ATRAPADOS EN EL PARAÍSO EN ‘RUBIO DE BOTE’
Con Kutxi, tal vez el principal culpable de la reedición del libro
La última vez que hice esto me echaron. Un “Yo-he-venido-aquí-a-hablar-de-mi-libro”, digo. Pero entonces no tenía tantos amigos. De Facebook, digo (de los otros nunca he tenido muchos; de hecho, en mi cuadrilla éramos tres). El caso es que mis amigos virtuales son los dedos más rápidos del salvaje internet a la hora de apretar los ‘Me gusta’. Gente a la que no le va a gustar un pelo que mi estado sea “Me han quitado la columna del ON”. Lectores fieles, hooligans de Patxi Irurzun, que incendiarán las redes sociales, usarán mis libros como lo que son —armas arrojadizas—, dejarán de comprarse su periódico, señor director, o de robar los sábados en los bares este semanario si usted me echa. Piénseselo.
Dicho lo cual, yo he venido hoy aquí a hablar de mi libro. De basureros en Manila y tribus de papús con fundas de cuero en el pito (que se las quitan después de que el periodista haga la foto y se ponen unos vaqueros). De arroz y de moscas. Del Mr. Bean de la literatura de viajes —yo— y de la chica más guapa del barnetegi —mi chica—… De eso, entre otras cosas, va el libro. Ahora el “Cómo empezó todo”. Hace doce años gané un concurso de literatura de viajes convocado por El País. Seis mil euros para gastar en un solo viaje. Decidí irme a Payatas, un vertedero en Manila en el que trabajan y viven miles de personas. Y a Papúa Nueva Guinea, uno de los pocos países desmacdonalizados del mundo. Luego escribí un libro, Atrapados en el paraíso, sobre mis peripecias de viajero novato y enamorado (solo unos días antes de irme acababa de conocer, en un barnetegi, a la que hoy es la madre de mis dos hijos). Y con ese libro gané un premio (y con el dinero de ese premio hice otro viaje, volví a escribir sobre él y a ganar otro premio, otro viaje… y así estuve, encadenando premios y viajes, durante dos años: Chiapas, La Habana, Bangkok…, pero esa es otra historia).
Atrapados en el paraíso tuvo una vida secreta — porque yo soy un autor de culto—pero sentimentalmente intensa, con encuentros con lectores que se enamoraron del libro e hicieron tonterías por él: una chica francesa lo tradujo por puro gusto; un grupo de rock, La banda del abuelo, acostumbra a regalar algún ejemplar en sus conciertos…. Todo muy guay, sí, pero lo mejor, lo más placentero de los secretos es traicionarlos —y, por otra parte, los autores de culto también tiene que comer—, así que finalmente decidí hacer caso al gran Kutxi Romero, de Marea (“¿Para cuándo una reedición en condiciones de Atrapados en el paraíso, que es tu mejor libro, compadre?”) y darle una segunda oportunidad a esta obra, que ahora vuelve a editarse.
Ya voy acabando, señor director. En realidad me da mucha vergüenza todo esto. Pero tenía que hacerlo, entiéndame. Yo soy un escritor humilde, sin padrinos, sin agente literaria, sin dinero para comprar a una agente literaria. Lo único que tengo es mi libro, pero eso se lo juro, a las personas que lo lean les va a gustar, se van a divertir, se van a emocionar, van a viajar conmigo, van a ser más guapas y más guays, no van robar más el ON de los bares, se lo comprarán en el quiosco todos los sábados… No me eche, por favor. Y vosotros, dadme algo. Leed mi libro. Tengo hambre.
Colaboración para ON (Grupo Noticias)
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