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EN LA REVISTA MEXICANA MOHO (o «¿Soy un ególatra, un torpe o un mamón -o las tres-?»)

Ene 15, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

No recuerdo con qué texto colaboré en esta mítica revista contracultural mexicana que dirige Guillermo Fadanelli, cuya portada he encontrado navegando a la deriva por internet, durante una inquietante y prolongada calma chicha en el trabajo. Me hace gracia ver que en el número en que aparecí, además de escritores de la talla de Dennis Cooper o Jesús Pacheco, está Heriberto Yépez, a quien he citado a veces en presentaciones de mis libros, con una frase de uno de sus cuentos (que aparecía en una recopilación de Lolita Bosch sobre autores mexicanos, tampoco recuerdo el título, lo siento):
«Los escritores, salvo contadísimas excepciones, son antipáticos. Observarlos en vivo decepciona a sus lectores. Y desalienta a los que pudieron haberlo sido. Se de muchas personas que asisten a las presentaciones de libros para confirmar que el escritor es un ególatra, un torpe o un mamón»

EN ‘LA RADICAL TESTA’ DE COLOMBIA

Jul 22, 2009   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments

El blog colombiano La Radical Testa ha publicado mi cuento Muñequita linda, que escribí para el libro de fotos de Joseba Zabalza El árbol del zope. En el libro, junto con otros textos firmados por gente como Rodolfo Izal, al que durante algún tiempo confundieron en México con el Sup Marcos, aparecen cinco cuentos con historias cruzadas, al estilo Pulp fiction, tres de los cuales son míos (y en los otros dos metí mucho la mano).

Aprovecho para decirlo porque no consta en ningún sitio, ni siquiera en el propio libro, será que a mí no me confunden con nadie, o al menos con nadie con glamour revolucionario.

Ignoro cómo ha llegado este cuento hasta Colombia, en todo caso esto es lo que dicen de mí en La Radical Testa:

Patxi Irurzun, escritor español autor de novelas negras como «La Virgen Puta» y «Odio enamorado», es uno de los más representativos de la literatura contemporánea de ese país. Este cuento refleja el estilo de su trabajo y y su visión sobre ciertos asuntos sociales.

Y aquí se puede leer Muñequita linda

AUTOMUTILACIÓN

Jun 25, 2009   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments

Y luego que no me enfade… Hace unos días colgaba en este blog unas reflexiones sobre la censura, hechas cagando leches para un coloquio en el que iba a participar mi «broder» Vicente Muñoz Alvarez, y en ellos hablaba de los tijeretazos que meten, sin un ápice de sensibilidad ni reflexión, redactores jefes, diseñadores, uno que pasaba por la revista y tenía algo que decir… Para muestra un botón. Ahí abajo el texto que envié, y en rojo las líneas y frases que se han cargado. Cuando lo vi me quedé a cuadros (porque lo vi en la revista, a mí nadie me avisó antes). Y lo que es peor: ni siquiera yo mismo entendía lo que había escrito, el texto no tenía pies ni cabeza, ni gracia alguna (o la menos la gracia que yo pretendía) … Eso sí, el dibujo que acompañaba al texto (porque yo entiendo que es así, y no al revés) ocupaba más de media página. A mí me daba, me da hasta lacha firmar esa página y también me da igual que sea la única colaboración fija que tenga y que no esté mal pagada -bueno, necesitaría quince como esa al mes para vivir dignamente de lo que escribo-, pero en esas condiciones es mejor no hacer nada… He conseguido al menos, o eso me han prometido, que a partir de ahora sea yo el que corte, si hace falta. Veremos.

Neumococos y dibujos animados

A veces me gustaría que mis hijos se comportaran como dibujos animados. Como cuando Caillou se pone enfermo y tiene que tomarse su medicina: al principio protesta un poco, se tapa muy digno la boca, pero después sus papás le explican que si no se traga el jarabe no podrá escupir la ranita que se le ha quedado atravesada en la garganta, Caillou entonces, muy formal, obedece, y al día siguiente su faringitis se ha esfumado y cuando el capítulo se acaba una voz en off dice “A continuación, Caillou entra al coro del colegio”.
Que está muy bien, muy didáctico, pero luego, en el mundo real, tu hijo se pone enfermo y dice que los sobres de medicina pican y que no se los va a tomar y que menuda tontería eso de la ranita, y ahí no hay Caillou ni Pocoyó ni Teo que valgan.
Hace unos días H añadió a su colección de bacterias unos neumococos traicioneros, de esos que esperan a manifestarse violentamente justo la primera semana que tú te coges vacaciones para ir a comprar de una vez el sofá y el dormitorio de la niña (por cierto, el otro día M nos dio un susto… Se despertó y empezó a protestar. “Uy, ¿qué ha dicho?”, me preguntó Malen, y yo “No sé, yo le he entendido que apaguemos ya la tele que mañana tiene examen de lingüística comparada”).
El caso es que de repente, a las siete de la mañana, H empezó a llorar, nos levantamos y su cama parecía una piscina. “Mírale la fiebre”, me dice Malen. Y yo: “Casi 40, igual aprovecho y le caliento el biberón de M en la frente”, por destensar un poco la situación, pero la cosa no estaba para bromas, y acabamos toda la familia en urgencias (que más bien parecía un afterawer para virus).
–¿Ves?, a Teo estas cosas no le pasan –digo yo, por continuar con mi teoría de los dibujos–. Si Teo se pone malo siempre hay un médico que le conoce y le cura en un par de páginas y después le enseña todo el hospital, aquí los bebitos recién nacidos, esos de ahí de la sala de espera que tosen son los niños a los que te has colado, etc.
Nosotros tuvimos que esperar tres horas, para que nos atendieran, después H hizo pis en un bote (le pareció una aventura excitante), y finalmente, tras un análisis de sangre y unas radiografías, aparecieron aquellos neumococos como el Cojo Manteca, destrozando a muletazos el árbol pulmonar de nuestro pequeño.
–Que se tome estos sobres, tres cada día durante una semana –recetó la pediatra. ¡Como si fuera tan fácil! Ya me gustaría a mí ver al papá de Caillou camuflando los antibióticos en zumo de piña, o administrando minidósis con una jeringuilla, que en realidad era un cañón para matar a los bichos malos, o –más bajo no se podía caer– vaciando la hucha para Eurodisney de su hijo y amenazándole con gastarse sus ahorros en contratar a un ogro especialista en hacer tomar a los niños la medicina.Sí, fue una semana dura la de la neumonía, con H en casa, en cuarentena, como un león enjaulado al que ofreces para comer la dieta de la alcachofa. Parecía un capítulo de Los Simpson o de Shin Chan. Son los riesgos a los que uno se expone cuando desea que sus hijos se comporten como dibujos animados.

CARTA ABIERTA AL GREMIO DE LIBREROS

Jun 21, 2009   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Abundando en la entrada anterior, recupero este texto que escribí para la revista TK de Asnabi, la asociación navarra de bibliotecarios (una asociación que se merece un monumento, pues el segundo adjetivo -navarra- la obliga a estar casi permanentemente en pie de guerra). Este número de la revista, de diciembre de 2003, estaba dedicado a los libreros navarros y me solicitaron un texto sobre ellos. Yo por entonces, por cierto, trabajaba en la red de bibliotecas, haciendo sustituciones, y me entusisamaba el trabajo (uy, qué raro me suena oirme decir eso). Ahí va el texto:

Que lo sepan (carta abierta al gremio de libreros)

Qué mejor ocasión que esta que gentilmente me brinda TK para confesar públicamente el odio que profeso al gremio de libreros; odio que los susodichos exacerbaron hasta extremos insostenibles colocándome a firmar ejemplares de una de mis novelas en una caseta de feria. Aunque fuera una feria del libro. En pocas ocasiones me he sentido tan ridículo. Una especie de muñeco del pim pam pum, expuesto a las miradas de transeúntes, curiosas unas, piadosas otras, las más, tristemente divertidas: aquellas de los transeúntes menos familiarizados con esos extraños artefactos, los libros, y acostumbrados a señalar entre carcajadas a los fenómenos de feria en la caseta de los monstruos en que se han convertido sus televisores.

Uno de estos transeúntes despistados hasta me pidió, aquel infausto día, seis boletos. “Esto es la tómbola ¿no?”, dijo, sin saber hasta que punto tenía razón, ignorante de la lotería en que se convierte que alguien compre no sólo libros sino además uno de tus libros.

Odio a los libreros por saber eso perfectamente, por tener que verse obligados a hacer cualquier cosa por los libros, como si fueran hijos desvalidos: colgarse los cupones y salir a pregonar en las esquinas: “¡Para hooooy!” “¡Tengo un Sánchez Ostiz con premio, oiga!”; o montar casetas de feria y colocarte a ti, que para eso estás también en la feria, en una de ellas, a ver si alguien te echa cacahuetes.

Es un odio éste, lo confieso, que me viene de lejos. Odio a los libreros —que en Pamplona, no sé por qué, tienden a ser señores de mediana edad con barbas— por provocarme estados de ansiedad cada vez que he tenido que pisar sus dominios. La idea de entrar en las librerías y ser perfectamente consciente de que se encuentran repletas de libros, además de ser una idea de perogrullo, quiere decir que todos esos libros están ahí, engañosamente al alcance de tu mano, que nunca podrás leerlos todos, que debes elegir solo algunos de ellos… Odio a los libreros por tener el mundo encerrado entre un puñado de metros cuadrados y a la vez hacerlo más inabarcable que el mundo que queda al otro lado del escaparate (últimamente, eso sí, este odio se ha atemperado un poquito porque ando vagando por diferentes bibliotecas de Navarra —Alsasua, Falces…— y he terminado por acostumbrarme a la idea de ver a mi lado las estanterías repletas de libros, más pendiente —la feria, el circo continúa— de domar a esas fierecillas merodeadoras de bibliotecas públicas que son los preadolescentes).

Pero odio todavía a los libreros. Los odio hasta tal punto que la única forma con la que he dado para superar ese odio es convertirme en uno de ellos. Mi idea de la felicidad es hoy por hoy transformarme en un señor de mediana edad con barbas. Y por ello, y esto no es ninguna licencia literaria, he enviado en más de una ocasión mi “ridiculum vitae” a diferentes librerías (¿cómo va a ser una licencia literaria? Un escritor, y un encargado de biblioteca interino, debe estar siempre ingeniando nuevas maneras de llenar el estómago con algo más que con cacahuetes).

Señores libreros, sepan pues que haré lo que sea, desembalaré las cajas y colocaré en las estanterías las novedades —la única condición que pido es oler durante un segundo las páginas nuevas, leer la contraportada y la última línea del libro y pasarle la mano al lomo como quien acaricia la piel de un ser querido—; atenderé amablemente a las señoras que pidan la última de Gala y a los quinceañeros que vengan en busca de las memorias de Bisbal; soportaré aguaceros y rayos de sol bajo la uralita en las ferias del libro antiguo y de ocasión… Me lo tomaré, en suma, como un nuevo paso en el proceso, una nueva etapa en una vida irremediable y tal vez condenadamente unida a los libros. He escrito libros en mi casa, los he firmado con mi nombre y con el de otros, los he reseñado en periódicos, los he ordenado y prestado en bibliotecas, por supuesto los he leído, y ahora me gustaría venderlos —entre otras cosas para ver si es cierto que eso sucede, que alguien compra libros, paga un dinero, y que ese dinero existe, va a parar a algún bolsillo, que probablemente no sea el del librero y desde luego nunca, excepto en casos como los de Gala o Bisbal, el del escritor—.

Para acabar sepan también, señores libreros, que el odio y el amor son el reverso el uno del otro, y que se puede odiar con todo el amor de tu corazón; o que a veces lo que llamamos odio no es sino envidia. Que cada vez que en las líneas anteriores he escrito “odio a los libreros” debí haber escrito “envidio a los libreros”. Los envidio por tener una de las profesiones más rematadamente hermosas del mundo. Una profesión para supervivientes y soñadores. Una profesión que odio, o sea envidio y admiro tanto, que por ustedes hasta volvería a encerrarme en la caseta del monstruo, a convertirme en el muñeco del pim pam pum. Que lo sepan.

Un cuento en la nueva revista AL OTRO LADO DEL ESPEJO.

Abr 8, 2009   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Bueno, más bien es una crónica de viajes, sobre uno que hice a Bangkok, cuando todavía viajaba, y por la cara (a Tailandia lo hice gracias a un concurso de una agencia de viajes que gané con un microrrelato sobre La Habana… bueno, es una historia larga, ya la contaré otro día).

Podéis leer el primer y estupendo primer número de esta revista dedicada al cuento que promete convertirse en una referencia del género aquí. Y este es su blog: http://alotroladodelespejorevista.blogspot.com

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