzar en él temas y preocupaciones recurrentes en su obra: las relaciones afectivas, la búsqueda personal, la dominación… En esta ocasión, además, el sexo ocupa un lugar importante en la novela, como una pulsión que atraviesa sus páginas.

Su novela hace una declaración de intenciones desde la primera líneas (incluso con el título y la portada), parece querer decirnos que en ella el sexo va a tener un papel importante…

Elegir el título de un libro no es tarea fácil y, a veces, resulta muy difícil, como me ha ocurrido a mí en esta ocasión. Intentar transmitir en una o varias palabras la clave de esta historia me ha resultado complicado porque, aunque el sexo y las experiencias sexuales son una constante desde la primera página, otros temas (las relaciones laborales y familiares, los chiringuitos institucionales, la represión policial, la solidaridad internacional, la amistad…) que empiezan como secundarios adquieren relevancia a lo largo de la trama y consiguen un puesto importante en ella. La novela cinematografía rincones del cuerpo y de la mente de varias mujeres que por diferentes motivos y uno en particular están o entran en crisis. Cuando por fin di con el título me quedé satisfecha: DESNUDAS es desnudez en femenino y plural.

Hay varias tramas y temas que se ensartan en ese hilo conductor que puede ser la investigación de un caso interno de abuso sexual en la policía municipal. ¿Cómo decidió esa estructura, es decir, quería escribir una novela negra o un thriller o usó este como excusa para hablar de otros temas?

Creo que aquí me has pillado. Los asuntos que trato en mis novelas son bastante recurrentes y siempre en referencia a las relaciones interpersonales, que se centran principalmente en resolver el problema de la insatisfacción permanente del ser humano mediante la posesión de objetos y personas, la manipulación y la dominación del otro, y la búsqueda del bienestar mediante la solidaridad y/o el amor. Para ello he utilizado formas y estilos variados, desde novelas de viajes y aventuras, género histórico o el thriller. Este último ofrece herramientas muy atractivas para hablar de estos temas y por eso en mis tres últimas novelas lo he explotado con mayor o menor profusión. Lo que cambia es la perspectiva desde la que construyo cada trama.

Las diferentes protagonistas se encuentran en momentos en los que deciden tomar decisiones cruciales, romper con sus vidas anteriores. ¿Qué tienen en común todas ellas y cómo hila esas historias?

Casi todas tienen vidas asentadas, más o menos cómodas, en apariencia. Pero el suceso (un caso de abuso dentro de la policía municipal de Pamplona) que comparte la psicóloga y sexóloga Eva con sus dos amigas les influye a cada una de manera diferente, como es lógico, y provoca en ellas, y de forma encadenada en otras, reacciones, algunas impredecibles, que las enlazan y alejan entre sí. Así, como bien refleja la portada de Xabier Idoate, se produce un enramando de relaciones con un mismo tronco o hilo conductor. Una trama trepidante que conduce en poco tiempo a situaciones críticas, ya que me interesaba producir transformaciones importantes en los personajes y polarizarlos hasta el límite de la credibilidad.

Hay además un personaje secundario, Mama Fatou, que atraviesa la novela, aparece, desaparece… ¿Qué nos puede contar sobre ella?

Mama Fatou es la única mujer que no interviene en el desarrollo de la trama principal. Apenas se relaciona, y muy tangencialmente, con el resto, pero es el personaje referencial en el que todas se miran en algún momento, que resitúa a las demás en sus contextos. Procede de sus propias experiencias, las de una migrante que llega a la península en patera, y sufre su transformación al margen de la del resto de personajes. Digamos que es la única que va por libre.

Como en novelas anteriores suyas, aprovecha su experiencia profesional como pediatra, para algunas escenas y personajes del libro… ¿Ve a menudo en su consulta historias que se pueden convertir en novelas?

Ayudo a personas con vivencias similares a las que reflejo en mis novelas, pero me abstengo de reproducirlas tal como son; no es tanto por el secreto profesional -queda fuera de toda duda la protección de datos-, sino que tiene que ver con el respeto al relato real. Con frecuencia las crisis verdaderas son mucho más perturbadoras que las que yo describo, y esa intimidad que se me muestra en consulta me produce un pudor del que no quiero prescindir como escritora de novelas. Por otro lado, la construcción de personajes a partir de personas de carne y hueso con las que trato a diario es lo que me apasiona hacer cuando escribo.

El espacio y el tiempo tienen importancia en la novela, Iruña es el escenario en que transcurre y todo pasa en un espacio de tiempo no muy prolongado, a pesar de la intensidad de algunos episodios. ¿Fue una elección deliberada?

Sí. Es deliberado que todo ocurra en tres períodos consecutivos (invierno, primavera y verano) y que la acción se concentre en pocas semanas de  cada uno de ellos. Conforme se acerca el desenlace, los arcos de transformación de los protagonistas cobran intensidad y el tiempo se acorta alrededor de los acontecimientos, los precipita estrangulando a los personajes casi hasta la locura. Por eso el narrador actúa como un director de cine que rueda y ensambla las escenas para crear el habitual tono asfixiante del clímax en un thriller.

Sus novelas se pueden incluir dentro del género de la novela policial o de investigación, ¿seguirá por ese camino en proyectos futuros?

El género negro es interesante en cuanto a pretender ser un reflejo de la sociedad que recrea, ya sea contemporánea o no. La actualidad que conocemos es el escenario de mis tres últimas novelas, y por eso no les faltan elementos de denuncia social como la pederastia en “El informe Ulises”, la trata de mujeres en “La soledad de la higuera”, la corrupción gubernamental o el abuso laboral y sexual en “Desnudas”. Pero los protagonistas de estas novelas no son policías, ni detectives, ni forman parte de los estamentos de la Ley que persigue el crimen. Son personas normales, con trabajos y vidas de verdad, con sus complejidades, sus aciertos y errores, que se ven involucradas o deciden tomar parte en un hecho injusto. A menudo, en mis novelas, como en la realidad, la ley no está al servicio de la ciudadanía, sino todo lo contrario.

Entrevista a Tonino Carotone

Jul 27, 2021   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

“Con esta gira me he quitado la ansiedad y las telarañas»

Patxi Irurzun / Gara

Agárrense que llega el rey del vodevil. Y viene con ganas. Animal de escenario, acostumbrado a hacer y deshacer maletas, Tonino Carotone lo ha pasado mal durante el confinamiento, pero comienza a desquitarse de este mondo cada vez más difficile con Piano Piano, la gira que recala estos días en Derio y Donosti

Hablamos por teléfono con el artista iruindarra, hoy vecino de Lavapiés; el cantante que antes de convertirse en una celebridad mundial bajo el nombre Tonino Carotone fuera el Toñín de los Huajolotes; el autor de temas ya convertidos en clásicos populares como Me cago en el amor. Todavía se  le nota abatido, tras dos años de parón, sin subirse a los escenarios, pero también resuena al otro lado del hilo de vez en cuando su carcajada canalla y hedonista y uno se imagina sus ojos brillantitos cuando nos habla con la ilusión de principiante de sus nuevos proyectos: los dos discos que tiene pendientes o la gira Piano Piano que lo trae estos días hasta nosotros (el viernes 23 de julio en la sala Baserri de Derio a las 19:30, y el sábado 24 en Dabadaba de Donosti a las 21:00).

“Era una idea que tenía desde hace tiempo:  yo solo con un pianista de jazz, por teatros, locales pequeños, pero que no había tenido oportunidad de llevar a cabo por culpa de las giras, los discos, siempre de aquí para allá…”, nos explica. Y también que ahora precisamente se daban las circunstancias. “Voy con un pianista también navarro, Carlos Arriezu, al que conocí hace solo un mes, y está funcionando muy bien, con ese formato de jazz, más intimo, más minimalista, pero que mantiene mi rollo, mi idiosincrasia. Al principio, después de tanto tiempo sin tocar,  tenía mis temores, de mí mismo, cómo iba a responder, o cómo lo iba a hacer el público, pero ya me he quitado la ansiedad y las telarañas. Hemos hecho ya varios conciertos y estamos muy contentos”.

Eran, en efecto, ya dos años muy largos los que Tonino llevaba sin sentirse artista. En febrero del 2020 hizo su último bolo en Atenas y desde allí regresó a Madrid ya enfermo. Ha pasado dos veces el coronavirus y también “una depresión de la hostia”, confiesa. “No tenía ánimo para escribir, leer, ni para nada, escuchar mis propios temas me daba pena, he estado mal, no he tenido inspiración para nada, sino todo lo contrario, no tenía ganas de nada, me he dedicado a comer, a beber y a fumar porros como cuando tenía quince años, y poco más, miraba para fuera y me ponía más triste, a mí todo esto me ha sentado fatal”, dice.

Por si eso fuera poco, los dos trabajos que Tonino tenía preparados para publicar se quedaron en el horno. Uno de ellos es un disco de swing, homenaje al artista italiano Fred Buscaglione, del que han llegado a decir que Tonino es la reencarnación ( “Era muy golfo, igual por eso”, se ríe); y el otro una colección de canciones en varios idiomas, con un tema común que no quiere todavía desvelar, y de las que Carotone, no obstante, ha ido ofreciendo algunos adelantos, como No dollar, en cuyo vídeo, como una premonición lo vemos lanzando al mar desde un velero una botella con un mensaje, o El último cliente, del cual también hizo un vídeo para “Pamplona Sound”, iniciativa del ayuntamiento de Iruña en la que participan y hacen jumelage varios grupos de la ciudad.

Hablando de Iruña, Tonino adelanta también que para los sanfermines chiquitos está preparando algo gordo, de nuevo con una gran banda, con canciones de su repertorio y populares… y sobre lo que tampoco puede o le dejan todavía contar mucho más, tiene que morderse la lengua, algo difícil para alguien dicharachero como él (a lo largo de nuestra conversación telefónica, de hecho,  hablamos también sobre los sanfermines –la llamada tiene lugar un 13 de julio-, los conciertos en ellos con los Huajolotes, o el que dio como Tonino Carotone en en 2019 para grabar el documental sobre la insumisión Dos años, cuatro meses y un día; sobre Madrid, donde vive y sufre los embates del nacionalismo más casposo –“Habría que preguntarles a los sanitarios cómo de libres se sienten ellos”, dice-; sobre la precariedad y la falta de apoyos y ayudas que han sufrido el sector de la música durante la pandemia…).

Ahora, a pesar de todo ello, Tonino Carotone comienza a ver luz en el horizonte.

“Los artistas necesitamos sentirnos artistas, el escenario. Estos meses han sido muy duros para mí, sobre todo psicológicamente. Tanto tiempo parado te da la vuelta a todo, es casi como volver a empezar. Pero en los conciertos que estoy haciendo vuelvo a notar esa sensación de compartir con el público, de poder soltar tu rabia… Estoy muy contento y me lo estoy volviendo a pasar bien. Y el público también”.

Estamos seguros de que sí. Y de que Tonino volverá a darnos grandes momentos y grandes canciones. Los adelantos que ha ido lanzando, de hecho, lo son, canciones pegadizas y vitalistas. Como sucedió con Me cago en el amor, que compuso tras un desengaño amoroso; o Insumisión, Carcelero… que entonó y con las que puso a todo el mundo a bailar tras su paso por la cárcel. Agárrense, pues. Es el rey del vodevil y, Piano Piano,  está de vuelta.

SUEÑO CON SERPIENTES (Cuento de verano)

Jul 26, 2021   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
Cuatro décadas mágicas • Whitesnake

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias) 26/07/21

Cada vez que pensaba en ello mi escroto se convertía en una cáscara de nuez. Pero eso era lo de menos. Llevaba casi dos semanas sin ir al baño. Y me estaba volviendo loco.

Todo comenzó cuando leí aquella noticia: “Una serpiente pitón muerde los genitales de un hombre en el inodoro”. Yo ya había imaginado una situación así otras veces. Uno sentado ahí, con todo colgando, sobre ese agujero, esa madriguera interminable… Pero solo era un momento, terminaba la faena cuanto antes y me olvidaba. Cuando leí la noticia, sin embargo, comencé a obsesionarme. Cualquier movimiento por debajo de mis pelendengues me hacía dar un bote y alejarme de la taza como un pingüino. Bueno, al menos al principio, cuando esos movimientos eran en realidad el chapoteo de mi propia orina o el zambullido de mi estómago. Después ni siquiera eso, me obsesionaba con la idea de que en cualquier momento asomaría una culebra, una rata, un dragón de Komodo y me dejaría “nenuco”, y no podía, me cerraba en banda, se me detenía el mecanismo…

A mí, que siempre he sido como un reloj suizo.

La noticia había sucedido en Australia y al parecer la pitón se le había escapado a un vecino de la víctima. De modo que, al principio, yo conseguía aliviarme usando baños públicos, en los que no hubiera vecinos amantes de los animales exóticos y emasculadores. Pero después comencé a pensar en ese laberinto de desagües, tuberías, cloacas, colectores, en esa gran maraña que conectaba el mundo, y me pareció que en realidad uno podía llegar a través de ella hasta las mismísimas antípodas.

Y una serpiente pitón ya ni te cuento.

Pocos días después, de hecho, leí una nueva noticia, procedente ya no de Australia, sino de Austria -cada vez estaban más cerca-: “Una serpiente trata de introducirse por la vagina de una mujer mientras usaba el retrete”. Esta vez, además, el redactor intentaba buscar una explicación a ese extraño suceso y lo relacionaba con el abandono de mascotas domésticas durante las vacaciones estivales. Como aquellos cocodrilos de Nueva York, que la gente compraba a sus hijos creyendo que eran lagartijas, y que cuando empezaban a crecer y a echar dientes tiraban por la taza del baño, convirtiendo las alcantarillas de la ciudad en el delta del Misisipi.

La cuestión es que, poco a poco, fui perdiendo también el sueño. En parte por las pesadillas. En ellas aparecían cocodrilos que cocinaban criadillas humanas, plagas de serpientes a las que cuando las matabas aparecía una mayor, jaurías de perros abandonados en las gasolineras que se vengaban atacando terrazas, cines de verano, colas de vacunación… Pero en parte también por el dolor insoportable en el abdomen, aquella presión que me convertía en un hombre bomba, a punto siempre y nunca de reventar…

Todo ello me volvió irritable y conspiranoico. Por ejemplo, en una reunión del portal amenacé con cortarle los huevos a un vecino que llevaba una camiseta de White Snake; o estaba convencido de que en realidad la mayoría de los humanos vivíamos también en una gran cloaca, alimentándonos de la mierda que unos pocos nos echaban (la diferencia era que nosotros no nos atrevíamos a morderles las partes).

Así hasta que hace unos días, por fin el tapón cedió, no pude contenerme más, el dolor se volvió tan intenso que pude vencer mi miedo, sentarme en la taza y acabar con aquella obsesión. Fue como un parto múltiple. De hecho, cuando me levanté y quise ver de qué me había liberado, allá abajo me encontré con cientos de pequeñas crías de culebras que intentaban remontar la corriente y desaparecían zigzagueando por la cañería, en busca de alimento y órganos sexuales.

CLUB DE LECTURA DE VERANO: NADA.

Jul 24, 2021   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

NADA, de CARMEN LAFORET

PATXI IRURZUN. Publicado en magazine ON (diarios Grupo Noticias), 24/07/21

Los hábitos lectores pueden cambiar. Hace años, por ejemplo, yo nunca leía varios libros a la vez. La culpa era de Vargas Llosa; o mejor dicho, de su novela La tía Julia y el escribidor,  en la que un autor de radionovelas mal pagadas se veía obligado a escribir varias al mismo tiempo y acababa enloqueciendo, mezclando a los personajes y las tramas de unas y otras. Temía que a mí me sucediera algo parecido. Después, forzado yo también por las circunstancias (entrevistas, reseñas, clubs de lectura…), descubrí los beneficios de simultanear lecturas. Por ejemplo, a menudo sucede que los libros se atraen unos a otros, buscan almas gemelas, o pasadizos que los comuniquen. Hace unas semanas, sin ir más lejos, al terminar Autokarabana, de Fermin Etxegoien, comencé Galdu arte de Juan Luis Zabala, sin ningún motivo aparente que las conectara, y resultó, en una feliz casualidad, que los personajes de ambas novelas frecuentaban el mismo bar, el Atraskua de Azkoitia.

Al releer Nada me ha sucedido algo parecido. La novela de Carmen Laforet ha compartido mesita de noche con Regreso al edén, el último cómic de Paco Roca, y con el último Premio Nadal, El lunes nos querrán, de Najat El Hachmi. En el caso de esta última, los vasos comunicantes son claros y ya han sido reseñados en otros artículos: la novela de Laforet y la de El Hachmi son el primer y el último Premio Nadal, respectivamente, ambas son novelas de iniciación, las dos cuentan historias de mujeres jóvenes que buscan su libertad en entornos y sociedades adversas hacia su condición social o de género…

Una joven ganadora del Nadal

Carmen Laforet fue, efectivamente, la primera ganadora del Premio Nadal, cuando solo contaba con 23 años y los galardones literarios —sobre todo el Nadal— servían precisamente para eso, para descubrir nuevos y prometedores autores, antes de convertirse en una especie de promoción interna de escritores de la casa o de OPA hostil a otras editoriales.

Desde Laforet hasta El Hachmi han ganado el Nadal autores como Miguel Delibes, Francisco Umbral, Carmen Martín Gaite, Ramiro Pinilla, Francisco Casavella... Diecisiete mujeres en casi ochenta ediciones, la primera de ellas la desconocida Carmen Laforet, quien sin embargo obtuvo el premio in extremis, pues presentó su manuscrito el día que se cerraba la convocatoria y cuando el jurado ya había elegido sus candidatos, algunos de ellos escritores de postín. Nada, no obstante, era una novela incontestable, una retrato impresionante de la España de posguerra, gris, desesperanzada, opresiva como la casa de la calle de Aribau de Barcelona a la que llega una medianoche su protagonista, Andrea, la joven universitaria que ve cómo sus sueños y aspiraciones se diluyen junto a la extraña y violenta familia que la acoge, que es su propia familia, y de cuya locura trata por tanto a toda costa de huir, temiendo reconocerse en ella a sí misma.

Carmen Laforet y Ramon J.Sender

Obra maestra

“Me marchaba sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor”, escribe Laforet en la última página de la novela, cuando abandona dicha casa.

Sorprende el escepticismo, a veces la resignación, el profundo pesimismo, la tristeza insondable de esas frases y otras, sentimientos impropios de una veinteañera (o quizás no, quizás son esos los años más felices pero también los más atormentados de nuestra vida); en todo caso es portentoso que con esa edad Carmen Laforet fuera capaz de escribir una novela tan magistral, un clásico ya de la literatura española e incluso de la literatura exitencialista; algo que, por otra parte, acabará en cierto modo lastrando la carrera de la escritora, hasta ir apartándola poco a poco de la vida literaria.

“La verdad es que tuvo usted la rara fortuna (peligrosa) de comenzar con una obra maestra”, le advierte Ramón J. Sender en una de las cartas que durante largos años intercambiaron los dos escritores, y que se antologan en el libro Puedo contar contigo.

Andrea y Naíma

Es también una larga carta la que escribe Najat El Hachmi en El lunes nos querrán, a una de sus amigas, otra joven musulmana catalana, en la cual ve el referente, el modelo para desatarse de las amarras, las imposiciones familiares y comunitarias (para desprenderse del velo o escapar a los matrimonios impuestos, por ejemplo…). Y son, como se ha señalado ya, varias las coincidencias entre esa novela y Nada (de hecho El lunes nos querrán se cierra con esta frase: “Nada más”). Si en Nada la casa de Aribau se convierte en un monstruo que devora a Andrea, Naíma, la joven protagonista de El lunes nos querrán lucha por huir de las fauces de los bloques de los barrios de la periferia, de los barrios verticales y sus leyes no escritas, o escritas a palos o con el desprecio visceral, la muerte en vida de quien las incumple; si la familia de Naíma y su interpretación estricta de la religión la retienen una y otra vez, Andrea siente sobre sus alas todo el peso de los traumas, los odios enquistados, la enfermedad mental de sus tíos; si esta bebe el caldo de verduras a escondidas, para mitigar su hambre, aquella se alimenta de comida basura, en pisos sin calefacción y paredes sin pintar…

El lunes nos querrán - Najat El Hachmi | Planeta de Libros

Al oeste del edén

Y lo mismo podría aplicarse a Regreso al edén, de Paco Roca, cuya trama parte de una vieja fotografía, tomada en 1946 (Nada se publicó en 1944), a partir de la cual el dibujante reconstruye una historia familiar que guarda igualmente numerosos paralelismos con la novela de Carmen Laforet. Por ejemplo, en Nada Andrea es invitada en varias ocasiones por su compañera de universidad Ena a estudiar en su aristocrática casa, donde le dan de merendar, algo que a ella le avergüenza, pero que su estómago agradece (“Hasta entonces nadie a quien yo quisiera me había demostrado tanto afecto y me sentía roída por la necesidad de darle algo más que mi compañía, por la necesidad que sienten todos los seres poco agraciados de pagar materialmente lo que para ellos es extraordinario: el interés y la simpatía”, escribe otra de sus demoledoras frases Laforet); pues bien, Antonia, una de las protagonistas del cómic de Paco Roca también aplaca su hambre merendando en casa de una vecina (o se vale de su amistad, en su caso algo menos desinteresada, para birlarle la merienda mientras juegan a dar de comer a las muñecas). Además, en ambas obras hay alusiones al estraperlo, se narran escenas de violencia doméstica, con una aparente —en realidad premeditada— naturalidad que resulta aterradora, pues refleja lo cotidiano de las mismas…

Regreso al Edén - Astiberri Ediciones

Pasadizos y trampillas

Creo, en fin, que he contado todo sin mezclar pasajes y personajes de unos libros con otros, como le sucedía al escritor de radionovelas de Vargas Llosa. Pero también sería bonito que, por ejemplo, los personajes de Autokarabana y Galdu arte coincidieran un día en el bar Atraskua, de Azkoitia; que existiera otro mundo paralelo, literario, en el que cada novela fuera un capítulo, formara parte de otra obra, de una entidad superior, llena de pasadizos, atajos, trampillas… Como si en realidad siempre estuviéramos leyendo el mismo libro y este (son las ventajas de simultanear lecturas, les invito a probar) nunca dejara de sorprendernos.

Club de lectura de verano: Papillon

Jul 17, 2021   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

PAPILLON
(HENRI CHARRIÈRE)

 Y OTROS LIBROS DE LITERATURA CARCELARIA

Henri Charrière, el ladrón que escapó de la cárcel ocho veces

Publicado en magazine ON (diarios Grupo Noticias) 17/07/21

A lo largo de mi vida he leído un montón de libros, pero luego la mayoría se me olvidan. A veces se me olvida incluso el libro que estoy leyendo en ese momento. Pero algunos, muy pocos, permanecen en mi memoria como una de esas marcas hechas sobre cemento fresco. Es el caso de Papillon, de Henri Charrière, que leí siendo adolescente y al que, además, nunca he vuelto, a pesar de la honda impresión (nunca mejor dicho) que dejó en mi memoria; o quizás precisamente por eso, por no borrar o tapar el recuerdo de aquella lectura con otra que resulte decepcionante. A veces sucede, un libro que nos ha impresionado en una época de nuestra vida en otras no nos deja huella alguna (o nos hace preguntarnos por qué nos gustó tanto entonces, cómo hemos cambiado, si ha sido para mejor, si acaso no nos habremos hecho ya viejos, resabiados, conformistas…).

Papillon es, además, uno de los pocos libros prestados, tal vez el único, que nunca he devuelto a su dueño (lo cual, de todos modos, no compensa todos los libros, algunos muy preciados, que yo he prestado y de los que nunca he vuelto a saber). Una tontería, o un acto de puro fetichismo, porque ¿para qué conservar un libro que no tienes intención de volver a leer?

Puede ser una imagen de texto que dice "EL ARCA papillo DE Henri PAPEL Charrière n"

Las peripecias de Papillon
El caso es que recuerdo con gran viveza muchos de los pasajes de este clásico de la literatura de aventuras y carcelaria: los leprosos, que acogen a Papillon en una de sus fugas (cómo al darle la mano a uno de ellos se desprende de esta un dedo); Papillon desde lo alto de un acantilado estudiando las mareas, lanzando cocos para ver cuáles de ellos se rompen contra las rocas y cuáles viajan mar adentro, hacia la libertad; los escondrijos de dinero y armas en lo más recóndito de las anatomías; las autolesiones para acceder a la enfermería y evadirse desde esta, tras seducir al enfermero; la huida por la selva, fortalecido por las hojas de coca, siguiendo a un “mugalari” que camina a saltitos, como un animal; los días felices y plenos de amor, acogido por una tribu indígena (¿Por qué se “fugó” también Papillon de aquel pequeño y escondido paraíso, en busca de nuevos padecimientos? ¿Fue quizás para poder contárnoslo después?)…

Cito de memoria algunos de esos episodios, pero la novela de Charrière es una sucesión de peripecias increíbles que dejan al lector sin aliento y al mismo tiempo lo convierten en un fiel acompañante del narrador, al que sigue —como si sus hojas de coca fueran las del libro, que devora de manera adictiva— sin desfallecer por su periplo en penales siniestros, intrincadas selvas tropicales, infectas celdas de castigo, manicomios, chalupas con vías de agua, saltos al vacío…

Un preso ejemplar
Papillon narra una historia real, la del convicto francés Henri Charrière, acusado (injustamente, según él) de asesinar a un proxeneta en París y enviado a una de las terribles prisiones de la Guayana francesa, concebidas como auténticos pudrideros de hombres o ataúdes de piedra, de las que Papillon (su apodo, que lo debe a una gran mariposa con las alas extendidas —papillon, en francés— tatuada en su pecho) intenta huir una y otra vez, a pesar de que lo que le espera sea con toda probabilidad la muerte u otra mazmorra en condiciones todavía, aunque parezca imposible, más duras que la anterior.

Si la obligación de todo preso es la de fugarse, Papillon fue un preso ejemplar. Condenado en 1931, obtendría la libertad en 1945, tras varias huidas, capturas,  castigos, condenas a trabajos forzados… hasta que finalmente consiguió escapar, ayudado por las mareas y tras darle muchas vueltas al coco —nunca mejor dicho—, y llegar a un país sin acuerdo de extradición con Francia, Venezuela, donde se establece y se convierte en un rutilante empresario de la noche, primero, y después, tras publicar su novela, en 1969, en el autor de uno de los best-sellers más vendidos de todos los tiempos (éxito del que disfrutaría brevemente, pues murió, en Madrid, cuatro años después).

El fenómeno literario en que se convirtió Papillon no es de extrañar, pues el libro cuenta, por una parte, con el aval de su endiablado ritmo narrativo y con esa sucesión de aventuras que hacen de él molde para innumerables clichés del subgénero carcelario, tanto literario como cinematográfico: la tenacidad, el equilibrio mental para salir vivo de una celda de castigo, arrugando los ojos ante los hirientes rayos de sol; fingirse loco o enfermo para ser internado en un hospital o un manicomio, desde el que la huida es más sencilla; el director de la prisión que dice a los reclusos que nunca saldrán vivos de esta…

(La novela de Charrière ha sido llevada, por cierto, dos veces al cine, primero en 1973, con buena parte de la película rodada en Hondarribia*, e interpretada, entre otros, por Steve MacQueen y Dustin Hoffman, y con guión de Dalton Trumbo, el autor de Johnny cogió su fusil, novela que ya comentamos hace tiempo en estas páginas; y en 2017, con Rami Malek, el actor que encarnaría a Freddie Mercury en Bohemian Rhapsody, haciendo de Louis Dega, el compinche de Papillon).

Por otra parte, Papillon, la novela, desprende autenticidad, es un relato autobiográfico (Charrière confesó que tres cuartas partes del mismo eran vivencias personales, pero que el resto las había extraído de las de algunos de sus compañeros de penal), todo lo cual lo acaba convirtiendo primero en un incontestable testimonio, una denuncia del inhumano sistema carcelario francés y finalmente, en un alegato a favor de algo que, en realidad, no solo debería ser la obligación de todo preso sino también de cualquier ser humano: la búsqueda incansable e irrenunciable de la libertad.

La literatura carcelaria
Probablemente Papillon sea, junto con El conde de Montecristo, una de las cumbres de la literatura carcelaria, pero son innumerables las novelas que han llevado a sus páginas el mundo penitenciario (demasiadas como para hacer en las pocas líneas que nos quedan un resumen exhaustivo de este subgénero — sobre todo si quien lo hace es alguien que se olvida de la mayoría de los libros que lee—), aunque sí conviene distinguir entre obras, como el Quijote, escritas en prisión —es innumerable asimismo la lista de escritores que han sido encarcelados: Voltaire, Jean Genet, Oscar Wilde, Ken Kesey, Dostoievski, Miguel Hernández, Marqués de Sade…— y aquellas cuyo tema es la propia cárcel. Entre estas últimas me vienen a la memoria Archipielago Gulag de Aleksandr Solzhenitsyn, algunos capítulos de las memorias de Giacomo Casanova (cuya descripción de la celda anegada en agua recuerda a la que hace Reinaldo Arenas en Antes que anochezca), En el patio de Malcolm Braly, en la que se relata la vida en el legendario penal de San Quintín, El astrágalo de Albertine Sarrazin, o más próximos a nosotros, la descarnada Carne apaleada, de Inés Palou, o Kartzelako poemak de Joseba Sarrionandia

David de San Andrés (antes David González) – Culturamas

Pero me gustaría acabar citando al (injustamente) desconocido para el gran público poeta asturiano David González, el cual escribe, refiriéndose a la cárcel: “En este sitio/nadie cuenta estrellas por la noche”. El poema se titula Seamos realistas y pertenece a su libro Los mundos marginados. Poemas de la cárcel, que les recomiendo encarecidamente —cualquier libro de este autor, en realidad— y que se puede leer aquí:

https://www.babab.com/biblioteca/books/david_gonzalez.pdf

* Gracias a Edu Mendibil por la información

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