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UN MAPAMUNDI EN EL OÍDO

Oct 10, 2016   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Rubio de bote (Magazine ON, diarios Grupo Noticias)


Hace unos días encontré trasteando por Internet una versión reggae de un tema de Pink Floyd que me gusta mucho, Whis you were here, interpretado por Alpha Blondy, y como este es un artista de Costa de Márfil me acordé también de que hace ahora un año, gracias a un premio literario, yo me encontraba recorriendo aquel país. Recuerdo que mi vuelo llegó con antelación al aeropuerto de Abdijan, porque un día antes había habido un golpe de estado en Burkina Faso, donde el avión debía de hacer escala técnica, que decidieron suspender a última hora. Así que las personas que debían venir a recogerme al aeropuerto todavía no habían llegado cuando yo aterricé y eso desbarató una de las cosas tontas que me hacían ilusión de aquel viaje: la imagen de alguien esperándome con mi nombre escrito en un cartel en letra Times New Roman 72.

Tuve que hacer tiempo, pues, en el aeropuerto de un país y un continente desconocidos, y por desconocidos injustamente temidos, y eso me puso algo nervioso, por no decir que estaba hecho un flan (o una cuajada). Me sentía, perdón por el chiste malo, el blanco de todas las miradas. En un momento dado la gente, incluso, comenzó a señalarme, a acercarse a mí, sacarme fotos…Y cuando llegaron hasta donde yo me encontraba me rebasaron como si fuera invisible. Me di la vuelta y por la puerta de llegadas, apareciendo como un dios, un dios del reggae, vi al mismísimo Alpha Blondy. No me lo podía creer. Solo una semana antes había descubierto que el estribillo de una sus canciones, Cocody Rock, que yo había tarareado cientos de veces sin saber qué significaba y escuchado hasta aborrecerla (mi hijo cuando era pequeño me la pedía una y otra vez siempre que subíamos al coche) hacía alusión a un barrio de la capital del país, Cocody, en el que yo además iba a dormir alguna noche durante ese viaje.

El caso es que, espoleado por todas estas casualidades, compartí esas canciones de Alpha Blondy en mi muro de Facebook, y también otras del disco Jerusalem que el cantante marfileño grabó con los míticos The Wailers: Travailler c,est trop dur, Miwa, Kalachnikov love…, y que a su vez me traían otros recuerdos más lejanos: una Semana Santa en Lekeitio, durmiendo en una furgoneta, la playa vacía, la música —de Alpha Blondy— alta, recuerdos melancólicos (y melalcohólicos) de juventud, aquella sensación, en definitiva, tan parecida a la libertad.

Para mi sorpresa, alguien dejó un comentario en uno de esos videos, el de la canción Travailler c,est trop dur, explicando que ésta en realidad era una versión de un tema tradicional cajún, la música mestiza de Luisiana que mezcla el blues, el country y el folklore francés, interpretado con violines, concertinas o tablas de lavar. Y eso tampoco me lo podía creer. Acabo de publicar una novela titulada Los dueños del viento, protagonizada por un muchacho vasco que, en el siglo XVII, huyendo de las persecuciones de la Inquisición,  se enrola como músico en una tripulación pirata. Y resulta que la idea de escribir esa novela tuvo como punto de partida precisamente una pequeña guía encontrada al azar sobre la música que en teoría escuchaban los piratas, y en la que entre otras se citaba la música cajún.

Un cúmulo, en definitiva, de casualidades, la memoria convertida en un dial, el oído en un mapamundi,  ese poder evocador de las canciones que nos transportan de un recuerdo a otro. De Wish you were here a la playa de Karraspio. De las cuevas de Zugarramurdi a Jerusalem. Que no se detenga, pues,  el viaje. Que no pare nunca la música.


 

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