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ESE TOCHO (CAPÍTULO 2)

Ene 18, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

A Pichurri, que es como llamaba yo en la intimidad a la alcaldesa, me la presentó Godman, el míster, poco antes de que él mismo lanzara el chupinazo y liara una gorda. El míster en ocasiones me recuerda a mí mismo. Ambos tenemos una personalidad vampira, que acaba por absorber la atención, para bien o para mal, de todos los que nos rodean. Godman acaparó portadas del Marca nada más desembarcar en Pamplona procedente de Estados Unidos, su país natal, cuando a golpe de billetera se compró un equipo de segunda en plena crisis, como era entonces Osasuna, y se convirtió en su presidente, entrenador y hasta delantero centro en una jornada en que todo el equipo se vio afectado por una terrible cagalera. Al principio, la ciudad en pleno se puso a cara de perro con el míster, porque Osasuna siempre había sido un club en el que los socios creían que elegían a sus presidentes, pero después, cuando Godman comenzó a aflojar plata y a fichar a buenos jugadores, y más tarde a ganar partidos, y finalmente logró incluso un ascenso que se había resistido durante años, llegó la Godmanía. Hasta tal punto que, invitado por la alcaldesa, se le concedió el más alto honor que puede otorgar la ciudad a un pamplonés —Godman era ya tomado como tal, incluso fue elegido el navarro más guapo del año—: lanzar el cohete que da inicio a sus fiestas.

—¿Quién se lo iba a decir, cuando llegó y le querían arrojar al pilón? —bromeaba con él, poco antes del chupinazo, Pichurri, la alcaldesa.

—Ellos primero no entender mentalidad americana. Fútbol negocio, no corazón. Pero tampoco cambiar tanto. Antes vosotros poner y quitar presidentes. Vosotros tener money. Ahora mí.

—Claro, claro —se reía Pichurri, y mientras lo hacía su sonrisa pizpireta se me estiraba a mí entre las piernas.

Había algo que me atraía en ella, algo morboso, esa extraña mezcla que parecía expresar su aspecto y su carácter. Era una mujer echada para adelante y de aspecto monjil a un tiempo, una de esas mujeres de edad indefinida, que uno no sabe si son ancianitas con el alma enfundada en un chándal o jovenzuelas a las que alguien o algo les ha arrebatado sus mejores años. Una mujer llena de huecos oscuros que yo sentía que debía rellenar, no sabía si para derramar todo mi cariño o todo mi veneno.

—Aunque en realidad es lo mismo, porque ahora que usted se ha afiliado al partido es uno de los nuestros, señor Godman, un navarro por los cuatro costados.

Yo asistía a la conversación como convidado de piedra, hasta que abajo, en la plaza, los piropos dedicados a Pichurri —“¡La alcaldesa es una posesa!”, coreaban— fueron sustituidos por el que ya era mi grito de guerra: “¡Ese Tocho, ese Tocho, eh!”. El míster entonces se volvió hacia mí y me presentó.

—Oh, sorry, ser nuestro último fichaje. Gran portero. Y mucha publicidad, camisetas… —añadió.

Yo encajé el golpe con deportividad. Sabía que en buena medida me habían fichado por ello, porque mis gansadas atraían al público al campo y a los anunciantes a los despachos de los comerciales.

—Oh, sí, lo conozco, señor Tocho, he oído hablar mucho de usted —dijo la alcaldesa.

Fue entonces cuando ella estiró su mano y yo la estreché. Pude darme cuenta de inmediato cómo todo ese calor que es capaz de proyectar la mía, mi mano, la fue derritiendo por dentro. Siempre sucede así. Ellas comprenden que nunca las ha acariciado una piel tan suave y que quizás nunca volverá a hacerlo. Es como si las tocara un bebé grande con una tranca descomunal. No sé muy bien cómo explicarlo, pero siempre sucede así.

—Un placer —dije.

Y ella, esquivando con un donaire encantador los huevos que le arrojaban desde la plaza, al tiempo que se dirigía al balcón —faltaban ya sólo un par de minutos para las doce—, contestó:

—Igualmente.

Continuará

ODIO A FELIX ROMEO

Ene 18, 2010   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments
Foto: Jesús Caso
Lo odio porque en sus dos últimas colaboraciones de la nueva sección de ABCD me ha pisado. Primero, el pasado sábado, dijo que nunca había leído u oído decir a ningún autor que se buscaba a sí mismo en Internet. ¡Ay! En esta entrada ya vieja de este mismo blog hablo de esas egobúsquedas. Y ¡ayyyy! (esta duele más), hace dos semanas Felix escribió sobre La Pinturitas de Arguedas (la foto de arriba es de mi compañero de trabajo el fotógrafo Jesús Caso, que fue gracias a quien la conocí). Tenía muchas ganas de escribir algún día un reportaje sobre La Pinturitas, conducir hasta Arguedas y hablar con ella… Incluso estuve pensando en proponerla a los de Sra. Rushmore como protagonista para una campaña de Aquarius, “el ser humano es extraordinario”, y entonces aparecerían todos esos coloridos dibujos que La Pinturitas hace y deshace en una de las naves abandonadas junto a la carretera.

(Bueno, lo cierto es que si Romeo me ha pisado ha sido porque yo me he quedado quieto, por pereza, por falta de iniciativa, porque, total, escribir reportajes para qué…)

Odio, por lo demás, también a Felix Romeo porque le he escrito en alguna ocasión por algún asunto de la cosa literaria y nunca me ha contestado, no sé si porque el correo al que me dirijo es uno de esos que se encuentran en el limbo de internet, el de los buzones que nunca se abren, o quedan desactualizados, o a los que tus email llegan apellidándose spam; o porque ha actuado con prudencia, por un lógico temor –tratándose de alguien que escribe sobre libros en periódicos o los reseña en la radio- a encontrarse con un escritor psicópata, un perseguidor, un pelma…; o no sé si, simplemente, porque a Felix Romeo se la ha sudado lo que yo le he contado en esos emails, que puede ser y está en su derecho.

Y lo odio porque estuvo en la presentación mundial de Resaca / Hank over, en Zaragoza, hace ya casi dos años, yo lo ví, es difícil no verlo, y, que yo sepa, puede que me equivoque, nunca dijo ni escribió nada sobre ese libro, Felix estaba allá al fondo, recostado sobre una pila de libros, y miraba o eso me parecía a mí con cierta desgana y aburrimiento, como si todo eso, Bukowski, fuera algo ya superado, jugar a hacerse los malditos, algo ya visto y falso (aunque Resaca no va de eso). Todo esto, claro, es una impresión personal, quizás errónea.

Pero odio, sobre todo a Félix Romeo, por envidia cochina, por lo ya dicho, porque se dedica a leer libros –no solo por placer, digo, además profesionalmente- y a escribir sobre ellos, y también porque he leído algunos de sus libros y me han gustado, qué cabrón, he pensado, y he sentido esa sensación malsana que sentimos –yo al menos- los escritores, cuando leemos libros que nos gustaría haber escrito a nosotros (o incluso cuando vemos cómo elogian libros -o más bien a autores- que nosotros nunca escribiríamos, cuando otros triunfan, aparecen en los papeles, ves a chicas guapas leyendo sus mierdas de libros en el autobús…); de eso, como de las egobúsquedas, tampoco habla nadie, de las envidias entre escritores, incluso de la envidia como inspiración, o génesis de obras literarias. Escribiría un reportaje también sobre eso, pero total para qué, ya escribí uno sobre las venganzas literarias, y nadie quiso publicarlo.

En fin, solo me queda despedirme con un saludo a Félix Romeo, que si es verdad que hace egobúsquedas, leerá esto. Yo a él lo leeré el próximo sábado, a ver si vuelve, ¡ay!, a pisarme.

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