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SUBIDÓN

Jun 1, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Ayer decía que al fondo del barranco había una cama elástica, pero no, lo que había era un montón de gente con las manos cruzadas, como los guiris en la fuente de Navarrería, solo que a mí no me dejaban caer, me manteaban hacia arriba, hacia el cielo, cual Guardiola, y en el viaje yo ya iba sintiendo el airico en la cara y me iban volviendo los colores. La verdad es que escribí el post anterior para desahogarme y espantar fantasmas, pero las muestras de cariño vienen dabuten se agradecen y emocionan, la hostia. Así que, vosotros lo habéis querido, yo sigo palante y hoy cuelgo abajo el prólogo del libro y aquí dejo un enlace a una reseña de Viscerales, antología en la que participé y que dice que mi cuento es del estilo a «Miedo y asco en Las Vegas» (en versión carpetovetónica, añado yo). Pues nada, muchas gracias, amigos, y hasta pronto. ¿Qué? ¿Que qué es eso que tengo en los ojos? Na, seral humo el sigarrillo.

VALIENTE
(Prólogo de ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis)

Josu Arteaga

Patxi Irurzun camina por la vida con una mochila de libros. Esto es literal. Es un carrilano de las letras que busca editorial donde no la hay y que si no la encuentra se la inventa. Patxi es militante, yonqui y artesano de la palabra. La reivindica, se la mete por vena y la mima. Se ve en cada cuento, en cada relato y en cada novela. No parte de vivencias personales al borde del abismo. Es prolífico desde la cotidianeidad, diseccionando de forma certera la vida del común de los mortales. Necesita escribir más que respirar. Más que publicar, incluso. Seguramente es su manera de cambiar el mundo o de intentar entenderlo.

Dice Iban Zaldua que el pasado es lo único que se puede cambiar. Seguramente es así, pero la literatura de Patxi es la excepción a esa regla. Patxi cambia el pasado, el presente y el futuro con su pluma vivaracha, de niño travieso y juguetón que sueña hasta cuando le llueven zapatillazos de madre. No existe el tiempo para los niños. Todo es posible ante los ojos de Patxi.

Patxi ha firmado libros rotundos. Atrapados en el paraíso te marca a hierro. Pero son Cuentos sanfermineros y Ajuste de cuentos los que nos desvelan sus claves. Es en ellos donde Patxi juega en casa y machaca al equipo visitante con relatos bien escritos, cuentos madurados en el silencio de una cabeza que no deja de escribir, pulsión de vida cotidiana con el aderezo de una pedrada en la frente como guinda pastelera. Cuestión de supervivencia, Ciudad retrete o La virgen puta nos llevan al Patxi más anti-todo, al «anarco con pantuflas», como el mismo se ha autodefinido en alguna ocasión. En este territorio, precisamente, sitúo este nuevo título. Un libro con muchos momentos más que hilarantes: desternillantes. Por lo que dice y sobre todo por cómo lo dice. Porque te lleva con hambre voraz al capítulo siguiente y porque entre carcajada y carcajada te desarma y destensa la entretela.

Soltura es la palabra. Patxi está suelto. No tiene miedo y quiere importunar, molestar y trastocar aquello que parece enfrentarse al pensamiento único y que sin embargo no se diferencia en nada de lo esencial. Libertad tanta que asustará a los que profesan esa otra libertad atada en corto, con lemas fáciles como estribillo de canción veraniega. Patxi vive entre el punk y el niño que habla con la sinceridad del borracho. Ese niño que lleva dentro y que a veces se apodera de su lápiz le llevó en su día a escribir El cangrejo valiente, un relato tan corto como tierno.

Patxi se ha depilado la lengua. La única parte del cuerpo humano en la que perdura el vello capilar, tras el ataque metrosexual de vientre tableteado y silicona a granel. Él pilló la epilady de las ingles y se rasuró la sinhueso. De otra forma no sería posible este libro. La depilación y, por supuesto, estar como una puta cabra y tener la certeza de perder el saludo de algún cenutrio en el poteo por lo viejo. Tardarán mucho tiempo en la vieja Iruña antes de ponerle una calle. Y no hablamos de su alcaldesa, sino de la cosa más popular y se supone que más simpática.

Este es un libro rápido y agradecido donde importa más el caminar que el llegar a la última página. Vacilador irredento, Patxi nos lleva a bucear en el sueño universal de los hombres por convertirse en actores porno con pollas descomunales, nos traslada a realidades y países en los que ya ha situado otras historias, nos recuerda al escritor-personaje de Plataforma, de Michel Houllebecq, por lo arisco y por su vocación de incomodar, por el sexo explícito, sucio, mercantil y vacunado de romanticismos de todo a cien, y nos retrata la realidad de un pequeño país donde la revolución solo está presente en la cada vez más aburrida cartelería política.

Patxi es un escritor que sabe contar cosas. Es un niño que quiere autos de choque sin fichas. Un anarquista que sueña con dinamita. ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! Memorias de una estrella del porno (amateur) no necesita poster desplegable de la chica del mes. El escribidor se sobra con su facilidad para dibujar personajes de carne y hueso. Ahora es el turno de la piel tostada y los flujos corporales. De los besos húmedos y la carne caliente. Del semen y de la animalidad disparada. De la crítica descarnada. De la risa cabrona. Ese Patxi. Valiente.

Josu Arteaga

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