CORRUPCIÓN DE MENORES Y DERECHOS DE AUTOR
Al final los niños no resultaron tan fieros como los pintan (o como los pintaba yo en mi imaginación). La lectura en el colegio Atargi de Villava fue reconciliadora, me gustó ver por una parte a los niños inquietos, curiosos, respetuosos (incluso cuando no supe mantener su exigente atención, sobre todo en el caso de los más pequeños) y por otra a las profesoras, en las que no resultaba difícil distinguir la parte vocacional de su trabajo, la confianza depositada en esos niños a los que está educando para todos nosotros. Pero me gustó sobre todo ver a mi sobrina, Amaia, por «culpa» de quien me vi metido en todo este embrollo (ella llevó los libros de Beethoven y Mozart a su profesora), contenta, yo diría que hasta orgullosa de su tío y reafirmando su autoestima cuando confirmé lo que ella ya había contado antes a sus compañeros, que no terminaban de creérselo: que en Papúa Nueva Guinea comí carne de cocodrilos que yo mismo había cazado antes. Mi sobrina Amaia, por lo demás, dibuja de maravilla y, tal y como dije, algún día me hará un dibujo para alguno de mis libros y seré yo quien esté orgulloso de ella.
Hubo, por otra parte, algunas anécdotas ese día del libro: una lección de paleontología, cuando una de las profesoras me enseñó un ejemplar de uno de mis libros, Cuestión de supervivencia, dedicado por un servidor, hace ya diez años, durante una charla en la Peña Euskal Herria de Burlada; un encuentro con mi primera novia, a la salida del colegio, ¿pero ahora te dedicas a esto?, me preguntó algo perpleja, y también me presentó a su hija, que era una de las niñas que había estado escuchándome (fue una sensación algo extraña); o las preguntas de los otros niños, del tipo «¿Y te pagan por escribir?». «Me pagan algunas veces, pocas, y solo un poquito al principio, después se olvidan de mí», contesté, supongo que algo condicionado porque esa misma mañana me habían llegado los derechos por uno de mis libros y la cantidad era ridícula, poco creíble, o porque desde hace unos meses la editorial que ha publicado los libros de, precisamente, Beethoven o Mozart y otros tres más, no da señales de vida, pagaron un anticipo raquítico, si tenemos en cuenta los 3 meses de trabajo que invertí en cada uno de ellos, y si te he visto no me acuerdo. Y yo mientras tanto animando a mi publico, esos pequeños, a escribir, leer, escuchar, componer música… Alguien debería detenerme por corrupción de menores. A pesar de todo, la experiencia mereció la pena a veces uno tiene la sensación de ser un escritor cascarrabias, siempre protestando, riñendo, y los niños, y los libros que he escrito para ellos, me dan por el contrario alegría, esa fue mi retribución el día del libro, además de dos botellas de vino y una rosa, con la que hice «la paloma», como decía mi madre, pues se la regalé a mi mujer al volver a casa y quedé como un señor (espero que no venga ahora nadie, se chive y me fastidie un día tan productivo, al menos anímicamente, como ese).