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Club de lectura de verano 2023

Ago 8, 2023   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

CUARTO DE DESECHOS, DE CAROLINA MARÍA DE JESÚS
y otros libros de literatura cartonera

Son innumerables los escritores que murieron en la pobreza o el olvido (Edgar Allan Poe, Joseph Roth, Emily Dickinson, Franz Kafka…) pero también, en algunas ocasiones, se ha dado el caso contrario, autores que consiguieron a través de su escritura huir a unas circunstancias extremadamente adversas o ascender socialmente y sobreponerse a un destino que solo había deparado para ellos miseria y analfabetismo. Mohamed Chukri, el escritor bereber, autor de el impresionante El pan desnudo llegó a comer tierra de pura hambre y no aprendió a leer y escribir hasta los veinte años. James Ellroy, el aclamado autor de novela negra, vivió durante su juventud en la indigencia y fue adicto al crack, antes de convertirse en un escritor de éxito gracias, entre otras obras, a aquellas en las que cuenta la historia del asesinato y la violación de su madre (Mis rincones oscuros o La dalia negra). Distinto es el caso de Miguel Hernández, a quien el mito literario ha retratado siempre como un humilde pastor iletrado, de formación autodidacta, pero que en realidad provenía de una familia de clase media, acudió a la escuela durante más de diez años −es decir, algunos más que la mayoría de los niños de su época− y solo escribió y leyó sonetos a las cabras en situaciones puntuales. Y es que a menudo, incomprensiblemente, en las solapas de los libros con las biografías de los autores luce mucho una peripecia vital tormentosa, con una lista interminable de trabajos precarios que seducen y predisponen favorablemente a los lectores pero que estos nunca desearían para sí mismos y que en el fondo no tienen nada de románticos.

Haz como que estás soñando
En el caso de Carolina María de Jesús, la autora de la que nos ocupamos hoy, no hay duda sobre su extracción social y sus padecimientos. Su libro Cuarto de desechos es un minucioso diario en el que recoge todos los pormenores de su vida en una favela de Sao Paulo a mediados del siglo XX: cuánto dinero ha conseguido cada día (la palabra cruzeiro, la moneda brasileña, es una de las que más se repiten en las entradas, convirtiendo a menudo la obra en un cuaderno de contabilidad), cómo ha obtenido ese dinero (recogiendo papel por las calles de la ciudad), qué ha sucedido en la favela de Canandé (por lo general Carolina refiere riñas entre vecinos, y entonces el diario se torna una especie de crónica periodística de sucesos) o anotando el tiempo que ha dedicado cada jornada a escribir.

Carolina María de Jesús concibe la literatura como la única salida a su alcance para escapar del lugar en el que vive, ese cuarto de desechos, como lo llama, recurriendo a lo largo del libro en repetidas ocasiones a una metáfora en la que la Sao Paulo es una casa con diferentes estancias y en la que la favela le correspondería el lugar al que es arrojada la basura, todo lo que la ciudad rechaza o considera inservible. Carolina sueña con que un día publicará sus libros y el éxito de los mismos le permitirá comprar una casa en otra de las estancias, por ejemplo en la sala de visitas, es decir, en alguno uno de los barrios de clase media de Sao Paulo (no es lo único con lo que la escritora sueña o con lo que se evade: “Yo recojo papel, pero no me gusta. Entonces pienso: haz como que estás soñando”, escribe, por ejemplo, en una de las entradas del diario).

El día a día en la favela

Milagrosamente, los sueños, las plegarias literarias de Carolina María de Jesús serán atendidas. Un día de abril de 1958 Audalio Dantas, un periodista que se encuentra en Canondé realizando un reportaje, se topa con la recicladora abroncando a unos hombres que han invadido un parque infantil y a los que reprende amenazándolos con sacarlos en su libro. El olfato periodístico de Dantas se agudiza y, tras entablar conversación con Carolina, esta le acompaña a la favela en que vive y le muestra los más de veinte cuadernos en los que va recogiendo el día a día del cuarto de desechos de la ciudad (y también alguna obra de ficción, que, por el contrario, no despiertan especial interés en el reportero). Dantas lee los diarios de Carolina y hace una selección de doscientas páginas que serán publicadas dos años más tarde por una prestigiosa editorial y que acabarán convirtiendo el libro en un éxito literario internacional y a Carolina en un personaje al que pasean como a un animal exótico (¡una vecina de la favela que lee y escribe!) por redacciones de periódicos y estudios de televisión.

Los números, los cruzeiros en las anotaciones contables de Carolina María de Jesús se multiplican y al cabo de un tiempo consigue, como siempre ha deseado, abandonar la favela, un lugar que en el fondo siempre ha detestado, así como a quienes la habitan. El sentimiento es recíproco, y el día que Carolina hace la mudanza es despedida entre insultos y lanzamientos de piedras por parte de sus vecinos. Lo cierto es que el personaje de Carolina se hace en algunos momentos odioso para el lector, convertida a menudo en una especie de metomentodo o policía de la moral que utiliza su escritura como una amenaza, antes que en la voz de la favela. Carolina más bien vuelve esa voz contra esta, chantajea, como hemos visto, constantemente a sus vecinos, les advierte de que los citará en sus libros, anota cada uno de los comportamientos que considera reprochables…

Cuarto de ladrillos

No siempre es así, por supuesto, y también podemos encontrarnos a lo largo de las páginas de Cuarto de desechos a la cronista despotricando contra los políticos paracaidistas, que solo se dejan caer por la favela en períodos electorales y lanzando promesas que nunca cumplen; o las entradas del diario retratan la figura de una mujer valiente, emprendedora, dueña de su vida, un rara avis en la favela, madre soltera que rechaza una y otra vez la tutela de un hombre en su vida y reivindica y ostenta constantemente su libertad.

Cuarto de desechos aparece acompañada en la edición de Txalaparta que hemos manejado, la más reciente de la obra (marzo de 2023), por otra selección de los diarios titulada Cuarto de ladrillos, en la que se da cuenta del ascenso social de la autora, la cual anota las entrevistas que va concediendo, los viajes de promoción, su vida en la nueva casa y el nuevo barrio. “Pareciera que mi vida estaba sucia y ahora la están lavando”, escribe en una de las entradas.

A los diarios acompañan además dos relatos, dos obras de ficción, pero la importancia tanto de estos como de los cuadernos autobiográficos de Carolina no radica en lo artístico, sino en lo testimonial, en lo que tiene de radiografía social de un lugar como la favela, la periferia de la periferia, una geografía casi siempre ausente en las obras literarias o explorada desde el exterior. Y así las entradas de dichos diarios rara vez pasan del apunte sin ningún tipo de alarde estético o literario (de hecho, cuando Carolina lo intenta se vuelve jactanciosa, por ejemplo en unas primeras y desconcertantes páginas, que no anticipan en absoluto el tono sencillo, elemental, del libro, y en la que escribe frases como “He ablucionado a los niños”).

La literatura cartonera

No es Cuarto de desechos el único libro en el que la favela se convierte en escenario literario (tenemos Ciudad de Dios, de Paulo Lins, en el que se basaría la famosa película) o los recicladores de basura en protagonistas (Avenida de los misterios de John Irving, Una soledad demasiado ruidosa de Bohumil Hrabal, o −si se me permite el atrevimiento y el honor de figurar junto a estos autores−, Atrapados en el paraíso de Patxi Irurzun), pero la particularidad de Cuarto de desechos es que la propia autora y narradora de la obra es una de esas recicladoras (en Amor y basura, por su parte,el checo Ivan Klima cuenta una historia en la que el proceso es inverso al de Carolina María de Jesús: el protagonista, un trasunto del propio Klima, pasa de ser escritor a barrendero).

Junto a todos estos libros merece la pena citar, por último, un fenómeno que se ha dado en las últimas décadas y que une igualmente la literatura con la basura o el reciclaje: la literatura y las editoriales cartoneras.

Las editoriales cartoneras surgen hacia los años 80 en Latinoamérica de la mano de proyectos como Eloísa Cartonera, en Buenos Aires, o La espada rota, en Caracas. En ellas, los propios trabajadores de la basura manufacturan, con papel y cartón reciclado, obras literarias que, en el caso de Eloisa Cartonera, ceden desinteresadamente sus autores (en su catálogo se pueden encontrar obras de Cesar Aira o Ricardo Piglia). Se trata, pues, de un proyectos literario y de integración social y laboral, que ofrecen al lector libros, por lo general de pequeño formato, únicos, singulares, con la portada pintada a mano, etc.

Estas pioneras editoriales (Eloisa Cartonera todavía existe) fueron el modelo para proyectos similares que comenzaron a surgir en diferentes lugares del mundo, y así hoy son cientos las editoriales cartoneras, repartidas por países como México, Bolivia, Mozanbique, China… algunas de ellas con particularidades propias (en algunas los autores son los propios cartoneros, otras trasladan su ámbito de trabajo a prisiones, etc.). En España, sin ir más lejos, existen varias, como Meninas cartoneras o La verónica cartonera, que convoca su propio premio literario. Y también, por supuesto, en Sao Paulo, la ciudad en la que Carolina María de Jesús vivió, trabajó como cartonera y escribió sus diarios. No es descabellado pensar, por ello, que de haber existido en época de la autora, esta hubiera trabajado y publicado sus obras en una de estas editoriales. Lo que no sabemos es que suerte habría corrido en ese caso Cuarto de desechos, convertida hoy en día en un clásico de la literatura brasileña y traducida a varios idiomas.

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