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DEBUTANTE

Ago 20, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias) 19/08/23

“Tranquilo, que eso nos ha pasado a todos”, trataba de animar una de las cocineras, que había salido a la barra para dejar una ración de bravas, al joven camarero. La cara del chaval era un poema (nunca he entendido esta expresión, en realidad habría que especificar un poema de quién, ¿de Lorca, de Gloria Fuertes, de Borja Semper?). El camarero estaba muy nervioso. Abrió dos o tres cámaras frigoríficas hasta que encontró la botella de vino blanco. Y al servirnos la ronda el pulso le tembló.

Le pagamos con tarjeta y tuvo que preguntar a un compañero cómo funcionaba el datáfono. El otro se lo explicó con desgana, como si esa parte del trabajo no entrara en su contrato o como si él ya hubiera pasado por ese trago tiempo atrás y hubiera tenido que apañárselas solo. Ahora, que los demás también apechugaran.

Nos dimos cuenta entonces, mientras bebíamos con recelo los primeros sorbos del vino y comprobábamos que no sabía a lavavajillas, de que el joven camarero había comenzado a trabajar ese mismo día. Y de que seguramente nunca había estado antes a ese lado de la barra.

Un ratito después el camarero veterano volvió a dirigirse al debutante. “Ahora tienes media hora de descanso”, le dijo. Pero no era que se hubiera vuelto majo de repente, sino que en realidad esos treinta minutos también iban a ser un alivio para él, tal y como se ocupó de dejar bien claro en cuanto el chico salió del bar: “¡Madre del amor hermoso, menudo pipiolo!”.

Apuramos el vino y nos fuimos. Unos minutos después nos encontramos al pobre camarero debutante en la calle, sentado en un banco, solo, muy quieto, como si de esa manera pudiera conseguir que su reloj no se moviera. Daban ganas de abrazarlo. Abrazarlo era también abrazarse a uno mismo ¿Quién no había pasado alguna vez por una situación como esa? Un primer trabajo en el que todo es nuevo y desconocido y en el que no das pie con bola; la sensación de desear con todas tus fuerzas estar en otro lugar; las noches aplastantes sin pegar ojo, que pasan, sin embargo, en un suspiro, y en las que no dejas de pensar que al levantarte tendrás que volver al infierno; la lotería, un incendio en el bar, un nuevo confinamiento… como única escapatoria a ese callejón sin salida; el asco infinito de tener que volver a preguntar al día siguiente cada duda a un anormal…

En fin. La cara del camarero debutante, pensé, en realidad no era un poema, sino una tragedia griega. Estuve a punto de decirle estas palabras de Esquilo: “Lo que deba ser, será”. Pero para mí que Esquilo escribió esa tontada su primer día de trabajo. Así que me callé. Y nos fuimos a tomar otro vino.

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