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ENTREVISTA A CARLOS ERICE

Ene 3, 2016   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

FOTO: JUAN DE LA CRUZ

Publicado en Gara 27/12/2015 Foto: Juan de la Cruz

“La historia de alguien que ha vivido tres guerras tenía que ser inevitablemente negra”
Carlos Erice. Escritor

La última novela del escritor de la calle Estafeta, Orán ya no te quiere, mantiene su sello personal, vuelve a ser un thriller político ambientado en el África colonial, en este caso la Argelia bajo dominación francesa, pero esta vez también retrata su propia ciudad, la Iruñea de 2105 o nos lleva hasta los sanfermines de 1936.

Patxi Irurzun. Iruñea

Orán ya no te quiere es la tercera novela de Carlos Erice, tras Beautiful Rhodesia, ganadora del premio López Torrijos en 2011, y de La granja de Perla, que publicó hace solo unos meses. Caprichos del mundo literario. La editorial granadina Traspiés le buscó para inaugurar su colección de novela criminal y él sacó del cajón esta historia de intriga, a caballo entre tres guerras, que nos lleva desde los kebabs de la Iruñea de hoy en día a la Orán colonial con plaza de toros y en la que se comía paella.

Pero usted no ha estado nunca en África…

No, pero soy un poco tramposo, porque me voy a otro continente, a Argelia, sí, pero utilizo la época en que estaba bajo dominio francés. En Orán la mayoría de los habitantes eran de origen europeo y de estos la mayoría españoles, almerienses, alicantinos…Es arriesgado intentar recrear esa época que ya no existe, pero a la vez resulta muy interesante, muy literario, y si además la imaginación del autor ya se las apaña para inventar la peripecia de un chaval de Pamplona, que en los años cuarenta acaba en Orán ,es cuando encajan todas las piezas del puzle de esta historia, en la que una de las protagonistas, Leire, va a visitar a su abuelo a una residencia de ancianos en Pamplona, La Meca, y este, Peio Aranguren le cuenta su historia: como huyó de Pamplona después del golpe de Mola, cómo combatió en la guerra civil, en la segunda guerra mundial y cómo acabó finalmente exiliado en Argelia.

¿Cómo ha sido su método de trabajo para recrear el Orán de esa época?

Por una parte me gusta leer mucha literatura ambientada en los lugares y en los periodos que quiero retratar. En este caso por ejemplo, Albert Camus, que era argelino y allí, en su Orán natal,  ambientó libros como La peste o El extranjero; o a otros como Yasmina Kadra. Y por otra parte, recurrir a las fuentes. Por ejemplo, con mi precario francés envié un mensaje al ayuntamiento de Orán solicitando un plano con las denominaciones de las calles de entonces, que me enviaron y contrasté con las actuales…

Otros pasajes, sin embargo transcurren en Pamplona, y hay quien ha dicho incluso que el libro es una guía de bares de la ciudad.

De bares y de librerías, ¿eh? Sí,  quería describir la Pamplona actual que también hoy se está convirtiendo en una ciudad mestiza, como aquel Orán, y por eso el tercer personaje de la novela es es Mehdi, un argelino que tiene mucho interés en conocer al abuelo de Leire… Pero sobre eso no puedo contar mucho más… Todo ello me sirve para retratar como vemos nosotros a nuestros vecinos, venidos de otros países,  y también cómo ellos nos ven a nosotros…

En la novela ha utilizado diferentes técnicas y voces narrativas…

Quería dosificar la trama jugando con el lector, e ir soltándolas diferentes piezas de información desde la perspectiva de cada personaje, por ejemplo el diario de Leire, en donde cuenta sus problemas laborales en el bar en que trabaja, sus conflictos con su cuadrilla, sus amores o desamores: o la historia de su abuelo, Peio Aranguren, para la que he utilizado la tercera persona y me ha permitido contar su historia, que es una historia que va dejando cabos sueltos, que los otros dos protagonistas van atando, y que es también la que da el componente de intriga o negro a la trama, porque Peio Aranguren es alguien que ha vivido tres guerras y es inevitable que una vida así haya tenido que ser negra, muy negra.

Un personaje, el de Peio Aranguren, levemente inspirado en el dirigente comunista Jesús Monzón

Sí. Monzón era pamplonés, tenía su cuadrilla, muy variopinta, entre la que había establecido un pacto de amistad y protección, porque en los sanfermines del 36 ya se intuía que algo iba a pasar,  y de ese modo pudo huir y él también acabó refugiado en Argelia, por eso digo que mi protagonista está levemente inspirado en él, aunque Peio Aranguren no es comunista, sino nacionalista. Si hay esa leve inspiración es porque la trayectoria de Monzón es desde luego novelesca, y sobre todo por el viaje vital. Y eso es en definitiva lo que nos vamos a encontrar en este libro: peripecia vital, misterio y una historia de venganza.

Felicitación navideña con animalitos

Ene 3, 2016   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en «Rubio de bote», colaboración semanal para On, magazine de los periódicos de Grupo Noticias (02/01/2016)

El primer animal que tuvimos en casa fue la polla. Una gallina, vamos. Uno de aquellos pollitos pintados de colores que vendían en las fiestas de los pueblos mientras la gente tiraba el jersey a lo alto al compás de “Voló, voló” y a los que al cabo de unos días el culo comenzaba a pelárseles y se morían pero que a nosotros nos aguantó y se hizo grande y por eso y porque era chica la llamamos la polla. La polla olía fatal y tuvimos que fabricarle con cartones una especie de gallinero en el balcón. A veces le concedíamos el tercer grado y la metíamos en casa. En el pasillo levantábamos barricadas, como en las calles, solo que nosotros con Exin Castillos, y la polla saltaba por encima de ellos, y en el aire quedaban flotando algunas plumas, y nosotros nos reíamos mucho y estornudábamos, todo eso sin saber que lo que estábamos haciendo era entrenar a la polla para la gran evasión.

La polla intentó fugarse un día de reyes, saltando desde nuestro quinto piso, de balcón en balcón. La descubrimos cuando estaba en el tercero, yo creo que ya arrepentida, temblando sobre la barandilla. Conseguimos que volviera a casa tirándole a dar curruscos de pan duro que guardábamos en un saco para los perros de la huerta del abuelo. Y una vez que la hubimos rescatado mi madre dijo “La polla o yo”. Elegimos a mi madre y a la polla la llevamos a un gallinero que tenían mis tíos en el pueblo y en que los primeros once días la polla estuvo poniendo huevos como una campeona y al siguiente se la comió un perro (o eso nos contaron).

Luego vinieron aquellos ratones de ojos rojos. Nosotros queríamos un hámster, ya teníamos incluso preparada la jaula, con su ruedita y todo, pero mis tías dijeron que sus vecinos criaban “bichos de esos” y que si queríamos algunos y nosotros dijimos que sí y cuando fuimos a recogerlos los bichos de esos eran ratones de laboratorio, blancos y flacuchos y con los ojos rojos, y a pesar de todo nos los llevamos a casa, y en casa, claro, los ratones se escaparon de la jaula porque para ellos aquello no era una jaula sino una plaza con porches. Nunca supimos qué fue de aquellos ratones. Al principio, de vez en cuando, alguno aparecía desde detrás del armario, cuando estábamos viendo la tele, se ponía de pie, se frotaba las patitas y volvía corriendo a esconderse. Aquellos ratones o tenían muy mala leche o estaban locos, porque para mí que vivían dentro del televisor, y por eso este a veces se estropeaba, y para que volviera a funcionar había que levantarse y darle un zurriagazo y después olía a pelo quemado y así, electrocutados o escuchando los debates de La Clave, yo creo que fueron muriéndose todos aquellos ratones de ojos rojos.

Y después vinieron muchos más, el gato Pelusa (hasta que mi madre dijo “El gato o yo”, y como durante un rato estuvimos dudando mi madre tuvo que bajarlo en el bolso de la compra al barranco, al final del descampado que había debajo de casa), y la cotorra Tibisai (a la que resucité, tras recogerla de la basura cuando todos la daban ya por muerta, haciéndole el boca a boca una mañana que volvía de gaupasa—la pobre, claro, quedó con secuelas graves—), y cardelinas, periquitos, tamagochis, pero de ellos ya hablaré otro día, porque ahora se me acaba la página y solo me queda espacio para desearle a todos ustedes que tengan un feliz año. Un año que sea la polla.

ENTREVISTA A ISABEL VILLANUEVA

Dic 26, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
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Foto: Michal Novak

“El arte es para mí un modo de vida que se basa en una dedicación total, despojada de cualquier interés materialista”

Isabel Villanueva (Violista)

 

 

Publicado en Gara (26/12/15)
Patxi Irurzun. Iruñea

La joven violista Isabel Villanueva (Iruñea, 1988) acaba de recibir el Premio Ojo Crítico, que reconoce su trayectoria musical. Una trayectoria jalonada de premios y conciertos como solista al frente de las más prestigiosas orquestas del mundo. Lleva ya cuatro años radicada en Ginebra, pero en realidad pasa más tiempo que en su casa en aviones y hoteles de todo el mundo. San Petesburgo, Beirut, Viena… Sufre cada vez que tiene que volar y su viola, un instrumento fabricado en 1670, viaja con ella. “Que quede claro que soy violista, no violinista, que lo ponen mal muchas veces”, aclara la primera vez que nos ponemos en contacto con ella. Su viola es su voz y su vida. Y viceversa. Mantiene con ella una relación de intimidad, una hermosa historia de amor. Charlamos con ella sobre eso, sobre todo el esfuerzo y la dedicación que hay debajo de esa punta del iceberg que son los premios y reconocimientos o sobre la importancia de la música como motor de desarrollo humano y educativo.

-¿La viola es una gran desconocida?

La viola es ciertamente una voz desconocida para el público general. La historia y sociedad han hecho que su evolución quedase en segundo plano respecto a otros instrumentos de la misma familia de cuerdas como el violín o el cello. Desde el siglo XX y gracias a la aparición de verdaderos violas solistas como Lionel Tertis o William Primrose la viola comenzó a resurgir como un instrumento con personalidad individual de expresión, los compositores se interesaron por él, y la viola comenzó a sonar más a menudo en las salas en recitales y conciertos con orquesta. Hasta entonces la viola era un instrumento que ocupaba un lugar básicamente en la escena orquestal y de cámara. Compositores como Bach, Mozart, Paganini, Beethoven, Mahler tocaban la viola y según escritos biográficos le tenían mucho cariño. Pero el siglo XXI es sin duda el momento de la viola. Ha habido un enorme salto en relación al nivel y desarrollo técnico y expresivo del instrumento, los principales compositores actuales escriben conciertos y obras para viola, y hay un mayor (aunque aún es escaso) número de solistas de viola. Todo esto es positivo pero aún falta una grandísima labor por parte de nosotros, los intérpretes, de divulgación y acercamiento al público de este mágico instrumento.

-En su caso, tiene una viola que es una pieza única, de 1670, ¿qué se siente tocándola y cuál es la relación que mantiene con ella?

Todos los instrumentos son únicos e irrepetibles, como las personas Es cierto que al ser tan antiguo y estar hecho de madera, está de alguna forma ‘vivo’, y reacciona muy sensiblemente a los cambios de temperatura, humedad, viajes, y por supuesto a la forma de tocarlo. También tiene un timbre específico y una personalidad que debes conocer muy bien, por eso es más difícil de tocar que un instrumento moderno, que lo puedes ‘moldear’ más a tu gusto.

-De hecho, la viola en ocasiones parece asemejarse a la voz humana, y en su caso particular es algo que técnicamente se destaca.

La voz humana es mi principal inspiración, y la voz de la viola es en mi opinión el paralelismo instrumental. Para poder expresar siempre pienso desde la perspectiva de un cantante, en su fraseo y proyección de voz. Además me he nutrido de clases de canto desde hace ya unos años, algo que encuentro fundamental para el desarrollo de un músico. Al fin y al cabo los instrumentistas trabajamos con una voz (que no pertenece a nuestro cuerpo) pero también tenemos nuestro cuerpo que debe ser el intermediario entre el instrumento (en mi caso la viola) y el mensaje musical que queremos expresar al público.

-Aunque tiene ya una trayectoria larga y reconocida, qué supone recibir premios como el del Ojo Crítico.

El premio ‘Ojo Crítico’ es quizá el mayor reconocimiento oficial que he obtenido hasta la fecha, después de años de inmensa dedicación a la viola y a la música en general. Estudio, mucha ilusión, constancia y amor son los factores que me están llevando al crecimiento artístico. Como todos sabemos, el arte no tiene límites. El arte en cualquiera de sus formas no es algo que se haga como sacrificio, si no no sería arte. El arte, en lo más profundo de su significado, es para mí un modo de vida que se basa en una dedicación total, despojada de cualquier interés materialista; esa es para mí la vía para poder llegar a comunicar un mensaje sincero y emocionar con el público. Dicho esto, la vida real de un artista implica hoy en día muchas otras cosas ajenas a la música en sí, como son los aspectos burocráticos, sociales, mediáticos; algo para lo que un artista del siglo XXI debe estar también preparado. Personalmente soy una apasionada de la vida, me rodeo de la gente que me quiere, me encanta descubrir nuevas cosas, viajar, los museos, la naturaleza, los deportes y todos los estilos de música (¡siempre que sea buena!).

-¿Se puede describir con palabras qué es lo que siente cuando está tocando?

Cuando me presento en un concierto, lo que se ve y se oye es el resultado de muchas horas de preparación y de maduración de la obra concreta que esté interpretando. Intento ahondar en la obra, meterme en la piel del compositor para poder llegar a expresar la música lo más honestamente. Los intérpretes de música somos como actores, debemos conocer muy bien el rol para hacerlo nuestro y poder expresarlo de la forma más convincente y sincera para acercarnos a lo que el compositor querría transmitir con ella.

-Y qué cree que puede trasladar la música, la viola en particular a quien la escucha, en qué puede ayudarle…

La música es el lenguaje más universal que existe, capaz de unir a cualquier grupo de personas sin importar cultura, creencias, edad… hasta llegar a emocionarles. La Música, cuando verdaderamente se expresa desde la máxima sinceridad interior del intérprete, algo realmente difícil de conseguir dado el mundo materialista en el que vivimos, transmite sensaciones indescriptibles con cualquier otro tipo de lenguaje, te lleva a otra dimensión, donde las cosas que realmente importan son al fin y al cabo las mismas para todos. Personalmente, intento en cada concierto transmitir un mensaje donde las máximas calidades humanas estén presentes. Pienso que ir a un concierto de música clásica, sin importar la preparación o conocimientos específicos que tengas, y dejar llevar tus sentidos por lo que escuchas, produce felicidad, te conmueve, inspira y te llena de energías positivas.

-En ese sentido ¿cree que a la música se le da la importancia que merece en la sociedad, en la escuela, en los medios…?

Para que la sociedad siga evolucionando, no sólo es importante el apoyo educacional y social en materias de tecnología, física, salud, sino que considero una responsabilidad de los organismos públicos y sociales una gran inversión en el desarrollo humanista de la sociedad. Esto incluye evidentemente la música; vaya uno a dedicarse o no a ella, hace desarrollar cualidades humanas extraordinarias que de otra forma no es posible, como la creatividad, la sensibilidad, la capacidad de expresión, trabajo en grupo… La música puede cambiar nuestras vidas, sea cual sea tu trabajo o dedicación diaria.

 

 

 

 

CENA DE EMPRESA

Dic 21, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en el suplemento ON de los periódicos del Grupo Noticias (19/12/15)

—Bueno, ya pueden pasar a cenar —dijo el camarero, y la barra del bar se transformó en una pole position.
De repente, todos mis compañeros de trabajo, que hasta entonces charlaban tranquila y amigablemente de sus cosas, el running, la última entrevista de Bertín Osborne, el uso de las figuras retóricas en los debates electorales, salieron derrapando y se convirtieron en esguinces andantes, retorciéndose para pasar todos a la vez por la puerta que conducía al comedor.
A sus espaldas solo quedaron algunos corronchos de vino sobre la barra, como manchas de neumático quemado, y un becario atropellado, al que ayudé a ponerse en pie y que una vez que lo hice me correspondió con un valentinorossi, es decir, empujándome y tirándome al suelo. Aquel chico llegaría lejos.
A mí siempre me ha costado arrancar, pero cuando por fin entré al comedor comprendí qué pasaba. Todos se habían sentado ya y la única silla que quedaba libre era la silla eléctrica. La silla que quedaba al lado del jefe. No espabilaba. Todos los años el mismo error táctico. La experiencia, al menos, era un grado, y sentado a la derecha del jefe había aprendido a moderarme, a beber como él, mojándome solo los labios, a diferencia de muchos de mis compañeros, que lo hacían como si al día siguiente se acabara el mundo y de hecho para muchos se acababa porque terminaban la noche subidos sobre algún barril de cerveza, descamisados, haciendo guiños con los pectorales o dándose de hostias o el lote con algún otro compañero, incurriendo, en definitiva, en comportamientos que no ayudaban precisamente a que les renovaran el contrato.
Pasé, pues, la cena como buenamente pude, intentando que no se me notara mucho que ya le había oído a mi jefe contarme el mismo chiste todos los años anteriores, aquel que decía que de joven había sido rojo y había corrido delante de los grises, y después, a los postres, cuando lo del amigo invisible, también estuve bastante relajado, porque este año al sacar el papelito me había tocado yo mismo y me había callado como un perro y así, además de no tener que devanarme los sesos, me iba a ir a casa con un libro, la Historia universal de los hombres gato, de Josu Arteaga, en lugar de con una diadema de pollas de goma o un tanga con un gorrito de Papa Noel para tapar el huevamen.
Vino también entonces, mientras cada cual iba desenvolviendo su regalo, el lamentable momento de los discursitos. El becario resultó uno de esos tipos que hablaban de la empresa en primera persona, como si en lugar de un empleado fuera un accionista; el delegado sindical habló de la empresa como si en lugar de una accionista fuera un empleado; a uno con coleta y pendientes, cuando intentó hablar, le cortó el jefe; y cuando habló el jefe dijo que “este año las cosas no han ido muy bien, ya lo sabéis, así que toca apretarse el cinturón y vamos a empezar dando ejemplo con esta cena, que, lamentándolo mucho, vamos a pagar a escote”. Y después de un silencio algo tenso, mientras todos nos palpábamos la carteras y por lo bajinis nos cagábamos en los que habían pedido chuletón con suplemento y vino del caro, alguien propuso hacer un brindis y todos nos levantamos y chocamos las copas, tan amigos, igual que siempre, igual que pasaría el año siguiente, en la próxima cena de empresa, o al otro, o dentro de otros cuatro años, cuando tocaran otra vez elecciones.

CRÓNICA DEL CONCIERTO EN ZENTRAL DE MOTXILA 21, LA BANDA DE LOS CORAZONES CONTENTOS

Dic 14, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Gara 14/12/15

MOTXILA 21, LA BANDA DE LOS CORAZONES CONTENTOS

Hay pocas bandas que emocionen tanto como esta. Las grandes historias se resumen en pequeños detalles: en las lágrimas contenidas de Alberto Blazkez, uno de los músicos que acompañan a estos doce chavales con síndrome de Down, cuando le dedicaron uno de los temas. Motxila 21 da mucho más de lo que recibe, incluso si quienes se suman a ellos son figuras como Fito, Fermín Muguruza, Gari o Cifu de Celtas Cortos, como sucedió el sábado en el concierto de Iruñea.

Patxi Irurzun / Iruñea

Esta semana será sin duda inolvidable para Motxila 21. El próximo jueves 17 se estrena en la gran pantalla el documental de Iñaki Alforja Motxila 21, Live, Zuzenenan, En vivo!!! , sobre la gira que el grupo hizo en 2013 en Londres. Y el pasado sábado  convirtieron la sala Zentral de Iruñea en un enorme corazón, durante un concierto en el que compartieron escenario con figuras de la música como El Drogas, Kutxi Romero (quienes ya son, en realidad, arte y parte de Motxila 21), Fito, Fermín Muguruza, Fermín ‘Huajolote’ Goñi, Cifu de Celtas Cortos o Gari de Hertzainak. Aunque para figuras ellos: Borja, Iñaki, Aintzane, Mikel, Aitor, Gonzalo, Ibai, Igor, Ramón, Diego, Lorea y Leire, los doce chavales con Síndrome de Down que integran la banda Motxila 21(junto a padres, voluntarios y músicos como, entre otros, Andoni Zilbeti o Mikel ‘Barullas’ Barrenetxea, el que fuera guitarrista de Tijuana in blue y uno de los principales artífices de Motxila 21). Para los chicos y chicas de la banda el escenario ya es una prolongación de sus zapatos y la música una parte inseparable de sus vidas. Con sus pantalones y chalecos de cuero, sus tatuajes de pega y sus gafas negras, se mueven sobre las tablas con una seguridad pasmosa, no importa que abajo haya 900 personas, como el otro día.

Las entradas para este concierto benéfico se agotaron a las pocas horas de salir a la venta. Motxila 21 es un auténtico fenómeno social en Nafarroa, casi ya una seña de identidad, la caja de resonancia, o, mejor dicho, una fila de tambores y timbales a través de los que retumba la solidaridad  y el cariño de toda una comunidad. Pero para conseguir eso han tenido que trabajar, ensayar mucho. Meter mucho ruido. En el concierto del sábado también estuvieron allí para eso, para meter ruido. La Asociación Síndrome de Down de Navarra, que cumple 25 años, organizaba este concierto para recaudar fondos con los que reformar y romper las barreras arquitectónicas del nuevo local al que se han trasladado. Y para seguir rompiendo todo tipo de barreras. Para que Motxila 21 siguiera emocionándose y emocionando cada vez que se suben a un escenario o se juntan para ensayar. Para que se sientan importantes siempre,  también en sus vidas diarias, además de cuando cantan Me equivocaría otra vez junto a Fito o brincan al ritmo de Big Beñat junto a Fermín Muguruza, como sucedió el otro día en Zentral.

El concierto comenzó con la proyección del teaser del documental de Iñaki Alforja, que en solo unos segundos da unas coloridas pinceladas sobre qué va esta historia: amistad, empoderamiento, alegría … Javier Coronas, el maestro de ceremonias,  dio después el pistoletazo de salida y con la sonrisa cosida en la boca el público que abarrotó Zentral pudo disfrutar de los temas que fueron desgranando con desparpajo Motxila 21: versiones como la divertida La Ragazza del elevatore de Silvio; temas propios como La magia de mi ser, interpretado magistralmente —hizo enmudecer incluso a su propia guitarra— para la ocasión por Cifu, de Celtas Cortos, o Gurpilak sutan con un siempre elegante Gari.  Y, claro, la traca final con En blanco y negro y El Drogas al frente de toda la tripulación, y el himno de la banda, Somos Motxila 21, que siguió coreando el público cuando la música terminó, con la emoción, arriba y debajo el escenario, dibujada en unos ojos brillantitos, limpios, por los que nadan los peces que no se sienten diferentes, como escribió y cantó Kutxi Romero en otro de los temas de Motxila 21: No somos distintos.

 

 

 

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