RESPETO (Variación sobre un poema de David González)
McDONALDS
rue de provence
rue Lafayette
haussmann
mcdonalds®:
un clochard
pelo largo
sucio
grasiento
y despelurciado
con canas
en andrajos
roña en las uñas
pasea entre las mesas
coge una bandeja
y se sienta
entonces
los comensales
chavales jóvenes
en su mayoría
se acercan a él
se inclinan
y en silencio
en completo silencio
depositan
en la bandeja
bolsas
con patatas fritas
perritos calientes
hamburguesas
y vasos de cartón
con cerveza
coca cola®
y café
también monedas
y cigarrillos
respeto
David González, de su libro ALGO QUE DECLARAR (Bartleby Editores, 2007)
RESPETO
Los conozco, a todos esos cabrones, y sé qué van a pedirme en cuanto cruzan la puerta del Mcdonalds
-Un menú infantil -, dice, por ejemplo, Jerome, y lo dice bien alto, sin cortarse un puto pelo -y sin guardar la cola-, pero nadie protesta, porque Jerome es el negro más hijoputa de toda la «banlieu», el que más mierda mueve, costo, farlopa, crack, jaco, lo que quieras…
Aziz, por el contrario, se acerca al mostrador sin meter bulla, pide educadamente una Big Mac, «y que la hamburguesa esté bien tostada», añade, guiñándome un ojo. Aziz es puro fuego. Durante la revuelta dicen que quemó más de cien carros, uno de ellos el de su propio viejo. Libertad, igualdad y fraternidad, sí señor. Y la bofia sin comerse una mierda.
Maxime tuvo menos potra. Los maderos le pillaron en el saqueo de una tienda de electrodomésticos. Se lo llevaron a comisaría y le metieron más hostias que a un pandero. «Basura blanca», le insultaban, cada vez que sacaban su cabezota de una bañera en la que los polizontes habían escupido, se habían cagado y meado.. Al menos se libró del talego, porque con lo único que le ligaron fue con un iPod, menudo gilipollas. Sólo un gilipollas como él puede pedir café y patatas fritas para untar. Claro que Maxime es un gilipollas con una pipa, y eso ya cambia las cosas. Se la agenció en cuanto lo soltaron y está deseando que se vuelva a liar otra vez para volarle la cabeza a algún gendarme.
Sí, los conozco bien, a todos esos cabrones. Delincuentes, terroristas, escoria. Eso es lo que dice el bocarrana de Sarkozy. Pero ellos no están aquí cuando entra Bernard el sintecho, apestando a vino y a mierda, y se desparrama en la mesa de la esquina. Porque entonces, Jerome, Aziz, Maxime, y todos los chavales, toda esa gentuza, se levantan de sus sillas, se acercan al viejo mendigo y dejan en su bandeja vacía una bolsa con patatas, media hamburguesa, lo que sea, lo que tengan.
Sí, los conozco muy bien, a todos esos cabronazos.
Patxi Irurzun