PAMPLONA – Fue publicado por primera vez en 2004 con motivo del Premio a la creación literaria del Gobierno de Navarra. Y apenas tuvo recorrido comercial. Sin embargo, enganchó a un enjambre de lectores entusiasmados con el fondo y la forma de la historia. Algunos de ellos incluso lo han leído al otro lado del charco, en New Jersey, y una fan francesa se lanzó a traducirlo a su idioma por su cuenta y riesgo. Sin olvidar los amigos y conocidos que durante estos años han pedido, y casi exigido, al autor que volviera a publicarlo. Y lo ha hecho. Patxi Irurzun presentará mañana en la Feria del Libro de PamplonaAtrapados en el paraíso (Pamiela), un libro que es el mismo, pero distinto, con nuevos apuntes como el texto sobre este tema que publicó en DIARIO DE NOTICIAS, un prólogo elocuente en el que el autor da cuenta del paso del tiempo y extractos de comentarios de lectores ilustres más o menos conocidos como Miguel Sánchez-Ostiz, Kutxi Romero o David González. Además, cuenta con material complementario -textos y fotos- que puede descargarse gratis desde la web (www.pamiela.com).
Todo comenzó en 2002, cuando Irurzun ganó el I Premio de relatos de viajes de El País-Aguilar y recibió 6.000 euros que debía gastar en un solo viaje y que invirtió en un recorrido Filipinas y Papúa Nueva Guinea. A su regreso, plasmó su experiencia en una serie de relatos que dos años más tarde obtuvieron el citado galardón del Ejecutivo navarro, que lo editó y le concedió una cantidad de dinero con la que se embarcó en otra peripecia, esta vez en Chiapas. Más tarde le encargaron una guía turística sobre La Habana, donde escribió un cuento que le valió otro reconocimiento que le llevó, esta vez, a Bangkok, donde acabó el periodo viajero de este escritor que reconoce carecer de espíritu aventurero y se define como un «viajero accidental». Es más, como indica en la introducción, «soy el Mr. Bean de la literatura de viajes». Y sigue: «Viajar me asusta, me incomoda, me pone nervioso, me hace sentirme todavía más vulnerable y desvalido… Y es que a mí lo que de verdad me gusta es estar en mi casa».
De todos modos, Irurzun se manifiesta encantado con la «segunda oportunidad» que Pamiela ha dado a este trabajo hacia el que siente una cierta extrañeza gozosa. «Yo ya no soy la misma persona que entonces y casi tengo más el recuerdo del texto que de la experiencia y a veces hasta dudo de que yo viajara hasta esos lugares», casi «como si me hubiera convertido en un personaje literario». En aquel periplo visitó junto a Josean, fotógrafo, los basureros de Payatas o Tondo, en Manila, y el del río Sepik, en Papúa, y quedó impresionado de cómo miles de personas habían creado toda una forma de vida en torno a lo que los demás descartan de las suyas. «En Payatas hay turnos de trabajo, un sindicato y la gente se especializa en los distintos tipos de residuos: plásticos, cartón, metales…», cuenta. Y en medio de aquello, comprobó que también hay espacio para «la felicidad, la dignidad y la alegría a pesar de la miseria», y que los niños ríen y juegan como en todas partes; de ahí que esté encantado con la foto de portada de esta edición de Atrapados en el paraíso, una imagen que el fotógrafo alemán Hartmut Schwarzbach le ha cedido en muy buenas condiciones.
PUNTO DE INFLEXIÓN Irurzun disfruta, asimismo, de la «segunda vida» de esta historia porque supuso un antes y un después en su vida. Cuando partió hacia Filipinas, acababa de conocer a Malen. «De hecho, creo que uno de los secretos del libro es que le fui enviando cada capítulo conforme los iba escribiendo con la clara intención de terminar de enamorarla, al parecer con éxito, porque hoy es mi pareja y la madre de mis dos hijos», apunta en el prólogo, donde también afirma que, en ese sentido, este volumen funciona como «precuela» de otro de sus libros, Dios nunca reza, un diario muy personal sobre su familia y amistades, pero que es sobre todo un testimonio del yo y la memoria.
Atrapados significó, además, otro viaje para Patxi Irurzun, que comenzó a cimentar una carrera literaria más estable, aunque igualmente difícil y de la que todavía no come, como subraya en el prefacio. En ese texto ya están los rasgos de humor, sensibilidad y humanismo, así como los perdedores que pueblan sus obras. Por eso agradece a sus editores la «resurección» de este libro y le desea una «buena y larga segunda vida».
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