ODIO A FELIX ROMEO
(Bueno, lo cierto es que si Romeo me ha pisado ha sido porque yo me he quedado quieto, por pereza, por falta de iniciativa, porque, total, escribir reportajes para qué…)
Odio, por lo demás, también a Felix Romeo porque le he escrito en alguna ocasión por algún asunto de la cosa literaria y nunca me ha contestado, no sé si porque el correo al que me dirijo es uno de esos que se encuentran en el limbo de internet, el de los buzones que nunca se abren, o quedan desactualizados, o a los que tus email llegan apellidándose spam; o porque ha actuado con prudencia, por un lógico temor –tratándose de alguien que escribe sobre libros en periódicos o los reseña en la radio- a encontrarse con un escritor psicópata, un perseguidor, un pelma…; o no sé si, simplemente, porque a Felix Romeo se la ha sudado lo que yo le he contado en esos emails, que puede ser y está en su derecho.
Y lo odio porque estuvo en la presentación mundial de Resaca / Hank over, en Zaragoza, hace ya casi dos años, yo lo ví, es difícil no verlo, y, que yo sepa, puede que me equivoque, nunca dijo ni escribió nada sobre ese libro, Felix estaba allá al fondo, recostado sobre una pila de libros, y miraba o eso me parecía a mí con cierta desgana y aburrimiento, como si todo eso, Bukowski, fuera algo ya superado, jugar a hacerse los malditos, algo ya visto y falso (aunque Resaca no va de eso). Todo esto, claro, es una impresión personal, quizás errónea.
Pero odio, sobre todo a Félix Romeo, por envidia cochina, por lo ya dicho, porque se dedica a leer libros –no solo por placer, digo, además profesionalmente- y a escribir sobre ellos, y también porque he leído algunos de sus libros y me han gustado, qué cabrón, he pensado, y he sentido esa sensación malsana que sentimos –yo al menos- los escritores, cuando leemos libros que nos gustaría haber escrito a nosotros (o incluso cuando vemos cómo elogian libros -o más bien a autores- que nosotros nunca escribiríamos, cuando otros triunfan, aparecen en los papeles, ves a chicas guapas leyendo sus mierdas de libros en el autobús…); de eso, como de las egobúsquedas, tampoco habla nadie, de las envidias entre escritores, incluso de la envidia como inspiración, o génesis de obras literarias. Escribiría un reportaje también sobre eso, pero total para qué, ya escribí uno sobre las venganzas literarias, y nadie quiso publicarlo.
En fin, solo me queda despedirme con un saludo a Félix Romeo, que si es verdad que hace egobúsquedas, leerá esto. Yo a él lo leeré el próximo sábado, a ver si vuelve, ¡ay!, a pisarme.
ESE TOCHO (CAPÍTULO 1)

Aunque en todos los equipos por los que he pasado mis compañeros me han apodado con alias nada ingeniosos, como «El Trípode», «Barrapán» o, mayormente, «Tocho», el secreto de mi éxito con las mujeres no tiene nada que ver con el descomunal tamaño de mi miembro viril. Tampoco está relacionado con la fama que me precede allá donde vaya, ni con mi personalidad dicharachera y jovial, ni siquiera con la cuenta corriente en la que se me desbordan los ceros por la derecha de la libreta. Quienes lo crean así no saben absolutamente nada sobre mujeres. A las mujeres lo que realmente las vuelve locas es un tipo que sepa acariciarlas y yo siempre he tenido unas manos superdotadas. Es por eso mismo por lo que soy portero de fútbol. Probablemente el mejor portero del mundo. He militado en los clubs más laureados, he ganado varias ligas y un Mundial y he compartido habitación con Dios, que entonces se llamaba Diego Armando Maradona… Y que me disculpen si a alguien le parezco sacrílego. Al contrario, conozco la Biblia lo suficiente como para saber que el Dios del que hablan en ella es un boludo, un tipo vengador, vanidoso y cruel al que sólo pueden haber inventado los hombres. Para mí Dios no es alguien que me haga avergonzarme de ser un hombre sino que convierto a Dios en todo aquello que me hace reír, gozar o tener esperanza. Dios es para mí la mujer con la que hago el amor —y como soy un tipo muy religioso y politeísta procuro hacerlo a menudo y con muchas mujeres—; Dios es cada disco nuevo de Andrés Calamaro; y Dios es Osasuna, el club que me ha fichado y que ha confiado en mí cuando ya todos me habían desahuciado.