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HACIA JAMERDANA

Ene 26, 2010   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Y ahora, para alejarme del mundanal ruido y de los insultos de los anónimos, me voy al campo y cuelgo este locus amenus, un cruce de caminos de territorios literarios imaginarios, en el que J. uno de mis varios y talentosos ex-compañeros de trabajo, al que solo menciono por la inicial por si de todos modos para él esta imagen figura en su carpeta de truños, hizo cruzar los itinerarios de Jamerdana, la ciudad en que trasncurren algunos de mis cuentos y novelas, con Obaba, Macondo o -este el que más ilusión me hace- la Umbría de Miguel Sánchez-Ostiz (los detalles se aprecian pinchando en la imagen)

ESE TOCHO (CAPÍTULO 5)

Ene 26, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Pincha arriba para ver portada y contra de Cuentos sanfermineros (y también como se ha echado a perder del autor de este cuento)

Fue un periodista, Txus Cuenco, quien me mostró las dichosas fotos el día de mi presentación, en la sala de prensa, tras el posado de rigor con la camiseta del equipo, bajo la portería, simulando una palomita… Eché de menos, eso sí, el típico apretón de manos con el presidente del equipo. A los presis les gusta mucho figurar y que tú aparezcas a su lado como si fueras una de sus pertenencias. Godman estaba de todas maneras cerca, y también Burrutxaga, el capitán, y más tipos encorbatados, además de un enjambre de periodistas. Exagerado, en mi opinión, más teniendo en cuenta que los sanfermines eran un filón, con decenas de imprevisibles frentes informativos (esa misma mañana, sin ir más lejos, se había descalabrado por una de las murallas de la ciudad, a las que las parejas acudían a retozar, un ex-ministro de defensa que ahora prefería hacer el amor que la guerra —aunque fuera con un menor—). Exagerado y demasiado serio, pues en la rueda de prensa todos mostraban unas caras de «pobre de mí» nada propias del tercer día de fiestas.
Tal vez por ello agradecí la presencia de Txus Cuenco, un divertido periodista con unas pintas algo desfasadas, como de futbolista de principios de los ochenta: permanente, bigotón, gruesa cadena de oro al cuello….
—Señor Tocho ¿qué hay entre la alcaldesa y usted? —preguntó, y después algo que no entendí pero que me sonó parecido a «Rica, rica, rica, txistorra Pamplonica».
—Tú qué eres, uno de los pives esos del “Caiga quien Caiga” ¿no? —le seguí la broma.
—Cuidado con éste: Es el periodista deportivo más famoso de Pamplona —me susurró «Burru», sin embargo.
Yo mismo pude darme cuenta de inmediato de que aquel tipo era el portavoz del resto de periodistas, una especie de padrino al que los demás respetaban. Más tarde sabría que su nombre, Txus Cuenco, no lo debía tanto a ser natural de la cuenca de Pamplona como a su afición por vaciar recipientes, mayormente rebosantes de pacharán. Circunstancia ésta, su dipsomanía, que lejos de mermar sus facultades, afilaba su agudeza.
—Ah, ¿pero no ha visto aún las fotos? —comprendió rápidamente —. Ulloa Óptico, miramos por sus ojos—. Txus hablaba de ese modo, introduciendo cuñas de publicidad en cada pregunta.
Después me alargó el periódico del día anterior.
—Observe, observe la magnitud de la noticia —decía, al tiempo que, como quien no quiere la cosa, señalaba mi abultada entrepierna en una de las fotografías.
— ¿Puede aclararnos si es un montaje fotográfico, o un efecto óptico como sugirió la alcaldesa en la rueda de prensa de ayer? Alonso vende al costo.
De repente sentí como si regresara la resaca y trajera con ella de la mano a todas las resacas que en el mundo han sido ¿Qué diablos estaba pasando allá? ¿Pretendían utilizarme para algún tejemaneje político? ¿Para eso me habían fichado? Traté de recordar lo sucedido en el balcón del ayuntamiento. Había abrazado a la alcaldesa, es cierto, y hasta quizás la había abrazado demasiado estrechamente, aprovechando la lluvia de huevos para atraerla con mis manos mágicas a mi regazo, pero ella había contribuido generosamente a la erección. ¿Qué efecto óptico ni qué niño muerto? Una erección como dios mandaba —o como no mandaba—. ¿A quién le importaba? ¿Y qué había de malo en ello? ¿Qué clase de ciudad era aquella? ¿Qué clase de manicomio? Demasiadas preguntas. Decidí que necesitaba ipso-facto más Vitamina C —C de Casquete—. Lo que no me imaginaba ni siquiera remotamente, dadas las circunstancias, era que fuera la propia alcaldesa quien me la proporcionara.

EN ‘EL BLOG DE LOS SANFERMINES’

Ene 26, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

En El blog de los sanfermines también ponen un espejo a mi cuento Ese tocho y lo acompañan con uno de esos comentarios que me ponen colorado -y contento, a qué negarlo-. Dicen lo siguiente:

Patxi Irurzun es un escritor de aquí. Afirma que le gusta buscarse en Google. Afirma que eso es vanidad de escritor. Yo afirmo, en cambio, que ésa es una costumbre tan arraigada en el ser humano del s. XXI como la de escrutarse el ombligo en busca de pelusilla.
Tuvimos la suerte de contar con su
participación en el I Certamen de Microrrelatos de San Fermín, aunque no resultó demasiado bien parado en el fallo. Los jurados son así de veleidosos.
El caso es que es autor de un libro titulado Cuentos sanfermineros. Sé que Olentzero intentó conseguirme un ejemplar durante las pasadas Navidades, pero con escaso acierto.
Para compensarme, su autor ha decidido publicar uno de ellos en su blog
Ajuste de cuentos. En varios capítulos, va colgando el relato Ese Tocho, que os recomiendo encarecidamente, sobre todo porque reúne, de forma delirante, tres de mis grandes pasiones: Osasuna, San Fermín y la alcaldesa.
El señor Irurzun es un artista. Su estilo te hace reír y reflexionar al mismo tiempo gracias a su capacidad para poner patas arriba en unas pocas páginas estos tres pilares de nuestra identidad.
Pese a los galardones que ha obtenido, su obra no es de conocimiento general, lo cual apena un poco cuando ves las estanterías de las librerías plagadas de libros de un nivel mucho menor. Y bastante menos interesante. Pero es lógico cuando uno analiza cómo escribe. Y sobre qué escribe.
Así que no me queda otra que recomendaros que lo leáis, pues constituye a mi juicio toda una luz en esta capital tan cultural en la que vivimos.

Mientras tanto, los de La Txistorra Digital siguen subiendo capítulos (ya han adelantado a este blog) y añadiendo más chorradicas descacharrantes como la que encabeza este blog. Hay hasta sus comentarios de anónimos que me insultan, y me dicen pesado e indigesto, de eso también me alegro, molestar un poco está bien, , cualquier cosa es mejor que la indiferencia. Yo por mi parte, cuelgo en el siguiente post el quinto capítulo.

ESPEJOS

Ene 21, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Dos -estupendos- blogs que ha reproducido algunos post de este Ajuste de cuentos. En La Txistorra digital están publicando también por capítulos el cuento Ese Tocho (porque yo mismo se lo envié, la verdad sea dicha, tratando de redoblar esfuerzos por hacer profeta en su tierra a este relato). Como además lo están mejorando con chorradicas como la portada del Diablo de Navarra de arriba, igual al final los capítulos de la Txistorra adelantan a los que aquí cuelgue. Al gran Jorge Nagore, por cierto, le debo una -una más- por jalear a los lectores desde ese blog.
Y Mario Crespo reproduce, este por iniciativa propia, el post dedicado a Felix Romeo, sobre quien, repito , escribí carcomido por envidia cochina más que otra cosa.
Por lo demás, Ángel Gonzalez al cubo me pinta como una bella persona, él sabrá por qué, en una entrada sobre la fiesta aniversario de Hank Over en la sala Gruta 77 de Madrid, donde nos conocimos y comenzamos nuestro historial delicitivo conjunto por tierras de Extremadura, planeando secuestros de bustos de santos drogados y otras fechorías.
Ala, pues ahora a jugar a pala, yo ya le hecho un apaño a mi autoestima.

ESE TOCHO (CAPÍTULO 4)

Ene 20, 2010   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments

No supe el revuelo que habían armado las fotos de la alcaldesa hasta dos días después. Tenía una resaca brutal y pasé el día de San Fermín durmiendo, intentando amansar con la música de mis ronquidos a las fieras que se habían hecho nido en mi organismo (por ejemplo aquella colmena de abejas justo en la punta de allá donde se apoyara, nunca mejor dicho, la alcaldesa). La noche anterior había sido un desenfreno de alcohol y sexo. Después del chupinazo toda la plantilla habíamos ido a comer a un asador. Yo hacía apenas un par de días que había llegado a la ciudad y supongo que como deferencia, para irme introduciendo en el vestuario, me sentaron junto a Burrutxaga, el capitán del equipo.

Burru era un tipo simpático, de carácter noble y aspecto atractivo que gozaba del beneplácito de vestuario, directiva y afición, sobre todo, en este último caso, entre el sector femenino. Las muchachas le perseguían y él se dejaba perseguir, sin comprometerse nunca a nada. Era una pequeña licencia que se permitía y le permitían, pues por el contrario daba todo en la cancha, por sus compañeros y por su equipo (por el que, navarro como era, sentía los colores como ya pocos futbolistas, que somos unas putas, somos capaces de hacer). Pronto hice migas con él, a lo que ayudaron las tres botellas de clarete que nos ventilamos a medias, aunque debo decir que Burru se empeñó más que en introducirme en el ambiente del equipo en apartarme de él, sobre todo del resto de navarros.

—Son unos moñas. Estoy hasta los cojones de rezar el padrenuestro antes de cada partido. Joder, ¿pero todavía no se han dado cuenta de que Dios es del Madrid? Unos moñas. ¿O no ves que esta comida es un muermo? ¿Te apetece de verdad divertirte? —me propuso durante los cafés y sin esperar a que respondiera me arrastró a la calle, hasta un tenderete en el que entre otros titos, vendían camisetas piratas de Osasuna. Burru compró una con su propio nombre, otra con el mío y también un par de sombreros mejicanos, bajo los cuales, tras cruzarnos con una cuadrilla que nos invitó a unos tragos de una bota de las tres Z, cuyo contenido derramamos mayormente sobre nuestro cuerpo, volvimos al asador.

— ¡Quiero un autógrafo de Burru! —les espetó Burru a los gorilas de la puerta—. Y mi amigo uno del Tocho.

—Largo de aquí, muertos de hambre —respondieron amablemente ellos.

Y que Dios me perdone —y si no lo hace me da lo mismo, como ya quedó dicho Dios es un boludo, y ahora además del Madrid, el único equipo de los grandes que nunca se dignó a hacerme una oferta—, que Dios me perdone, decía, pero volver a ser un anónimo muerto de hambre fue una bonita experiencia: hacía años que no podía caminar por la calle sin que me saludaran desconocidos; sin tener que auparme, en el híper, bebés llorones al hombro para la foto; sin verme obligado, en las discotecas, a firmar autógrafos en turgentes pechos o rotundas nalgas… Bueno, esto último nunca me había desagradado demasiado y de hecho, cuando tras un periplo etílico por miles de bares observamos que a las chicas los borrachuzos muertos de hambre no les parecen nada atractivos, renunciamos al anonimato arrojando el sombrero mejicano al aire mientras por los altavoces se oía «Si no tienes un duro no te hace caso nadie, en cambio si lo tienes amigos a millares». Y efectivamente, ya convertidos en Burru y Tocho no tardamos demasiado en enrollarnos a las dos minas más espectaculares del bar, con una de las cuales sobrellevé la resaca en mi hotel, a base de Vitamina C —C de Casquete— y fui capaz de llegar en plenitud de facultades a la rueda de prensa de mi presentación, el día 8; la misma rueda de prensa en que vi por primera vez las que ya llamaban fotos porno de la alcaldesa.
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