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GAMBERRO CON CAUSA

Jun 9, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments





Y también dicen, sobre ¡Oh, Janis!, que es » una novela muy imaginativa y desternillante en la que su autor ha logrado convertir en literatura todo el cachondeo y la irreverencia de las páginas de El Jueves» (José Ángel Barrueco en «Escrito en el viento«) o que Dick Grande es una especie de Torrente vasco (Mario Crespo, en la reseña de abajo). Para acompañar esas palabras qué mejor que algunos de los dibujos picantes que ha incluido en el libro Miguel Ángel Moreno Gómez, el ilustrador de Eutelequia



¡OH, JANIS! EN ‘EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA’ de Mario Crespo


Patxi es un gamberro. No un gamberro común, un gamberro con creencias, con causa. He leído dos de sus libros (Ajuste de cuentos y éste) un puñado de cuentos y algún que otro artículo. En todos sus textos subyace un ramalazo confesional de su pasado, de su adolescencia, de las pajas y los granos, de las pedradas y los hurtos, de los conciertos y los magreos, que nos recuerda que el Patxi escritor es un niño travieso y juguetón que incomoda a sus padres con sus ganas de llamar la atención y agitar la cotidianeidad de la que sus personajes son víctimas.

¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! Memorias de una estrella del porno (amateur) es Paxti Irurzun en todo su esplendor. El personaje de Dick Grande y su historia, la del macho español criado en una ciudad provinciana y conservadora que se convierte en semental e ídolo de masas, nos lleva por medio mundo mientras persigue a Janis, la primera mujer que le descubrió el sexo de verdad, una prostituta de La Habana, y nos ofrece un submundo de bajos fondos desde donde el autor percute los cimientos de la sociedad occidental en general, la española en particular y la vasconavarra más en concreto.

No es sólo el sexo explícito narrado desde un punto de vista frívolo y jocoso lo que lleva a devorar la primera parte de la novela, sino la manera de avanzar y sumergir al lector en los avatares y desdichas de Dick. Por momentos lo escatológico, descrito con precisión, nos recuerda a un Torrente más vasco que español, pero guarro, al fin y al cabo. Tanto que consigue momentos realmente hilarantes en los que se puede reír a carcajadas.

La soltura con la que avanza una prosa poblada de comas y frases que se deslizan por las páginas como Dick por los barrios de Manila, hacen de estas doscientas páginas una entretenida novela pretendidamente punk y ochentera en la que el estilo, las referencias y la jerga sumergen al lector en el sueño de Dick. Un sueño que, como vemos en el giro final del epílogo, no sabemos lo que tiene de sueño. Recurso éste, el del giro final, que también utilizara el autor en su relato para la antología Viscerales, “Reliquias y jorobas”. Quizá lo menos me haya gustado es el, a mi entender, excesivo uso de paréntesis que acotan descripciones.

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