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CRÓNICA A LA PATA LLANA DE UN GRAN FIN DE SEMANA

Jun 12, 2011   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment
El autor y Berta Bernarte, que presentó el libro tras ser convenientemente sobornada con jamón. Foto: Luis Azanza

Este ha sido un fin de semana rejuvenecedor. Hemos hecho hasta botellón. El viernes empezaron las fiestas de Sarriguren y fuimos al chupinazo. En una foto del periódico salimos en plan ¿Donde está Wally? En el recinto ferial, que está al lado de donde van a mear los perros, había unos piratas que enrolaron en su tripulación a toda la chiquillería, y una carpa en la que repartían bocatas de salchicha para los pequeños mientras sonaban canciones jevis, y un alcalde bebiendo cerveza en vaso de plástico, muy tranquilo, quizás ya sabiendo que al día siguiente continuaría siendo alcalde. Hacía mucho frío, eso sí, y nos quedamos pajaricos, cuando volvíamos a casa después del toro de fuego.
¿Donde está Patxi? Foto: Diario de Navarra

Al día siguiente los niños no ajustaron su reloj interno al horario de fin de semana y se levantaron temprano,pero estuvo bien, porque había que presentar el libro, preparar el jamón… Primero fui a recoger a mi editora Clea Moreno Szypowska a la estación. Es emocionante ir a esperar a una estación, y que además todavía se pueda fumar. Fumar, mirar un reloj de esos enormes, ponerse un poco nervioso con los retrasos… Parace una película en blanco y negro. Clea apareció cansada,después de una semana de presentaciones en Barcelona, el viaje… Venía con una maleta enorme en la que cabía todo ese cansancio descuartizado como un cadáver del que debía deshacerse. Aparcamos en la Rotxa, junto al río y ya había gente preparando los calderetes. En Pamplona todo estaba muy animado también. Los artistas comenzaban a tomar el barrio. Antes de ir a La hormiga atómica nos pasamos por alguna librería a dejar marcapáginas. En Abarzuza, Marcela nos dijo que habían vendido todos los libros. ¡Bien!

El autor y su cómplice escandalizados por el libro que ellos mismos presentaron Foto: Luis Azanza
Después fuimos a La hormiga atómica. Por allí ya andaba Javi, en representación de La Franziska, grandes siempre, que son los que me han hecho la promoción del libro arrojadizo (el video, por cierto, ya lleva casi cuatro mil reproducciones).

Luego fue llegando la familia, Anabel con el jamón, los niños correteando por ahí, entre libros de Chomski y La Internacional Situacionista... Fue una cosa muy familiar la presentación, el libro se caía de la mesa una y otra vez. Es un libro con mucha vida. Berta Bernarte estuvo brillante, qué soltura y qué risas nos echamos, y qué bonito todo lo que dijo sobre mi libro. Berta y yo hemos compartido muchos minutos en el mismo lado de la barrera, aguantando embestidas de «moglacos» que bufaban mucho, y poco más, pero a los que al final nos los quitábamos de encima con el capote de la risa y con bolsas de gominolas de Schleker. Me hizo mucha ilusión que estuviera otra vez sentada a mi lado. A última hora apareció por ahí el gran Jorge Nagore, que también fue compa de padecimientos y cornadas de esa que da el hambre y que también sacaba cada dos por tres la muleta de su ingenio, que lo tiene por arrobas, para espantar a la bestia, solo que él en vez de gominolas se tragaba doblados los luckistrais. Goio González Barandalla, del colectivo Malatextos, que también vino, y que nos regaló el título para la antología Hankover en su día, me dijo antes que Jorge me había citado ese día (11 de junio) en su columna de Diario de Noticias, y eso es como que te suban a los altares.

Después de dar buena cuenta del jamón, nos fuimos todos a echar un pote al Cordovilla, porque sale en el libro y nos pillaba cerca. Allá Luis Azanza nos sacó unas fotos, con el tino y la buena vista que le caracterizan, y por esta crónica van desparramadas.

Berta Bernarte adivirtiendo a los padres de los menores presentes de que iba a pronunciar palabras como lefa o cimbel Foto: Luis Azanza

Luego llevé a Clea a la estación de autobuses y nos despedimos hasta el viernes. Clea se fue con su gran maleta, en donde lo que no cabe es todo el valor de esta chica polaca y menudita. Hay que ser muy valiente para emprender una aventura como Eutelequia con la que está cayendo. Ojalá podamos ayudar en sacar adelante la nave.

Y de ahí a comer, con Anabel, los niños, mi madre, mi hermana y mis primos. Como hacía buen día nos sentamos en una terraza de la Plaza del Castillo. Yo me hubiera tomado a gusto una jarra de cerveza, pero tenía que conducir y además tampoco la habría gozado, porque mi hija Malen, a la que le acabamos de quitar el pañal y el chupete, todo a la vez, quería bajar a los baños del bar cada dos minutos, y si no se dedicaba a perseguir palomas por la plaza, como vaca sin cencerro. A gusto nos hubiéramos echado una siesta, como un borracho que pasaba por ahí y se tiró sobre el hierbín, un mes antes de la fecha prevista, pero había que volver a Sarriguren porque habíamos quedado para tomar café con algunos padres de compañeros de Hugo, con lo que también estuvimos más tarde haciendo botellón como adolescentes pero menos excesivamente, relajados, hablando de nuestras cosas, o sea, los niños mientras estos correteaban o se meaban -los más pequeños- por ahí. Después, ya de noche (que gozada, estos días tan largos, cuando a la diez todavía hay luz), otra vez toro de fuego, tiovivo y alguna que otra litrona más y a casa.

Por el camino, a a trote cuto, a Hugo, que, agotado y con sueño, iba medio en trance le salió alguna de sus frases, como «La vida no es una carrera». Malen llegó dormida y nos ahorramos muchos quebraderos de cabeza.

Esta mañana los niños nos han dejado dormir la mona, porque como estaban cansados se han levantado tarde, o sea a las 9 de la mañana. Yo he bajado a comprar curasanes y comprobar si era cierto lo del XL Semanal, que aparecía reseña de ¡Oh, Janis!, y sí, ahí estaba, mostrándose impúdica ante un millón y medio de lectores. Si uno de cada cien se comprara la novela agotaríamos veinte o treinta ediciones. Al volver a casa, he encendido el ordenador y tenía un mensaje de Francisco Javier Irazoki en el que me daba la enhorabuena por el artículo sobre mi libro en El mundo. Yo no sabía nada, así que le he preguntado a Google y he visto que habían sacado algo también en ABC vía Agencia EFE. Una mañana de gloria, pues (ahora solo falta que me hagan caso también los peródicos nacionales progres, para los cuales de momento no existo, y eso que Clea dice que esta es una novela anarquista). Aparecer en los papeles no sé en qué se traducirá, yo estoy muy contento pero soy algo escéptico -quiero ver por una vez la faja esa de segunda edición y saber qué se siente- pero de momento me ha servido para recuperar el contacto con algún compañero de los tiempos de los fanzines, como Kastelló, para que dos o tres desconocidos me pideran ser amigos en el facebook y para que por la calle me felicitara el electricista que estuvo apañándonos la casa cuando nos mudamos.

La camarera del bar Cordovilla muy interesada por este libro en el que se glosan sus fritos de pimiento. Foto: Luis Azanza

A la hora de comer, Malen se ha quedado dormida y hemos aprovechado para leer los periódicos y echar una siesta también nosotros. Es la primera en meses, aunque la idea era adecentar un poco la casa (que parece una leonera o, como dice Anabel, un hospital robado). Las casas son como organismos vivos, animales depredadores, como los pulgones que traen en un sinvivir a mi amigo y vecino Luis, en su huerta, cuando te descuidas un poco te invaden los juguetes, las pelusas, los montones de ropa para planchar crecen exponecialmente…

Nos hemos quedado toda la tarde en casa, que en el fondo es lo que nos gusta. Ahora, por fin los niños están dormidos y a Anabel, que acabó los exámenes hace dos días y aún no había podido leerse la novela, la oigo pasar páginas y reírse en la cama. Ha sido, en definitiva, un gran fin de semana.

1 Comment

  • Me alegro mucho. Terminaré tu ‘janis’ estos días, de vacaciones, que ya toca.

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