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LAS RATAS. MIGUEL DELIBES

Jul 11, 2020   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

CLUB DE LECTURA DE VERANO

Las ratas - Miguel Delibes | Planeta de Libros

Publicado en Magazine ON (diarios Grupo Noticias, 11/07/20)

Recuerdo que la primera vez que terminé de leer Las ratas, una de las novelas fundamentales de Miguel Delibes, de quien este año se celebra el centenario de su nacimiento, volví a la primera página y empecé de nuevo el libro. Yo era un niño raro, lector, lo cual agradezco, porque eso me ha permitido juntarme, como hacen las trayectorias de las balas perdidas,  con otros niños raros como yo, y así, hace apenas unos meses, Kutxi Romero, el cantante de Marea, lector voraz y por tanto niño rarísimo, me confesó que a él le había sucedido lo mismo con esta novela. Hay libros que deseas que nunca terminen (del mismo modo que hay libros que deseas que terminen en la segunda línea, lo malo es que por lo general estos suelen tener más de seiscientas páginas y vienen prescritos por agentes comerciales que se hacen pasar por críticos literarios; pero me estoy desviando); hay libros que deseas que nunca terminen, decía, ni siquiera aunque te obliguen a leerlos, como, de hecho, me sucedió con Las ratas o con otros de aquellos, como el Lazarillo de Tormes, La perla, de John Steinbeck, Rebeldes,  de Susan E. Hinton o El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza, que conformaban nuestras lecturas en las clases de literatura de la escuela o el instituto.

My tailor is rich

Hay quien dice que la vocación lectora se trunca a menudo por obligar a los niños y a los adolescentes a leer obras “difíciles” para su edad, pero a nadie le parece mal que los chavales tengan que aprender inglés o a hacer raíces cuadradas. El resultado suele ser que las lecturas obligatorias se rebajan al nivel de un chimpancé o de un crítico literario/agente comercial, lo cual es absurdo, del mismo modo que los profesores de matemáticas no se limitan a mandar a sus alumnos sumas y problemas de trenes hasta que pueden librarse de la asignatura ni los profesores de inglés se pasan años haciéndoles repetir Good morning o My tailor is rich.  Hace apenas unos días, por ejemplo, volví a leer Las ratas, de Miguel Delibes,  y me sorprendió algo que, probable y paradójicamente, en aquellas primeras lecturas, me hubiera pasado desapercibido: la riqueza de su vocabulario. Entonces, supongo, lo que me atrapó fue la figura del niño cazador de ratas, de aquel niño sabio que se mantenía intacto, puro, en mitad de una naturaleza y una sociedad hostiles; o la de El Ratero, que se aferraba a un modo de vida que moría y se resistía a abandonar su cueva (Las ratas es, entre otras muchas cosas, la historia de un intento de desahucio, una lucha desigual entre el poder y el individuo); o esas escenas sórdidas que Delibes como nadie sabe dibujar con trazos, por el contrario, limpios y claros, como la de Simeona, pidiendo al Nini que la humille, que le escupa… Hoy en día, supongo, se sacrificaría todo ello porque Delibes lo cuenta escribiendo palabras como relejes o cachaba que los niños no van a entender, por mucho que para eso estén los diccionarios, del mismo modo que para lo otro están las calculadoras o los diccionarios de inglés.

Un mundo que agoniza

No se puede negar, en todo caso, que Miguel Delibes escribía hace ya más de medio siglo (Las ratas se publicó en 1962) sobre un mundo, el rural, que agonizaba y junto con él las palabras que lo contaban. Tengo la impresión, en ese sentido, de que Delibes es un escritor que ha envejecido mal, o, más bien, al que se ha llevado al asilo y ya apenas nadie va a visitar. Todo eso se habría solucionado, tal vez,  si le hubieran dado, como merecía, el Premio Nobel (tal vez no se lo dieron porque no tenía otras habilidades, como absorber dos litros de agua por el culo). La obra de Delibes es, sin embargo, larga y variada y junto a sus novelas rurales hay otras que transcurren en el medio urbano, que nos hablan de un mundo que, en lugar de agonizar, empieza a conformarse y de las dificultades de los desplazados o recién llegados al mismo.

Bibloranca: EL PRÍNCIPE DESTRONADO, de Miguel Delibes

Entre ellas, se cuenta por ejemplo otra de las joyas del escritor vallisoletano: El príncipe destronado. El pequeño protagonista de esta novela, Quico, un niño de tres años, es, en efecto, otro desplazado: su hermana acaba de nacer y de llegar a una casa en la que, hasta ese momento, él era el centro de atención, atención que  Quico trata de recuperar a toda costa. La gracia del libro, como la de todos los libros, es el punto de vista, que en esta ocasión es la de este pequeño príncipe destronado, quien desde su mirada inocente (y a veces no tanto) eleva la historia a una mirada sobre las relaciones matrimoniales o sobre la posguerra española, sus vencedores y vencidos.

En El príncipe destronado refulge, tal vez como en ninguna de las novelas de Delibes, uno de sus registros que a menudo se obvian (seguramente eclipsado por la fatalidad y la profunda impotencia y tristeza de otras obras como Los santos inocentes): el humor, desperdigado en realidad por toda su obra,  también en algunas escenas de Las ratas, como aquella en la que el Nini se venga de un desaire vertiendo gasolina en un pozo y haciendo creer a sus propietarios que bajo sus pies tienen un yacimiento de petróleo; o en otra de sus novelas menos conocidas, Las guerras de nuestros antepasados, en la que el protagonista, un recluso condenado por homicidio, responde al nombre de Pacífico.

Delibes y el cine

El príncipe destronado, al igual que varias de las novelas de Delibes, fue llevada al cine por Antonio Mercero, con el angelical niño Lolo Rico interpretando a Quico; Antonio Giménez-Rico haría lo propio con Las ratas en 1997. Y existen además adaptaciones de El disputado voto del señor Cayo, Mi idolatrado hijo Sisí (bajo el título Retrato de familia, en donde podemos ver a un bisoño Miguel Bosé), El camino… Aunque, sin duda, entre todas las adaptaciones fue la de Los santos inocentes de Mario Camus la más aclamada (¿quién no recuerda a Paco Rabal repitiendo aquello de “¡Milana bonita! u orinándose en las manos para curar sus heridas; o al pamplonés Alfredo Landa haciendo de perro humano; ambos recibieron ex aequo el premio a la mejor interpretación masculina en Cannes).

Tampoco el teatro ha sido ajeno a la literatura de Miguel Delibes y sus Cinco horas con Mario podrían convertirse en el caso de la actriz Lola Herrera en Cinco décadas con Mario, pues lleva años representando este monólogo, en diferentes etapas, desde su estreno en 1979.Cualquiera de estas adaptaciones serían, seguramente, hoy más provechosas en una clase de literatura que la lectura de uno de esos libros tontines para que los escolares no abominen de la literatura, esa literatura que algunos niños raros comenzamos a amar con las novelas de Miguel Delibes.

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