• Subcribe to Our RSS Feed
Browsing "Blog"

PAN DURO EN DIARIO DE NOTICIAS DE NAVARRA

Abr 18, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
PRESENTACIÓN OFICIAL ANTE LOS MEDIOS Y LOS LECTORES

Patxi Irurzun ‘humoriza’ en blanco un ‘Pan duro’ para “jóvenes de todas las edades”

El escritor navarro publica con Pamiela una novela marcada por el realismo mágico y el ‘amanecismo’ fílmico de Cuerda

FERNANDO F. GARAYOA – OSKAR MONTERO – Viernes, 17 de Abril de 2015

Patxi Irurzun, con su nuevo retoño literario, ‘Pan duro’, entre las manos.

 

PAMPLONA – El escritor navarro Patxi Irurzun de nuevo lució ayer su característica sonrisa contenida, lo que viene a significar un alto grado de alegría y satisfacción. Y no era para menos, ya que su nueva novela, Pan duro, vivió oficialmente el amanecer de su andadura y se presentó oficialmente ante los medios y los lectores.

En esta ocasión, Irurzun ha dejado a un lado su humor más adulto para hundir sus teclas en una historia que bebe del realismo mágico, radicada en el cuasi imaginario pueblo de Zarraluki, un montañoso lugar que cuenta con faro y equipo de remeros.

Al calor blanco del filme Amanece que no es poco, de José Luis Cuerda, Patxi Irurzun configura las desventuras de Puravida, una quinceañera que hace honor a su nombre, y de su padre, vendedor ambulante de los más extraordinarios enseres, como las archifamosas sandalias con capota para los días de lluvia. A esta pareja se le suma la relación entre el panadero y la profesora de Zarraluki, eje sobre el que gira la vida de este pueblo habitado por jóvenes de 113 años como Oihan.

LOS INGREDIENTES Y LA SALSA Patxi Irurzun, haciendo honor al tono que preside su nueva novela, recordaba ayer el refrán Cuando hay buen unte, no hay pan duro, una excusa perfecta para desgranar los entresijos y las claves de su libro cual si fueran ingredientes y salsa del mismo. “Esta novela se ha amasado con diferentes ingredientes, con diferentes ideas, casualidades, que yo he ido echando en la bolsa del pan duro durante algún tiempo. Una de ellas, la que me llevó a escribir el libro, surgió durante una temporada en la que estuve viviendo en un pueblecito del Goierri, aprendiendo euskera, en el que había un bar rockero que tenía un inconveniente, y es que cuando el dueño se enfadaba con su novia, lo cerraba y nunca sabías cuando lo iba a volver a abrir, o si la pareja se iba a reconciliar”. Bajo esa premisa inicial, Irurzun escribió un cuento, titulado El pan nuestro de cada día, que se desarrollaba en un pueblo llamado Zarraluki, “en el que había un panadero que cuando se enfadaba con su novia, no hacía pan, por lo que todos los habitantes dependían de su relación amorosa”.

Como el cuento gustó bastante, incluso se tradujo al italiano, Irurzun decidió convertirlo en novela, “entre otras cosas porque en él había conseguido crear un territorio mítico, un espacio imaginario”, cuestión inherente a la literatura del autor navarro, creador ya de lugares comoCiudad retrete o Jamerdana. Solo que en esta ocasión la dificultad era doble, ya que Patxi Irurzun, cosmopolita donde los haya, se sumergió en una realidad que desconocía absolutamente: la rural. “Siempre había tenido la idea de escribir alguna novela ambientada en un pueblo, y de hecho lo había intentado, pero sin éxito, probablemente porque en realidad, desconozco ese mundo. Pero creo que, precisamente, esa ignorancia es lo que me atraía, la que me podía permitir imaginar por completo ese pueblo, partiendo de cero, y así fundar ese territorio mítico y mágico en el que cualquier cosa fuera posible, por ejemplo, que las vacas llevaran herraduras con plataforma, a lo drag queen, o que, a pesar de que en este caso fuera un pueblo de montaña, contara con equipo de remeros”.

EL TERRITORIO DE LO ABSURDO Bañado en surrealismo mágico, para Irurzun, “Pan duro transcurre en ese territorio de lo absurdo, lo fantasioso, lo surrealista… Y esa era también otra de la pretensiones, de los ingredientes del libro, crear un lugar en el que lo extraordinario, lo absurdo, lo diferente se viviera y se contase con absoluta normalidad o naturalidad. A la manera en la que lo hace el realismo mágico o películas como Amanece que no es poco, de José Luis Cuerda. Y es que el estilo de la novela va un poco por ahí, es quizá una mezcla de ambas referencias, un estilo poético y, a la vez, divertido. Yo quería escribir una novela bonita y divertida a la vez”.

Un jumelage fundacional al que Irurzun fue, poco a poco, “añadiendo otras pizquitas, otras historias que yo iba conociendo, como, por ejemplo, la de la Torre Iznaga, sita en Trinidad, Cuba; una torre vigía en un ingenio azucarero que, según cuenta la leyenda, la levantó el hijo del un terrateniente para impresionar a una joven de la que estaba enamorada, pero de la que también estaba enamorado su hermano, el cuál, para competir con él, perforó un pozo de la misma longitud… Pues bien, en Zarraluki también hay un faro y un pozo hermanados con esta historia”. Y así fue sumando la prolífica imaginación de Irurzun, “ideas u obsesiones, más o menos locas, sobre las que siempre había querido escribir…”.

En este sentido, confrontando la realidad que nos toca vivir con esta literatura de lo absurdo, a Irurzun no le queda otra que claudicar… “Ha llegado un momento en el que el surrealismo es el nuevo realismo, casi naturalismo. Yo solía recopilar noticias curiosas que luego pasaba por la turmix del esperpento de la literatura, pero es que ahora la realidad es de por sí surrealista, es algo contra lo que no puedes competir… Ahí están los ejemplos recientes de una consejera de cultura que en 19 líneas comete más de 30 faltas de ortografía o unos adolescentes que pasean lechugas en China”.

TEMÁTICA “Con Pan duro he querido reivindicar esos aspectos fundamentales de la literatura como son la imaginación, la fantasía, la evocación… Aspectos a los que no podemos renunciar y que, de hecho, nos resultan muy útiles en los momentos difíciles, nos permiten soñar”, explica Patxi Irurzun a la par que bucea en las profundidades de los sueños. “Uno de los protagonistas de la novela también sueña con escapar de Zarraluki porque se siente atrapado en esa normalidad de lo extraordinario. Pan duro habla también de eso, de la diferencia, del derecho a ser diferente… En este pueblo lo que sucede es que todos son diferentes, todos son raros, y lo que le pasa a Oihan, el personaje que quiere huir, es que quiere ser normal, buscar su propio camino y su libertad”.

Otro de los temas que bifurcan los caminos de Pan duro es la muerte. “Zarraluki es un pueblo en el que no están muy claros los límites entre realidad e imaginación, entre el sueño y la vigilia… y también entre la vida y la muerte. Los personajes se mueven en medio de esa niebla, de esa bruma algo indefinida que no se llega nunca a disipar”, apunta Irurzun, para, rápidamente, cambiar de tercio al que, posiblemente, sea el tema principal de la novela… y de la vida: el amor. “La historia de amor entre el panadero y maestra es la que determina la vida de todo el pueblo. Ambos la viven de una manera un tanto traumática porque está siempre en el punto de mira de todos los habitantes, que acaban condicionándola.

Pan duro, en palabras de su autor, es una novela para todos los públicos, “para jóvenes de todas las edades… Una novela divertida, tierna, a pesar del título, y poética también… Una novela con mucho unte”.

PRÓXIMOS PROYECTOS Escritor impenitente, apostador nato por el oficio y por intentar vivir del mismo, Irurzun ya está embarcado en un nuevo proyecto, entre otros muchos. “Estoy haciendo, para el comedor París 365, un trabajo en el que relato diez historias de usuarios del comedor. Un proyecto con el que estoy encantado ya que era algo que siempre había querido hacer, mezcla de crónica y periodismo literario. En principio, verá la luz antes de final de año. Son historias increíbles de gente que, por ejemplo, ha atravesado África hasta llegar a España en patera. Para mí es todo un reto y una responsabilidad”.

GUIÑOS, CURIOSIDADES…

La banda sonora. El título de la novela recuerda inevitablemente al temaPan duro, de Marea: “Es una canción que me gusta mucho pero que no tiene que ver con la historia, ha sido una casualidad; pero se lo comenté a Kutxi Romero y le pareció bien porque dijo que así nos retroalimentábamos”.

Txema, el panadero. Con 44 años a sus espaldas, Irurzun pertenece a la generación que creció con Barrio Sésamo, por lo que resultaba casi inevitable que el panadero del pueblo se llamara Txema. “Estuve dudando porque me parecía obvio que se el panadero se llamara así, pero también creo que este libro lo puede leer gente muy joven que no conoció Barrio Sésamo. Pero sí, cuando pensamos en un panadero, a los de nuestra generación nos viene Txema a la cabeza”.

Zarraluki. “El pueblo también tiene sus guiños ya que, aunque no se puede ubicar geográficamente, especifico que los valles limítrofes son Obama, Umbría o Yoar, recordando este último a Antoñana”.

Pedro Osés. La portada y las ilustraciones han sido obra de Pedro Osés. “Para mí ha sido un lujo que un artista de su categoría y de su trayectoria haya ilustrado la novela, creo que su estilo era perfecto para retratar Zarraluki y su tono le venía muy bien a la novela”.

http://www.noticiasdenavarra.com/2015/04/17/ocio-y-cultura/cultura/patxi-irurzun-humoriza-en-blanco-un-pan-duro-para-jovenes-de-todas-las-edades

KRONIKA TXIKIA, UN LIBRO PARA SABOREAR DESPACIO

Abr 17, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Gara (16/4/2015)

Pamiela edita la traducción al euskera de Pequeña crónica, el libro más querido de Pablo Antoñana, y con el que la editorial de Iruñea comenzó su ejemplar andadura, hace más de treinta años.

Patxi Irurzun. Iruñea 

Fue una presentación emotiva, en la librería Auzolan, el mismo lugar en el que se gestó Pamiela  y con la presencia de familia y amigos del escritor navarro, fallecido hace ya casi seis años.
Pequeña Crónica ganó en 1973 el premio de novela corta Ciudad de San Sebastián y fue editada por primera vez por la revista Kurpil en 1975. En 1984, la también por entonces revista Pamiela, en su número 4, realizó un homenaje al escritor vianés que acompañó con la edición de nuevo de la novela, inaugurando la andadura de la editorial navarra, que ha sido también y sigue siendo la editorial de Pablo Antoñana (dentro de poco, de hecho, publicarán otro libro suyo,  Noticias de la Segunda Guerra Carlista). Y ahora, más de treinta años después, llega esta Kronika txikia, la traducción al euskara, de la mano de Luis Mari Larrañaga, también presente ayer en Auzolan (Larrañaga tradujo en realidad la obra para una edición venal, no comercial,  de 2010 con la que un entusiasta grupo de amigos y admiradores de Antoñana lo homenajearon en Zumarraga).

Elvira Antoñana, una de las hijas del escritor, destacó que su aita estaría orgulloso de ver su obra más querida publicada en euskara, una lengua que  aprendió ya en edad madura (en el bar Catachu de Iruñea, de la mano de Asisko Urmeneta y junto a otros ilustres alumnos como Jimeno Jurío). Elvira Sainz, por su parte, la viuda del escritor, se mostró emocionada recordándolo: “Pablo escribe… escribía difícil, pero muy bien. Es un autor al que hay que leer despacio, despacio”. Sentado a su derecha, Toño Muro, probablemente una de las personas que más y mejor han estudiado y escrito a Antoñana, señaló que Pequeña crónica marca un hito en la carrera literaria del autor, convirtiéndose en su obra de madurez literaria y destacó la dificultad de trasladar a otro idioma la riqueza y evocación de su sintaxis y su léxico, dificultad que, sin embargo, Luis Mari Larrañaga, asumió con gusto. “Fue un trabajo inmenso, pero muy gratificante”, señaló el traductor, quien ya había volcado al euskara anteriormente otro cuento de Antoñana, Juli Andrea, también incluido en esta nueva edición de Pamiela. Larrañaga, que considera este su trabajo más importante, tradujo Pequeña crónica en sucesivas versiones, sin la presión de un encargo. Despacio, despacio. Saboreándolo. Como hay que leer a Antoñana. Un día importante, en definitiva, el de ayer —concluyó Blanca, otra de las hijas de Antoñana—, tanto para los lectores euskaldunes de Antoñana como para la familia del que ha sido seguramente el escritor navarro más importante del siglo XX.

 

ANDASOLO

“Veneno, purísimo veneno para el sosiego”, así define Victor Moreno la escritura de Pablo Antoñana en el hermoso prólogo para la edición de Pequeña crónica de 1984. La obra narra la decadencia de una familia aristocrática, personificada en el personaje de un niño-monstruo, en cuyas heces veteadas de colores se puede leer el final trágico de una estirpe. Un niño-mostruo que rompe los espejos y busca refugio en sus huecos,  abandonado por los suyos y amado hasta la muerte por la criada de la casa, que es también la minuciosa narradora de la novela.
Escritor andasolo, como escribía Miguel Sánchez-Ostiz en su imprescindible Lectura de Pablo Antoñana, nacido en la misma casa —que podría ser además la casa de Kronika txikia— en la que vivió y murió otro escritor, Navarro Villoslada  —lo cual determinó su vocación—, no deja de ser cierto por reiterativo que la obra de Pablo Antoñana, inmensa,  mereció, merece mejor suerte.

 

EL VIAJE

Abr 14, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Ilustración de Exprai www.exprai.com

Un día, por fin, sus hijos cumplieron sus amenazas y llevaron al desguace su vieja furgoneta, y con ella todos sus recuerdos. Sin decirle nada, como si fuera un niño, o un viejo chocho. Pero él se las arregló para saber a dónde había ido a parar el vehículo, y al día siguiente, pidió un taxi y, en lugar de a rehabilitación, se dirigió al cementerio de coches, en las afueras de la ciudad.

—¿Por qué me deja aquí? —preguntó al conductor cuando llegaron.

El taxista le mostró el postit que él le había entregado al subir, con la dirección, y entonces recordó. No tardó en encontrar la furgoneta, aparcada de culo frente a una montaña de chatarra, como dándole la espalda, herida en su orgullo, resistiéndose a formar parte de aquel amasijo de hierros inservibles. Tampoco le costó mucho convencer a los trabajadores de que todo se había tratado de un malentendido. Siempre había sido un pico de oro, el mejor comercial del mundo. Cuando se sentó frente al volante, notó un olor extraño, a sudor ajeno, y el gemido de los muelles del asiento, al reconocerle, como si la furgoneta fuera un gato que se frotaba contra sus piernas, y al que él también acarició, dando dos palmaditas en el salpicadero, igual que hacía cada vez que regresaba a casa, tras un largo viaje. Después introdujo la llave en el contacto, la giró y el motor comenzó a ronronear.

—¿Algún problema? —le preguntó uno de los operarios, al cabo de un rato.

Paralizado con la mano sobre la palanca de cambios,  sintió aquel vértigo, dentro de su cabeza, pero de repente, en cuanto dejó de pensar en ello, se desbloqueó, y recordó cómo se metía la marcha atrás. Luego arrancó,  perdiéndose en la madeja de carreteras de circunvalación, bajo el cielo azul de los carteles indicadores: Vitoria. Burgos. Valladolid…  Recordó también las muestras que llevaba atrás, y sonrió. Había vendido todo tipo de productos en su vida, pero sin duda aquel era uno de los más extraños. Nunca llegaría a comprender quién y por qué compraba tangas comestibles en las máquinas expendedoras de los baños de los bares, las áreas de servicio… Salamanca. Cáceres. Badajoz…

Paró a comer, y el olor a fritanga del menú del día permaneció pegado a su ropa varias horas, mientras seguía conduciendo y palpándose los sobrecitos de azúcar del café, que había guardado como siempre para los niños, a quienes hacía gracia el nombre de aquel restaurante de carretera, La Loba, impreso en ellos. Todavía condujo algunos kilómetros más, hasta que el piloto naranja de la gasolina se encendió. Se detuvo entonces en una gasolinera, llenó el depósito, pagó y salió fuera. Hacía frío, había caído ya la noche y una niebla densa lo envolvía todo. Sintió de nuevo el vértigo. ¿Dónde estaba, qué hacía ahí, qué le esperaba tras esa niebla al final de la noche?…

—¿Se encuentra bien? —le preguntó el gasolinero, al verlo apoyado en un surtidor, llorando como un niño, o como un viejo chocho.

—¿Cómo… cómo se sale de aquí? —balbuceó.

El operario señaló al frente. Él le dio las gracias y entró en la furgoneta. Después, arrancó. Cáceres. Valladolid. Vitoria… Llegó a casa por la mañana, bajo el cielo ensangrentado del amanecer y las luces de las sirenas que ululaban su nombre.

—¡Aita! —vio dirigirse, nervioso, hacia él a varios desconocidos.

Él los miró, sonrió ufano,  y antes de bajar de la furgoneta, dio satisfecho dos golpecitos en el salpicadero. Había sido un largo viaje.

 

Publicado en Rubio de bote, sección quincenal del suplemento ON
Ilustración de Exprai www.exprai.com

 

¡CON LA PUERTA MÁGICA!

Mar 30, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

El futbolista camerunés Josep Minala debe de tener ahora 18 años, pero hace uno tenía 42, y no es un viajero en el tiempo ni el protagonista de un capítulo de Doraemon, el prodigioso gato azul japonés sin orejas. Minala se convirtió polémicamente en famoso hace un año, cuando fue acusado de hacerse pasar por un juvenil del equipo italiano Lazio, a pesar de las arrugas de su rostro y su cuerpo fibroso y curtido, impropio de un tierno efebo. Al parecer, falsear la edad es una práctica habitual entre los africanos que llegan a Europa soñando con convertirse en estrellas del balompié, o más bien entre sus representantes,  los traficantes de hombres y de sueños que alientan estos con un fajo de billetes y que cuando lo han amarrado los abandonan en la puerta de un centro de menores. Los futbolistas mienten porque de ese modo les resulta más sencillo entrar a picar una oportunidad en la cantera de los clubs profesionales. Lo sorprendente en el caso de Minala era la abismal diferencia entre su edad supuesta 17, y la real, 42. A Minala de repente le encontraban los periodistas en Camerún alopécicos y barrigones compañeros de colegio que juraban haber compartido pupitre con él hace más de tres décadas.  La sombra de la sospecha se cernía sobre él con la misma implacabilidad que la del bigote de las atletas de la extinta República Democrática Alemana. Pero, sorprendentemente, las pruebas médicas acabaron determinando que Minala decía la verdad y tenía realmente 17 años.

Su caso dejó de tener interés en ese momento. El Minala que nos seducía era ese personaje virtual, ese Pigmalión modelado por la prensa y por nuestra imaginación, ese cuarentón capaz de reinventar su identidad de una forma totalmente inverosímil con tal de cumplir su sueño: ser una estrella del fútbol. El hombre tenaz que quizás había atravesado un continente a pie y en patera un mar voraz persiguiendo la gloria; el que, de hecho,  la había alcanzado (Minala debutó con el primer equipo del Lazio).  Minala despertaba en nosotros todo tipo de descabelladas fantasías. ¿Había hecho un pacto con el diablo en un cruce de caminos del desierto? ¿Era acaso un Benjamin Button africano, que nace anciano y muere niño —que envejunece, podríamos decir —?

En Italia, por lo demás,  existe toda una tradición de rocambolescas historias de futbolistas negros, como la del jamaicano Luther Blissett, que pasó de convertirse en un delantero con poca puntería a dar nombre a un movimiento de guerrilla cultural que adoptó su alias para disolver la identidad en un activismo colectivo en el que todos eran nadie, y que acabó marcando con su nuevo avatar innumerables goles, como el secuestro de decenas de niños jesuses en iglesias cuyo rescate Blisset exigía ser repartido entre los necesitados.

Debe de existir un limbo, una brecha en el tiempo en donde conviven todas esas identidades suplantadas o virtuales, en la que el Joseph Minala de 42 años dicta su extraordinaria historia al reputado y a la vez anónimo —o al menos en el artículo que lo citaba— escritor que comparó hace unos días ni más ni menos que con Benedetti a un joven y popular político vasco que se ha estrenado como poeta.

A mí no me importaría nada atravesar ese limbo. Y luego volver a este. O como canta Doraemon: “Ojalá yo pudiera llegar allí al momento, ¡con la puerta mágica!”.

 

 

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal en el suplemento ON de Grupo Noticias
http://presst.net/subscribers/view_iframe/8384

 

¡COCINA Y LUCHA! Entrevista a Carlos Azagra

Mar 27, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Reportaje publicado en Gara

«Cocinar es también una forma de luchar y de ir a contracorriente»
CARLOS AZAGRA, XCAR Y REVUELTA PUBLICAN UN RECETARIO EN VIÑETAS 

El último tebeo de Carlos Azagra, el creador de los inolvidables personajes Pedro Pico y Pico Vena, es sorprendentemente, un recetario de cocina, en el que también han salseado Xcar Malavida y Encarna Revuelta. Revuelta y Azagra estarán este sábado en Bilbao en DDT Banaketak, desgranando los ingredientes (humor, autogestión, rebeldía…) de Estoy hecho un cocinicas.

Patxi Irurzun. Iruñea

Más allá de las manchas de dedazos con chorizo en tebeos que nunca debimos prestar, la relación entre el comic y la cocina no ha sido muy nutritiva  por estos lares. La idea que tenemos de un komikilari es además la de alguien absorbido por sus viñetas o los plazos de entrega, y que en consecuencia tiene que malcomer sobre la marcha, sin despegarse del tablero. Si a ello, en el caso de Carlos Azagra, le sumamos que cuesta imaginarse a sus emblemáticos personajes, Pedro Pico y Pico Vena, zampándose algo más que bocatas en txoznas, conciertos punk o baretos, resulta sorprendente que el último trabajo que acaba de publicar sea un, aunque sui generis,  recetario de cocina, junto con Xcar Malavida, a la sazón editor del libro, y Encarna Revuelta, que se ha encargado de aderezarlo con colores (además de ser la madre del cordero de todo este invento) y que estará con Carlos Azagra el próximo sábado 28 de marzo presentando su trabajo en DDT Banaketak de Bilbao (Muelle Marzana, 5) a las 11:30.

Y sin embargo, sí, “hay vida más allá del tablero” nos cuenta el legendario dibujante Carlos Azagra, quien todavía, como cantaban Tijuana in blue en aquella canción que lo retrató, resiste y sobrevive dibujando sus manías (y una de sus manías, de las manías de los dibujantes y de los artistas en general, aunque parezca mentira, es la de comer todos los días): “Cocinar  es también una forma de luchar y de ir contracorriente, pues cocinando lo que haces es ganar en autonomía. La autogestión comienza en tu nevera. Y además, cocinar no es para tanto, sólo has de tener ganas y un poco de tiempo. Además con el poco trabajo remunerado que hay en los medios impresos hay tiempo de sobra. Para nosotros la cocina es una cosa cotidiana, como procurar que la nevera esté  bien surtida (cuando está vacía da mucha pena, la pobre)”.

Estoy hecho un cocinicas, señala el aragonés Xcar Malavida, el otro chef del comic, comenzó a cocinarse “estando de cañas, como no podía ser de otra manera. Revuelta siempre lleva encima una libreta en la que los amigos le vamos haciendo dibujicos, y luego ella los pinta. Un día, le conté una receta de brócoli que hacía yo, y para explicársela le hice unos dibujicos en ella. Otro día le hice otra, y otra, hasta que se nos encendió la bombilla: “Oye, ¿y por qué no explicamos estas cosas en tebeo?”. Nos pareció una cosa original y divertida y nos pusimos a ello con muchas ganas”.

Malavida, además de dibujar a cuatro manos con Azagra el libro (o a ocho, pues Chema Cebolla e Iru también han dibujado alguna de las 59 recetas) es el editor del mismo, a través de la Editorial Cornoque, un colectivo de autores que desde más de veinte años se dedica a la autoedición de su obra, primero con la revista Malavida y poco a poco ampliando el catálogo, hasta llegar a este Estoy hecho un cocinicas, que se ha convertido en su best-seller,  su plato estrella: “Estamos muy contentos, en un par de meses agotamos la primera tirada y tuvimos que reimprimir a toda prisa. No nos esperábamos que funcionara tan bien, la verdad. Además hemos visto que mucha gente a la que no le interesa –de entrada- el mundo del tebeo se ha visto atraída por él. Por ejemplo, hemos hablado con personas que nos decían que no leían un tebeo desde que eran pequeñas, y que este les había encantado. O gente que estaba harta de libros de cocina, pero que este le gusta mucho porque es una cosa fresca y divertida”.

Estoy hecho un cocinicas es un libro que efectivamente tiene, por una parte algo de didáctico y por otra huye de la cocina elitista o convertida en espectáculo televisado y pretende arrimarla a las cocinas de todas las casas, a la de los frigoríficos con sobras o la de aquellos con media hora para preparar algo antes de salir corriendo a por los niños a la escuela.

“Comer y beber bien no es solo de los ricos”, señala Azagra, “Nosotros estamos por que la gente normal se pueda defender cocinando, que no es nada complicado, lo que hemos hecho, aparte de meterle humor a la cosa, ha sido desdramatizar el mundo de la cocina. Muchos gurús mediáticos han convertido el cocinar es una especie de religión en la que has de cumplir todos los mandamientos y se te castiga si no tienes perejil, orégano o clavo, y eso es una tontería, si te falta algo lo suples con lo primero que tengas a mano. A tu manera, que cantaba Frank Sinatra (y también Sid Vicious)”.

Xcar Malavida, por su parte, respecto a los programas de televisión dice: “Una cosa que no me gusta mucho de la moda de la cocina es tratar de convertirla en algo competitivo (como pasa en esos programas tan de moda ahora) o elitista. En este tebeo defendemos la comida del día a día, con platos rápidos, sencillos y muy ricos. Con productos frescos y comercio de proximidad, pasando de las grandes cadenas y de los precocinados”.

Otro de los ingredientes que, por supuesto, no podían faltar en un libro como este es el humor, la celebración de un placer como es el de comer o el de preparar los platos. Las recetas que proponen Azagra, Revuelta y Malavida, están pensadas para no complicarse la vida, al contrario, para disfrutarla, para tomarse una caña o un vino mientras la olla bulle o el horno coge temperatura. “El placer de cocinar es pasar un buen rato entre fogones con una cervecita y luego compartir la mesa con la familia y los amigos, no demostrarle a nadie que haces el mejor pastel de boniatos del mundo”, dice Xcar Malavida, y Azagra añade: “Nosotros lo que aportamos es cachondeo y sobre todo reírnos de nosotros mismos, que si se te olvida poner el laurel cuando la olla exprés ya está pitando no pasa nada o si se te quema el lomo a la cerveza tampoco (otro día le pones mas cerveza!)”.

Para acabar el gran Carlos Azagra, además del dibujo que acompaña estas líneas en exclusiva para GARA, nos deja una de sus recetas favoritas: “Patatas a lo pobre: poner al fuego unos ajos, unos pimientos, unas cebollas y unos chorizos como Rajoy y esa gente… y ¡todo a la sartén! ¡Así seguro que las patatas se enriquecen!”.

11033116_819637214750120_2128415119_o

 

“HABRÁ QUE HACER UNA HISTORIETA DE ESTO ¿VALE?”
Carlos Azagra, una vida con la bombilla siempre encendida

“Apoyado en la barra del bar, resiste y sobrevive dibujando sus manías”. Tijuana in blue retrató magistralmente a Carlos Azagra en su canción Vidas ejemplares. La de Azagra sin duda lo ha sido para muchos de los que han devorado sus historietas en El Jueves, han visto sus dibujos en las portadas de discos de sus grupos favoritos o han reconocido el nombre de su colectivo, su asociación o la convocatoria para una mani en alguna de sus viñetas.  Azagra ha convertido su lápiz en arma de combate y su pasión en resistencia y medio de vida. Una vida ejemplar, sin duda, la de este dibujante universal e internacionalista, zaragozano, nacido en Morón de la Frontera que vive en Barcelona y al cual le une munchos vínculos sentimentales con Euskalherria: “Los primeros en mandarme coas de Euskadi fueron los Tijuana, el Jimmi me mandó tres cassettes de las de antes con grabaciones de grupos de allá, maketas de antes de que saliesen en disco… BAP! , RIP!, Vómito,  MCD, La Polla, etc., etc. Y Eskroto me mandaba por correo sus movidas de Katakrak! BAH!, Ateos, Ni Fronteras Ni Banderas… Cuando bajaban a Barcelona lo pasábamos genial, siempre acababa diciéndoles que de esto habría que plasmarla en cómic…Como así fue”. A Azagra se le abre el apetito al recordar aquellos tiempos: “La sección musical de Bat, bi,hiru! en el Egin era nuestra referencia político-musical, aún a  día de hoy no se ha podido superar el nivel que tenían esas cuatro páginas semanales, que nos ponían en un mismo plato ingredientes como las okupaciones, gaztetxes, radios libres, conciertos, nicaraguas sandinistas y esas cosas, todo bien aderezado con buena música”, dice, y al rememorar todo aquello uno se imagina que “a por el lápiz se aleja presto y mientras se marcha se le oye decir emocionado:  Habrá que hacer una historieta de esto ¿vale?”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Páginas:«1...120121122123124125126...284»
ga('create', 'UA-55942951-1', 'auto'); ga('send', 'pageview');