¿Quién es más poderoso, el aire o el fuego?
«Si te quedas sentado, todo se pierde, no solo vale con soñar, siempre puedes seguir luchando».
Yo este año ni siquiera me he emborrachado como dios manda, ni un solo día. Así que tampoco he podido estrenar las pastillas contra la resaca que me enviaron los de Imprextom, después del plagio de la portada de Resaca y del acuerdo amistoso. Claro que tampoco sé si me hubiera atrevido, después de algunos comentarios que he leido por ahí de gente que dice que jiña verde tras tomarse el R-21. A propósito de las pastillas contra la resaca y de otro episodio de plagio, este en toda regla, fusilando a mi amigo Pepe Pereza a plena luz del día, José Ángel Barrueco, escribió el post que reproduzo a continuación en su blog. (Arriba una foto cutre de las pastillas milagrosas, abajo la deliciosa canción de Los delinqüentes con la no menos deliciosa Julieta Venegas).
Plagios en la red
Deberíamos hacernos varias preguntas sobre los contenidos que colgamos en internet, sean literarios o audiovisuales. ¿Cuánta gente se dedicará a plagiar el trabajo ajeno? ¿Cómo podemos evitar ese robo de documentos? ¿Cuántas veces habremos sido plagiados (y me refiero a cualquiera que posea un blog o una página web o a cualquiera que cuelgue su trabajo en la red) en el ciberespacio? En las últimas semanas ha habido dos casos de plagio en internet que me tocan de cerca. A Patxi Irurzun, uno de los antólogos de “Resaca / Hank Over. Un homenaje a Charles Bukowski”, junto a Vicente Muñoz Álvarez, le enviaron un día por correo electrónico un anuncio de pastillas contra la resaca. A él, precisamente a él. Y lo digo porque el dibujo que había empleado la empresa Impextrom era la ilustración de portada del citado libro, una obra original del dibujante y colega Miguel Ángel Martín. Patxi nos puso en antecedentes a unos cuantos y escribió a la empresa diciendo que, dado que usaban el dibujo sin autorización, al menos indicaran en el anuncio su procedencia y el autor del mismo o nos veríamos obligados a tomar medidas; y que, ya puestos, nos enviaran unas muestras gratuitas de esos botes de grageas contra la resaca. Como compensación. El desenlace fue rápido y hubo buen rollo: le contestaron que habían añadido en su anuncio el título del libro y los nombres del autor y de la editorial; pidieron perdón por el daño, pues habían encontrado la ilustración en la red; y enviaron unos botes de pastillas.
La semana pasada le ocurrió algo parecido a Pepe Pereza, a quien conocí en persona en Gijón y de quien recomendé la película que protagonizó años atrás, “Tilt (Nos hacemos falta)”. El dos de julio publicó en su blog, “Asperezas”, un relato titulado “Autosuficientes”. Alguien le avisaba, unos días después: el seis de julio una mujer colgó en su bitácora (“La ciudad del ser”) un relato titulado “Germinar”, que era idéntico al de Pepe, pero cambiando el sexo del protagonista. Calcado palabra por palabra. Él advirtió que iba a tomar medidas legales si la responsable del blog no retiraba el cuento, pues lo había registrado. Unas horas después la mujer eliminó todos los contenidos de su blog. Si uno entra, comprobará que la página está vacía: sólo quedan el título y la dirección.
Estos casos, dado que estamos en España, al final suelen solucionarse así: con un acuerdo amistoso o teniendo que recurrir a las amenazas. En Estados Unidos, los abogados de quienes son robados sacarían un pastón a los plagiadores. Recordemos que allí te ponen un pleito hasta por mirar mal a un tipo. Lo alucinante es que encima haya gente que defienda el plagio, que insista en que una obra colgada en la red pueda ser tomada por otra persona, cambiándola un poco a su gusto para publicarla de nuevo como si fuera de su autoría. Quizá sea el pensamiento español, supongo: que trabajen dos y los demás miremos o nos aprovechemos de su curro. No entiendo por qué la gente sin talento o sin ganas de currar recurre al plagio para darle de comer a su blog o para anunciar sus productos de venta. En el segundo caso, deberían gastar dinero en pagar a alguien que diseñara los anuncios; pero prefieren ahorrar, claro. En el primer caso, esos plagiadores deberían dedicarse a lo que suele dedicar sus horas muertas alguna gente: a refugiarse tras la máscara cobarde del anonimato y poner a parir a quienes se dedican a escribir de verdad, a diario y en proceso creativo constante. Por lo menos sus insultos no serán copiados a terceros, supongo. Un peligro, internet. Como decía Javier Belinchón en su blog: “Mañana te puede tocar a ti”.
en los blogs lo del plagio es constante, y a veces con mala fe, quiero decir, con intención aún peor: suplantaciones de identidad, blogs copiados enteros idénticos cambiando una letra de la url, en fin, más de una amiga mía y yo mismo lo hemos pasado mal por temas como estos