• Subcribe to Our RSS Feed
Browsing "Blog"

Entrevista en GARA sobre PAN DURO

Abr 28, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
PATXI IRURZUN /PERIODISTA Y ESCRITOR

Patxi Irurzun desata toda su imaginación para crear Zarraluki, pueblo de montaña en el que las vacas se asemejan a drag queens y cuando el panadero se enfada con su novia no hay quien coma con pan. «Pan duro» es una novela «para jóvenes de todas las edades» en la que no faltan el humor y la poesía, y en el que las situaciones absurdas resultan más normales de lo que a simple vista parece.

«Quería idear un lugar en el que lo absurdo se viviera con naturalidad»

AMALUR ARTOLA|IRUÑEA
0425_kul_irurzun
“Pan duro” ofrece al lector la oportunidad de zambullirse en Zarraluki, pueblo imaginario en el que lo absurdo no sorprende y lo «normal» resulta un tanto extraño. Hoy, Patxi Irurzun estará en la Feria del Libro de Gasteiz firmando ejemplares.

La idea para «Pan duro» le vino en un pueblo de Goierri. ¿Qué parecido guarda con Zarraluki?

No demasiado, en realidad solo la masa madre a partir de la cual ideé la trama de la novela. En aquel pueblo de Goierri había un bar que era un pequeño refugio para muchos que estábamos de paso por allí (aprendiendo euskara), pero que tenía el inconveniente de que cuando el dueño del bar se deprimía no abría, con lo cual de su estado anímico dependía también el nuestro. En Zarraluki hay un panadero que cuando pelea con su novia, la maestra del pueblo, no hace pan, la maestra tampoco tiene ganas de dar clase… En definitiva, toda la vida del pueblo, que es un pueblo de montaña, aislado, se detiene, toda la vida del pueblo depende del amor de esta pareja. Aparte de eso, Zarraluki es un pueblo que no se parece en nada a ese pueblo ni a ningún otro, un pueblo en el que pasan cosas muy raras.

Un pueblo de montaña en donde hay un faro y las vacas llevan herraduras en forma de plataformas. Habrá disfrutado dejando llevar su imaginación para crear este pueblo…

Sí, ese era uno de los ingredientes de este pan duro, idear un lugar en el que lo extraordinario, lo absurdo se viviera con naturalidad, de modo que yo tuviera manga ancha para las situaciones más descabelladas. También quería fundar mi propio territorio mítico, un lugar en el que pudiera moverme con libertad.

Los personajes son igual de peculiares que el pueblo…

Sí, y también los forasteros, los vendedores ambulantes que llegan con un muestrario de cacharros absurdos, como las sandalias con capota para los días de lluvia o el matamoscas con un agujero en el centro que dé una oportunidad a la mosca. Todo el libro se mueve en una niebla o bruma imprecisa entre realidad y ensoñación, vida y muerte, vigilia y sueño, que nunca llega a disiparse.

En Zarraluki, los surrealista o fantástico se convierte en natural. No extraña. ¿Es ese el mensaje que quería transmitir? ¿Que lo que denominamos «normal» depende de muchos factores?

Bueno, estamos en un momento en el que creo que podemos decir que la surrealidad supera la ficción, sí. Creo también que uno de los temas del libro es el derecho a la diferencia, aunque paradójicamente en Zarraluki quien se siente diferente es Oihan, un muchacho que aspira a la «normalidad»: todos sus vecinos son raros y él quiere escapar del pueblo, de esa presión, de la tradición, irse a vivir a una ciudad, ir al cine con una chica…

Aunque es un relato ficticio, tiene elementos reales.

Hay algunas historias que las he tomado de la realidad, sí, y luego las he pasado por mi túrmix, como la de la torre Iznaga de Trinidad, en Cuba, que construyó el hijo de un terrateniente para impresionar a una chica, pero como su hermano estaba enamorado de la misma mujer, este construyó una torre a la inversa, un pozo de la misma longitud; en Zarraluki también hay un faro y un pozo… Pero la mayoría de las cosas y personajes son historias absurdas que se me pasan a mí por la cabeza, ocurrencias que he ido echando a este cajón del pan duro.

En la novela está muy presente el humor, pero aflora un cierto toque poético.

Yo diría que se mueve entre el realismo mágico y “Amanece que no es poco”. Quería escribir una novela bonita y a la vez divertida, y que pudiera ser percibida así por gente de cualquier edad, por eso he hablado de una novela para jóvenes de todas las edades, una de esas novelas juveniles que también disfrutan los adultos. Todo esto no es nada fácil, a veces para hacer reír lo fácil es el exabrupto, la macarrada (que a mí me gusta y a la que he recurrido en otros libros), pero conseguir este tipo de humor absurdo, delirante, y combinarlo con ese tono poético es complicado. Creo que he llegado a un buen equilibrio. Un lector ha calificado el libro como realismo «majico», otro como «lisergia naif»… Me encanta.

¿Se convertirá Zarraluki en escenario de futuros relatos?

Me lo están pidiendo y en algún cuento ya he vuelto a Zarraluki… Es probable que sí, uno no crea un territorio mítico para abandonarlo a la buena de Dios.

«La imaginación es necesaria para afrontar situaciones complicadas»

En la presentación comentaba que con «Pan duro» ha querido «reivindicar los aspectos fundamentales de la literatura, como son la imaginación, la fantasía o la evocación». ¿Carece la literatura juvenil actual de esos ingredientes?¿Por qué esa necesidad de reivindicarlos?

En momentos difíciles como los que vivimos quizás tendemos a usar la literatura de una manera urgente, como arma, o como espejo para reflejar o denunciar la realidad, lo cual está muy bien y es necesario. Yo siempre lo he hecho, y lo hago, pero también creo que es necesario no renunciar a herramientas como la imaginación o los sueños, que también son muy útiles, necesarios para afrontar situaciones complicadas, imaginar, inventar, no estoy hablando de evadirse o cerrar los ojos. No sé, igual es una perogrullada, pero cuando hablamos de un acto creativo, la fantasía y la imaginación son fundamentales, irrenunciables.

http://www.naiz.eus/eu/hemeroteca/gara/editions/2015-04-25/hemeroteca_articles/queria-idear-un-lugar-en-el-que-lo-absurdo-se-viviera-con-naturalidad

KARTA ZERTIFIKADA

Abr 27, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

carta-corregida_17025_1

Ayer fui a Correos para autoenviarme una carta, que escriví yena de fartas de hortografia, y así hacerme la ilusión cuando la recibía de que por una vez se dirigía a mí toda una concejal de cultura, y cuando me acerqué a la ventanilla una chica me dijo: “Ordinario”, y yo pensé si ella, además de ser una maleducada, tenía rayos filológicos en la mirada que atravesaban los sobres, pero luego ya me explicó que si quería asegurarme de que la carta llegaba lo mejor era certificarla, cosa que me pareció muy rara, es decir, para que el servicio de correos haga correctamente su trabajo tenía que pagar un poco más, no sé, es como si vas al médico y tú le dices “¿Qué tengo?”, y él te contesta “Pues más te vale que tengas dos euros, porque lleva toda la pinta de una apendicitis, pero hay que certificarlo”,  el caso es que estuve un rato departiendo amablemente con la chica, tan embebidos los dos que no nos dimos cuenta de que a nuestras espaldas se había formado una cola de varios kilómetros que no era más larga porque había unos cuantos que se iban retirando, pues ya les pillaba más cerca entregar sus cartas y paquetes —con perdón—en mano, estuvimos, de hecho, la chica y yo tanto tiempo hablando de nuestras cosas, objetos directos, imperativos (como Correos), sinalefas —con perdón—, que me entraron ganas de ir al baño y, al salir de la oficina, tuve que entrar en la cafetería de al lado, en cuyo urinario estaba tan a gusto aliviándome cuando llegó un señor con gabardina y gafas de sol, que se colocó al lado  y comenzó a decirme “¿Qué tal, Joe?” y otras cosas raras, que me cortaron el chorro, “¿Tienes la pasta?, seguía él, así durante un cuarto de hora, hasta que ya por fin se quitó las gafas y me confesó que era actor y que estaba ensayando para una película de gánsters, “Ya sabe, es un clásico, en las pelis se mea profusamente, todo lo que haga falta para que encajen los diálogos”, dijo, y yo le contesté que, bueno, peor era cuando ruedan escenas dentro de los coches y el conductor no mira nunca al frente”,  total, que allá estuvimos hablando un rato de nuestras cosas, los romanos con reloj de muñeca, los padres de los niños americanos que siempre llegan tarde a las fiestas de fin de curso, todo eso sin dejar nunca de orinar, hasta quedar desriñonados con tanta cháchara, luego el señor ya se puso las gafas, nos despedimos, “Hasta nunca, Joe”, dijo él, y yo me fui a la barra y pedí un café, que me lo tomé leyendo el periódico, “Rajoy acusa a Podemos de buscar sus candidatos en las cafeterías”, decía un titular, lo cual, dado que yo estaba en una de ellas me pareció un poco faltón, y también un poco descafeinada la respuesta de Pablo Iglesias, más vale que luego pasé la página y ahí estaba Eduardo Galeano, y sus palabras que flotaban en el aire y lo purificaban, lo purificarían durante muchos siglos todavía después de que él se marchara, Galeano, haciendo un alegato a favor de las cafeterías, las segundas casas de los que no teníamos apartamentos en Baqueira- Beret, ah, Galeano, me hizo salir a la calle sintiéndome inocente y no un asesino en serie cualquiera que frecuenta antros de mala muerte como cafeterías u oficinas de Correos, y así, más tranquilo, volví a casa, a esperar  en ella hasta el día siguiente para ver si, no sé, el cartero me traía una carta, certificada, de una koncegala de kurtura —con perdón— o algo.

Colaboración para la sección Rubio de bote del suplemento ON (Diarios de Grupo Noticias)

PAN DURO EN LA COLUMNA DE JORGE NAGORE

Abr 18, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

En comparación con mi infancia, adolescencia y hasta casi llegado a los 25 años, tenemos delante una cantidad de información instantánea, canales de televisión, redes sociales, herramientas tecnológicas y aparatos electrónicos que, si te aplicas, en un día normal puedes tener la sensación de haber consumido más letras e imágenes de las que antes consumías en una semana o en un mes, cuando leías como mucho un periódico, veías un canal -había uno y medio- y además poco rato, tu contacto con tu familia era en tu casa y, con tus amigos, que los acababas de dejar en la tienda de chucherías de debajo. Quizá pasaban días enteros y hasta semanas sin que usaras el teléfono fijo, que colgaba de la pared como un búho, y el día te dejaba bastantes ratos para ir abriendo libros y leerlos. No había que ir haciendo esfuerzos y apagando chismes como si estuvieses en una terapia de desintoxicación comunicativa o informativa. Había aquello y te concentrabas en las páginas con una facilidad que ahora cuesta muchísimo encontrar, mientras que hoy es como si se nos hubiese dividido el cerebro en decenas de pequeños compartimentos y el de concentrarse cada vez fuese más pequeño. No digo ya nada del de leer libros. Las cifras de ventas de los libros no mienten y donde antes había cada año varios superando los 100.000 vendidos ahora como mucho hay dos o tres y centenares y centenares de obras editadas que apenas llegan a los 200 o 300 ejemplares, con suerte. Por eso me admira gente como Patxi Irurzun, que acaba de publicar su nueva novela, Pan duro. Patxi todo esto lo ve, claro, pero su compromiso con la escritura y lo que le aporta y siempre le ha aportado es mayor que todos los inconvenientes, propios y ajenos. Aún tiene la fuerza necesaria para no dejarse despistar ni derrotar por todo este marasmo, que no sé si nos ensancha la vida y el cerebro o nos aturde y perjudica.

http://www.noticiasdenavarra.com/2015/04/17/opinion/columnistas/a-la-contra/la-tenacidad

Páginas:«1...119120121122123124125...284»
ga('create', 'UA-55942951-1', 'auto'); ga('send', 'pageview');