Publicado en «Rubio de bote», colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 28/05/22
Todo empezó hace unos meses, en una extraña presentación de La verdad es aburrida, mi última novela.
No vino mucha gente. Bueno, eso no es extraño, lo extraño esta vez fue que los
organizadores colocaron entre el público algunos maniquís y muñecas hinchables
para hacer bulto. El presentador no se había leído el libro —lo cual tampoco es
raro— así que hizo un refrito de algunas reseñas que habían aparecido en
prensa. Y, como en ellas, dijo que mi obra aborda una problemática tan peliaguda
como el suicidio.
Yo, por no contrariarle, me callé, igual que cuando se destacaba en algunas de esas reseñas la maestría con la que había tratado el asunto. Lo cierto es que en mi libro, que yo sepa, no se suicida nadie. Pero cuando se publicó, un conocido crítico mencionó el tema entre otros de los que sí se ocupa la novela —la locura, la muerte, la enfermedad— y con los que al parecer el suicidio pega. Era evidente que el crítico tampoco había leído el libro, pero como la crítica no era mala (desde luego era mucho mejor que la que hicieron en otro periódico en la que escribieron mal, yo creo que adrede, el título de la obra: La verdad, es aburrida) tampoco entonces dije nada.
Y a partir de ahí en el resto de reseñas y críticas que
vinieron comenzaron a repetirlo como un mantra: una novela sobre el suicidio,
el suicidio en el último libro de Valentín Tineo, etc.
La cuestión es que en aquella extraña presentación, entre los maniquís y las muñecas hinchables había también un catedrático de psiquiatría y que al final del acto me invitó a participar en un simposio sobre conductas suicidas que se celebraría en unas semanas. Acepté. Pagaban bien (bueno, pagaban) y, en realidad, mi intervención no ofrecía demasiadas complicaciones, pues por suerte o por desgracia había un buen número de escritores suicidas sobre cuya obra podía disertar: Hemingway, Alfonsina Storni, Mishima, Pérez-Reverte (vale, este último no se ha suicidado, pero sí sienten ganas de hacerlo quienes lo leen, ja, ja… Perdón, es un chiste que suelo hacer en mis conferencias).
Y es que mi intervención en el simposio fue un éxito, y a
partir de entonces comenzaron a llamarme para más encuentros, ciclos, charlas, tertulias… Me he hecho famoso. El otro día, sin ir más
lejos, me practicaron una colonoscopia y la doctora me preguntó si era el que
había escrito “esa novela sobre el suicidio”. Le contesté que sí, un poco avergonzado,
pues pensé que a partir de entonces esa doctora se acordaría de mí y de mis
profundidades cada vez que me viera en la tele o en alguna entrevista o leyera alguno
de mis libros.
Bueno, en realidad he llegado a la conclusión de que nadie lee mis libros, o de que todos mis lectores son maniquís y muñecas hinchables. Pero intento no darle demasiada importancia. De hecho, acabo de acordar con mi agente que mi siguiente novela ni siquiera voy a escribirla, ni a publicarla, ¿para qué?, será una novela fantasma, como la anterior, pero nadie se dará cuenta, nadie la leerá —obviamente— a pesar de lo cual la presentaré, saldrán reseñas, participaré en simposios, aumentará mi popularidad… Todavía no sé sobre qué irá, eso sí. Da igual. Ya se lo inventará algún crítico. Lo único que sé y me hace falta de momento es el título. Se va a llamar La mentira es la que manda y va a ser un éxito, estoy convencido.
“Discopático es un disco de música alegre y letras reflexivas” Nico Lieutier, bajista de La Vela Puerca
El
grupo uruguayo regresa a Euskal Herria después de tres años con disco nuevo
bajo el brazo, Discopático, publicado
por el sello navarro El Dromedario Récords. Tocarán el viernes 27 en la sala
Santana de Bilbao y el 28 en la Tótem de Pamplona
A sus espaldas hay veinticinco años de recorrido y una
docena de discos, pero sus nuevas canciones suenan frescas. Vienen de reventar
estadios en su Montevideo natal, pero en Euskalherria se sienten como en casa.
Aquí tienen también cientos de seguidores, un buen puñado de amigos, e incluso
la discográfica de este nuevo trabajo.
Reconocen, además, haber mamado
de grupos como Barricada y La Polla. Su regreso es una buena oportunidad para
reencontrarse con ellos y para bailar sus nuevas canciones y corear los viejos
himnos. Hablamos con Nico Lieutier “Mandril”, bajista de la banda.
¿De dónde
viene el extraño título de este nuevo disco, Discopático?
Este disco fue compuesto de una manera diferente a los
anteriores donde nosotros arrancábamos siempre de la melodía de la voz para
componer la música. Esta vez al Enano, el cantante, que es quien por lo general
suele hacer esas melodías, se le ocurrió arrancar desde la música afro, desde
un tipo de música que hace como líneas de bajo que crean un ambiente mantra. Él
tenía varias ideas que había grabado con la voz en su móvil, se reunió conmigo,
y así empezamos haciendo las bases. Por eso el nombre inicialmente quería
referirse a la música negra o afro, pero buscando esa palabra derivó hacia otra
cosa, surgió un poco el chiste, cuando
el Enano tuvo problemas en la espalda, no podía doblarse, y al ir al médico le
dijo que tenía una discopatía, y él le contestó que eso él ya lo sabía, porque
eso debía de ser la enfermedad por los discos. Así fue como surgió esa palabra,
que en realidad no existe pero elegimos porque reunía varias cosas que nos
gustaban.
Discopático fue grabado entre agosto del año pasado y
febrero de este, supongo que esos meses todavía de pandemia habrán afectado a
la composición, la producción del disco…
En realidad nos empezamos a juntar para este disco en marzo
de 2020, apenas había empezado la
pandemia, y en dos meses ya estaba todo ese trabajo prácticamente hecho, es
decir cuando empezó todo las bases ya estaban y la música no se vio tan
afectada. Las letras fueron escritas al final y sí tienen alguna reminiscencia,
pero en realidad como todos los discos son letras bastante atemporales, son
reflexiones, vivencias, del Enano, sobre todo, que es quien más escribe…
Es un
disco con canciones bastante vitalistas, optimista.
Me gustó más la palabra que empleaste primero, vitalista que
optimista, vitalista es el rescate de la vida, como oposición a la muerte, algo
que rescata la alegría pero puede incluir también en ese rescate la tristeza, o
sea, la vida como es. Vitalista me
parece más realista que optimista. De hecho, en realidad este disco alegre no
es, se puede decir que es un disco de música alegre y letras más bien
reflexivas, con el que te puedes encontrar lavando los platos y moviendo la
patita, pero estás cantando una cosa que es bastante oscura. Puede ser esa
mezcla.
Es un
disco con ritmos muy bailables, pero también hay medios tiempos, canciones más
rockeras ¿Han intentado incluir todos los gustos e influencias del grupo?
Yo creo que hay como cinco o seis canciones que son el eje
de disco, que salen de esa línea de bajo que comentaba antes, y que le dan un
tempo bastante bailable, después hay unas pinceladas por aquí y por allá de
otras cosas, una lenta, un rock más furioso, alguna que no sabría cómo
definirla… Pero en general el disco está bastante equilibrado siempre alrededor
de esa idea del bajo.
En el
sonido, tan contundente y a la vez tan cristalino supongo que habrá tenido
mucho que ver la producción de Ale Vázquez
Fue un placer trabajar con Ale Vázquez, el argentino, siempre
es un desafío encontrarte con alguien que no conoces, alguien que nos habían
recomendado. Hasta que no estás en la cancha no sabes cómo va a funcionar, pero
lo hizo de manera óptima, en lo humano fue increíble, supo dejar a cada miembro
de la banda contento, lo cual es casi un milagro, y en lo musical, sobre todo
en el sonido, fue un paso adelante, porque en los últimos discos veníamos
haciéndolo nosotros y es un salto de calidad. Él también creo que nos fue
descubriendo y adaptándose, se creó una linda simbiosis. Además, Ale fue un trabajador incansable,
llegó a acostar una noche al Enano, que es “inacostable”, a las seis de la
mañana…
Hay
varias colaboraciones en el disco, como Andrea Echeverri, de Aterciopelados, ¿qué
nos puede contar sobre ellas?
Lo de Andrea surgió en el último momento, habíamos hecho
todo el disco solitos y nos pareció que podíamos darnos el lujo de invitar a
alguien a quien admirábamos. Contactamos con ella y enseguida le gustó la idea,
y la verdad es que estuvo buenísimo, porque la canción venía por otro lado,
pero ella la llevó a su mundo, a su terreno, le dio su rocanrol, y se transformó
en una canción nueva, mejor. Luego está Diego Arquero, que es un colega muy
joven montevideano, que vive muy cerca de donde ensayamos y de donde grabamos,
un rapero, muy amigo del Enano, que se crió en Sevilla, por eso tiene ese
acento. Su participación fue muy natural. Y a ultimísimo momento llamamos a
Tito de Molotov, a quien conocemos de hace muchos años, por si quería meter su
guitarra y puso un solo muy histriónico, muy suyo, al final de un tema. Son
colaboraciones muy escuetas, pero que le dan mucho nivel al disco.
¿Cómo
es regresar a Euskalherria, donde La Vela Puerca tiene tantos seguidores y
amigos, y cómo van a ser los conciertos?
Para nosotros ir a tocar al País Vasco siempre tiene un sabor muy especial, porque cuando formamos el grupo veníamos muy influenciados por grupos como Barricada, La Polla, y todos esos grupos que hicieron tanta historia, por la forma de hacer las cosas, las letras. Cuando teníamos veinte años mamábamos de todo eso, con un respeto impresionante, así que la primera vez que vinimos a conocer el País Vasco y su gente nos enamoraron, luego hemos vuelto más veces, no es por pasarles la mano, pero es un lugar que amamos, tenemos amigos, y es como otra casa para nosotros. En cuanto a los conciertos que venimos haciendo, no presentamos todo el disco porque recién ha salido y no nos parece que la gente se tenga que comer doce canciones que igual todavía no conoce, haremos seis y también canciones viejas. Es una gira de reencuentro. Después de tres años que no venimos, creo que la gente quiere bailar y divertirse, más que a apreciar temas nuevos, así que serán una mezcla de las dos cosas.
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (diaruios Grupo Noticias) 14/05/22
Hace unas semanas mi amigo el fotógrafo mexicano Juan Lemus
me envió una nota de voz comunicándome roto de dolor la muerte del pintor
Miquel Fuster, del cual había sido la sombra durante años, desde que Fuster fue
acogido por la Fundación Arrels de Barcelona, tras pasar tres lustros viviendo
en ese infierno que es la calle en el que siempre hace frío y los demonios —la
soledad, el alcoholismo, la locura— nunca cometen el pecado mortal de la
pereza.
Conocí a ambos hace años en unos encuentros literarios organizados por el Foro Social de Segovia. A Fuster, en realidad, apenas llegué a saludarlo, pero con Juan establecí de inmediato una amistad gracias a la cual puedo sentirme amigo interpuesto de Fuster —los amigos de mis amigos son mis amigos, etc.—, más si cabe si, como he mencionado, Juan Lemus ha sido durante estos años un compañero inseparable del pintor.
Juan trabaja para la Fundación Arrels, que atiende a las personas sin hogar de Barcelona. A Segovia acudió acompañando a Miquel Fuster a presentar su novela gráfica Quince años en la calle, en la que el pintor retrata esa larga temporada en el infierno durante la cual malvivió en las calles, parques y montes de la Ciudad Condal, tras un pasado prometedor como ilustrador en editoriales y agencias como Bruguera, Selecciones ilustradas o Norma editorial.
Aquella misma noche, cerveza va, tequila viene, Juan me
contó cómo Fuster había acabado en la calle después de varios golpes de mala
suerte: un desengaño amoroso, la pérdida de su casa como consecuencia de un
incendio…
Lo que vino después, esos quince años en el infierno, está
magníficamente retratado en el cómic de Fuster, en el que se recogen una serie
de historietas y escritos que describen la vida de los sintecho de manera
desgarrada, como desgarrado es el trazo de los dibujos de Fuster, una maraña de
heridas asestadas a punta de lápiz que le confieren un estilo personalísimo,
una caligrafía inconfundible del padecimiento.
En Quince años en la
calle Fuster nos cuenta, por ejemplo, lo dolorosa que resulta la invisibilidad (las
personas que ni siquiera se dignan a mirarle o a devolverle el saludo cuando se
dirige a ellas), las palizas de desalmados que se sienten fuertes golpeando a
los más débiles, la soledad (a Fuster le parece hermosa la figura de un maniquí
en un escaparate, añora en ella los cuerpos de las mujeres que amó, el sexo
para el que se siente ya desahuciado), el fuego y la sed devastadora del
alcohol…
Fue el propio Juan Lemus, que durante años — después de que
Arrels facilitara a Fuster una habitación propia en la que poder dibujar todo
ese horror y a la vez borrarlo— acompañó a su amigo en charlas, presentaciones,
entrevistas en las que concienciar y denunciar el problema de las personas sin
hogar, fue él, decimos, quien encontró a su compañero muerto, dormido para
siempre en la cama de su pequeño apartamento, tal y como describe en una
emotiva carta de despedida que se puede leer en la web del pintor (www.miquelfuster.com).
Juan, en realidad, no fue la sombra de Fuster, como antes he escrito, sino que compartió con él su luz, largas y caudalosas horas de conversaciones, su memoria prodigiosa, todo aquello que la vida en la calle y el alcohol no pudieron a pesar de todo arrebatarle. Y fue él quien, además, salvaguardó su talento artístico y a quien, entre otras almas generosas, debemos ese legado, esa obra que podemos considerar ya fundamental y de referencia sobre las personas sin hogar que es Quince años en la calle, de Miquel Fuster.
La banda madrileña ofrecerá conciertos en Iruña este viernes (sala Totem) y el sábado en Bilbao (sala Santana), para presentar su último trabajo E-l-e-g-í-a, un trabajo en el que el grupo de rock/metal muestra su lado más emotivo.
Patxi Irurzun/ Iruñea
Tras su anterior trabajo sinfónico, La Sinfonía del Paradÿsso, grabado en estudio junto con la orquesta
sinfónica O.C.A.S, los madrileños retornan al formato original, con este
trabajo, grabado durante la pandemia y publicado por el sello iruindarra El
Dromedario Records, en el que reúnen canciones que cuentan historias reales y
en las que, al contundente sonido propio de la banda, se suma la emotividad de
las letras, un toque más oscuro y a la vez intimista y una cuidada y artística
presentación en el formato físico, con acuarelas de Diana Escobedo, hija del
cantante y bajista de Sôber, Carlos Escobedo, con el cual charlamos sobre todo
ello.
E-l-e-g-í-a es un disco que se ha grabado y producido
durante la pandemia. ¿Ha repercutido de alguna manera en el resultado final?
Realmente el disco estaba compuesto antes, pero sí es cierto
que toda la producción, los arreglos, etc. han sido durante la pandemia y
pienso que sí ha influido bastante. Yo creo que ese toque de unos Sôber más
oscuros, más goticos, más emotivos incluso, se ha dejado notar. Tener tiempo ha
sido importante, de cara por ejemplo al arte, a la portada, que la he podido
trabajar mano a mano con mi hija y hemos hecho un trabajo espectacular porque
cada canción tiene un dibujo, una acuarela y representa muy bien lo que es el
mensaje de la canción. En ese sentido hemos podido trabajar tranquilamente ese
aspecto y otros como el formato, que es un vinilo-libro, que era algo que
tardaba más tiempo en fabricarse… Al final hemos podido sacar el disco que
queríamos, del cual me siento muy orgulloso.
Esa
emotividad de la que habla es quizás uno de los aspectos que definen al disco,
y se deja ver en las letras de temas como La
máscara de hierro, sobre la fragilidad del ser humano o Mi heroína, dedicada a las madres…
Sí, todas las canciones de este disco tienen una historia
real detrás. Por ejemplo, además de las que citas está Verona, que habla de un amor prohibido, de dos personas que nunca
pudieron llegan a amarse completamente porque sus familias estaban enfrentadas
(una especie de Romeo y Julieta, pero de aquí), o El día de la liberación, que cuenta una historia real sobre bullying… Es un disco cargado de
historias y eso se refuerza también con lo que señalaba antes, el hecho de que cada canción tenga su propio
dibujo y de ese modo su personalidad.
Y está
además la canción que da título al disco, E-l-e-g-í-a, que es también una historia real y en este
caso directamente relacionada con el grupo
E-l-e-g-í-a es la
canción que da título al disco por su carga emocional, es un homenaje que
quería hacer a los dos compañeros que ya no están con nosotros, Alberto Madrid
y Big Simon, y que tuvieron mucho que ver en el pasado en que el sonido del
grupo se acabara de conformar. Habla de lo rápido que se nos va la vida, de que
tenemos que estar mirando al presente y no tanto al pasado o el futuro. Es un
homenaje a ellos, y todo lo que ocurrió… Todavía los tenemos muy presentes. A
Alberto, de hecho, lo llevamos en los
pinganillos y es su voz la que sigue dando la orden para empezar a tocar, hasta
que él no dice one-two-three! no arrancamos…
El
anterior trabajo de Sôber y su última gira fue un disco sinfónico, acompañados
de una orquesta… ¿Cómo ha sido reencontrarse de nuevo en el escenario la banda
sola?
Realmente afecta de una manera notable, porque en la gira
sinfónica tienes que compenetrarte con todos esos músicos, hay un montón de
arreglos, donde todo está muy encorsetado, cada cual sabe que tiene que hacer y
cómo tiene que hacerlo… La gira sinfónica fue espectacular, yo la disfruté a
tope, me metí de manera muy personal en el proceso, era el que hablaba con las
orquestas, montaba las partituras… Y salió todo fenomenal, pero volver a estar
los cuatro otra vez sobre el escenario, encontrarnos a nosotros mismos, a veces incluso improvisar, poder cambiar
cosas, te hace volver un poco a los orígenes y defender que solo con cuatro
músicos sobre el escenario llenas todo ese espectro musical. Y eso reconforta…
Lo de la sinfónica fue muy bonito y lo disfrutamos mucho, pero no sé si
volvería a repetirlo porque es una carga de trabajo importantísima y siempre
con muchas limitaciones logísticas (a veces, por ejemplo, había que meter a
toda la orquesta en un solo camerino)…
E-l-e-g-í-a sale con el sello El dromedario Records,
de Iruñea. ¿Cómo es su relación con la compañía?
En El dromedario llevamos ya unos años y hemos trabajado mano
a mano, por ejemplo sacamos el disco sinfónico y el concierto sinfónico que hicimos
en Madrid el día 7 de marzo de 2020, justo antes del confinamiento, que se
editó en un blue ray… Es una compañía discográfica que es eso, una compañía en
su sentido más literal, son también compañeros de viaje, consultamos y trabajamos
con ellos todo, los conciertos, la parte artística… Es como una gran familia,
nos contamos nuestras penas, donde podemos mejorar, y ese trato tan directo es
bueno para una banda como Sôber.
Barriendo
de nuevo para casa el disco incluye una colaboración de La Bien Querida, la
cantante bilbaína Ana Fernández-Villaverde, que
sorprenderá a más de uno…
La canción con La Bien Querida salió de una manera muy
espontánea. Nosotros no habíamos metido ninguna colaboración en ningún disco,
sobre todo a nivel vocal, pero compuse esa canción, Eclipse,
en un tono muy bajito, piano, guitarra acústica — aunque luego se incorpora el resto
del grupo y la canción está cañera, con su batería, guitarras distorsionadas…
— y no quería perder la esencia, quería
mostrarla también tal y como la concebí. Fue en ese momento cuando pensé que se
le podía dar otro aliciente, y como soy amigo de la “bienque” y buscaba la
parte más emotiva, más tierna de la canción, con el poder que tiene la letra
tan emocional, me pareció que ella era perfecta. Yo creo que La Bien Querida ha
dado justo en la tecla, porque me recuerda
mucho a Jeanette y otras voces de hace años que buscaban mucho el sentimiento.
Y me parece que el resultado ha sido espectacular, es más, en directo estamos
tocando más ese concepto de canción, mucho más sutil, más carnal, por así
decirlo.
¿Cómo
van a ser los conciertos de Bilbao e Iruña?
Volver a reencontrarnos con los fans, yo creo que va ser un lujo… Con los fans y con los amigos porque tanto en Iruñea como en Bilbao después de tantos años tenemos nuestra propia familia. En cuanto a los conciertos, es una gira en la que hay cabida para los discos anteriores, pero también hay bastante del disco nuevo, hay incluso una parte acústica de tres canciones en la que el público conecta de una manera más directa… Yo creo que es un concierto que sobre todo el fan lo va a disfrutar mucho porque es ver al grupo pero de una manera menos sofisticada, en el que va a encontrar su parte más visceral y en la que nos mostramos más como somos.