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PARVULITOS

Feb 13, 2011   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment


La clase de parvulitos era la más bonita de todo el colegio, grande, soleada, con dibujos de colorines en las paredes y, colgando del techo, un enorme balón de playa tan alto como dos niños y tan ancho como cuatro. Parecía un lugar agradable para un niño pero precisamente ese era el lugar en que a uno empezaban a joderle.

Recuerdo el primer día de clase. Mi madre me acompañó hasta la puerta del parvulario y se quedó esperando fuera, con los demás padres, o al menos eso nos dijeron. Dentro, la señorita, que era fea y vieja, nos dio unas hojas y pinturas y nos pidió que dibujásemos lo que quisiéramos. Yo pinté la tierra marrón del parque, con las lombrices que aparecían de vez en cuando en ella, y la trenza de la niña a la que le había estirado del pelo en el ascensor esa mañana, y al monstruo de las galletas de la tele, y el bastón del abuelito con el que me pegaba cada vez que se quitaba la boina, y otras muchas cosas. Pinté tantas cosas que para cuando me quise dar cuenta me había quedado solo en la clase con la señorita, que se me acercó y dijo:

-¿Tu papá no va a venir a buscarte?

Yo miré a la señorita, y después mi dibujo, y después otra vez a la señorita. Ella recogió el dibujo y lo puso debajo de los dibujos de los demás niños; y entonces tuve ganas de llorar.

-Mi papá está en el cielo- le contesté.

La señorita me acarició el pelo, puso cara de pena y dijo “claro, bonito” pero en realidad no había comprendido nada, porque mi papá, sonriéndome desde el cielo, se veía bien claro en el dibujo. Después, otro día, la señorita nos enseñó a pintar casitas blancas con el techo rojo, y una vaca lechera con manchitas comiendo hierba, y un sol, con ojos, y nariz, y boca, en la esquina de la hoja…


Texto: Patxi Irurzun

Ilustración: Hugo Irurzun


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