• Subcribe to Our RSS Feed

El salmón y otros crímenes perfectos (o por qué me gusta Calamaro)

Abr 25, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Este artículo apareció en Diario de Noticias el pasado mes de junio, cuando Calamaro dio un concierto en la Universidad Pública de Navarra.

A él no sé, pero a los demás las sustancias con las que Andrés Calamaro engrasa (o engrasaba) la jukebox que tiene empotrada en el corazón, nos sientan muy bien. Hablo, sobre todo, de los tiempos de aquel salmón extraño, sembrado en la tierra fértil de la creatividad y el genio melena al viento ( salpicada de rizos, de canciones rebosantes de curvas peligrosas y nudos en los que rascar), aquel salmón de escamas como diamantes, nadando contra la corriente de la industria discográfica, la que fabrica «productos» y menosprecia el talento; la de los discos peinados a raya con gomina ultrafuerte y canciones con códigos de barras, preparadas para pasar por la máquina registradora de las radiofórmulas (aunque nos piten los oídos); esa a la que Calamaro y su honestidad brutal le estamparon una galleta quintuplicada en toda la cara.
El Salmón es un disco que incluso a algunos calamaromaniacos les parece excesivo. Yo, sin embargo, todavía de vez en cuando me polintoxico con sus 104 temas. Me gusta ese Calamaro en estado de gracia, componiendo compulsivamente, una, dos, diez canciones cada día, componiendo con la misma naturalidad con que respira, vacía sus tripas o se hace una paja con una mano mientras con la otra se lleva el mate a los labios. Calamaro es entonces el artista total, puro, dispuesto a sacrificar su salud, a empeñar su cordura con tal de cometer crímenes perfectos contra Dios, para robarle y regalarnos al resto de los mortales polaroids de un paraíso en el que solo se oye rocanrol y tango.
Pero no nos pongamos estupendos. Andrés Calamaro también me gusta porque me imagino a la muchachada nuí dedicándole un Celebrities: Hoooooy… ¡Bob Dylan!… Uy, perdón, Andrés Calamaro…
Y porque lo mismo que mata dioses, Andrés los resucita -como a Maradona- y los pone a hacer los coros en una ranchera de las de cantar bien borrachos, enganchados de los hombros, mientras rememoramos lo cerca que estuvimos de hacer la revolución en los bares de San Cristóbal de las Casas.
Me gusta Calamaro porque en sus canciones a veces se pone violento y quiere cortarle los huevos a un general, y porque otras se tranquiliza, sentado en la cocina de su mamá a comer del puchero, allá en Buenos Aires.
Me gusta porque me gustan Los Rodríguez, y porque en Los Rodríguez estaba Ariel Rot, que también estaba en Tequila, el primer grupo con el que el rock se me metió en el cuerpo como un licor fuerte.
Me gusta Calamaro porque hizo una versión de “Mañana será igual”, de Barricada, y ellos son mi debilidad.
Y me gusta porque su música me ha mantenido en pie cuando he tenido que volver a brindar con extraños o he sentido lo que es tener el corazón roto.
Me gusta Calamaro, en fin, porque cada vez que oigo Crímenes perfectos, empiezo a sangrar por dentro un esperma que mata, desinfecta todos mis gérmenes (excepto el de la envidia cochina) y hace nacer cada mañana las cosas sencillas por las que merece la pena vivir: una cerveza fría, un beso ardiente, una buena canción.

Patxi Irurzun

PROLOGO DE ALEACIÓN EXPANSIVA (Para Sor Kampana)

Abr 25, 2009   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Sor Kampana me pidió hace ya bastantes meses unas líneas para prologar un artefacto explosivo que estaba preparando en el que recogería toda su obra poética, además de colaboraciones de artistas plásticos y un CD con canciones interpretadas por diferentes grupos o cantantes (como Kutxi Romero, Caldito o La banda del abuelo). Hace unos días, vía Kutxi -que estuvo presentando en una minigira el proyecto con Sor Kampana-) me llegó por fin la caja Aleación expansiva, una auténtica joya, una pieza de coleccionista… El libro Poesías, lamentos y otras visicitudes (Antología poética 1001-2008), incluido en la caja, que recoge todos los libros de poemas de Sor Kampana, tan difíciles de conseguir, es para el que yo escribí uno de los ocho prólogos (además, colaboran Josu Arteaga, Kike Turrón, Kike Babas, Marro -que falleció recientemente-, Natalia Pérez, Rafeta y Rampova). Ahí va:

POETOXICOMANÍA

Todos los caminos llevaban a Sor Kampana, pero yo elegí el –en apariencia- más corto: los versos que Robe Iniesta cantaba como un ventrílocuo, es decir, con las tripas (como se debe cantar o leer cualquier verso de Sor Kampana), en el disco Agila de Extremoduro. Después resultó que todo no era tan fácil: tuve que remover carretadas de libros de poemas insulsos, sin manchas de lefa, sangre o mierda en sus páginas, hasta encontrar alguna de las obras de este poeta de nombre extraño y más leyenda que un bandolero. Las encontré finalmente en la pequeña distribuidora que había en el gaztetxe de Iruñea, antes de que este fuera derribado a hostia limpia por una máquina de demolición y una jauría de perros con casco, que pretendían comerse el corazón de la luna, hasta la que se habían encaramado por el tejado del viejo frontón okupado cinco valientes. Uno de ellos era, precisamente, el que me había vendido Depreversos-perversos y Poesía Asfáltica de Confusión (libro este último, que hoy tengo “desaparecido”, lo mismo que la maqueta Eskorbuto a las elecciones y alguna que otra joya de esas que —nunca he aprendido la lección— no se prestan). El caso es que fue de ese modo como me administré por primera vez el veneno de Sor Kampana. Apuré sus versos hasta polintoxicarme y a partir de ese momento vi brotar serpientes con su nombre (como en la canción de Silvio Rodríguez, “la mato y aparece una mayor”) de las bocas de todos a quienes yo iba encontrándome en las cunetas de los caminos: Josu Arteaga, que me habló de una farra mediterránea y excesiva junto al valenciano (y que él mismo refiere mucho mejor y de primera mano más arriba); Alimotxe, que vino a morírseme a casa unos sanfermines con su nombre colgando de los dientes mellados por las pastillas, los anticuerpos y una vida que se había comido a mordiscos; o Kutxi Romero, uno de mis camellos literarios de confianza, que me pasó más libros de Sorkam y que fue quien me lo presentó, finalmente, un día que el poeta paraba por Pamplona, antes de seguir rumbo a Bilbao, a donde se dirigía a colocar algunos artefactos terroristas —como esta antología expansiva— junto con su inseparable cómplice Pilar. Sor Kampana, contra lo que yo esperaba y contra lo que la leyenda apuntaba, resultó ser un tipo de aspecto juvenil, atlético, y conversación pausada y agradable… Supongo que, en realidad, hay muchos Sor Kampana, pero fijo que todos están en Aleación, que sin duda se va a convertir en mi libro de cabecera, siempre a mano para romperles la crisma a los esbirros del sistema, los funcionarios de la poesía, los perros de la guerra, cuando vengan a comerme el corazón cada vez que me encarame a la luna.
Patxi Irurzun

Aleación expansiva tiene una web, todavía en fase de pruebas, en www.aleacionweb.com

Y este es un poema de Sor Kampana:

DESPERTÉ TOSIENDO
y buscando lombrices encontré a Dios
entre mis excrementos;
Extraño día para mí, pobre ateo
éste en que vi la luz por vez primera,
día desde el que doy gracias y ofrezco oraciones
a mierdas y orines, máximas manifestaciones
de Dios en esta tierra.

ga('create', 'UA-55942951-1', 'auto'); ga('send', 'pageview');